Jesús Rojano Martínez
Director de Misión Joven
SÍNTESIS
El artículo describe las dificultades que los jóvenes de hoy encuentran para vivir la fe cristiana. Se fija en los datos que ofrecen las encuestas sociológicas, pero da más importancia a lo que los propios jóvenes dicen, y lo confronta con las pistas ofrecidas por Benedicto XVI en su carta Porta fidei, escrita para convocar el actual Año de la Fe.
“No se vive sin la fe. La fe es la fuerza de la vida.
Si el hombre vive es porque cree en algo”
(León Tolsoi)
Los cristianos del mundo hemos sido convocados a vivir un Año de la Fe con motivo de los 50 años del comienzo del Concilio Vaticano II. ¿Qué se decía entonces de la fe? Karl Rahner escribía, precisamente en 1962, que “la fe de hoy se caracteriza por ser una fe puesta en peligro”[1]. ¿Qué hubiera dicho Rahner de la dificultad que tendrían para creer los jóvenes nacidos un cuarto de siglo después, que son los jóvenes de hoy? El propio Papa Benedicto XVI reconoce en su carta Porta Fidei (en adelante, PF) que, desde hace ya tiempo, la fe no es “un presupuesto obvio de la vida común”, y que “este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado” (PF 2).
¿Han dejado de tener fe y de ser religiosos los jóvenes de hoy? Creemos que, desde cierto punto de vista que podríamos llamar “religioso institucional”, son cada vez menos religiosos, mientras que desde otro punto de vista, amplio o inclusivo, un buen porcentaje de los jóvenes europeos siguen siendo religiosos o denotan cierta apertura a la fe [2]. Vamos a recordar los datos sociológicos (“¿Qué dicen de ellos?”), aunque en este estudio daré más importancia a “lo que dicen ellos”.
- ¿Qué dicen de ellos?
De treinta años para acá se vienen realizando numerosas encuestas a los jóvenes, y en todas hay algún apartado sobre sus opiniones sobre la religión, el cristianismo y la Iglesia Católica, y sobre su vivencia (o ausencia, en su caso) de la fe cristiana. Es cierto que las encuestas no ofrecen nunca la verdad objetiva total, pero no debemos despreciarlas, sobre cuando se da una fuerte convergencia en los resultados.
Es bien sabido que la Fundación Santa María ha sido la pionera en hacer estudios sistemáticos sobre la población juvenil española, y viene presentándolos, con una periodicidad aproximada de cinco años, desde 1984. No vamos a hacer ahora un recorrido pormenorizado de dichas encuestas, sino que nos vamos a limitar a recordar los datos esenciales del último estudio, Jóvenes Españoles 2010[3], según los resume Maite Valls Iparraguirre. Presentamos estos datos valiéndonos del resumen de prensa presentado en su día por la propia Fundación Santa María[4]:
La religión ocupa uno de los últimos lugares en una escala de valoración de las cosas más importantes para los jóvenes. Sólo el 22% de los jóvenes la considera importante. Algo más de la mitad de los jóvenes españoles de 15 a 24 años (53’5%) se define como católico. Un 2% es creyente de otra religión y el resto (42%) se define como no religioso. De ellos, se definen como indiferentes al hecho religioso el 16% de los jóvenes, el 9% como agnósticos y el 17% como ateos.
Excepto para la creencia en Dios (en 2010 el 53% de los jóvenes españoles dice creer en Dios), no pasa de treinta el porcentaje de jóvenes que acepta el resto de creencias relacionadas con la religión cristiana.
Para el 35% de jóvenes Dios no existe. Un 32% de los jóvenes argumenta que es un invento de la Iglesia y los curas, un 31% que es una superstición como otra cualquiera y un 24% apela a la existencia del mal en el mundo. En cuarto lugar (casi un 16%) aparece el argumento de tener cosas más importantes en las que pensar y en último lugar (12%) aparece el motivo “los científicos dicen hoy que Dios no existe”.
En cuanto a las prácticas religiosas, casi un 62% de los jóvenes españoles afirma no asistir prácticamente nunca a la iglesia. Sólo un 7% cumple con el precepto dominical de ir a misa, un 5% acude a la iglesia una vez al mes y un menor número de jóvenes, un 2%, acude más de una vez a la semana. El porcentaje de jóvenes que dicen no rezar nunca es de casi el 60%.
