Los jóvenes ante el futuro

1 noviembre 2000

[vc_row][vc_column][vc_column_text]PIE AUTOR
Javier Elzo es Catedrático de Sociología en la Universidad de Deusto (Bilbao).
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
El artículo arranca dibujando los grandes rasgos de la sociedad actual —mutación, cambio de valores y nuevas tendencias—, prosigue apuntando algunos rasgos centrales de los jóvenes de hoy —familia, socialización, tiempo libre y sensaciones, actitudes y preocupaciones; por último, se ocupa de señalar el perfil con el que se adentran las generaciones jóvenes en el futuro: «Felizmente instalados en la cotidianidad», «Implicación distanciada» y «Agotamiento de la socialización religiosa».
 
 
Al hablar de los jóvenes, antes de nada, habría que dejar constancia de que no es posible hacerlo como si se tratara de una categoría uniforme. De ahí que todo análisis al respecto deba ser extremadamente cuidadoso con las afirmaciones generalistas, pues pueden ocultar o difuminar más que revelar o desvelar la heterogénea realidad juvenil. De ahí, también, que hemos de hablar más bien de los jóvenes que de la juventud.
Por otra parte, al relacionar futuro y jóvenes, no pretendo hacer ningún tipo de profecía: únicamente trataré de apuntar, conforme a la configuración tanto de la sociedad actual como a ciertos rasgos comunes de los jóvenes de hoy, cuál es la dirección de las tendencias sociales dominantes y cómo se ubican las generaciones jóvenes dentro de ellas.
 
Sin adentrarme aquí en la cuestión de la definición social de lo que es ser joven, sí quisiera señalar —adaptando la hipótesis de partida que emplea Mannheim para hablar de adolescentes y jóvenes— que el ser joven, en definitiva, se construye en razón del contexto histórico que le ha tocado vivir, del modelo o modelos de sociedad propuestos entre los que se está haciendo, de las estructuras sociodemográficas de la sociedad en la que vive, de los grupos sociales que la componen, de los valores dominantes en ascenso y descenso, del peso de los diferentes agentes de socialización, etc., etc. Estamos, en consecuencia, ante un doble fenómeno: de diferenciación juvenil, por un lado, de contextualización en una sociedad, por el otro.
El adolescente y el joven son actores sociales condicionados pero no determinados. El entorno, en el sentido más amplio del término, condiciona pero no determina. Una situación vivencial puede determinar, y no solamente condicionar, sólo en casos muy extremos (por ejemplo de suma pobreza), dejando a salvo deficiencias biológicas o psicológicas en los sujetos, individualmente considerados.
En esta perspectiva, las reflexiones que siguen —basadas en el estudio sociológico de la Fundación «Santa María», Jóvenes españoles ’99 (JE ’99)— intentan dibujar a grandes rasgos, inicialmente, la marcha de nuestro mundo; cómo se encuentran los jóvenes en ese camino, después; y, por último, cuál es el perfil con el que se adentran las generaciones jóvenes en el futuro[1].
 
 
 

  1. Un mundo en mutación

 
Existe una notable confluencia en afirmar que vivimos un periodo de mutación histórica. En los últimos tiempos, en concreto, hay unos cambios y transformaciones en la sociedad que hacen difícil la percepción de lo que es esencial respecto de lo accesorio. Además, según la perspectiva —ideológica u otra—, en la que cada uno se sitúa, varía el elenco de «acontecimientos cruciales y emblemáticos» configuradores de la modernidad.
En realidad, lo que subyace es la vieja discusión de saber si nos encontramos ante una mutación histórica, ante el tránsito de la llamada sociedad moderna hacia la posmodernidad, sea como «modernidad avanzada» o como «alta modernidad», sea como nueva sociedad.
 
