LOS AGENTES DE LA ACCIÓN PASTORAL

1 septiembre 2004

Jesús Sastre
 
Jesús Sastre es profesor del Instituto Superior de Pastoral (Madrid). Ha publicado recientemente: Repensar el voluntariado social (San Pablo, Madrid).
 
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
Aborda el autor la naturaleza y misión de los agentes de pastoral desde la misión de la Iglesia, fijando la fundamentación bíblica de la acción pastoral y su renovación actual. Desde esta perspectiva sitúa la misión de losa gentes (laicos, religiosos, ministros ordenados), señalando su participación en el triple ministerio de Cristo: acción evangelizadora, sacerdotal y regia. Destaca, además, la eclesiología de lo agentes de pastoral, los criterios de la acción y su corresponsabilidad, para terminar con un rico conjunto de propuestas concretas.
 
Al hablar de la naturaleza y misión de los agentes de pastoral necesitamos referirnos en primer lugar a la misión de la Iglesia como continuación de la misión de Jesús Nazaret. Sigue siendo actual la pregunta que se hacía Pablo VI en la extraordinaria exhortación apostólica “Evangelii Nuntiandi” (8-XII-1975): en este ciclo histórico “la Iglesia, ¿es más o menos apta para anunciar el Evangelio y para inserirlo en el corazón del hombre con convicción, libertad de espíritu y eficacia?” (EN 4). “Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar” (EN 14). Las acciones pastorales de la Iglesia tratan de actualizar la praxis de Jesucristo; “la teología reflexiona sobre las manifestaciones e intervenciones de Dios en los hombres y en la sociedad a través de Jesucristo y de la Iglesia… La teología práctica se entiende como teoría de una praxis de salvación; la fe es, en consecuencia, praxis de liberación salvadora”[1]. El horizonte de la acción pastoral de la Iglesia es la edificación de la comunidad cristiana y la construcción del Reino. La pastoral de conjunto expresa la implicación de la Iglesia local en “una misma comunión para la misión” (R. Berzosa). LG sitúa la visión de la Iglesia como Pueblo de Dios antes de los capítulos dedicados a la jerarquía, los laicos y los religiosos. Pueblo de Dios hace referencia a lo fundamental y constitutivo de la Iglesia; así lo expresa San Agustín: “Si me aterra lo que soy para vosotros, me consuela lo que soy con vosotros. Para vosotros soy obispo, con vosotros soy cristiano. Obispo es el nombre del cargo, cristiano es el nombre de la gracia. Obispo es el nombre del peligro, cristiano es el nombre de la salvación” (LG 32).
 

  1. Fundamentación bíblica de la acción pastoral

 
Toda la Historia de la salvación se puede entender como el cuidado misericordioso de Dios, Buen Pastor, que crea todo lo que existe, hace al hombre a su imagen y semejanza, elige un pueblo, lo libera de la esclavitud, lo conduce a la tierra prometida, sella un pacto de amistad, hace surgir voces proféticas, y termina enviando a su propio Hijo. Jesús de Nazaret ve a la humanidad como “ovejas sin pastor” (Mc 6,34; Mt 9, 36); el evangelista Juan desarrolla la teología del buen pastor: conoce a sus ovejas, las cuidad y defiende, da la vida pro ellas (Jn 10, 1-18) y quiere que exista un solo rebaño bajo un solo pastor. En la misión de Jesús es nuclear el anuncio del Reino; es necesario acoger el Reino con un corazón convertido por la experiencia de Dios Abbá (Padre), el amor incondicional al hermano y la actitud de servicio.
 
