José Joaquín Gómez Palacios es Delegado de Escuelas de la Provincia Salesiana de Valencia. Miembro del Consejo de Redacción de Misión Joven.
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
El autor asemeja el importante espacio cultural “noche” con un edificio. Se sirve de la reflexión de antropólogos, sociólogos y filósofos para constatar que la historia de la humanidad ha ido dejando en nuestra conciencia colectiva cosas tan importantes como la fiesta, la celebración, la supervivencia, lo luminoso, el tiempo sagrado, el tiempo profano. La vivencia de la noche hay que situarla dentro del espacio simbólico, las emociones, lo que queda fuera de la producción y la supervivencia. Nuevos inquilinos han llegado a este edificio “noche” con nuevas costumbres y una gran ambigüedad: internet y Web 2.0; el botellón; la máscara y el maquillaje. Este es un edificio que ofrece posibilidades, son las pistas educativas y pastorales que ofrece el autor.
- El edificio de la noche
Si la noche fuera un edificio, podría asegurarse que ha sido construido y decorado a lo largo de milenios. Todas las culturas han hecho sus peculiares aportaciones. Las civilizaciones más antiguas pusieron los cimientos. Las siguientes, erigieron sólidos muros, levantaron tabiques y adornaron el espacio nocturno con multitud de elementos decorativos.
La noche ha sido espacio festivo por antonomasia desde tiempos ancestrales. Las culturas primitivas celebraban gran parte de sus rituales a la luz de las hogueras. El cristianismo ha hecho de la noche de Navidad y Pascua celebraciones esenciales.
La noche es asimilada a la vivencia de lo festivo y celebrativo. No es de extrañar que en nuestra sociedad actual, donde priman aspectos vitales sobre el racionalismo productivo, aparezca la noche como espacio privilegiado y cargado de resonancias para jóvenes y adolescentes.
La noche se ha constituido, en las últimas décadas, como uno de los símbolos juveniles más importantes. Pero su fuerza no radica tan sólo en los momentos de diversión que se viven en su transcurso. La noche condensa en sí una serie de significaciones que, de forma inconsciente, orientan el pensamiento y cristalizan en conductas concretas.
- Los arquitectos de la sociedad analizan el edificio de la noche
Multitud de sociólogos y antropólogos han observado la conducta humana para explicar el origen y desarrollo de las formas de actuación elaboradas por el hombre. Sus puntos de vista son variados: para unos el núcleo del edificio de la noche está construido de una vez para siempre y tan sólo cambian los adornos. Para otros, el edificio cultural se reduce a respuestas materiales dadas para sobrevivir como especie. Los hay que profundizan en las raíces simbólicas y trascendentes del ser humano y aprecian en el edificio nuevos e interesantes matices.
a) Los ancestrales esquemas de la conducta humana
Desde que Morris Desmond publicara “El mono desnudo”[1], cualquier actividad humana puede ser considerada como un cliché de conducta repetido por la especie humana desde que abandonara el estado de simio y adquiriera la categoría de “homo”… erectus, habilis, faber, neandertalis, sapiens…
El edificio de la noche, observado por este zoólogo y sociólogo, es tan sólo el desarrollo de pulsiones ancestrales modeladas culturalmente por el hombre a lo largo de milenios.
b) Todo se reduce a sobrevivir
Marvin Harris, antropólogo estadounidense, profundiza los patrones de la conducta humana. Según el autor de “Vacas, cerdos, guerras y brujas”[2], las actividades culturales generadas por la especie humana, no tienen ningún atisbo de trascendencia. La única fuerza que mueve al ser humano a desarrollar manifestaciones culturales es la imperiosa necesidad de sobrevivir y gratificar necesidades primarias.
Todos los elementos culturales que engloba “la noche”, vistos desde el “materialismo cultural” propugnado por Marvin Harris, responden a la necesidad de supervivencia, y poco más. El edificio de la noche se ha generado a fuerza de dar respuesta a necesidades materiales tales como: permanecer juntos para ser más fuertes, descubrir el rol que cada cual desempeña en el grupo de iguales, la ruptura con la actividad productiva, la desprogramación, la necesidad de placer…
c) Tiempo sagrado, tiempo profano
Más certero fue Mircea Eliade en su obra “Lo sagrado y lo profano”[3]. Este autor divide el espacio temporal en “tiempo sagrado” y “tiempo profano”. Según este esquema, las personas y las sociedades destinan parte de su existencia a trabajar para conseguir productos que garanticen la supervivencia. Frente a este tiempo de trabajo surge con fuera el “tiempo sagrado” en el que se suceden rituales, fiestas, espacios creativos, lúdicos y religiosos.
