- Cada día te pondrás en el punto de mira de Dios, de manera que Él pueda lanzarte “su flechazo de amor.” Al igual que un enamorado no hace otra cosa que pensar en “su chica”, así será tu relación con Dios.
- Pronunciarás muy a menudo el nombre de Dios. Para alabarle, para darle gracias, para pedirle algo, para decirle lo mucho que le quieres… El nombre de Dios se convertirás en tu saludo más genuino de presentación.
- Harás del amor que Dios te tiene una gran fiesta. Dios ha dado y sigue dando su vida por ti; al menos un día a la semana se lo agradecerás como mejor sabes: una enorme sonrisa y unas horas de tu tiempo.
- Serás respetuoso, atento y servicial con tus padres. Ellos lo han dado todo por ti, les demostrarás tu gratitud siempre que puedas, pero muy especialmente, cuando les llegue la hora de los achaques.
- Ensalzarás continuamente el don de la vida. Transmitirás vida allá donde te encuentres, sobre todo a aquellas personas “cansadas de vivir”. Que tu palabra, gestos y acciones les devuelva de nuevo la ilusión y las ganas de vivir.
- Harás del amor el acto más puro jamás creado. Amarás aun dudando si el otro merece o no tu amor, amarás a pesar de que ya te hayas llevado varios varapalos, amarás sin preguntarte demasiadas cosas…, ¡amarás y punto!
- Compartirás tu vida, tus capacidades con los otros, sobre todo con los más necesitados. Lo compartirás todo, en especial tu tiempo, sin mirar continuamente las agujas del reloj.
- Hablarás bien de todo el mundo, haciendo hincapié en sus cualidades, en lo bueno que tienen, en lo mucho que aun les queda por mostrar a sus hermanos.
- Convertirás tu corazón en una verdadera escuela de amor. Te sentarás cada día en uno de sus pupitres y aprenderás escuchando al Gran Maestro, que te dirá cómo mantener el corazón limpio.
- Te alegrarás de las victorias de los otros. Celebrarás con ellos, y por todo lo alto, sus proyectos llevados a buen puerto, sus logros cumplidos, sus sueños hechos realidad… Compartirás, por lo tanto, sus alegrías y, cómo no, también sus penas.
José María Escudero