 
            1.1. Mutación y cambio de valores
 
Una primera forma de verlo es significando el cambio de valores que se está produciendo en nuestra sociedad a poco que abramos bien los ojos. Desde hace tiempo vengo elaborando un cuadro que, manteniéndose en lo esencial, está en continua modificación. Un cuadro con la pretensión de, telegráficamente, permitir ver cuáles son, desde mi óptica personal, los valores dominantes en la modernidad, para contrastarlos con los de la postmodernidad o alta modernidad. Helo aquí:
 
VALORES – MODERNIDAD       VALORES – MODERNIDAD
 
¡ Lo holístido                             ¡ Lo fragmentario
¡ Lo absoluto                            ¡ Lo relativo
¡ La unidad                               ¡ La diversidad
¡ El gran relato                         ¡ El pequeño relato
¡ Lo universal                           ¡ Lo particular
¡ El Estado, el país                    ¡ La ciudad, la región
¡ Lo objetivo                             ¡ Lo subjetivo
¡ El esfuerzo                             ¡ El placer
¡ Lo fuerte                                ¡ Lo light
¡ El pasado / el futuro                ¡ El presente
¡ La razón                                ¡ La emoción
¡ La ética                                  ¡ La estética
¡ La certeza                              ¡ La duda
¡ Responsabilidad                      ¡ Responsabilidad diferida
¡ Secularización vs Religión        ¡ Espiritualidad vs Religión
¡ El día                                     ¡ La noche
¡ El trabajo                               ¡ La fiesta
¡ La utopía                                ¡ La quimera
¡ La construcción                       ¡ La deconstrucción
¡ Familia vs comuna                  ¡ Familia vs pareja
¡ Lo masculino                          ¡ Lo femenino
¡ Lo leído / hablado                   ¡ Lo visto
 
No me paro en la explicación, profundización y justificación del cuadro. Hay una gran línea de fuerza que atraviesa todo el proceso de mutación: en la sociedad moderna existe la plausibilidad de un proyecto global, holístico, de una idea matriz, de un norte como faro de acción social, a diferencia de lo que sucede en la sociedad emergente, que se caracteriza por la incertidumbre, la duda, el repliegue en lo cotidiano, en lo emocional, en la duda.
 
 
 
            1.2. Mutación y tendencias en la sociedad actual
 
Para referirme breve y gráficamente a este aspecto de las tendencias, dentro de las cuales han de ser contemplados los valores, me detengo en las dos tablas del profesor JACQUES ANTOINE (Valeurs de Société et stratégies des entreprises, PUF, Paris 1996) que traslado a continuación.

GRANDES TENDENCIAS EN LA SOCIEDAD ACTUAL

¡ Mundialización
¡ Demografía, emigraciones, paro
¡ Comunicaciones, opiniones públicas
¡ Personalización, derechos de la persona
¡ Educación, formación
¡ Ecología, medio ambiente, salud
¡ Nuevas tecnologías

PARES ANTAGÓNICOS EN LA SOCIEDAD ACTUAL

¡ Permanencia — Cambio
¡ Corazón — Razón
¡ Ciencia y fe
¡ Nivel de vida y calidad de vida
¡ Concurrencia y colaboración
¡ Riesgo — Seguridad
¡ Placer — Moral
¡ Libertad — Igualdad
¡ Uniformización — Personalización
¡ Complejidad — Simplificación
 
Estando fundamentalmente de acuerdo con los planteamientos del profesor Antoine, quiero centrarme, en un primer momento, en dos aspectos en los que hay unanimidad, al menos en lo esencial, a la hora de entender la sociedad actual y su mutación: la globalización y el desafío de las nuevas tecnologías como dos de los elementos centrales y configuradoresdel denominado mundo occidental en este final de siglo, que coincide con el final de un milenio. A esos dos puntos suelo añadir un tercero, que todavía, de forma incomprensible para mí, no ha adquirido la relevancia que merece en los análisis de la actual mutación histórica. Me refiero al creciente papel que en la sociedad occidental está ocupando, al fin, la mujer.
Esos tres puntos —la globalización, la revolución tecnológica y la inserción social de la mujer— conforman, a mi juicio, los factores clave para entender la sociedad actual y, en consecuencia, a su juventud.
 