El anuncio del Evangelio que hace Jesús de Nazaret es inseparable de la formación del grupo de los Doce; en el “estar con Jesús” escucharon, vieron, hicieron experiencia y fueron enviados para continuar la misión de Jesús. Las primeras comunidades emplean el término “diaconía” para designar de una manera global y esencial el ministerio (K. H. Schelkle); significa la responsabilidad de toda la comunidad en el anuncio del Evangelio a todas las gentes y hasta el final de los tiempos (H. Vorgrimler). Dentro de la comunidad cada uno pone los dones recibidos al servicio de los demás. En este contexto surgen los distintos ministerios; todos tienen como referencia a Jesús de Nazaret y los apóstoles alientan, disciernen y confirman los ministerios. Los Doce han sido testigos directos de todo lo que ha sucedido y han sido enviados por el Señor (1Cor 1,17; 9,1)[2]. Pablo realiza el anuncio del Evangelio en el mundo pagano; en las comunidades paulinas tiene mucha relevancia el servicio de la Palabra, la constitución de nuevas comunidades y la labor de los profetas y doctores (catequetas) (1Cor 12, 28; Ef 4, 11).
 
La misión evangelizadora conlleva el anuncio del kerigma, el proceso de conversión que culmina en el Bautismo, y la estructuración de la comunidad por los ministerios. En las cartas pastorales vemos cómo en la comunidad de Jerusalén adquiere significatividad el ministerio de los obispos (vigilantes), los presbíteros (ancianos) y los diáconos (servidores); este modelo organizativo es el que se generalizó desde finales del siglo I. Según J. Delorme, en el ejercicio de los ministerios, desde el principio de la Iglesia, se cuidan tres aspectos: la misión dirigida a los no creyentes, el cuidado de la comunidad y la responsabilidad diferenciada sobre la base común de la participación de todos (corresponsabilidad). “Los cristianos y sus pastores son hermanos iguales en dignidad, diferentes en funciones y solidariamente responsables”[3].
 

  1. Visión actual de la acción pastoral

 
El inicio de la renovación de la teología pastoral se da en el siglo XIX. Hasta este momento la pastoral se entendía como el “oficio y obligaciones del párroco”; el sacerdote es el responsable de la pastoral, entendida como recto cumplimiento de las obligaciones de enseñar, santificar y administrar para formar buenos cristianos y ciudadanos. La renovación viene por la comprensión de que es toda la Iglesia, no sólo los sacerdotes, el sujeto de la acción pastoral, y que ésta consiste en el cuidado de la comunidad cristiana para que toda ella se edifique y construya el Reino de Dios.
 
F. X. Arnold y P. A. Liègé, en los años anteriores al Concilio Vaticano II, desarrollaron la fundamentación cristológica y eclesiológica de la pastoral, así como la unidad en la misión de la Iglesia aunque esté servida por una pluralidad de ministerios, carismas y servicios. En el postconcilio K. Rahner coordina la elaboración de un manual de teología pastoral que lleva por título “Teología práctica de la Iglesia en el presente”; desarrolla la teología pastoral como disciplina teológica universitaria con estatus científico propio. “La experiencia de las comunidades alentadas por la teología de la liberación ha ayudado a renovar la pastoral al recuperar los siguientes aspectos: la relación entre compromiso y reflexión teológica, la dimensión política de la fe y la encarnación como supuesto de la acción, la perspectiva del excluido y oprimido, y la importancia de la caridad en la vida de las comunidades cristianas”[4]. Estos avances han sido posibles, en parte, por la incorporación de la categoría de praxis en la reflexión teológica; el cristianismo no es sólo una forma de ver la realidad, sino que es fundamentalmente una trasformación de la existencia a todos los niveles.
 

  1. Los agentes pastorales

 
La pastoral, antes y al tiempo que es tarea eclesial, es obra del Dios Trino y, especialmente, del Espíritu Santo “agente principal de la evangelización” (EN 75) y “principal inspirador de toda obra catequética y de los que la realizan” (CT 73). Estas afirmaciones las vemos atestiguadas en los evangelios (Jn 14, 26; 15, 26 ss) y Hechos de los Apóstoles (Hch 2, 1-4; 13, 2; 15, 28).
 