Un 69% de los jóvenes que se consideran católicos o creyentes de otra religión opina hoy que se puede vivir la fe individualmente. Una mayoría de jóvenes considera que la religión es un asunto privado que debe vivirse privadamente, el 50%, frente a un 30% que opina que es una cuestión privada que puede o debe tener una proyección pública.
La Iglesia es una institución poco valorada. Ocupa el último lugar aunque mejora respecto a los datos de Jóvenes españoles 2005. Sólo un 3% de los jóvenes considera que en la Iglesia se dicen cosas importantes en cuanto a ideas e interpretaciones del mundo. Con respecto a la identificación de los jóvenes con la Iglesia, un 20% de los jóvenes dice estar más bien de acuerdo con las directrices de la jerarquía eclesial. Casi un 32% afirma ser miembro de la Iglesia y piensa seguir siéndolo, y un 53% está de acuerdo con que se puede ser parte de la Iglesia sin tener que seguir todas sus directrices. Además, un 53% está de acuerdo en que sin la Iglesia se puede creer en Dios.
Con esos resultados, es evidente que la imagen juvenil de la fe cristiana y de la Iglesia resulta bastante negativa. Las causas de esta imagen negativa son tanto externas (debidas a los valores y antivalores sociales y culturales predominantes) como internas (actitudes y actuaciones de los miembros de la Iglesia). Seguramente esta imagen negativa es en buena medida injusta, pero, como suelen decir hoy los jóvenes, “es lo que hay”. La opinión juvenil está muy condicionada por los medios de comunicación. Hay un problema de comunicación entre la Iglesia española y los medios, que influye mucho en los jóvenes y sus posicionamientos religiosos (o arreligiosos). No hace falta decir que estos datos nos hablan por sí solos de las horas bajas que vive la fe en la actual juventud española.
Hay que decir que esa dificultad en la transmisión de la fe se enmarca en una situación más amplia de difícil transmisión de cualquier tradición. El conocido sociólogo Anthony Giddens la ha descrito como una auténtica alergia a lo que suene a tradicional, que él denominadestradicionalización, y que provoca una especie de desconexión de las propias tradiciones sociales y culturales, especialmente en las generaciones juveniles[5]. Puede verse un análisis muy detallado y lúcido de las consecuencias que esa ruptura general en la transmisión de la tradición cultural tiene en la crisis del cristianismo occidental en varias obras de la socióloga francesa Danièle Hervieu-Léger[6]. Esta autora describe lo religioso como un hilo de memoria que une a cada creyente con sus predecesores, sus coetáneos y sus sucesores, creando así una memoria colectiva, de cuyo pasado se nutre dicha comunidad para afrontar el presente y el futuro. Pues bien, según ella, las sociedades europeas occidentales apenas son capaces de conservar el hilo de memoria que las une con su pasado religioso. Un documento que nadie interesado en la pastoral juvenil debe dejar de leer, escrito por los Obispos del Quebec (Canadá), describe acertadamente, con una metáfora muy clarificadora, esta ruptura en el río de socialización cristiana. La religiosidad cristiana era antes un río que se nutría de varios afluentes (la familia, la escuela, la parroquia) con cuidada gradualidad[7]. Pero, por razones evidentes, hoy esos afluentes bajan con poca o ninguna agua.
Así pues, los datos nos dicen que los jóvenes en España y en Europa son mucho menos religiosos en el sentido institucional del término religión. Se alejan de la pertenencia institucional y de la práctica sacramental de la Iglesia. Como dice la socióloga inglesa Grace Davie, hay bastantes que afirman “creer sin pertenecer” (en inglés es un juego de palabras: believing without belonging). Así, muchos admiran a Jesús o creen en Dios de manera vaga (“algo tiene que haber, una especie de energía o fuerza…”). Incluso bastantes dicen que rezan a diario a pesar de no creer en un Dios personal. ¿Coinciden con Wittgenstein, que escribió que “orar es pensar en el sentido de la vida”? Esta desinstitucionalización de la religiosidad, que otra socióloga francesa, Françoise Champion, ha descrito como “religiosidad salvaje o silvestre”, contribuye decisivamente a la hora de dificultar la vivencia de la fe cristiana, pues, como señala Benedicto XVI, “la misma profesión de fe es un acto personal y al mismo tiempo comunitario. En efecto, el primer sujeto de la fe es la Iglesia. En la fe de la comunidad cristiana cada uno recibe el bautismo, signo eficaz de la entrada en el pueblo de los creyentes para alcanzar la salvación” (PF 10).
