Los jóvenes ante los medios de comunicación.

1 noviembre 2008

Educación del sentido crítico

 
José Carlos Fernández es profesor y director pedagógico del Colegio Salesiano “El Pilar” de Soto del Real (Madrid).

SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
El artículo recoge los datos principales de una investigación realizada por el autor sobre la educación del sentido crítico de los jóvenes ante los medios de comunicación social y las nuevas tecnologías. A partir de estos datos ofrece una reflexión educativa y propone un conjunto de pistas a padres y educadores para ayudar en la formación de la personalidad y en proceso de madurez humana de tantos adolescentes abandonados en la trama de la red de redes.
 
Afirmaba Juan Pablo II en una de sus últimas misivas a los periodistas: “Vivimos en una época de comunicación global, en la que muchos momentos de la existencia humana se articulan a través de procesos mediáticos, o por lo menos, con ellos se deben confrontar. Me limito a recordar la formación de la personalidad y de la conciencia, la interpretación y la estructuración de lazos afectivos, la articulación de las fases educativa y formativa, la elaboración y la difusión de fenómenos culturales, el desarrollo de la vida social, política y económica.” [1]
Los medios de comunicación y las tecnología de la información y de la comunicación, se han convertido en la actualidad en la primera alternativa del ocio juvenil y por lo tanto, también de formación o deformación de sus personalidades y de sus conciencias. La programación televisiva está diseñada para un público adulto. Los guiones de las series de televisión, que ven de manera masiva los jóvenes, les muestran modelos familiares y conductuales que no son los propios de su edad.
Por otro lado, las revistas que se están comercializando para el público juvenil, no responde a las necesidades de estos, sino que les introducen en la sociedad de consumo, invitando al joven lector a iniciarse en hábitos que normalmente sus padres y educadores les desaconsejamos, pero que paradójicamente subvencionamos sin supervisarlos.
Son muchos los estudios como el de la Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación[2], que constatan el uso abusivo de Internet entre los niños y jóvenes, éstos sobrepasan a los adultos en el acceso promedio de Internet. Los niños constituyen el 48.95% del consumo de la red de redes en nuestro país.
Los medios de comunicación social y las nuevas tecnologías, se pueden convertir en grandes y valiosas herramientas para el proceso formativo, madurativo y educativo de los jóvenes, pero para ello, hay que educar en el sentido crítico a los niños y adolescentes, para que puedan defenderse ante los ataques comerciales y el relativismo moral.
Recientemente realicé un estudio[3] en la Universidad San Pablo CEU, dirigido por el catedrático y doctor don Gabriel Galdón. En este estudio pude confirmar la urgencia de redescubrir un modelo educativo, en lo que a medios de comunicación y nuevas tecnologías se refiere. Este modelo, es el que debería servir de referencia a las familias y en general a todos los agentes que participamos en la educación de los jóvenes. Es el modelo propuesto y diseñado a lo largo de los últimos cincuenta años por la Iglesia Católica, pero que debemos redescubrir y ponerlo en práctica, saliendo todos, padres, educadores e instituciones, del aturdimiento que nos han causado los medios de comunicación y las nuevas tecnologías. En el 2005 nos exhortaba Juan Pablo II ante la necesidad de “una vasta tarea formativa para hacer que los medios de comunicación sean conocidos y usados de manera consciente y apropiada.”[4]
 

