Los jóvenes y el cine: promesas de libertad

1 julio 2002

[vc_row][vc_column][vc_column_text]José Luis Calvo
 
Pie Autor
José Luis Calvo, periodista y diplomado en Cinematografía, es profesor en el Centro de Estudios Catequéticos de Sevilla.
 
Síntesis del Artículo
El autor describe y analiza dos aspectos fundamentales: en primer lugar, la situación actual de la relación jóvenes–cine y, en segundo lugar, el «hacia dónde y cómo construir» una adecuada relación entre los jóvenes y el cine. Tras un pormenorizado análisis de lo que ven y de cómo ven a los jóvenes en el cine, el artículo propone diversas claves educativas para que las «promesas» que albergan las películas les ayuden a crecer y madurar.
 

  1. Análisis de la relación actual de los jóvenes con el cine

 
¿Qué hubiera sido de los hombres y mujeres del siglo xx sin el cine? ¿Con qué habrían soñado, con qué se habrían divertido? Si existe algún medio verdaderamente agradable para la masa ese es, sin lugar a dudas, el cine. Nadie duda del papel desempeñado por el cine a lo largo el siglo XX. Y son numerosísimas las obras y estudios que se han centrado en destacar los componentes que han confluido en torno al fenómeno cinematográfico a lo largo de las últimas décadas.
Uno de los aspectos más complejos, interesantes y desconocidos es el público. Qué duda cabe que otros muchos asuntos –el cine y su carga estética, el cine como negocio y star-system, fábrica de sueños, canal de propaganda, medio de comunicación…– cuentan con abundante bibliografía desde hace décadas. Pero el análisis de los públicos, la aproximación al espectador como sujeto social y a la dialéctica película y observador, han constituido aspectos que, o bien simplemente quedaban soslayados, o se interpretaban muchas veces desde premisas superficiales, cargadas de apriorismos.
 
Puede decirse que hasta la fecha había primado la «historia de las películas» sobre una auténtica «historia social del cine», entendida como una disciplina capaz de poner en relación lo que se proyectaba en la oscuridad de las salas del cine con el público que asistía a esas mismas sesiones. Hoy la historiografía comienza a interesarse no sólo por qué se veía, sino también por quién lo veía y, sobre todo, por qué. El intento por articular un objeto de estudio específico, que vaya más allá de la pantalla, de la obra cinematográfica o del mensaje aparentemente explícito, y que aproxime históricamente a la sala de butacas, al público como realidad colectiva, como el otro protagonista del film, y al espectador como receptor individual de la película, constituye en este sentido una novedad.
La dificultad se acentúa cuando acotamos un segmento determinado de ese público, como en este caso el juvenil. Tenemos estadísticas de la asistencia de los jóvenes al cine, pero no de lo que ven y por qué.
 

  • 1. Quién ve: la audiencia al cine en España (1971-2000)[1]

 
El retrato del uso o consumo de medios de comunicación por los españoles a finales del siglo XX queda suficientemente claro al comprobar la penetración de los medios de comunicación entre 1971-2000. Estamos ante una audiencia televisiva masiva. Todos ven televisión; la mitad oye la radio o lee revistas, uno de cada tres lee diarios, y poco más de uno de cada diez ha ido al cine la última semana o se ha conectado a Internet el último mes. Así pues, ese es el primer dato: el cine en sala es el medio de menor audiencia, o un medio de audiencia minoritaria, o el de audiencia más seleccionada, según se prefiera.
 
Se pueden señalar cuatro escalones en la evolución de la audiencia al cine en España durante estos años:
 

  • 1971-1977: alta afluencia

Los años setenta arrancaron con una alta afluencia a las salas de cine, que rondó entre el 17% y el 18%. Tales cifras eran consecuencia del boom de los sesenta, años dorados del cine en España si bien ya entre 1965 y 1970 se perdieron en España 104 millones de espectadores probablemente debido al impacto de la llegada masiva de la televisión[2].
 

  • 1977-1983: descenso contenido

Este segundo tramo se caracteriza por el lento declive. La media de estos años giraría en torno al 12% destacando la recuperación parcial de 1982. Coincide con el tiempo de la transición democrática. El año 1977, que fue el de los máximos históricos, señaló también, por otro lado, el inicio del cambio de tendencia. Los precios de las entradas subieron un 25% y al año siguiente otro 20%. El cine español, además, entró en un proceso de imparable decadencia.
 

