En una librería especializada en temas religiosos entró un hombre muy erudito buscando lo último escrito sobre Dios. La dependienta, muy atenta, se dirigió a una estantería del fondo donde se puso a buscarlo. Una vez encontrado, le trajo el libro al mostrador. Curiosamente se titulaba «Lo último sobre Dios», y era de una autor anónimo.
El hombre comenzó a ojear las páginas de aquel voluminoso libro y cuál no seria su sorpresa cuando comprobó que todas sus hojas estaban en blanco. Muy sorprendido, le dijo a la dependienta:
–Perdone, señorita, pero aquí debe haber algún error. Este libro está defectuoso. En él no hay nada escrito.
La dependienta, mientras ponía unos libros en el estante, le dijo con gran seguridad:
–Claro que tiene algo escrito. Lo que ocurre es que no habrá mirado bien. Busque la dedicatoria del libro y verá.
Aquel hombre, muy intrigado, buscó rápidamente la página donde debía estar la dedicatoria. Y allí encontró escritas las siguientes palabras:
“Estimado lector: Sobre Dios ya se ha dicho y escrito demasiado. Lo último que falta es que ahora sea vivido por alguien que decida seguirlo y vivirlo, para así poder llenar estas páginas en blanco. Sólo usted puede escribir cada día lo último sobre Dios–Amor. ¡Ánimo!”
Para hacer
¿Qué buscamos nosotros sobre Dios? ¿Qué nos cuestionamos?
“Lo que falta es que ahora sea vivido por alguien que decida seguirlo y vivirlo”. O sea, que es una opción. ¿Cómo es la nuestra?
Concluir: “Lo último sobre Dios es…” Escribir una página de un diario.
¡En el bufet del Señor!
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