  1. Reblandecidos por la televisión


Desde hace años la televisión se han convertido en un elemento imprescindible en los hogares españoles. Este medio, había restado comunicación en los hogares, pero había conseguido unir a los familiares entorno a ella. Pero la situación parece cambiar, la gran demanda mediática ha causado numerosas discusiones familiares y ha conseguido que muchos progenitores claudiquen y compren una televisión para cada miembro de la familia, lo que inevitablemente causa un desmembramiento de la unidad familiar durante el tiempo en el que ven la televisión, que es mucho.
Es también muy preocupante el elevado número de horas que parecen estar dedicando los jóvenes a este medio, sin duda, uno de los motivos por los que muchos adolescentes se encuentran ante un preocupante fracaso escolar.
Lolo Rico, profesional de los medios que ha dirigido algunos de los mejores programas infantiles y juveniles de la televisión española, afirma: “Mida el tiempo que los niños permanecen ante el televisor y contrólelo, pero no lo reglamente sólo con arreglo al reloj sino a la programación. Es preferible que se puedan ver determinados programas concretos y que sean los propios niños quienes los escojan aunque usted controle posteriormente los contenidos a dejarse llevar sólo por un horario.”[5]
Una de las muchas consecuencias de la cultura de la imagen en la que están insertos nuestros jóvenes es el bajo nivel de lectura. Los adolescentes ya no tienen tiempo, ni ganas de leer. Afirma Javier Urra, especialista en psicología educativa, “Se lee poco, se escribe menos, se reflexiona escasamente, vivimos en la inmediatez, la superficialidad de la imagen momentánea. La televisión es y puede ser un correcto instrumento al servicio de la educación y el conocimiento del mundo. Es la principal fuente de socialización y educación, que está transformando y generando un nuevo tipo de ser humano, aunque más que socializar y humanizar, desinforma y deshumaniza, moldea día a día nuestras creencias y actitudes y nos hace a su imagen y semejanza. Afecta positiva y negativamente, sobre todo a las personas no formadas”[6]
Giovanni Sartori también nos avisa sobre el peligro del “video-niño”: “… la verdad es que la televisión es la primera escuela del niño (la escuela divertida que precede a la escuela aburrida); y el niño es un animal simbólico que recibe su importa educacional, en imágenes de un mundo centrado en el hecho de ver. (…)Por el contrario, desde el otro punto de vista, el niño formado en la imagen se reduce a ser un hombre que no lee, y por tanto, la mayoría de las veces, es un ser “reblandecido por la televisión” adicto de por vida a los videojuegos.”[7]
Tenemos que evitar que nuestros jóvenes se conviertan, en los “sordos de por vida” que anuncia G. Sartori. “sordos” ante la cultura escrita. Adultos del mañana que podrían responder sólo a señales exclusivamente audiovisuales.
 

  1. Ver y analizar con ellos

 
Todas las investigaciones consultadas demuestran que son los niños los que seleccionan lo que ven en sus casas, de manera mayoritaria. Al consentir este comportamiento, los padres están permitiendo que los jóvenes vean la televisión sin su tutela, recordemos que muchos de ellos seleccionan lo que ven a puerta cerrada en su habitación. Los progenitores no ejercen su función como gestores de los contenidos a los que se exponen sus hijos, por lo que ya no son ellos los que valoran lo que deben ver o no ver sus hijos. Normalmente, sin un adulto al lado, y sin una formación previa sobre el tema, el joven no tiene herramientas para hacer una lectura crítica de los contenidos que está visualizando. Además, por su edad, no tiene todavía madurez para ello. El papel del adulto-educador, desaparece y el adolescente se encuentra sólo ante los medios sin saber muy bien cómo utilizarlos, convirtiéndose en materia prima fácilmente amasable para cualquier programador, sólo debe darle lo que más le gusta consumir, que no siempre es lo mejor. Muchos tutores están olvidando su papel de educadores ante los medios.
Numerosos autores están previniendo sobre esta situación. Lolo Rico escribe: “No permita que sus hijos dispongan de televisión ni en el dormitorio ni en el cuarto de jugar -si es que lo tienen-, porque usted no podría controlar ni el tiempo que la usan ni sus contenidos. Siempre que sea posible vea con ellos la televisión o, al menos, entérese de lo que están viendo. Sería importante conocer, como mínimo un programa o un episodio de esa serie concreta que tanto les interesa. (…) Enséñeles a seleccionar (…) Cuando hayan seleccionado un programa, enséñeles a conectar el televisor al llegar el momento de la emisión para desconectarlo en cuanto termine (…)”.
Muchos adolescentes opinan en su mayoría, que siempre o casi siempre está encendida la televisión en sus hogares, por lo tanto, no se le está enseñando a seleccionar los mejores programas de la oferta televisiva.
No debemos utilizar este medio como “televisión-niñera” debemos hablar mucho de televisión con los niños y jóvenes. Es imprescindible dialogar sobre la programación y analizarlos con ellos.
El padre o la madre, debe asistir a sus hijos ante los medios de comunicación, así lo aseveraba el Papa Juan Pablo II en la Jornada Mundial de las Comunicaciones de 1994: «Formar los hábitos de los hijos, a veces puede querer decir sencillamente apagar el televisor porque hay cosas mejores que hacer, o porque la consideración hacia otros miembros de la familia lo requiere o porque la visión indiscriminada de la televisión puede ser perjudicial. Los padres que hacen un uso prolongado de la televisión como si se tratara de una «niñera» electrónica, abdican de su deber de principales educadores de sus hijos. Tal dependencia de la televisión puede privar a los miembros de la familia de la oportunidad de relacionarse los unos con los otros mediante la conversación, las actividades y las oraciones comunes. Los padres prudentes son, además, conscientes de que también los buenos programas deben ser complemen­tados por otras fuentes de información, entretenimiento, educación y cultura»[8].
Debemos educar en el consumo responsable de los medios, teniendo en cuenta que la programación se basa en espacios divertidos, sencillos. Espacios televisivos diseñados para todos los públicos, orientados a fines comerciales que en muchas ocasiones poco favorece, al proceso formativo de los adolescentes.
 