Con todo, hay quien piensa que lo anterior es sólo un aspecto, el de la pertenencia institucional, del problema. Y es que muchos jóvenes, desde una perspectiva más amplia (buscar sentido a la vida, ansiar experiencias de trascendencia, hacerse preguntas últimas), siguen siendo religiosos. Se trata de saber captar dichas preguntas y acompañar esas experiencias, para dar cauce a esa otra forma de expresar la religiosidad y evangelizarla. Por otra parte, nos parece importante hacer dos matizaciones. En primer lugar, dentro de esa situación general juvenil que hace difícil creer, hay que constatar que se ha ido consolidando la presencia de una minoría católica muy activa y comprometida entre los jóvenes españoles. Y en segundo lugar, no podemos olvidar que las encuestas citadas constatan que los jóvenes inmigrantes, especialmente los procedentes de América Latina, son significativamente más religiosos que sus coetáneos españoles.
- ¿Y qué dicen ellos?
En el Congreso de Pastoral Juvenil celebrado en Valencia a primeros de noviembre de 2012, hubo una pregunta muy retuiteada por algunos de los asistentes a las ponencias y resonancias del Congreso: “¿Y cuándo hablamos los jóvenes?” Uno de los defectos en que incurrimos con frecuencia en la Pastoral Juvenil (y caemos todos, lo del Congreso es sólo un ejemplo) es una especie de despotismo ilustrado pastoral: “Todo para los jóvenes, pero sin los jóvenes”. Por eso, a la hora de afrontar este artículo sobre las dificultades de los jóvenes para creer, me dije: ¿Y por qué no se lo pregunto a ellos? Y no sólo a catequistas o animadores cercanos, sino a un grupo más heterogéneo. Hice la pregunta “¿Qué dificultades tienen (y tenéis) los jóvenes para creer?” a un grupo de unos treinta alumnos y alumnas, creyentes y no creyentes, estudiantes de 2º Grado de Magisterio de Primaria y de Educación Infantil del Centro de Estudios Superiores Don Bosco de Madrid, de entre 19 y 21 años. Desde aquí les agradezco su colaboración. Para no manipular su pensamiento, copio literalmente sus respuestas. Sólo las he reagrupado por temas, y a los que han preferido no dar su nombre, se lo he cambiado (en este caso, esos nombres cambiados van en cursiva¸ pero sus palabras, que es lo importante, se citan literalmente).
2.1 Situación general de los jóvenes ante la fe
– “No se podría dar una respuesta exacta a esta pregunta, ya que todos somos diferentes y cada uno de nosotros podemos tener un concepto o manera diferente de vivir la fe” (María).
– “En general, está claro que el número de jóvenes que llevan una vida desde la fe se ha reducido” (Óscar).
– “Una mayoría de los jóvenes cristianos de hoy en día no viven una fe completa, es decir, no llevan a cabo todas las pautas necesarias para llevar una vida donde la fe se encuentre presente, donde la fe sea una parte imprescindible, no sólo para vivir la religión sino para poder ser felices. En mi opinión, la mayoría de jóvenes que dicen ser cristianos en realidad no llevan una vida cristiana, es decir, no se va a la iglesia, no realizan oraciones, no tienen presentes el verdadero significado de las fiestas (Semana Santa, Navidad…)” (María).
– “Hoy en día muchos jóvenes dicen que creen pero no son practicantes, es decir, ya no van tanto a las iglesias, ya no realizan oraciones, no viven las fiestas cristianas de la misma manera” (Noelia).
2.2 Hechos sociales y culturales que dificultan la fe de los jóvenes
– “Entre los jóvenes de hoy, los creyentes son los raros. Nos influye que todo el mundo cuenta sólo lo malo de la Iglesia y la falta de formación sobre Jesucristo y el cristianismo” (Ana).
– “Somos una sociedad consumista y egoísta. Al descender valores como la empatía, el compañerismo y la solidaridad, a los jóvenes nos cuesta creer en algo” (Nacho).