  • 1983-1992: desplome

La época que comienza en 1983 es sin lugar a dudas la época más negra en cuanto a la asistencia al cine. La audiencia semanal cayó al 6,3%, es decir, la mitad del período anterior. Los peores años fueron 1989 y 1991. Un dato complementario: de 2.370.000 asientos en salas de cine existentes en 1985 se pasó en 1996 a tan solo 900.000.
El descenso generalizado de los ochenta en la frecuentación cinematográfica es perfectamente homologable a nivel mundial y sus causas son «bien conocidas»: cambio de costumbres sociales, de forma de explotación de lo cinematográfico, de mayor número de alternativas de ocio, etc. Es importante señalar que no se ve menos cine, sino que tan solo se deja de ir a las salas. Causas del declive fueron[3]:
 
ú Por un lado la proliferación del vídeo, bien en el hogar o en locales comunitarios (bares, etc). Crecimiento del número de televisores sobre todo en la segunda mitad de los setenta (TV en color). Irrupción de las parabólicas. Nuevas formas de exhibición televisiva, la TV digital y el pay per view.
ú Pérdida del monopolio de RTVE, primero con el nacimiento de la red de televisiones autonómicas y luego con las cadenas privadas en 1990. Entre 1980 y 1991 la oferta de horas de emisión al año en España pasó de 5.397 a 65.000[4].
ú Falta de modernización de muchos locales. Mala calidad de sonido, imagen, pocas comodidades, etc.
ú Aumento de la renta y diversificación del ocio.
 

  • 1992-2000: recuperación

A partir de 1992 se registra una evidente recuperación en las audiencias cinematográficas, que se colocaron entre el 7% y 11%, todavía con un bache sensible en 1997 (8,8%), pero con una tendencia global al alza. Sin embargo, a pesar de los buenos datos de los últimos tiempos todavía no se han llegado a recuperar los niveles de 1983 (12,4%). La vuelta a los cines de los espectadores de los noventa debemos relacionarla con una serie de factores como son[5]:
 
ú La superioridad del cine exhibido en sala sobre el emitido en televisión, principalmente por la ausencia de cortes publicitarios.
ú La aparición de los multicines, con una mayor oferta de pantallas y de títulos. En 1991 el 15,1% de los locales tenía más de una sala y concentraban el 37,9% de las pantallas. En 1998 las cifras eran 45,8 y 80,8% respectivamente. Las razones de la aparición de los multicines estribaron en «racionaliza(r) la oferta del espacio de acuerdo con la asistencia real de los espectadores, que cada vez era menor y responde(r) a la demanda del público, que exige mayor comodidad y mejor calidad de la proyección tanto de la imagen como del sonido»[6].
ú Mejora de la oferta con horarios más flexibles e iniciativas tales como las sesiones de madrugada, o la creación del llamado «día del espectador».
ú Incremento del número de estudiantes ya que el aumento en los niveles de instrucción es un factor que favorece la asistencia al cine. En el curso 1960-61 había en España 69.344 alumnos universitarios. En 1988-89 eran 1.068.624.
ú Llegada de la generación del baby boom al tramo de los 15 a 35 años, los que más van al cine.
ú Relativa estabilidad de precios.
ú También nuevos atractivos en el cine español con aumento de la producción nacional.
 
En síntesis, ir al cine a comienzos del siglo XXI se ha vuelto a poner de moda, si bien de manera moderada. No llega, ni llegará, a los niveles de los sesenta o los setenta porque hoy en día la oferta cultural y de ocio está mucho más diversificada.
 
1.2. Los jóvenes son los que más ven: la audiencia joven
 
En el Estudio General de Medios (egm) no se contabilizan los menores de 15 años cuyos datos se registran en otra encuesta aparte de la de la aimc. Y esto es relevante porque en ese grupo de edad se da una alta asistencia al cine desde comienzos de los ochenta. En los Estados Unidos se habla del síndrome «guerra de las galaxias». En España se ha producido una caída de natalidad que ha sido compensada por una elevación del poder adquisitivo infantil. En 1998 la población de entre 8 y 13 años en España era de 2,6 millones. De ellos tan solo el 18% declaraba no ir nunca al cine. La edad configura también una estratificación que ha cambiado notablemente con el tiempo.
 