Caminamos hacia un mundo global. No por tópico es menos cierto. La interdependencia de unos países con otros, y lo que es más importante, de las vidas de unos ciudadanos con las vidas de otros, incluso alejados geográficamente, es una realidad que, día a día, está adquiriendo mayor fuerza. Por desgracia, la globalización y la interdependencia en curso no han logrado una disminución de las diferencias entre las personas. La desigualdad entre países está propiciando que la ciudadanía de los países ricos, y España es uno de ellos, se esté replegando en su sociedad del bienestar, cual fortaleza sitiada, mientras a sus aledaños cada vez más personas procuran introducirse en ella, por los procedimientos que sean.
Por otro lado, hay un acuerdo generalizado en admitir que los cambios tecnológicos están propiciando una nueva revolución. La masa de información existente en este momento en el mercado, intelectual, comercial, de entretenimiento, etc., es tan amplia que resulta inabordable. Sin embargo, solamente el que sea capaz de controlar el alfabeto, la lengua y el lenguaje informáticos, por ejemplo, y haya adquirido la formación para «aprender a aprender», como señala el último Informe Delors sobre la educación, estará en condiciones de ser competente en el siglo entrante.
 
La instauración social de la mujer, por último, es la gran revolución silenciosa del último cuarto de siglo que termina en el ámbito de Europa occidental y América del Norte. Algunos autores se atreven, creo que con razón, a distinguir entre los valores masculinos y los femeninos. Así, J. Antoine. Transcribo, sin más comentarios, la escala que él elaboró en este sentido hace unos cuatro años:
 
¿VALORES MASCULINOS VERSUS  VALORES FEMENINOS?
 
MÁS BIEN MASCULINOS          MÁS BIEN FEMENINOS
¡ El cambio                   ¡ La permanencia
¡ La razón                     ¡ El corazón
¡ La ciencia                   ¡ La fe
¡ Nivel de vida              ¡ Calidad de vida
¡ Competencia              ¡ Cooperación
¡ Riesgo                       ¡ Seguridad
¡ Placer                        ¡ Moral
¡ Libertad                     ¡ Igualdad
¡ Uniformización            ¡ Personalización
¡ Simplificación             ¡ Complejidad
 
Una simple observación, remitiendo para el resto a JE ‘99: los jóvenes, ellos y ellas, atribuyen a las chicas una superioridad de atributos mayor que la ya constatada en la de por sí significativa del estudio del año 1994.
 
 

  1. Los jóvenes en un final de siglo marcado por la incertidumbre

 
Paso aquí a enumerar, más que otra cosa, una serie de puntos que considero centrales en el análisis de la realidad de los jóvenes españoles de un final de siglo marcado por la incertidumbre. Los siguientes en concreto: las complejidades de la dimensión familiar, los factores de la socialización juvenil, la forma como afrontar su tiempo libre y, por último, algunas de sus actitudes, sensaciones y preocupaciones.
 
 
            2.1. Complejidades de la dimensión familiar
 
La familia ocupa un espacio central en la vida de los jóvenes que, en su gran mayoría vive con sus padres—el 92,5% de los jóvenes españoles de 15 a 24 años—. Además, dicen estar contentos con sus padres y nada menos que el 70% considera a la familia como una institución muy importante en sus vidas.
Si nos preguntamos hasta qué punto es la familia espacio de socialización, no deberíamos olvidar que la capacidad socializadora de la familia depende fundamentalmente de su estructura interna. Allí donde haya una familia con una consistencia ideológica y emocional sólida, no hay instancia socializadora que sea más potente a la hora de conformar hábitos, estructuras de pensamientos, actitudes, valores, etc.
Pues bien, en este contexto de «buenas relaciones» de los jóvenes con sus familias, se detecta que hay poco intercambio de contenidos temáticos en el seno familiar. No parece que los padres tengan la pretensión de legar tal o cual planteamiento, tal o cual cosmovisión a sus hijos. Más bien cabe hipotizar que lo que se defiende es una especie de neutralidad axiológica bajo el principio de que «mis hijos escogerán lo que mejor les parezca cuando sean mayores». Por aquí discurre el más ambiguo resultado de las complejidades que rodean el tema de la familia y los jóvenes hoy.
 