3.1 La misión de la comunidad eclesial
 
“La obra de la evangelización es deber fundamental del pueblo de Dios” (AG 35). “La Iglesia es toda ella evangelizadora” (EN 6). “La catequesis ha sido y seguirá siendo una obra de la que la Iglesia entera debe sentirse y querer ser responsable” (CT 16; Cf. DGC 220). La Iglesia ha sido enviada por el mismo Jesucristo para continuar su misión (Jn 20, 21; cf LG 17); por eso es constituida como “sacramento universal de salvación” (LG 48). La misión de la Iglesia, según EN (nn 17 y ss) se entiende en sentido amplio y complejo, pues incluye el testimonio de vida, el anuncio del Evangelio, los procesos de maduración de fe, la celebración de los sacramentos, la formación de comunidades y el compromiso transformador de la realidad. El ministerio apostólico de los obispos y el ministerio ordenado debe cuidar de que las comunidades eclesiales sean de Jesucristo y se apasionen por su mensaje y su causa.
 
3.2 El cristiano participa del triple oficio de Cristo
 
Los sacramentos de la iniciación cristiana nos incorporan a Cristo profeta, sacerdote y rey. La Iglesia de la que formamos parte es constituida como pueblo profético, sacerdotal y real; el ser de la Iglesia se expresa en las acciones por las que se constituye como comunidad y cumple con la misión que ha recibido. “Una comunidad cristiana se vuelve signo de la presencia de Dios en el mundo ejerciendo las funciones a ella confiadas: sacerdotal, profética y real” (AG 15).
 

  • La acción evangelizadora

Tiene dos vertientes: en relación con el mundo y hacia dentro de la comunidad. El testimonio de los creyentes en medio de las realidades temporales es el medio por el que los valores evangélicos se expresan e interpelan a los que nos rodean (LG 11; AG 6). El testimonio lleva, en la medida de lo posible, al primer anuncio de Jesucristo, el kerigma. La evangelización dentro de la comunidad se hace por el ministerio de la Palabra, especialmente por la catequesis; a través de ella la Iglesia ejerce la función maternal (DGC 79). Dios “reparte entre los fieles gracias de todo género… para realizar variedad de obras y oficios provechosos para la renovación y una amplia edificación de la Iglesia” (LG 12).
 

  • La acción sacerdotal

Por ella la Iglesia santifica a los que tiene encomendados; se realiza a través de la acogida, la orientación, la reconciliación y la celebración litúrgica (SC 14, 26). “La condición sagrada y orgánicamente constituida de la comunidad sacerdotal se actualiza tanto por los sacramentos como por las virtudes” (LG 11); el sacerdocio común de los fieles se ejerce significativamente en los sacramentos. “Los fieles todos, de cualquier condición y estado que sean, fortalecidos por tantos y tan poderosos medios, son llamados por Dios, cada uno por su camino, a la perfección de la santidad por la que el mismo Padre es perfecto” (LG 11).
 

  • La acción regia

La Iglesia existe para construir el Reino de Dios, es decir, la “civilización del amor “ o la “cultura de la solidaridad”. El Reino avanza cuando las realidades temporales son traspasadas por los valores evangélicos, “la justicia, el amor y la paz” (LG ·/; cf AA 7). Los fieles laicos “tienen como vocación específica el buscar el reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios” (LG 31).
 
3.3 Tres tipos de agentes: laicos, religiosos/as y ministerios ordenados
 
La vocación común a la santidad, el vivir como hijos de Dios y hermanos en Cristo, para la edificación del Reino desde la Iglesia, se realiza en la vocación específica a la que Dios llama a cada uno: laico, religioso, ministerio ordenado. En consecuencia, los agentes de pastoral pertenecerán a alguno de estos tres grupos. Cada uno debe ejercer la labor pastoral desde la vocación a la que ha sido llamado y desde la tarea que le ha sido encomendada.
 

  • Los laicos.

Por los sacramentos de la iniciación cristiana tienen una común dignidad con los demás miembros de la Iglesia. Por el bautismo y la confirmación están llamados a ejercer el apostolado y a participar en las estructuras pastorales. El Sínodo de 1987 reflexionó sobre los laicos; la exhortación apostólica “Christifideles laici” es el fruto maduro de este sínodo. Lo propio del laico está en santificarse en medios de las tareas temporales y en trabajar para que los valores del Reino sean fermento de nueva humanidad. La presencia y los compromisos los pueden asumir los laicos de una manera individual o asociados con otros fieles, pero siempre como miembros de la Iglesia y desde una comunidad cristiana concreta. La formación teológica, pastoral y sociopolítica de los laicos, según sea el campo de su activad, es insustituible para que el testimonio y las acciones evangelizadoras sean adecuadas a la fe y a la cultura actual.
 