El segmento de población comprendido entre 15 y 18 años es el que más frecuenta semanalmente las salas de cine, triplicando la media general. Su punto álgido se registró en 1973 con un 50,2%, sobre una media del 18,1%. Su caída desde entonces fue espectacular pasando al 11,9% en 1993. Había descendido a un quinto de su nivel de partida, mientras que la media total solo bajó a la mitad. Los más jóvenes, con edades comprendidas entre los 15 y 18 años eran inicialmente los que más iban al cine. A finales de los noventa se beneficiaron de una llamativa recuperación que llegó al 23,1% en 2000.
Este grupo ha sido superado paulatinamente por el tramo 19-24, que en los años setenta llegó a estar por encima. Luego registró también una fuerte caída cercana a los 30 puntos, pero se recuperó hasta el 25% en los noventa, habiendo sido pionero en su resurrección ya en 1989.
El segmento comprendido entre los 25 y 34 años ha sido probablemente el más estable. Siempre por encima de la media. Pasaron del 22,6% en 1977 al 17, 3% en 1997, pero en 1974 eran el 18,9%. Es decir, que la variación no es muy grande. Se trata del sector con mayor poder adquisitivo, que se renueva con los del grupo de edad precedente.
 
1.3. Perfiles del público español: joven-estudiante-urbanícola
 
Cabe sintetizar los aspectos más destacados que se desprenden del análisis de la siguiente manera:
 

  • Público de perfiles bien definidos[7]

Joven, menor de 35 años. De clase media-alta. Con un nivel de instrucción superior a la media. Que vive en Barcelona, Madrid, o una ciudad mayor de 200.000 habitantes, en el Este-Noreste peninsular o en las islas. Con tendencia a la equiparación de sexos, aunque todavía hay un ligero predominio masculino.
 

  • Cambios en últimos 30 años

El predominio masculino entre la audiencia ha sido cada vez menor: la femenina ha crecido más que la masculina. La audiencia en la franja de edad entre los 20 y los 24 años ha pasado a ser mayor que la que estuvo en cabeza hasta finales de los setenta, la del segmento de 14 a 19 años, que ahora está prácticamente igualada con los que tienen entre 25 y 35: estamos ante un público un poco menos joven.
El cine en sala tiene una audiencia más alta en Barcelona que en Madrid. La diferencia geográfica de las audiencias, entre un Este-Noreste con audiencias más altas frente a un Oeste-Suroeste menos cinéfilo, se ha ampliado ligeramente. Y, probablemente, lo más importante históricamente es que el cine en sala ha conocido la primera y más grave crisis de su historia en los años ochenta y su parcial recuperación en los noventa.
 

  • Balance histórico

– El modo de acceso a los productos cinematográficos se ha multiplicado y diversificado. De ser casi exclusivamente un producto de consumo en sala ha pasado a distribuirse en televisión, vídeo, y diversos formatos electrónicos entre los que destaca últimamente el dvd.
– El cine en sala de los noventa es un negocio renovado y reestructurado. Las salas de los años setenta ya no existen. La renovación tecnológica, organizativa y arquitectónica ha sido general y profunda. Actualmente las nuevas salas de cine que se ponen en funcionamiento, o están extraordinariamente especializadas y dotadas tecnológicamente, o forman parte de un gran centro de ocio como una oferta entre otras.
– La «vuelta al cine» de los años noventa conlleva una elección más ponderada: el público tiene mayor poder adquisitivo y escoge de entre una oferta de ocio y cultura más amplia, dominada por una diversificación de lo audiovisual.
 
Por tanto estamos ante una nueva etapa en la historia del cine como espectáculo cuyas consecuencias serán visibles dentro de algunos años.
 
1.4. Qué ve: cine de miedo, acción y comedias, primordialmente
 
Según el egm en el año 2001 la audiencia semanal al cine en sala en España fue del 23, 1% para la franja de 15 a 18 años; del 27, 9% para los 19-24 años y del 20, 7% para los 25-34 años, lo que hace un 71, 7% del total de espectadores. Viene a coincidir este dato con la encuesta Jóvenes Españoles ‘99, donde en torno al 80% de los jóvenes declaran que les gusta ir al cine y van. La primera consecuencia es que el mayor porcentaje –casi las tres cuartas partes del público cinematográfico– es joven. Significa que si nos preguntamos qué ven los jóvenes, la respuesta apunta a que ven las películas más taquilleras.
 