  1. Consumo televisivo

 
No es aconsejable que se conecte el televisor nada más atravesar el umbral de la puerta, pero muchos niños y adolescentes lo hacen, quizá por costumbre o porque se han convertido en uno de los muchos niños, que pasan las tardes solos en sus hogares, a causa de las largas jornadas laborales de sus padres. La televisión puede y quizá debe verse un poco todos los días, pero antes de sentarse ante ella los niños deben cumplir con algunos requisitos como asearse, merendar o contar a sus padres sus experiencias en el colegio.
Es una mala costumbre encender la televisión nada más llegar a casa, deberíamos enseñar a nuestros jóvenes a encender la televisión cuando va a emitirse el programa que deseen ver. Pero desde las empresas mediáticas están haciendo esto cada vez más difícil, ya que varían las horas de emisión sin previo aviso, retrasando los horarios por motivos comerciales.
Efectivamente, la televisión se ha convertido en un elemento imprescindible en la integración social de los niños y de los jóvenes. Las series, los programas o el último partido siempre son tema de conversación en los colegios y en la calle. En muchas ocasiones, no haber visto un capítulo de una serie o un programa de humor puede dejar al joven fuera de la conversación en el grupo de iguales.
“La repetición continua de programas no se detiene en la pantalla sino que trasciende. Ocupa charlas y comentarios y no sólo en el hogar, sino que llega a la calle, al trabajo, a la cafetería, al colegio”[9], afirma Javier Urra.
La programación de la noche anterior adquiere un gran protagonismo a la mañana siguiente en la clase y en el patio del colegio, donde se convierte en un elemento de identificación, comparación o imitación. Los contenidos televisivos quedan insertos de tal modo en el adolescente, que llegan a constituir parte del proceso de socialización. Por lo que la solución, no es que los niños no vean la televisión, sino que vean contenidos adaptados a su edad y con el asesoramiento de un adulto educador.
Las cadenas de televisión están diseñando programaciones que gusten a todos los públicos. En las parrillas han desaparecido prácticamente los espacios dedicados exclusivamente a niños o a adultos, especialmente en las horas deprime time. Ahora toda la programación es para todos, en una clara apuesta por parte de los programadores de apoderarse de la mayor audiencia. Los objetivos comerciales, imperan sobre los formativos.
Los jóvenes, que como hemos visto son los que seleccionan los contenidos, no siempre eligen los más apropiados para su edad. La televisión nos transmite un mundo irreal con valores e ideales irreales. Esto es especialmente trascendente cuando analizamos cuáles son los programas más vistos por los adolescentes.
Además, los educadores debemos tener en cuenta que los jóvenes, que todavía no han adquirido plenamente su capacidad crítica, no encuentran límite en los contenidos televisivos que consumen. Los medios les han retirado los avisos, los rombos y todas las protecciones en general. El adolescente, que se encuentra en un momento decisivo de su desarrollo emocional, se ve gravemente perjudicado por programas y series que no le proporcionan las herramientas para configurar su personalidad, y se deja arrastrar por la cultura dominante, una cultura “audiovisual”, basada en el relativismo moral.
La programación que está consumiendo el público juvenil no se ajusta a sus necesidades y no responde a la formación de su personalidad y no ayuda a la articulación de las fases educativas y formativas del adolescente.
Por otro lado, muchas de las series que afirman ver los jóvenes, finalizan entorno a la media noche, teniendo que ir al día siguiente al colegio. Por lo cual, en la mayoría de los casos no alcanzan las ocho o nueve horas necesarias para un buen rendimiento escolar. A todo ello, debemos sumar otra advertencia. En muchas hogares, los padres ya no controlan los horarios de sus hijos, permitiéndoles ver la televisión hasta tarde, e incluso de madrugada durante los días lectivos.
Para que los jóvenes aprovechen correctamente su jornada escolar y para una vida saludable, deben descansar adecuadamente durante la noche. Por ello, no resulta conveniente que los niños y adolescentes vean la programación de noche y de madrugada.
 

  1. ¿Le compro el móvil?