– “La sociedad en la que los jóvenes viven hoy en día restringe, al menos en parte, poder llevar a cabo una vida cristiana plena” (María).
– “Los jóvenes tienen menos fe porque se dejan influir por lo que oyen en casa, a los amigos y a los medios de comunicación” (Luis Francisco).
– “Ciertos jóvenes sí que tienen fe pero no lo expresan libremente, yo creo que en ciertas ocasiones es porque a lo mejor la gente que le rodea no piensa igual que ellos” (Noelia).
– “Es mucho más fácil vivir la fe si alrededor tienes gente que comparte las mismas ideas y creencias que tú” (Irene).
– “La fe no interesa a la mayoría de los jóvenes, más pendientes de marcar tendencia y sobresalir. La sociedad es más material que espiritual, y la mayoría se conforma con vivir el día a día concreto” (Vanessa).
– “Los jóvenes vivimos ahora en una burbuja materialista. Lo que vemos más importante es el interés común: ir a la moda, vestir bien, estar al día con las nuevas tecnologías… porque, si no, corres el riesgo de que te tachen de raro” (Laura).
– “La religión no está de moda, lo que se lleva es ser ateo y decir que no se cree en nada, salvo en las propias capacidades” (Gemma).
– “A veces, más que falta de fe, los jóvenes tienen desconocimiento sobre lo que tiene que ver con Dios: no lo reciben de sus padres. Pienso que, como antiguamente las familias eran más creyentes, los hijos también lo eran, pero hoy en día ya hay muchas familias que no lo son y por ello a lo mejor sus hijos, por no verlo desde pequeñitos, no ven la fe como algo normal” (Noelia).
– “En sus casas muchas familias ya no inculcan la fe. Los padres han dejado de apoyar la enseñanza religiosa de sus hijos” (Mónica).
– “Es el cambio de la sociedad, con sus avances y tecnologías, la responsable del descenso de la fe. Desde pequeños nos enseñan a valorar lo material, lo inmediato, y a seguir a la multitud” (Adela).
– “la ciencia está contradiciendo habitualmente a la Biblia (por ejemplo, sobre la existencia de Adán y Eva), por lo que los jóvenes, que escucharon que la Biblia ha de tomarse literalmente, se sienten engañados y dejan la fe. Además, la educación hoy da prioridad a la ciencia sobre la fe” (Germán)
– “Los jóvenes creen hoy en la ciencia, en los hechos que se pueden comprobar” (David).
2.3 Dificultades interiores de los propios jóvenes
– “Los jóvenes que no hacen de la fe vida de su vida, aunque fueran bautizados e hicieran la comunión, no continúan con su vida de fe. Muchos sencillamente no han tenido ocasión de experimentar lo que es la fe, y sin experiencia viva y personal, no se le ve valor” (Adela).
– “Muchos jóvenes de hoy en día viven la Fe de una manera muy interior, muy personal, una fe que no se comparte; y pienso que la fe, en otro sector de jóvenes, es inexistente, y sólo situaciones o circunstancias de la vida hacen que esa fe, esa creencia, les venga como último motivo de petición o salvación” (María).
– “Muchos jóvenes sí buscan cierto refugio en la fe, es decir, no tienen fe pero en ciertas circunstancias o vivencias de su vida la buscan como último recurso” (Noelia).
– “Actualmente las personas viven sin un sentido, vacíos por dentro porque nadie les ha dicho que Dios les ama y que Jesucristo no ha venido a fastidiarte la vida, sino que desea que encontremos un sentido a nuestros sufrimientos, a las incertidumbres de la vida y dejemos de vivir mirándonos al ombligo, pensando que la satisfacción de uno mismo es lo primero, antes que la de los demás” (Ester).
– “Muchos jóvenes pierden la fe por la misma razón que han perdido la ilusión por muchas cosas. Prefieren interesarse por cosas más divertidas: videojuegos, música, fiestas… Ven la religión como una obligación, y eso les produce una especie de alergia” (Raúl).
– “Muchos jóvenes de hoy tienen como mentalidad la ley del mínimo esfuerzo, y no realizan todo lo que les suponga una obligación. Es lo típico de la generación nini. Difícilmente van a esforzarse en ir a misa, por ejemplo” (Lidia).
– “Quizá creer en Alguien superior nos hace sentirnos pequeños, y eso es algo que no nos gusta” (Alicia).