Si examinamos el último año, adaptaciones literarias, secuelas y remakes, y películas de animación con espíritu gamberro dieron el campanazo en taquilla en el 2001. Sólo con mirar los títulos de las cintas más comerciales uno se da cuenta de ello: Shrek y Monsters, Inc. (animaciones con bromas para adultos); Harry Potter y la Piedra Filosofal, El diario de Bridget Jones y El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo (versiones de bets sellers); Hora punta 2, El regreso de la momia, Parque Jurásico III, Hannibal, American Pie 2 (segundas o terceras partes de películas de éxito); y El Planeta de los Simios. En España, los grandes éxitos de la temporada han sido Torrente 2 y Los Otros. La primera arrasaba en taquilla mientras se cuestionaba su calidad; en efecto, el fenómeno Santiago Segura bate todos los records conocidos. Unos tres mil millones de pesetas de recaudación sólo en salas y un bombazo de salida. Más de trescientas copias para el lanzamiento y casi seiscientos millones en su primer fin de semana. Sólo la supera La amenza fantasma de George Lucas. Para hacerse una idea fehaciente de lo que estamos hablando, Segura ha ganado de salida a películas tan míticas y recientes como Titanic, Gladiator o El sexto sentido. Ahí es nada.
 
Amenábar colocó por primera vez una película española –surgió la polémica de si puede ser considerada como tal– como la más taquillera del año, Los Otros, por encima de los títulos made in USA. Su lanzamiento fue también muy inteligente, tras pasar por el festival de Venecia, e influyó mucho la reciente separación entre la protagonista principal, Nicole Kidman, y el productor ejecutivo, el actor Tom Cruise. El morbo estaba servido. 2001 fue el mejor año para el cine español desde 1984, con una cuota del 18 por ciento.
En la presente temporada de 2002, las películas más taquilleras están siendo El Rey Escorpión, Blade II, Suavemente me mata, La habitación del pánico, Session 9… A las que se ha sumado con fuerza Star Wars. Episodio II y la explosión del estreno de Spider-Man. Por lo demás, la demanda en dvd sigue la misma tónica, aunque en vídeo se diversifica un poco más.
 
Es obvio que las películas más premiadas en los distintos festivales no siempre son las más vistas. Observando la tendencia en al menos la última década, podemos apuntar que los jóvenes actuales se inclinan por visionar películas de las siguientes temáticas:
 

  • Películas de miedo, terror, thrillers, psico- thrillers…

Hay una cierta tradición cinematográfica de historias de niños y adolescentes perversos, con tramas en las que la infancia y la juventud no aparecen retratadas como la mejor época de nuestra vidas, sino como un período especialmente propenso a la maldad, la perversidad y el equívoco. Sentir miedo parece ser una sensación necesaria, con fuertes dosis de adrenalina frente a situaciones de pánico, sangre y sorpresas. Ver, por ejemplo, el reclamo publicitario de The Hole: «Morirías por entrar y matarías por salir». Son las películas que más atraen al público juvenil.
 

  • Películas de acción

La violencia, peleas, persecuciones y destrucción alimentan el rol de su día a día, con la maléfica constatación de la eliminación a raudales de seres humanos con el talante de piezas prescindibles.
 

  • Películas de aventuras, fantasía…

Aventurarse, conocer otros mundos fantásticos o virtuales para alejarse así de la dura realidad cotidiana, con la fuerza que tiene el cine de fantasía actual para seguir hablando en presente de indicativo.
 

  • Comedias

La risa, el humor sin complicaciones, la pura comedieta, sobre todo americana, siguen siendo una de las grandes válvulas de escape y diversión.
 