En el último trabajo que acabo de publicar profundizo en este punto. Traslado aquí algunas de las reflexiones de la conclusión al libro sobre lo que ocultan los hijos a sus padres. Las conversaciones de los padres con sus hijos, sostengo, se mueven entre la excepcionalidad y la banalidad. Falta, sospecho que en muchas familias, la comunicación prolongada de cierta profundidad y sosiego. Esas sobremesas largas de fines de semana en las que, de una u otra manera, sale todo. Quizás lo que falta en nuestros días es la comunicación fluida sobre lo que sucede en su circulo de amigos, acerca de una película que todos han visto, un comentario sobre tal suceso de actualidad que la televisión ha transmitido, la declaración de un político, de un artista, un profesor…, la inmigración, las violencias urbanas, los dineros del fútbol, etc. Hay que hablar, repetidas veces, muchas veces, sobre algunas dudas, incertidumbres y hasta angustias que sienten nuestros hijos ante el futuro, un futuro que lo perciben demasiado abierto, con dificultades de decidir qué es lo quieren, de verdad, hacer con sus vidas. Creo que se habla poco de la forma de negociar una frustración amorosa, un encuentro sexual fracasado, acerca de las  preguntas sobre el origen y el fin de la vida, la razón de ser de nuestra existencia, eso que se ha dado en llamar las primeras y últimas preguntas, el sentido de la vida y, ¿porqué no? hasta el resplandor o llamada de una vocación religiosa o laica. Este es el nivel de conversación que creo que falta en las relaciones de los padres con sus hijos. Esto es lo que es realmente importante, no tanto «lo que ocultan los hijos a sus padres» sino lo que «no se habla» en la intimidad del circulo familiar[2].
Así y todo, sostengo que la tradición familiar, la historia de la familia, el humus familiar, tiene entre nosotros tal consistencia que los valores de los padres, en lo que albergan de más profundo, de vivido, de palpado, se transmite de padres a hijos y se transmite en un momento de la vida.
 
 
            2.2. La socialización juvenil
 
No sólo la familia es agente de socialización. Junto a ello, hemos de subrayar, inicialmente, que el proceso de socialización de la actual generación joven se efectúa más por experimentación grupal que por reproducción, aun crítica, de lo recibido, de lo heredado. González-Anleo anota, en el estudio al que venimos refiriéndonos, que “la Iglesia y los partidos políticos, asociaciones de carácter ideológico, en sentido amplio, han dejado prácticamente de contar como agencias de socialización”.
De hecho, como expresión particular y sintomática de lo mismo, una de las notas dominantes de JE ‘99 es la gran fragilidad de la Iglesia católica en sus relaciones con el mundo juvenil. Podría hablarse de «divorcio asimétrico», pues mientras el joven ni oye ni quiere oír las querencias del otro, la Iglesia se ve impotente para hacerse presente en el universo juvenil.
Respecto al papel que conceden los jóvenes a los diferentes factores de socialización juvenil, preguntados sobre los espacios donde se dicen las cosas más importantes para orientarse en la vida, señalan en primer lugar a la familia (el 54% la citan), pero ya pisándole los talones (con el 47%) al grupo de amigos (particularmente cuando se trata de chicos y adolescentes). En proporciones menores se señalan, y por este orden, los medios de comunicación social (34%), los libros (20%) y los centros de enseñanza (19%); bajando a un escaso 3% se encuentra la Iglesia.
 