 
En los últimos años, una de las disyuntivas en las que se han encontrado los padres, es si deben o no comprar un móvil a sus hijos durante la infancia o adolescencia. Hoy en día, la mayoría de los adolescentes mayores de 12 años tienen su propio teléfono móvil. Éste lo sienten como algo suyo, del que no deben dar cuentas en su casa.
Las cadenas de televisión, para aumentar sus ingresos, han entrado de lleno en el mercado de los móviles, solicitando al público joven que opine o vote en directo. También se ofertan las descargas de sintonías en numerosos programas, y la inmensa mayoría son consumidores de estos productos sin informar a sus padres, ya que ellos consideran que el móvil es algo personal de lo que no deben dar cuentas.
Los educadores debemos tener en cuenta que las empresas mediáticas se está aprovechando comercialmente de esta situación. Los padres, pueden y deben supervisar el consumo que realizan sus hijos del móvil, asesorarlos y dosificarlos si fuera necesario. En ocasiones, estamos poniendo en sus manos medios inofensivos para un adulto pero no para un niño. Así mismo, debemos valorar la necesidad de la compra de un móvil y educar a los niños y jóvenes en el consumo responsable.
 

  1. Enredados en la red

 
La inmensa mayoría de los jóvenes se conecta a Internet de manera diaria. Ellos declaran que utilizan Internet por tres motivos fundamentales: para buscar información, para conectarse con sus amigos por Messenger y para entretenerse.
Si este uso de la red de redes está gestionado y supervisado por los adultos, en principio no tendría que dar mayores problemas. Es conveniente que los jóvenes aprendan cuanto antes el manejo del ordenador y de Internet.
Lo grave es que el estudio demuestra, que los jóvenes están utilizando Internet sin la suficiente asistencia de sus padres, ya que en la mayoría de los casos los jóvenes han mantenido conversaciones con otros individuos, por medio del Chat o del Messenger. Esto conlleva un grave peligro, los jóvenes no conocen la identidad, ni la edad de la persona que está al otro lado, por lo que exponemos al joven ante una conversación con un desconocido sin la tutela de un adulto, pudiendo, en algunos casos, rozar lo delictivo.
El 52.88% y el 59.40% de varones y mujeres de doce a catorce años han mantenido conversaciones por Internet con desconocidos. Cifra que asciende peligrosamente en los alumnos de quince a dieciocho años. El dato de los varones es de 71.55% y el de la mujeres de 77.31%.
Una vez examinados los datos puedo asegurar que los jóvenes están utilizando Internet sin la suficiente tutela por parte de sus padres. La inmensa mayoría de los jóvenes han mantenido conversaciones con desconocidos por Internet. Por otro lado, constato la necesidad de realizar un trabajo en profundidad sobre las publicaciones más leídas por los jóvenes españoles.
Los adolescentes varones leen publicaciones para adultos, mientras que las chicas leen publicaciones diseñadas, desde el punto de vista comercial, para ellas. En ambos casos habría que analizar si estas revistas atienden a sus necesidades formativas.
Los varones entrevistados afirman ojear de manera periódica la prensa deportiva y nacional. Además nos encontramos entre las publicaciones más consultadas, revistas como Siete o FHM, que no atienden a las necesidades formativas de los adolescentes.
Las mujeres aseguran leer publicaciones como Bravo, SuperPop, Loka, You o Vale. revistas que se diseñan para el público femenino de esta edad, Se hace necesario un estudio que analice estas publicaciones para ver si verdaderamente ayudan en el proceso formativo de las alumnas.
 

  1. Para empezar a educar

 
Nuestros jóvenes son grandes consumidores de medios de comunicación, y no siempre este consumo está tutelado correctamente. Es responsabilidad de todos: padres, educadores y medios de comunicación, la formación del sentido crítico ante los medios de los niños y jóvenes. Esta es la única forma de alcanzar una sociedad de la información “fundada en la verdad, la libertad, la justicia y la solidaridad”.[10]
Los datos de este análisis arrojan la inminente necesidad de diseñar en nuestro país una estrategia educativa sobre el sentido crítico ante los medios de comunicación que beneficie a nuestros jóvenes. Un buen camino el marcado por el magisterio de la Iglesia Católica. Ante todo lo expuesto podríamos llegar a las siguientes conclusiones:
 
– Las familias tienen un elevado número de receptores en sus hogares, y la mitad de los jóvenes tienen televisor en su habitación lo que fomenta la desunión familiar.
 
– La mitad de los jóvenes del estudio están consumiendo más de dos horas diarias de televisión. Por lo tanto, desde los hogares no se está midiendo el tiempo que los adolescentes pasan antes el televisor, ni la programación que estos ven. Esto no es beneficioso para su proceso formativo y madurativo de los adolescentes.
 