2.4 Dificultades motivadas por la situación actual de la Iglesia
– “A los jóvenes la Iglesia nos parece arcaica, estancada, estática” (Sergio).
– “Los jóvenes pierden la fe mitad por la poca actualización de la Iglesia y mitad por la poca voluntad de ellos mismos” (Irene).
– “La sociedad está cambiando y evolucionando hacia el futuro, pero la Iglesia y las instituciones religiosas en general se han quedado ancladas en el pasado” (Nacho).
– “Muchos ven la Iglesia como algo negativo y que no sirve para nada; pero la mayoría habla según la mala imagen que están trasmitiendo los medios de comunicación, que cada vez que hablan de la Iglesia es para decir lo malo” (Laura).
– “La predicación en muchas eucaristías es la misma de hace treinta años. No se buscan ejemplos actuales del evangelio” (Lucía).
– “Hay hechos relevantes negativos en la historia de la Iglesia y en la actualidad: si una institución obra de manera cuestionable, muchas personas no sabrán distinguir entre lo realizado por el hombre y lo que está por encima de él, Dios” (Nacho).
– “La riqueza económica de la Iglesia pone difícil la fe” (Pedro).
– “La Iglesia católica lleva tiempo sin remar al ritmo de la sociedad del siglo XXI, y cosas como su aferramiento a un partido político concreto o declaraciones vergonzosas de algunos obispos (que Jesús de Nazaret nunca haría), hacen que los jóvenes no le presten atención. La cúpula de la Iglesia debería alejarse un poco de los medios de comunicación y de la política de partido, y parecerse más a los curas y monjas de parroquias de barrio y de misiones, que están al pie del cañón” (Isabel).
– “La Iglesia debería hacer un esfuerzo extra, como hizo Jesús, para transmitir su mensaje a los jóvenes alejados de la fe, para que estos vieran la fe como una manera de completarse como personas. Para ello, debe ser una institución más abierta y flexible” (Nacho).
– “Antiguamente muchos creían por miedo. Pero hoy no se da ese miedo, y la Iglesia no ha buscado otras formas atractivas y convincentes por sí mismas de presentar la fe” (Fernando).
2.5 Otras matizaciones llamativas
– “A veces yo creo que los jóvenes tienen la semilla de la fe en sus corazones, pero no ha germinado como debe ser, porque en parte quienes decimos que somos creyentes y practicantes tenemos una fe débil, una fe que no arde en amor de Dios” (Marta).
– “La gente joven varía mucho de estilo, de forma de pensar, de actuar, etc., a lo largo de la juventud, por ello necesitan que se les guíe e informe” (Montse).
– “Hay jóvenes que tienen fe, pero no de la misma manera que antiguamente” (Noelia).
– “Es injusto generalizar, ya que también hay muchos jóvenes que, aunque no llevan por delante la bandera del “yo creo”, están muy comprometidos con el más débil. Y eso es en buena medida lo que Cristo quiso enseñarnos” (Adela).
– “Una duda honrada origina más fe que la mitad de las creencias” (María).
- Algunas reflexiones pastorales sobre las respuestas anteriores
De la lectura en paralelo de algunas respuestas de estos jóvenes, de la carta de Benedicto XVI Porta fidei y del artículo citado de Juan Martín Velasco se pueden extraer unas cuantas reflexiones y pistas sugerentes para la Pastoral Juvenil:
– “Una mayoría de los jóvenes cristianos de hoy en día no tiene una vida donde la fe se encuentre presente, donde la fe sea una parte imprescindible, no sólo para vivir la religión, sino para poder ser felices”.- Esta frase intuye que la fe cristiana sólo hace feliz si se vive en plenitud y no con mediocridad. Para que la relación con Dios llene la vida de una persona, en este caso de una persona joven, hace falta un trabajo previo de profundización en sus propias preguntas e inquietudes, pues “la escucha de la llamada de la Presencia [de Dios] requiere pasar de la superficialidad de la vida a la recuperación del centro de la persona”[8]. Este reconocimiento y entrega sincera a la Presencia de Dios va a exigir el proceso que los primeros cristianos llamaban conversión, pues, como solía decir Casiano Floristán, en la antigua Iglesia se bautizaban los convertidos; pero ahora, en cambio, se tienen que convertir los ya bautizados[9].