Algunas reflexiones: en primer lugar, el avance de la importancia que los jóvenes conceden al grupo de amigos (doce puntos más que el año 94), indicador evidente del espacio privilegiado que ocupan en la socialización juvenil; espacio, por otro lado, en el que las relaciones están menos formalizadas, son más horizontales, más proxémicas. En este ámbito, la noche y la música conforman sendos aspectos esenciales.
Respecto a los medios de comunicación, ciertamente ven mucha televisión, lo exacto sería decir que «están tirados ante la televisión» muchas horas y haciendo zapping. Tampoco habría que olvidar la importancia de determinadas revistas en adolescentes y jóvenes (remito a los datos que he señalado en JE’99; por otra parte, cualquier persona que se asome a ellas puede comprobar cuál es el sistema de valores imperante).
El reconocimiento que merece la escuela no indica, si analizamos a fondo otros índices sobre la cuestión, que todo es color de rosa en la enseñanza. Hay que señalar que los jóvenes estudian fundamentalmente para conseguir un título y obtener un trabajo. Prima, pues, una razón instrumental; ella explica no pocos de los datos positivos referidos a la escuela.
 
 
            2.3. ¡Viva el tiempo libre!
 
Es «su» tiempo, el que viven junto al grupo de iguales y contiene los espacios más queridos para experimentar y disfrutar. En el tiempo libre, sobresale «la noche»: dos de cada tres jóvenes dicen salir las noches de todos o casi todos los fines de semana. Cada vez es más cierto que los jóvenes, durante los fines de semana, se divierten de noche y duermen de día. Como se apunta en JE ’99, la noche es “el espacio de tiempo de las actividades compartidas con el grupo de pares, de la complicidad festiva, de reciprocidad clandestina. Se buscan espacios propiamente juveniles, huyendo de lo establecido. Por ello, la noche adquiere un carácter mítico y mimético. Es el espacio joven propiamente, donde los adultos no pueden ni deben controlar o introducirse para establecer las pautas de funcionamiento. Es el espacio que ellos mismos crean y donde desarrollan actividades que consideran exclusivas de los jóvenes…”
Por parte de los adultos se ha aceptado este estado de cosas como un dato, un fatum.
Volviendo al tema de las actividades practicadas en el tiempo libre por los jóvenes, vale la pena resaltar la diversidad. Por otro lado y junto a la importancia central de la música, no habría que olvidar la presencia del alcohol y el cannabis. Cierro este aspecto resaltando que el problema número uno de los consumos abusivos de drogas, entendidas como sustancias cuya ingesta voluntaria provoca cambios sustanciales en el organismo, es el alcohol.
 
 
            2.4. Sensaciones, actitudes y preocupaciones
 
El 82% de los jóvenes dice estar contento con la vida que llevan. Estamos ante una juventud contenta, feliz, bien inserta en la sociedad. El 69% dice tener un nivel adecuado de libertad, siendo ésta una generación joven más permisiva con los comportamientos más próximos, las «virtudes privadas», y muchos menos con las públicas. Así la permisividad cívica es cada vez menor (con la excepción de las molestias que originan los fines de semana), a la par que son más tolerantes con la mayoría de las virtudes privadas, como el aborto, el suicidio (en alarmante crecimiento), pero lo son cada vez menos con las «aventuras fuera del matrimonio».
Prosigue, por lo demás, la caída en los niveles de confianza en las instituciones y el desinfle del aura que tuvieron muchos de los nuevos movimientos sociales en la década de los ochenta e inicios de los noventa. Los jóvenes han rebajado su confianza institucional en la Iglesia, en la administración de justicia y, ligeramente, también en la prensa. Ha aumentado su nivel de confianza en las organizaciones de voluntariado y algo también en la Policía.
 
En definitiva, lo esencial a retener aquí me parece que reside en la escasa confianza que los jóvenes españoles tienen hacia las instituciones públicas en general y políticas en particular, amén de la Iglesia. Por el contrario, manifiestan altos niveles de aprobación hacia movimientos que se organizan para defender intereses diversos (apoyo a enfermos de sida, movimientos pro derechos humanos, ecologistas…). Aceptan, por tanto, los movimientos sociales en mayor medida que las instituciones más tradicionales, pero se ha disipado en parte el entusiasmo por los primeros.
No sólo hay crisis de los grandes movimientos sociales sino que también continúan las bajas tasas de pertenencia a asociaciones y organizaciones. Hoy se registra nada menos que un 70% de jóvenes no integrado en ninguna asociación u organización.
Lo que se desea, en efecto, son vínculos más sueltos y flexibles, que no aten ni obliguen a uno. Las nuevas sensibilidades, además, están basadas en la emoción; una emoción despegada, parcelada, preenvasada, que incluso puede controlarse a distancia por vía mediática.
 