  • Los religiosos

La riquísima variedad de carismas de la vida religiosa es expresión del desarrollo del carisma fundamental de la vida teologal, y respuesta a las necesidades intra y extra eclesiales que surgen en un determinado momento histórico. La renovación de la vida religiosa iniciada en el Vaticano II ha llevado a muchas comunidades a buscar nuevas presencias para responder a las “nuevas pobrezas” desde un talante evangélico y misionero. La misión de los religiosos expresa la dimensión profética y escatológica del seguimiento de Jesús: centralidad del Reino, opción preferencial por los más pobres y realización de los valores evangélicos. Las presencias, ministerios y compromisos de los religiosos deben subrayar la significatividad del estilo de vida comunitario en la instrumentalidad (eficacia) de los trabajos que realizan.
 

  • Ministerio ordenado

El ministerio ordenado expresa la profunda y radical relación entre Iglesia y Eucaristía. El ministerio ordenado se orienta al sacerdocio común de los fieles para posibilitar su ejercicio; configurado con Cristo Cabeza ejerce el ministerio en la Iglesia y para la Iglesia desde las funciones propias de la presidencia. Entre Cristo y la Iglesia existe una relación doble: la Iglesia se llama Cuerpo de Cristo porque toda ella continúa en el mundo la misión que de su Señor ha recibido; al mismo tiempo, Cristo es la Cabeza de este cuerpo, la Iglesia, al que cuida y alimenta. El ministerio ordenado convoca, congrega y pastorea al pueblo de Dios para que sea mediación salvadora del mundo; de este modo el ministerio ordenado sirve a Cristo y sirve a la comunidad. La ordenación conlleva la pertenencia al presbiterio diocesano presidido por el obispo; así se expresa cómo el ministerio se entiende desde la comunión eclesial y para la comunión eclesial.
 

  1. Eclesiología de los agentes de pastoral

 
El Vaticano II a través de sus documentos presenta cómo la Iglesia parte de la Pascua de Cristo y del don del Espíritu en Pentecostés. La comunidad de los seguidores de Jesús sienten a Dios como Padre (Abbá) y se reconocen como hermanos, iguales en dignidad y con responsabilidades distintas. La Iglesia se comprende a sí misma como Pueblo de Dios, Misterio de Comunión y Sacramento de Salvación. En consecuencia, los bautizados viven la fe vocacionalmente, es decir, como laicos, ordenados o religiosos.
 
La pluralidad de caminos vocacionales se entiende desde la comunión eclesial y para la misión en el mundo. Comunión y misión suponen la participación de todos y la corresponsabilidad de algunos. El anuncio del Evangelio y la edificación de la Iglesia es común y fundamental a todos los bautizados y comunidades cristianas; el contenido del ministerio cristiano es anterior a la persona del ministro (Mt 28, 19). El anuncio del kerigma debe hacerse desde el testimonio de la fe; el paso siguiente es el acompañamiento del proceso de iniciación cristiana (la conversión), hasta la incorporación plena a la comunidad cristiana.
 
Las dos cuestiones básicas para la pastoral, según D. Borobio, son las siguientes: ¿Cómo se hace un cristiano? Y ¿cómo se renueva cualitativa y cuantitativamente una comunidad cristiana? En la respuesta evangélica a estas dos cuestiones juegan un papel insustituible los agentes de pastoral de cada comunidad. “Donde existe un laico competente, susceptible de ser reconocido por la comunidad cristiana, puede ser destinado a cualquier servicio eclesial que no exija la ordenación”[5] Los laicos pueden acceder a los “ministerios instituidos” y a los “ministerios reconocidos”. Ministerios instituidos son ministerios no ordenados que los obispos confieren a un laico por medio de una celebración litúrgica propia; son dos: el lectorado y el acolitado según el Motu proprio de Pablo VI “Ministeria quaedam” (1972). Las Conferencias Episcopales pueden crear otros ministerios instituidos; tal es el caso de animadores de comunidad en América Latina. Los ministerios reconocidos son aquellos que en determinada comunidad necesita y reconoce como tales para poder responder adecuadamente a la necesidad de crecimiento de la propia comunidad como la evangelización y el compromiso de caridad; el refrendo del reconocimiento pertenece a los responsables de la comunidad nombrados por el obispo.
 