1.5. Cómo los ven: la imagen y rostros de los jóvenes en el cine
 
El cine siempre se ha vestido de joven, ha buscado rostros atractivos, apuestos galanes y cuerpos provocativos. Pero los jóvenes han sido tratados por el celuloide más bien como mercancía de intercambio que como protagonistas. Y cuando lo han sido, ha mostrado su lado más conflictivo y problemático. De hecho, a los jóvenes no les gustan mucho las películas de jóvenes, no les apetece el retrato. Sin ser exhaustivos, podemos delinear estos rostros de jóvenes en el cine.
 
q Urbanitas insatisfechos
Hay una larga colección de jóvenes tratados colectivamente desde sus posturas vitales. Son las famosas bandas, pandillas o tribus. Desde el recién inaugurado siglo XXI nos atraviesa la futurista mirada de Neo, un Kenanu Reeves que en la rompedora Matrix nos anticipa por dónde van a moverse las tribus urbanas del tercer milenio: la realidad virtual, el ciberespacio. Las metrópolis siguen siendo el caldo de cultivo de esas agrupaciones, eminentemente juveniles, que, con medio siglo ya de certificada existencia, tratan de conquistar terreno, libertad, con voz propia, energía, acción o violencia. Hermanadas por el tiempo y por la airada fuerza de la juventud, el cine sigue siendo testigo de sus cuitas. Una relación que comenzó en los 50, con los míticos James Dean (Rebelde sin causa) y Marlon Brando (¡Salvaje!) armando barullo, buscado o no, por allí donde pasaban. Desde entonces, la historia del pandillismo, la evolución y revolución de las bandas ha tenido su fiel o infiel reflejo en la pantalla. Una tendencia que no cesa: ahí están ahora Jóvenes salvajes (2002) de M. Scorsese y Salvajes (2001) de Carlos Molinero (ver cuadro adjuntado).
 

Del Rebelde al Cyberpunk

Rockers Rebelde sin causa (1955), Grease (1978) y Jóvenes salvajes (2002)
Moters ¡Salvaje! (1954)
Mods Quadrophenia (1979)
Hippies Hair (1979) y Jesucristo Superstar (1973)
Glam Velvet Goldmine (1998)
Pandilleros Los amos de la noche (1979)
Punks Sid y Nancy (1986)
Yuppies AmericanPsycho (2000) yWall Street (1987)
Heavies Cabezas huecas (1994)
Breakers Breakdance (1984)
New Wave Jóvenes ocultos (1987)
Grunges Solteros (1992)
Generación X Bocados de realidad (1994) e Historias del Kronen (1994)
Skins Américan History X (1998)
Hip-Hop Al filo del abismo (1989)
Drag Queens Wingstock: la película (1995)
Ravers Trainspotting (1996)
Cyberpunks Matrix (1999)

 
q Carne de cañón
Es una imagen muy frecuente en el cine actual. Parece que la energía de las hormonas alteradas y en plena eclosión, de los cuerpos y músculos sin oxidar provocan un ejercicio de victimismo muy atractivo. El joven –él o ella, ellos o ellas– se muestra demasiadas veces como víctima de asesinos en serie, violadores, investigadores o de una sociedad, barrio o familia que no han colocado el cartel de «salida». Así tenemos:
 
– Víctimas de asesinatos: Scream, Viernes 13, La noche de Hallowen, La matanza de Texas, Sé lo que hicisteis el último verano, Leyendas urbanas, Pesadilla en Elm Street…
– Acosados: Sleepers, Acusados…
– Conejillos de indias: Ed Tv, El show de Truman, La naranja mecánica…
– Desarraigados: Sin salida social o familiar: Barrio, La Virgen de los sicarios, Sobreviviré, La fuerza del amor, Mensaka, Diario de un rebelde.
 
q Diamantes en bruto
Otras veces el cinematógrafo nos presenta jóvenes llenos de valores, pero en conflicto. Son como diamantes en bruto, en busca de un artista –generalmente adulto, a veces gran profesor fracasado que descubre alumno brillante– que le dé su esplendor: El indomable Will Hunting, Descubriendo a Forrester, Esencia de mujer, Jóvenes prodigiosos…
 
q Calamares en su tinta
Gusta también el cine de presentar jóvenes en su salsa, como calamares en su tinta, en institutos, internados, o dedicados a tareas propias de desarrollo personal, enamoramiento o emparejamiento: Los juncos salvajes, El club de los poetas muertos, 187, Mentes peligrosas, If…
 