– La familia, la escuela y las instituciones deben velar por la formación infantil y juvenil, solucionando el conflicto que se ha producido en los últimos años entre la cultura escrita y la audiovisual. Como se ha constatado, la ingente cantidad de horas utilizadas por los jóvenes en ver la televisión, provoca una merma considerable en el tiempo dedicado a la lectura, creando adultos del mañana que responderán con mucha dificultad ante los estímulos de la cultura escrita.
 
– En la mayoría de los casos, los programas de televisión que aseguran ver los adolescentes son desaconsejables para su proceso madurativo. El tiempo en el que se desarrollan algunos de estos espacios, perjudica a los adolescentes en el horario de estudio o en el tiempo de descanso necesario, lo que podría afectar a su rendimiento académico.
 
– Los jóvenes están adquiriendo hábitos adictivos ante la televisión. Encienden el receptor nada más llegar a sus casas y está encendido siempre o casi siempre.
 
– Los medios de comunicación deben tener en cuenta que las noticias son visualizadas por un público joven, por lo que hay que cuidar y adecuar el lenguaje y la imagen a un público que no siempre se está teniendo en cuenta
 
– Se está ofreciendo a los jóvenes una programación que no les hace pensar ni reflexionar. La programación se basa en espacios divertidos y sencillos. Espacios televisivos diseñados para todos los públicos, orientados a fines comerciales que poco favorece, al proceso formativo de los adolescentes.
 
– La televisión se ha convertido en un elemento de socialización para los jóvenes. La programación de la televisión es tema de conversación entre los adolescentes, además en muchas ocasiones comienzan a ver un espacio televisivo por influencia de sus amigos.
 
– Todas las cadenas de televisión están realizando programaciones que valgan para todos los públicos. Por lo cual, la programación que está consumiendo el público juvenil no se ajusta a sus necesidades, y no responde a la formación de su personalidad y de su conciencia, y por supuesto no ayuda en la articulación de las fases educativas y formativas del adolescente.
 
– En mucho hogares, no existe una hora para marcharse a la cama, decidiendo los mismos adolescentes cuando hacerlo. Esto, les lleva a ver la televisión hasta muy tarde, por lo que no duermen el tiempo necesario para un buen rendimiento escolar.
 
– Los jóvenes desean reproducir en sus vidas las experiencias que viven los personajes de ficción de las teleseries. Además, encuentran dificultad en separar la ficción de la realidad.
 
– La televisión se está aprovechando comercialmente de los jóvenes, que están utilizando el móvil sin la suficiente supervisión de sus padres. Por su parte, los jóvenes consideran que el móvil que les han regalado en casa es algo personal, que no debe ser controlado por sus padres. Envían de manera cotidiana SMS sin la inspección de un adulto.
 
– Los jóvenes están utilizando Internet sin la suficiente tutela por parte de sus padres. La inmensa mayoría de los jóvenes han mantenido conversaciones con desconocidos por Internet.
 
– Los adolescentes varones leen publicaciones para adultos, mientras que las mujeres leen publicaciones diseñadas, desde el punto de vista comercial, para ellas. En ambos casos habría que analizar si estas revistas atienden a sus necesidades formativas.
 

JOSÉ CARLOS FERNÁNDEZ

 
[1] Carta Apostólica del Sumo Pontífice Juan Pablo II a los responsables de las Comunicaciones Sociales, 24 de enero de 2005.
[2] Tercer estudio de AIMC sobre la relación de los niños españoles de entre 8 y 13 años con los medios de comunicación.
[3] Investigación para la obtención del Diploma de Estudios Avanzados, “La educación del sentido crítico de los jóvenes: el caso del Colegio Salesiano El Pilar”, 2006. Puede consultarse en la biblioteca central de la Universidad San Pablo-CEU.
[4] Carta Apostólica del Sumo Pontífice Juan Pablo II a los responsables de las Comunicaciones Sociales, 24 de enero de 2005.
[5] Lolo Rico: “El Buen Telespectador. Cómo ver y enseñar a ver televisión”. Espasa Hoy, Madrid 1994.
[6] Javier Urra: El pequeño dictador. Cuando los padres son las víctimas. Del niño consentido al adolescente agresivo, La Esfera de los libros, Madrid 20062.
[7] Giovanni Sartori: Homo videns. La sociedad teledirigida, Taurus, Madrid5, 2002.
[8] Mensaje de Juan Pablo II sobre televisión y Familia, con motivo de la XXVIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, en el año 1994.
[9] Op. Cit. pág 439.
[10] Catecismo de la Iglesia Católica, 2494.