 

  1. Perfil del joven de fin de siglo

 
Concluyo el artículo proponiendo un perfil del joven español de final de siglo que coincide con el final del milenio. A la ya de por sí sintética exposición precedente, uno ahora un compendio aun más concentrado con dos direcciones: la feliz instalación en el presente y la «implicación distanciada» que le acompaña.
 
 
            3.1. Felizmente instalados en la cotidianidad
 
Ya lo he puesto de relieve precedentemente: nos encontramos ante una generación de jóvenes que se encuentra «a gusto» con la vida que lleva. A partir de ahí, quizá lo primero y esencial a señalar es cómo los jóvenes por encima de todo valoran lo próximo, lo cercano, lo local, la pequeña historia, en lugar del proyecto de futuro, del gran relato, de las grandes cuestiones sociales y políticas. Han dejado de lado, no solamente toda ínfula revolucionaria sino también las demandas de integración social: sencillamente se saben dentro, aunque aparcados, en el stand by. Además, muchos se sienten felizmente aparcados, temerosos de pasar de la realidad virtual del nicho escolar y familiar a la realidad real de una intemperie competitiva, dura, ramplona y pesetera.
Los jóvenes de hoy no quieren otra revolución que la de todos los días, la que les haga sentirse mejor en su piel, más cómodos, más asentados, más felices. Son presentistas. Pero de ahí no se concluya que sean egoístas. En efecto, estos jóvenes no aceptan la injusticia, son solidarios —puntualmente solidarios es cierto, pero toda la sociedad lo es— y son los que en mayor grado aceptan la diferente. También es verdad, sin embargo, que existe un riesgo evidente de aumento de las actitudes xenófobas en la sociedad española.
 
Tienen unos equipamientos materiales como generación alguna ha tenido, unas posibilidades de estudio, a bajo costo y con escasa exigencia, inéditas.
Se sienten y, cuando se les pregunta, se dicen libres, pero no están libres. Tienen fuertes ataduras con la familia de origen y viven muchos años, demasiados años, en la dependencia familiar, escolar, social, experimentando en lo que quieren, pero sin la responsabilidad de tener que dar cuenta de lo que hacen. Nunca tantos jóvenes han tenido tantas posibilidades de construir sus esquemas referenciales, sus propios valores, hasta sus propios proyectos de vida. Quiero significar que nunca generación alguna ha sido tan autónoma, con un horizonte menos predeterminado, más abierto. Ésta es su ventaja y su riesgo.
 
 
            3.2. «Implicación distanciada»
 
Otro rasgo central de estos jóvenes es el de su implicación distanciada respecto de los problemas y de las causas que dicen defender. Incluso en temas frente a los cuales son adalides, como el ecologismo y el respeto por la naturaleza, no puede decirse que conformen una utopía sostenida en el día a día, en la acción libremente decidida a la hora de copar las preocupaciones y el tiempo disponible. Siempre he pensado, por ejemplo, que en la utilización del tiempo libre durante los fines de semana el problema mayor no está —aunque también— en la ingesta abusiva y compulsiva de alcohol y otras drogas, sino en una especie de autismo social, aderezado de fusión orgiástica de pares, que los deja tirados e incapacitados para hacer algo de lo que dicen que es fundamental en la vida.
Por eso insisto que en los actuales generaciones juveniles hay un hiatus, una falla, entre los valores finalistas y los valores instrumentales. Con otras palabras: los jóvenes de hoy invierten afectiva y racionalmente en los valores finalistas (pacifismo, tolerancia, ecología, exigencia de lealtad, etc.), a la par que presentan, sin embargo, grandes fallas en los valores instrumentales sin los cuales todo lo anterior corre el gran riesgo de quedarse en un discurso bonito. Me refiero a los déficits que presentan en valores tales como el esfuerzo, la autorresponsabiliad, el compromiso, la participación, el trabajo bien hecho, etc.
 
