Narrador: Verano del 2008. Dos discípulos, maleta en mano y con los sofocos y los nervios propios del calor, de las prisas y los atascos, encaminan sus pasos, un año más, al destino escogido para pasar las vacaciones… Según esperan su turno en una de las largas y desesperantes colas tan habituales en estos meses, Jesús se acerca y les pregunta:
Jesús: Hola, perdonen que les moleste, yo también estoy aguardando… Por cierto, ¿de qué estaban hablando?
Narrador: Uno de los discípulos, pensando que se trataba de un guiri despistado, de un turista aprovechado o incluso de un carterista peligroso, le intenta dar largas:
Discípulo 1: ¿De qué vamos a estar hablando?… Pues de las dichosas colas que se forman todos los veranos.
Narrador: El otro discípulo que mataba el tiempo con una enorme bolsa de pipas, pensando seguramente que no había otra cosa más interesante que hacer en ese momento, se entromete en la conversación:
Discípulo 2: ¿Y adónde se dirige usted?… Vamos, si no es mucha la indiscreción.
Narrador: Cuando Jesús les reponde que al mismo lugar que ellos, los dos veraneantes empiezan a prestarle más atención. De hecho, el primero de ellos, empieza a cambiar su desconfianza inicial por una incipiente curiosidad:
Discípulo 1: Acaso, ¿tiene familia o amigos allí?
Narrador: Jesús, amablemente, les contesta:
Jesús: Sí, un montón de hermanos;
aunque todos los veranos me pasa lo mismo, no quieren saber nada de mí, como si cerraran sus vidas a cal y canto “por vacaciones”.
Narrador: El caso es que la conversación continúa y casi sin darse cuenta llegan al lugar escogido para iniciar sus vacaciones. Una vez allí, uno de los discípulos cautivado por las andanzas del “extraño turista” inventa una excusa para retrasar si cabe, aun más, la despedida:
Discípulo 2: Ya que estamos de vacaciones y no hay prisa, podíamos tomar un café…
Narrador: Jesús accede gustosamente y lo que iba a ser un café acaba convirtiéndose en una comida en toda regla… Al final, no queda más remedio que, tras un apretón de manos, dar por finalizado el breve pero intenso e interesante encuentro… No obstante, el discípulo que se había sentido tan atraído por la vida de Jesús, no da su brazo a torcer y vuelve al ataque proponiendo un plan:
Discípulo 2: Oiga, ¿y por qué no quedamos otro día y tomamos unas copas juntos o… no sé, nos vamos a la playa o a hacer una ruta turística?
Narrador: Jesús, no tarda ni dos segundos en aceptar la invitación:
Jesús: ¡Está hecho, cuando queráis!
Narrador: A lo que los dos discípulos, como si se hubieran puesto de acuerdo, saltan como un resorte:
Discípulos: ¿Y dónde podemos dar con usted?
Narrador: Jesús, esbozando una enorme sonrisa, les tranquiliza:
Jesús: No se preocupen, seguro que nos encontramos pronto, muy pronto… Únicamente vayan con los ojos y con el corazón bien abiertos, verán cómo me reconocen sin ningún problema…
Narrador: Ya lo ven, amigos, Jesús sigue veraneando muy cerca de ustedes… A veces va en bermudas y con unas chanclas, otras, con camiseta de tirantes y zapatillas de marca, incluso en ocasiones se atreve con el último modelito de temporada…
Así que este año tanto si veranean en la playa o en la montaña, como si lo hacen en la casa del pueblo o incluso sin moverse de sus lugares de residencia… ¡Estén atentos! Seguro que Jesús se hace el encontradizo… ¡Sería una pena que no le reconocieran!
José María Escudero