q Abrelatas
Así mismo el cine utiliza a jóvenes para abrir nuevas fronteras, ideas o experiencias. Aparecen así como jóvenes que se apuntan a lo nuevo, rompen moldes, se atreven a lo prohibido. En los últimos años es significativo el número de filmes, por ejemplo, que presentan la homosexualidad como un cotidiano: No se lo digas a nadie, Trainspotting, Beautiful thing, Más que amor frenesí, Boys don’t cry, Y tu mamá también…
 
q Soñadores
Como no podía ser menos, y porque es propio de la juventud, el cine vehicula los grandes ideales, heroísmos y sueños a través de personajes jóvenes. Son hermosas películas que pellizcan afectiva y moralmente al espectador: Aprendiendo a vivir, Billy Elliot, Hombres de honor, Moulin Rouge, Amelie…
 
1.6. Claves educativas
 
1          Parece importante distinguir entre el espectador y el público. Evidentemente todos los espectadores pertenecen a un público, pero las motivaciones y los gustos de un individuo no deben confundirse con las características de una colectividad, puesto que cada espectador va al cine por motivos particulares, aunque, una vez en el cine, vuelve a ser miembro de un público. Ello quiere decir que como hoy las películas se contemplan como «cine en casa» el público compacto y apasionado de ayer ya no existe. No hay tanto un público cuanto un espectador que busca películas que ver a título individual y que sacien su deseo, pero sin el enriquecedor contraste del público. No hay que ser un lince para deducir que esa situación embrutece. Hay que proponer el cine en sala frente al cine en casa.
 
2          No hay que caer en la ingenuidad frente a la industria cinematográfica. Es innegable que el cine tiene enormes valores, pero las constantes actuales del cine son el divismo, el empeño de hacer el más difícil todavía y la búsqueda a cualquier precio de espectadores que generen cuantiosas ganancias. Es decir, los criterios de la producción cinematográfica no son necesariamente éticos ni altruistas.
 
3          Nuestros jóvenes españoles están viendo, como se ha indicado, un cine de evasión, y aunque ciertamente el cine tiene esa función no puede ser la única. Ya indicó Voltaire que “la vida es un naufragio y la única ley que guía a los hombres es la del sálvese quien pueda”. Fábrica de sueños se ha llamado al séptimo arte y, efectivamente, es evocador y nos pide ir a la realidad que apunta. Por ello hay que proponer diversidad y variedad de películas y realizadores. Esta generación no puede seguir languideciendo en ideales nobles refugiándose en los virtuales.
 
4          Ya se ha indicado que el cine que se ve no es el mejor ni el más premiado, ni el mejor criticado, sino el anunciado «boca a boca». La agresividad actual del marketing y merchandising se encargan de vender lo que interesa a la industria y no al ser humano. En este sentido habrá que cuidar la creciente penetración de una especie de «nueva religiosidad cinematográfica» que propician las grandes producciones y sagas con su cortejo de cosmovisiones, personajes, ídolos, cultos y ritos: Star Wars, El Señor de los Anillos, Matrix, Jurassic Park, etc.
 
5          Prestar atención al cine español, porque refleja el entorno cercano a nuestros jóvenes. El cine español ha vivido siempre entre censuras, subvenciones y protecciones. En las dos últimas décadas ha ido logrando quitarse la modorra.
 
La imagen actual del cine español presenta unas películas que refinan sus costumbres y se adaptan a los tiempos, es decir, siguen la evolución histórica, y la poca o mucha mediocridad que contengan es la propia de su tiempo, no la provocada por la censura o la abulia del cuerpo social. Este esfuerzo del cine español parte de la reconversión de las ideas, cuando los guionistas han empezado a escribir historias que puedan interesar a la mayoría.
Un aire fresco ha entrado así en el panorama cinematográfico español de la mano de jóvenes realizadores, comenzando, tal vez, por el «fenómeno Almodóvar» y siguiendo por Alejandro Amenábar, Julio Medem, Montxo Armendáriz, Albacete y Menkes, Juanma Bajo Ulloa, Daniel Calpalsoro, A. Díaz Yanes, etc. A ellos se suman una nueva generación de jóvenes actores, algunos de los cuales –A. Banderas, Penélope Cruz– han triunfado fuera, otros han marcado estilo –E. Noriega, D. Botto, J. Sanz, L. Rabal– y otros aportan sangre nueva y promesas, como Fele Martínez, Adriá Collado, Eloy Azorín, Tristán Ulloa, Gustavo Salmerón, Pilar López de Ayala, Leonor Watling, Paz Vega, Najwa Nimri, Elena Anaya o María Estévez y otros jóvenes actores provenientes de la cantera de las juveniles series televisivas.
 