– “Actualmente las personas viven sin un sentido, vacíos por dentro, porque nadie les ha dicho que Dios les ama y que Jesucristo no ha venido a fastidiarte la vida, sino que desea que encontremos un sentido”.- Nos invita Benedicto XVI a tener “la mirada fija en Jesucristo, «que inició y completa nuestra fe» (Hb 12,2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano” (PF 13) y a “que este Año de la fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero” (PF 15). Ese volver a centrar en Jesucristo nuestra acción pastoral es muy importante, pues “lo que se presenta no es una teoría, sino el encuentro con una Persona que vive en la Iglesia. A la profesión de fe, de hecho, sigue la explicación de la vida sacramental, en la que Cristo está presente y actúa, y continúa la construcción de su Iglesia. Sin la liturgia y los sacramentos, la profesión de fe no tendría eficacia, pues carecería de la gracia que sostiene el testimonio de los cristianos” (PF 11). Sólo el Evangelio de Jesús puede llenar esos vacíos mencionados en la frase arriba señalada. Pero esa propuesta no debe llegar a los jóvenes desde arriba o desde lejos, sino desde personas que comparten vida con ellos, como nos sugiere la Propuesta 51 del Sínodo de Obispos de octubre de 2012: “Donde quiera que estén, en casa, en la escuela o en la comunidad cristiana, es necesario que los evangelizadores encuentren a los jóvenes y pasen tiempo con ellos, que les propongan y los acompañen en el seguimiento de Jesús, les guíen a descubrir su vocación en la vida y en la Iglesia”.
– “Quienes decimos que somos creyentes y practicantes tenemos una fe débil, una fe que no arde en amor de Dios”.- Dice Martín Velasco que “es frecuente que los cristianos lamentemos y denunciemos la extensión de la increencia a nuestro alrededor y el clima de indiferencia de nuestras sociedades, dando por supuesta nuestra condición de creyentes, pro sin preguntarnos seriamente por nuestra verdadera situación en relación con la fe”[10]. Sobre la importancia del testimonio de los que somos creyentes, afirma Benedicto XVI que “la renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó” (PF 6). ¿Cómo vivimos la fe los que queremos transmitírsela a los jóvenes? ¿Estamos verdaderamente en camino para “descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos” (PF 3)?
– “La Iglesia nos parece arcaica, estancada, estática”.- Los jóvenes necesitan experimentar la existencia de comunidades eclesiales cercanas, acogedoras y comprometidas con el mundo moderno. El propio Papa dice que “los contenidos esenciales que desde siglos constituyen el patrimonio de todos los creyentes tienen necesidad de ser confirmados, comprendidos y profundizados de manera siempre nueva, con el fin de dar un testimonio coherente en condiciones históricas distintas a las del pasado” (PF 4). En el caso de la Pastoral Juvenil esta inquietud es especialmente urgente.
– “Muchos jóvenes pierden la fe por la misma razón que han perdido la ilusión por muchas cosas”.- Por eso urge presentar una fe cristianailusionante, para “redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe” (PF 7). Esto nos debe llevar a “confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza” (PF 9).
– “Muchos jóvenes de hoy tienen como mentalidad la ley del mínimo esfuerzo”.- En ese contexto, nos puede servir, con tal que lo traduzcamos a procesos educativos, este consejo paulino: “Llegados sus últimos días, el apóstol Pablo pidió al discípulo Timoteo que «buscara la fe» (cf. 2 Tm 2,22) con la misma constancia de cuando era niño (cf. 2 Tm 3,15). Escuchemos esta invitación como dirigida a cada uno de nosotros, para que nadie se vuelva perezoso en la fe” (PF 15).