  1. Los criterios de la acción pastoral

 
La teología y la pastoral tiene que responder a una cuestión fundamental: ¿qué significatividad tienen las palabras que decimos sobre Dios para el hombre de hoy? La pastoral parte de la convicción de que entre revelación cristiana y dinamismos profundos de la persona hay una correlación profunda. “Los doctores de la Iglesia, los obispos, los profesores de teología, los pastores y los fieles, todos y cada uno, en la medida que su inteligencia realiza una acción teológica, deben ser considerados como “médicos de cabecera” que no tienen otros objetivos a través de su reflexión teológica que el de descubrir o eventualmente a través de una acción pastoral determinada, ayudar a sus hermanos a descubrir en el presente de su existencia la realidad concreta de la salvación, tal como Dios la ve y la quiere para ellos en el hoy de su libertad”[6].
 
Las tres referencias de la acción pastoral de la Iglesia son Cristo, el Reino y el mundo. La Iglesia, como Cristo, trata de vivir lo que ofrece a los hombres, y lo hace compartiendo las alegrías, los problemas y las búsquedas de la humanidad; únicamente así “la Iglesia es en Cristo como un signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad del género humano” (LG 1).
 

  • Criterios de la acción pastoral referente a la relación Cristo-Iglesia

Lo humano y lo divino confluyen en la acción pastoral de la Iglesia de forma similar a cómo la naturaleza divina y humana se unen en Jesucristo. En consecuencia, la acción pastoral pide docilidad al Espíritu Santo para que sea fiel, al tiempo, a lo que Dios quiere y a las necesidades de la humanidad. La acción pastoral busca la comunión con Dios y con los hermanos, se sirve de estructuras visibles, anticipa la salvación escatológica y descubre el sentido último de la existencia. La pastoral de la Iglesia, por el aspecto humano de la institución y de los agentes de pastoral, conlleva limitaciones humanas y la contradicción del pecado; la Iglesia, santa y pecadora, está llamada constantemente a la conversión por su Señor.
 

  • Criterios referentes a la relación Iglesia-Reino

La Iglesia está en el mundo para sacar adelante el proyecto salvador de Dios; su misión consiste en la construcción del Reino. Entre Iglesia y Reino se vive una relación tal que lleva a las comunidades eclesiales a revisar sus actuaciones y a trabajar convergentemente con otros por el bien de la humanidad, al tiempo que aporta lo específico de la visión cristiana de la realidad. Como el Reino de Dios se hace presente de muchas maneras, es necesario estar muy atentos para descubrir y acoger los signos de su presencia. Para poder leer los signos de los tiempos, los agentes de pastoral tienen que pasar los acontecimientos por el corazón y estar en actitud de disponibilidad para ver cuál es la voluntad de Dios “aquí y ahora”. Los dos grandes problemas que tenemos los evangelizadores son: cómo presentar una experiencia convincente de Dios en el mundo actual, y cómo responder al problema de la pobreza que padecen tantos hermanos nuestros. No hay acción pastoral eficaz sin corresponsabilidad en la toma de decisiones pastorales, sin cercanía afectiva a los necesitados y sin diálogo con nuestros contemporáneos.
 

