Cuando Moisés bajó de la montaña con las tablas del decálogo se encontró con un espectáculo que tardaría años en olvidar. Su pueblo había montado su propia fiesta. Las botellas, que se contaban por centenares (alguno pensaría que se trataba del mismísimo maná bajado del cielo) pasaban de mano en mano y, lo que era peor, la música (al bueno de Moisés no le cabía ni la más mínima duda que era obra del diablo) hacía imposible poder entenderse… Menos mal que Dios, que se las sabía todas, había hecho en un santiamén una adaptación un tanto peculiar de los diez mandamientos:
- Amarás al Dios de la Fiesta, de la Alegría y del Buen Rollo sobre tantos diosecillos de garrafón que, tan a menudo, suelen engatusarnos con sus falsas y efímeras alegrías. Ah, y al prójimo, al colega de marcha como a ti mismo.
- No tomarás, ni ingerirás, ni participarás en botellones en los que el nombre de Dios sea despreciado, emborronado, arrinconado, falseado o ignorado.
- Santificarás las fiestas vistiendo de gala tu corazón y no permitiendo que el alcohol, la violencia y los malos rollos se te suban a la cabeza, acabando la fiesta en una comisaría, en un hospital o en un tanatorio.
- Honrarás a tu padre y a tu madre. Sí, con tu buen hacer permitirás que, mientras tú disfrutas con tus amigos, ellos puedan meterse en la cama plácidamente, sin necesidad de estar con el corazón en vilo y con el móvil haciendo las funciones de almohada.
- No matarás o, lo que es muy parecido, no permitirás que ninguno de tus colegas coja el volante de un coche o se suba a una moto sin estar lo suficientemente lúcido para llegar a casa sano y salvo y te pegue un toque de buenas noches o… de buenos días.
- No adulterarás el botellón convirtiéndolo en una competición en la que gana el que más pilla o el que más revolcones se da.
- No robarás “la entrada” al botellón a ninguno de tus hermanos, sobre todo a los que vienen de fuera, a los más débiles, a los que peor te caen…
- No mentiras, sobre todo, no te mentirás a ti mismo: No pasa nada por una copa más, un día es un día…Mantendrás en todo momento la cabeza fría y el corazón caliente.
- No consentirás pensamientos que devalúen el auténtico espíritu del botellón: el de la amistad, la convivencia, la fraternidad.
- No utilizarás el botellón para amargarte un poco más, codiciando la chupa de tu vecino, el cuerpo 10 de la compañera del instituto o la peazo moto de tu colega. Disfrutarás de los talentos (en especial del talento de la Vida en mayúsculas) que el Dios de la Fiesta y de la Alegría ha puesto en ti.
José María Escudero