– “Muchos no hacen de la fe vida de su vida, aunque fueran bautizados e hicieran la comunión, no continúan con su vida de fe. Muchos sencillamente no han tenido ocasión de experimentar lo que es la fe, y sin experiencia viva y personal, no se le ve valor”.- En efecto, hacer de la fe “vida de la propia vida” es uno de los secretos para animar a los jóvenes de hoy a tener fe en Jesús y en su evangelio. Nos pueden iluminar al respecto estas palabras de Benedicto XVI: “El ejemplo de Lidia es muy elocuente. Cuenta san Lucas que Pablo, mientras se encontraba en Filipos, fue un sábado a anunciar el Evangelio a algunas mujeres; entre estas estaba Lidia y el «Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo» (Hch 16, 14). El sentido que encierra la expresión es importante. San Lucas enseña que el conocimiento de los contenidos que se han de creer no es suficiente si después el corazón, auténtico sagrario de la persona, no está abierto por la gracia que permite tener ojos para mirar en profundidad y comprender que lo que se ha anunciado es la Palabra de Dios” (PF 10). Y es que “el corazón indica que el primer acto con el que se llega a la fe es don de Dios y acción de la gracia que actúa y transforma a la persona hasta en lo más íntimo” (PF 10). Sólo ese encuentro pleno con Jesús vivo puede tocar el corazón de los jóvenes y hacerles descubrir en la fe cristiana algo que merece la pena. Primero es el encuentro con la Persona viva de Jesús; sólo después vendrán como complemento y ayuda los contenidos doctrinales. En efecto, “la Escritura se refiere a un contenido de la fe, pero su núcleo es la acción salvífica de Dios operada en la vida, la muerte y la resurrección de Jesucristo”[11]. En lenguaje tomista: “El acto de fe no se dirige a los enunciados, sino a la realidad a la que remiten”[12]. Por eso defendemos que sólo el encuentro personal con el Dios de Jesús puede conmover el corazón de los jóvenes y acercarles a la fe.
– “Quizá creer en Alguien superior nos hace sentirnos pequeños, y eso es algo que no nos gusta”. “Hoy no se cree sólo por miedo, y la Iglesia no ha buscado otras formas atractivas y convincentes por sí mismas de presentar la fe”. “Lo que se lleva es ser ateo y decir que no se cree en nada, salvo en las propias capacidades”.- Con estos jóvenes, como durante toda la modernidad, un gran reto pastoral es mostrar que la fe en el Dios de Jesucristo no nos quita nada ni nos anula como personas, sino todo lo contario. Por eso “necesitamos reformular en términos de amor la concepción tradicional de la omnipotencia divina (P. Ricoeur)”[13]. Sigue siendo importante, por tanto, tener en cuenta el reproche de Nietzsche: “Cristianos, si queréis que crea en vuestro redentor, tendría que veros más alegres y salvados”. Que los testigos de la fe nos mostremos así, verdaderamente alegres, salvados, humanizados, es muy importante.
– “Hay jóvenes que tienen fe, pero no de la misma manera que antiguamente”.- No podemos transmitir a los jóvenes formas culturales pasadas e identificarlas con la fe, pero que en realidad no pertenecen al núcleo del Evangelio. Puede que el diálogo con los jóvenes creyentes de hoy, que creen de otra forma, nos ayude a purificar nuestra fe de las adherencias prescindibles que la han ido lastrando. ¿Por qué no van a poder aportar ellos vivencias auténticas? Como dice Martín Velasco, “todo creyente es a la vez fidelis et infidelis, creyente y no creyente”[14].
– “Hay jóvenes que, aunque no llevan por delante la bandera del “yo creo”, están muy comprometidos con el más débil. Y eso es en buena medida lo que Cristo quiso enseñarnos”.– “Sólo el amor es digno de fe”, tituló el teólogo Hans Urs von Balthasar uno de sus libro. Dice el Papa que “el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo… Para el apóstol Pablo, este Amor lleva al hombre a una nueva vida… La «fe que actúa por el amor» (Ga 5,6) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombr” (PF 6). Luego, en PF 14, Benedicto XVI afirma que sin caridad y atención a los necesitados no hay verdadera fe, y alude a citas tan claras como Mt 25 y St 2,14-18: ¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos de alimento diario y alguno de vosotros les dice: “Id en paz, abrigaos y saciaos”, pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no se tienen obras, está muerta por dentro”. Como en tiempos de Jesús, los comprometidos con los más débiles “andan cerca del Reino de Dios”. No lo olvidemos.