Pienso, en definitiva, que la escasa articulación entre valores finalistas y valores instrumentales está poniendo al descubierto la continua contradicción —amén de la dificultad— de muchos jóvenes para mantener un discurso y una práctica con una determinada coherencia y continuidad temporal, allí donde se precisa un esfuerzo cuya utilidad no sea inmediatamente percibida.
Quizá tenga razón Amando de Miguel cuando habla de «jóvenes consentidos». Claro que no solamente hay jóvenes consentidos. También hay mayores consentidos, por ejemplo.
 
Lo cierto es que estos jóvenes han crecido sin que nadie les haya hablado —menos aún impuesto— el concepto de límite. El límite no es plausible para muchos de los jóvenes de hoy, y todos los intentos, por ejemplo de señalar una hora de cierre para los locales nocturnos, los encontrará enfrente. Sencillamente no entienden en razón de qué hayan de irse a casa a tal o cual hora. Su límite es el cuerpo, lo que aguante el cuerpo. Los responsables de la hostelería, que se acomodan muy bien con esta situación, y la farándula publicitaria en todas las sopas mediáticas, sin olvidar la dimisión de los padres, más por impotencia que por otra cosa, hacen el resto.
 
 
            3.3. Agotamiento de la socialización religiosa
 
Una última y particular observación: estamos ante jóvenes cada vez menos religiosos, ante una generación que no ha sido socializada religiosamente. No solamente no saben nada ni de fe ni de cultura religiosas, sino que ni sienten la necesidad de saber nada. La pregunta religiosa ha desaparecido de su horizonte vital. Salvo cambios radicales, todo hace pensar que dentro de poco habremos de utilizar, aplicándola a España, la expresión que hace años leí en un texto de Touraine, refiriéndose a su país como «la France ex-catholique».
La Iglesia católica, conforme ya indicamos, apenas suscita interés entre los jóvenes, al tiempo que más de uno de cada cinco jóvenes señala no haber tenido apenas contactos con la ella. La impronta de la Iglesia en la juventud española, en fin, ha descendido notablemente en los últimos cinco años.
 
Para explicar esos y otros muchos datos contenidos en JE ’99 emitiría al menos dos hipótesis. La primera es que un largo porcentaje de jóvenes españoles —que cifraría como poco en un 70%— sencillamente no están receptivos a la dimensión religiosa. La segunda es que quizá el acento se ha puesto en los aspectos más formales, a la hora de los contactos de la Iglesia con los jóvenes, en detrimento de los aspectos más de fondo.
Al final, España presenta, tras Francia y Bélgica, el más alto porcentaje de distanciación (pérdida de la transmisión religiosa). Este dato «traduce la aceleración brutal del cambio religioso», situando los índices de identidad religiosa de los jóvenes españoles en valores inferiores a la media del conjunto de Europa y más cercanos incluso a los de los países nórdicos que a los de tradición católica.
Todo ello es indicativo evidente de la gran falla que se ha producido en España en la transmisión religiosa. El hecho y el desafío que comporta están ahí. Faltan respuestas que encaren la situación adecuada y creativamente. n
 
Javier Elzo
estudios@misionjoven.org
 
 
[1] NOTA DE LA REDACCIÓN: Hemos pedido al autor, específicamente, una reflexión concreta sobre el tema tal como ya lo había abordado en la obra, por él dirigida, Jóvenes españoles 99, Fundación «Santa María», Madrid 1999. A ella remitimos para entender la síntesis concentrada que ofrece en este artículo (en particular a las siguientes páginas: 9-51; 263-354 y 401-433).
[2]  J. Elzo: El silencio de los adolescentes: lo que no cuentan a sus padres, Ed. Temas de Hoy, Madrid 2000, 217-218.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]