  • Criterios referentes a la relación Iglesia-Mundo

A lo largo de la Historia de Salvación Dios ha salido al encuentro del hombre; la Iglesia trata de facilitar el encuentro del hombre con Dios. El diálogo en todas sus dimensiones es un elemento constitutivo del ser y misión de la Iglesia (ES 29). El diálogo en el interior de la Iglesia es el requisito previo para la veracidad del diálogo de la Iglesia con el mundo. Pablo VI afirmó que el drama de nuestro tiempo es la “ruptura entre fe y cultura” (EN 20); la fe se vive en una cultura y, al mismo tiempo, la fe crea cultura; por esta razón, la fe debe inculturarse asumiendo, interpelando, transformando y enriqueciendo los valores (cf. GS 58). El contexto plural en el que se desarrolla la misión de la Iglesia es una llamada a la unidad de los cristianos e impide el repliegue intraeclesial. La pluralidad de ministerios, servicios y carismas vienen de la comunión eclesial y sirven a la misión que la Iglesia ha recibido de Jesucristo. “El modelo pastoral de la realización de la Iglesia no es otro que el de la comunidad bajo la categoría imprescindible de Pueblo de Dios al servicio de los más necesitados”[7]. La autorrealización de la Iglesia no es independiente de su acción transformadora de la realidad socio-histórica; el modelo referencial de la acción pastoral es el catecumenado tal como lo describe el decreto Ad Gentes: 1º Presencia testimonial y dialogante de los cristianos y de las comunidades eclesiales. 2º Anuncio del kerigma con obras y palabras e invitación a dejarse convertir por Dios. 3º La iniciación cristiana entendida como proceso a través de las tres etapas del itinerario evangelizador: etapa misionera, catecumenal y pastoral. 4º Formación de la comunidad por los sacramentos y los ministerios. En este sentido, el catecumenado bautismal es la referencia de toda la acción pastoral de la Iglesia.
 
Estos criterios de la acción pastoral corresponden a la pastoral fundamental; por lo mismo, deberían estar en la base de cualquier proyecto de pastoral apara iluminar las opciones pastorales y orientar la programación pastoral.
 

  1. La corresponsabilidad de los agentes de pastoral

 
La corresponsabilidad es la consecuencia lógica de la comunión y de la unidad eclesial. “Ser corresponsable supone la capacitación y la misión, la obligación y el derecho de compartir con otros aquellas funciones, decisiones y acciones que se refieren, afectándolo, a un determinado orden de la realidad y, en nuestro caso, de la realidad eclesial[8]. La implicación de cada cristiano y cada comunidad en la misión de la Iglesia parte del Bautismo y la Eucaristía y se ejerce en las estructuras de corresponsabilidad pastoral, en coherencia con la eclesiología del Vaticano II.
 
El decreto sobre los presbíteros (PO 6 y 9), y el canon 529,3 se refieren a la relación de los presbíteros con los laicos; se pide a los presbíteros que ejerzan su ministerio de padre y maestro como discípulos del Señor, trabajen con los seglares en actitud de servicio, respeten la libertad de los seglares en asuntos temporales, sean promotores y coordinadores de los servicios laicales, dejen libertad de acción a los fieles laicos, atiendan especialmente a los más necesitados, y tengan especial preocupación por los alejados. “La pastoral no es solamente un arte ni un conjunto de exhortaciones, experiencias y métodos; posee una categoría plena, porque recibe de la fe los principios y criterios de la acción pastoral de la Iglesia en la historia … Entre estos principios y criterios se encuentra aquel especialmente importante del discernimiento evangélico sobre la situación socio-cultural y eclesial en cuyo ámbito se desarrolla la acción pastoral” (PDV 57).
 
¿Cómo conseguir que la acción pastoral sea hoy “actual, creíble y eficaz”? (PDV 72). “Tendríamos que hacer una revisión de muchas de nuestras actividades pastorales ordinarias, que, a pesar de los muchos esfuerzos hechos, no consiguen suscitar el vigor religioso cristiano que las nuevas generaciones necesitan para expresar, practicar y mantener la fe a pesar de las presiones ambientales a las que se ven sometidas. Tendríamos también que examinar y valorar los diferentes procedimientos que han ido apareciendo en la Iglesia durante estos últimos años para corregir los que hayan manifestado defectuosos o insuficientes e impulsar los que están demostrando una mayor capacidad evangelizadora de conversión”[9]. Los agentes de pastoral necesitamos asumir los retos de la planificación y del discernimiento pastoral para superar fracasos, desalientos y rutinas solapadas en no pocas prácticas pastorales.
 