– “La gente joven varía mucho de estilo, de forma de pensar, de actuar, etc., a lo largo de la juventud… Una duda honrada origina más fe que la mitad de las creencias”.- En efecto, “los jóvenes están en el proceso de búsqueda de la verdad y del sentido de la vida que Jesús, que es la Verdad, y su amigo, puede proporcionar (Propuesta 51 del Sínodo). A los jóvenes se puede aplicar de modo especial esta frase: “Como la samaritana, también el hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente” (PF 2). Lo importante es buscar: “No podemos olvidar que muchas personas en nuestro contexto cultural, aun no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo. Esta búsqueda es un auténtico «preámbulo» de la fe, porque lleva a las personas por el camino que conduce al misterio de Dios” (PF 10). Es fundamental que la persona del joven “llegue al fondo de sí mismo, al manantial del que brota el arroyo de su vida, al corazón, sede de sus decisiones y deseos, y descubra, reconozca, realice: todas mis fuentes están en ti; tu luz nos hace ver la luz”[15]. Por ello, hay que tener paciencia con sus procesos. Un santo de nuestro tiempo, Charles de Foucauld, recuerda que, tras su conversión, “yo, que tanto había dudado, no lo creí todo en un día”. El apóstol Pedro no fue siempre el del final: recordemos su tortuoso y lento itinerario, negaciones incluidas, hacia la plena conversión[16]. Y si es verdad, por ejemplo, que “muchosjóvenes buscan cierto refugio en la fe sólo en ciertas circunstancias o vivencias de su vida, y la buscan como último recurso”, ¿cuántos santos y santas han comenzado también así su camino de fe?
[1] K. RAHNER, Der Glaube des Priesters heute, en Orientierung 19-20, pp. 215-219; 227-2311 (resumido en Selecciones de Teología 2 (1963), p. 256. Tomo la cita de J. MARTÍN VELASCO, Ser creyente hoy, en D. ALEIXANDRE – J. MARTÍN VELASCO – J. A. PAGOLA, Fijos los ojos en Jesús. En los umbrales de la fe, Madrid, PPC, 2012, pp. 7-78.
[2] He desarrollado esta cuestión en J. ROJANO, ¿Son religiosos o no los jóvenes de hoy?, en Crítica 962 (julio-agosto 2009), pp. 42-47 y Jóvenes e Iglesia, ¿peligrosamente separados?, en Crítica 965 (enero-febrero 2010), pp. págs. 52-57.
[3] Cf. M. VALLS IPARRAGUIRRE, Las creencias religiosas de los jóvenes, en J. GONZÁLEZ-ANLEO y P. GONZÁLEZ BLASCO (dirs.), Jóvenes españoles 2010,Madrid, Fundación SM, 2010, pp. 175-228. Es interesante contrastar estos datos con las valoraciones de J. J. CEREZO – P. J. GÓMEZ, Jóvenes e Iglesia. Caminos para el reencuentro, Madrid, PPC, 2006 y J. L. MORAL, Jóvenes, religión e Iglesia, Madrid, Ediciones Khaf, 2011.
[4] www.profes.net/rep_documentos/Noticias/DossierInformeJovenesespanoles2010.doc.
[5] Cf., por ejemplo, A. GIDDENS, Consecuencias de la modernidad, Madrid, Alianza Editorial, 1990.
[6] Cf. D. HERVIEU-LÈGER, La religión, hilo de memoria, Barcelona, Herder, 2005.
[7] Cf. ASAMBLEA DE OBISPOS DE QUÉBEC, Proponer hoy la fe a los jóvenes. Una fuerza para vivir, en D. MARTÍNEZ – P. GONZÁLEZ – J. L. SABORIDO,Proponer la fe hoy. De lo heredado a lo propuesto, Santander, Sal Terrae, 2005, pp. 161-191.
[8] J. MARTÍN VELASCO, Ser creyente hoy, p. 27.
[9] Cf. C. FLORISTÁN, Para comprender el catecumenado, Estella, Verbo Divino, 1989, p. 27.
[10] J. MARTÍN VELASCO, Ser creyente hoy, p. 10.
[11] J. MARTÍN VELASCO, Ser creyente hoy, p. 49.
[12] SANTO TOMÁS DE AQUINO, Summa Theologiae II-II, q. 1, a. 2, ad 2.
[13] Tomo la cita de J. MARTÍN VELASCO, Ser creyente hoy, p. 44.
[14] J. MARTÍN VELASCO, Ser creyente hoy, p. 16.
[15] J. MARTÍN VELASCO, Ser creyente hoy, pp. 25-26
[16] Cf. J. MARTÍN VELASCO, Ser creyente hoy, pp. 16-17.
Misión Joven. Número 432_433. Enero-Febrero 2013