 

2. Hacia dónde y cómo construir una relación jóvenes-cine

1          Hay que ver más cine. Ver buen cine. Verlo en las salas de cine si es posible. Es innegable la ingente cantidad de películas que los jóvenes actuales ven; pero en unas condiciones de baja calidad. Se consume mucho «cine en casa» -vídeo, DVD, en televisión, por cable o satélite-, en detrimento de la verdadera obra de arte cinematográfica que se da en la sala oscura del cine, con su pantalla gigante, buena imagen y sonido y mejor predisposición, y sin interrupciones.
 
2          Hay que aprender a ver y a mirar. Todavía no lo estudiamos en la escuela en serio. ¿Hasta cuándo? El cine tiene su lenguaje y como cualquier lenguaje se enseña y se aprende. Los títulos de las películas se divulgan fundamentalmente «por contagio», pero no es suficiente, porque en el camino se quedan atrás grandes obras y de otras no se aprecia toda su riqueza.
 
3          Hay que integrar el cine en el relato de la vida. Es, por una parte, el reflejo de la realidad, el espejo de la sociedad. El cine urga en los entresijos del vivir y va tocando los temas que preocupan en la construcción vital: la familia, la amistad, el amor, el odio, la sexualidad, la identidad, la pareja, la educación. Por otro lado abre una ventana a lo no-real, cargando de aire fresco una objetividad asfixiada. Las películas son las nuevas fábulas, las modernas parábolas cargadas de significados que ven millones de personas y que, con frecuencia, configuran generaciones enteras. Por ello hay que hablar e integrar el cine en las conversaciones de la familia, la escuela y la Iglesia. Son punto de referencia colectivo y sobre todo juvenil. “Pocos alumnos actuales se leerán una quinta parte de los libros y autores que les citan sus profesores de literatura o de historia, pero ni una quinta parte de las películas que han visto se mencionan alguna vez en una clase seria”[8].
 
4          El cine tiene poder para fabricar sus tipos y prototipos con los que modelar los arquetipos que la gente necesita para interpretar y conducir su vida. “Como los poetas y juglares de siempre, el cine es un gran fabricante de tipos y de mitos, de símbolos reales o ficticios que cumplen un papel imprescindible en la vida humana: desplegar ante la vista modelos de organización del caos que nos rodea, descubrirnos sentido con que unir lo disperso e hilar lo fragmentado. Una habitación no es un almacén de muebles, sino un cobijo humano. También debiera serlo una ciudad. Una vida no es una monotonía de instintos repetidos, ni una suerte de azares inconexos, sino una travesía del desierto hacia algún lado, mediante decisiones nunca del todo fortuitas. Las historias, grandes o pequeñas, y los relatos, fábulas o metarrelatos, con sus prototipos ejemplares, desde Pulgarcito a Superman, desde Ulises a Abraham, los dos grandes viajeros, nos son imprescindibles para tejer una historia decisiva: la propia”[9]. Hoy el cine abunda en modelos y relatos que son seguidos consciente o inconscientemente por millones de jóvenes[10].
 
5          El cine es un universo simbólico. El verdadero símbolo destapa lo escondido y manifiesta lo oculto, lo imprevisible. En este sentido, el celuloide acerca de una forma bella, atractiva y narrativa a los jóvenes a la puerta del misterio y les susurra las preguntas de otros hasta hacer brotar las suyas propias. El riesgo es quedarse en lo superficial y banal. Pero es un riesgo de toda obra de arte o del espectador que sólo busca alimentar algún deseo unidimensional.
 