  1. Propuestas

 

  • – Al comenzar el curso pastoral es importante que en cada comunidad cristiana se reflexione sobre los agentes de pastoral: comprensión, relación, formación, corresponsabilidad, etc.
  • – Los agentes de pastoral de cada uno de los ámbitos de la vida de las comunidades eclesiales necesitan formación común y específica. Según se esté ejerciendo algún ministerio o servicio en el ámbito de la palabra, de la liturgia, de la caridad o de la vida de la comunidad, así deberá ser la formación recibida, que debe constar de formación básica y de formación permanente.
  • – La consideración de agente de pastoral supone que los interesados han hecho el proceso de iniciación cristiana completo, han sido elegidos por los responsables de la comunidad y han recibido la formación mínima.
  • – El ministerio ordenado, como servidor de la comunión eclesial, tiene una especial responsabilidad en la elección, preparación y animación de los agentes de pastoral. Igualmente de él dependerá el cómo la comunidad a la que sirve entienda la responsabilidad de todos y la corresponsabilidad de algunos.
  • – Los agentes de pastoral actúan como enviados por la comunidad. Esto debe quedar patente por la forma en que han sido elegidos, por la celebración del envío y por su pertenencia a algún grupo o pequeña comunidad donde comparten su fe.
  • – Cada comunidad eclesial permanecerá abierta y en comunión con el resto de las comunidades que forman la Iglesia diocesana. El horizonte del agente de pastoral es la Iglesia local aunque ejerza su ministerio o servicio en una comunidad concreta. La participación en la vida diocesana y el conocimiento de los planes pastorales de la diócesis son necesarios para un adecuado desarrollo de la tarea encomendada.
  • – El Consejo de Pastoral es el lugar donde los agentes de pastoral que están en ámbitos distintos se encuentran, comparten, disciernen y proponen cómo responder a los retos de la nueva evangelización.
  • – Las celebraciones eucarísticas dominicales son el lugar necesario para que aparezca la riqueza de la vida de la comunidad eclesial; la presencia, participación y animación de los agentes de pastoral ayuda a ver la unidad de la vida y misión de la Iglesia.
  • – Una preocupación constante de los agentes de pastoral es la apertura de la comunidad cristiana a lo que sucede a su alrededor; esto se consigue si los agentes de pastoral hacen análisis crítico – creyente de la realidad y viven con talante misionero para poder llegar a los muchos que no se acercan a las instituciones eclesiales.
  • – La relectura de algunos documentos conciliares, así como otros documentos posteriores del magisterio de la Iglesia sobre la pastoral es una manera de realizar la formación permanente, de revitalizar la espiritualidad del agente de pastoral y de evitar que lo urgente haga olvidar lo importante.

Jesús Sastre

estudios@misionjoven.org

 
[1] C. Floristán, Teología prácti. Diccionario de Pastoral y Evangelización, Monte Carmelo, 2001, 1020-1021.
[2] Cf. J. Delorme, El ministerio y los ministerios según el Nuevo Testamento, Madrid, 1975, 268.
[3] H. Legrand, Ministerios en la Iglesia local, InicPrTeol, III/2, 199-200.
[4] J. Sastre, Teología pastoral, Diccionario de Pastoral y Evangelización, Monte Carmelo, 2001, 1009.
[5] J-M. R, Tillard, Iglesia de Iglesias, Salamanca 1991, 238.
[6] D. Bourgeois, La pastoral de la Iglesia, Edicep, 2000, 50
[7] C. Floristán, “Modelos de acción pastoral en la Iglesia española”, Iglesia Viva 112, 1984, 715
[8] J. Bestard, Corresponsabilidad y participación en la parroquia, PPC, 1995, 87
[9] CEE, Para que el mundo crea (Plan Pastoral 1994-1997), 6c