6          Al cine le cabe el honor de haber dilatado nuestra pupila para ver lo que nunca se había visto antes, de moverse por zonas de la vida, de los sentimientos, incluso del pasado y hasta del futuro, antes sólo posible a la literatura. Cineastas, artistas, técnicos e inventores, acercan los sueños del espíritu a todos los hombres y, con ellos, les permiten entrar más adentro en la espesura de la realidad. “Pido al cine que me muestre otro mundo, un mundo que no veo habitualmente” rogó Buñuel. Pero al mismo tiempo desvela todos los engaños y permite todos los fraudes. También le cabe la responsabilidad de ver demasiado, de sustituir la realidad y mentir. Lara Croft es virtual y los problemas no se solucionan con la varita de Harry Potter
 
7          La imagen nos envuelve. A la nueva atmósfera del siglo se le llama precisamente iconosfera[11]. El cine puso la imagen en marcha y movimiento, y se acercó aún más a la realidad hasta con ayuda de la fantasía. El cine estimula sensaciones, intuiciones y emociones. Es otra forma de conocer y comprender. “¡Parece mentira! Las sombras de un celuloide proyectadas contra la pared blanca de una sala oscura hacen vibrar los corazones de nuestro siglo y hasta ayudan algunas veces a pasar hacia el más allá, no sólo de las imágenes, sino de las realidades cotidianas”[12]. Pero muchos han desconfiado de la imagen como mera opinión y apariencia engañosa de lo real. Al joven actual -¡como al de todos los tiempos!- le es necesario el vibrar y la emoción para percatarse de la realidad que le rodea y aprender a relacionarse con ella. Hay que insistir en que ahora como nunca la verdad es siempre provisional y fragmentaria. “¡Demasiada verdad, incluso entre los cristianos!… ¿Y si un factor del pasotismo juvenil actual fuera saber demasiado? ¿Y si, en realidad, los jóvenes estuvieran deseando soñar?… ¿No habría que tratarlos con algo más de misterio, en vez de con tanta razón?”[13].
 
Cuando el ser humano se convierte en espectador cinematográfico vive el momento más cercano a esa unión prodigiosa entre fantasía y realidad, que a Ana María Matute le resulta casi imposible distinguir: “Cuando en literatura se habla de realismo, a veces se olvida que la fantasía forma parte de esa realidad, porque, como ya he dicho, nuestros sueños, nuestros deseos y nuestra memoria son parte de la realidad. Por eso me resulta tan difícil desentrañar, separar imaginación y fantasía de las historias más realistas, porque el realismo no está exento de sueños ni de fabulaciones…, porque los sueños, las fabulaciones e incluso las adivinaciones pertenecen a la propia esencia de la realidad”[14].
 

José Luis Calvo

estudios@misionjoven.org
 
[1] Para el estudio de las audiencias he tomado los datos de J.V. Pelaz-J.C. Rueda (eds.), Ver cine. Los públicos cinematográficos en el siglo XX, Rialp, Madrid 2002, 211ss.
[2] J.M. Álvarez Monzoncillo (dir.), La industria cinematográfica en España (1980-1991), Fundesco/Ministerio de Cultura, Madrid 1993, 68.
[3] I. Redondo, Marketing en el cine, Pirámide, Madrid 2000, 110.
[4] J.M. Álvarez Monzoncillo, o.c., pp. 65-68.
[5] I. Redondo, o.c., p. 112.
[6] J.M. Álvarez Monzoncillo, o.c., pp. 74-75.
[7] “El perfil psicofisiográfico del espectador del cine en sala cinematográfica obedece a tres variables: joven, con estudios universitarios y urbanícola” (J.M. Álvarez Monzoncillo, o.c., p. 67).
[8] J.L. Corzo, Educar con la actualidad, PPC, Madrid 2000, 170.
[9] Ibídem, p. 161.
[10] Interesante, aunque breve, el estudio Relato audiovisual y espectador eterno que hace A. Sánchez Escalonilla sobre el canon dramático del viaje del héroe, en J.V. Pelaz-J.C. Rueda (eds.), o.c., pp. 35ss.
[11] Iconosfera versus logosfera es estudiado por N. Alcover en: Introducción a los medios de comunicación social (Los medios de comunicación social), Paulinas, Madrid 1990, pp. 57ss.
[12] J.L. Corzo, o.c., p. 160.
[13] Ibídem, p. 171.
[14] A.M. Matute, Discurso de ingreso en la Real Academia Española («ABC», 19.1.1998), citado por A. Sánchez Escalonilla, o.c., p. 35.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]