La majestuosa mansión de la noche se alza en el “tiempo sagrado”. En él se dan con intensidad los rituales religiosos y sociales, las fiestas y lo gratuito.
d) La persona humana y los múltiples lenguajes
La diversificación del tiempo en “tiempo profano” y “tiempo sagrado” va unida a una diferenciación en los lenguajes. En el “tiempo sagrado” se dan con profusión los lenguajes simbólicos, gestuales y de modulación. La comunicación de ideas, sentimientos y necesidades se expresa a través de múltiples lenguajes: la palabra, el gesto, la música, el color, el ritmo, la luz, la danza, el grito…
Mediante estos lenguajes el ser humano expresa realidades profundas que van más allá de lo fáctico, laboral y empírico.
La vivencia de la noche hay que situarla dentro de la esfera de los lenguajes simbólicos, donde lo que prima no es lo racional y alfabético, sino los impulsos, las emociones y la percepción de realidades que quedan fuera de la producción para la supervivencia. La noche rompe con el ritmo del trabajo. Durante el día la persona se dedica a tareas encaminadas a garantizar la supervivencia. La noche abre nuevas perspectivas. Vivir espacios festivos en el transcurso de la noche no es ninguna novedad en la historia de la humanidad. Hombres y mujeres han hecho de la noche espacio privilegiado para manifestar y expresar realidades desacostumbradas. No es de extrañar que la noche siga gozando de un halo de encanto y ensoñación que fascina.
- Los nuevos “inquilinos” de la noche
A pesar de las explicaciones de los citados autores, familias y educadores observan con recelo determinados “inquilinos” que han llegado recientemente para habitar el edificio de la noche de los adolescentes y jóvenes.
A los tradicionales ocupantes del sugerente edificio de la noche se les han añadido nuevos inquilinos. Señalamos alguno de ellos de especial relevancia y repercusión mediática.
3.1 La Web 2.0. Espacio para la comunicación
La noche se ha convertido últimamente en espacio de comunicación potenciado por el uso de “internet”. Muchos adolescentes y jóvenes emplean parte del tiempo nocturno en conectarse a sus redes sociales favoritas a fin de mantener comunicaciones virtuales con amigos y conocidos. La progresiva evolución y perfección de las tecnologías que sustentan “internet”, permiten comunicaciones virtuales en tiempo real.
El término Web 2.0 fue acuñado por Tim O’Reilly en 2004 para referirse a un nuevo desarrollo de tecnología Web basada en comunidades de usuarios y en servicios tales como: las redes sociales, los blogs, los wikis, los fotologs, las sindicaciones… Estas nuevas posibilidades de internet fomentan la colaboración y un intercambio ágil de información entre los miembros de una comunidad o red social.
La Web 2.0 es también llamada “web social” por las grandes posibilidades de colaboración y de construcción social que ofrece. Atrás quedó la Web 1.0, conformada por páginas estáticas y de escasa actualización. Atrás quedó también la llamada Web 1.5 en la que las páginas se actualizan constantemente, pero que no permiten una interacción de los usuarios. La Web 2.0 es el emporio de la interacción y la comunicación.
Las redes sociales tales como MySpace, Facebook, Twitter… han atraído a millones de usuarios que utilizan estos sitios web diariamente. Su principal característica radica en permitir a los usuarios crear perfiles, listas de amigos y amigos de sus amigos, compartir información, fotografías, opiniones, situaciones personales y sociales…
Los adolescentes y jóvenes actuales, que viven con intensidad los llamados “valores proxémicos”, (valores que potencian la comunicación, el afecto y la cercanía con personas “próximas”), hallan en esta herramienta un espacio idóneo para mantenerse en comunicación casi constante. La noche es el tiempo ideal para sumergirse en este tipo de actividades.
3.2 El botellón. Inquilinos en la bodega del edificio
El botellón es otro de los inquilinos que se han instalado en el edificio joven de la noche. Ha llegado con carta de ciudadanía propia. Sus modos de actuación y sus desplantes son llamativos e incluso provocadores.
Los sociólogos definen a este fenómeno como una reunión masiva de adolescentes y jóvenes en espacios abiertos de libre acceso para escuchar música, hablar y beber licores que han adquirido previamente en supermercados.
La palabra “botellón” condensa, para muchos sectores sociales y políticos, todo un cúmulo de males y despropósitos. Tal es así que en febrero del año 2002 el Ministerio del Interior propuso la conocida “Ley anti-botellón”, que prohibía el consumo de alcohol en la calle y regulaba sus horarios de venta y promoción. Ante las resistencias y críticas planteadas, esta ley no se aprobó. Sin embargo, diversas Comunidades Autónomas regularon los horarios de venta de bebidas alcohólicas en comercios y el consumo de bebidas alcohólicas en la calle.
Sin embargo, el uso del alcohol por parte de la población juvenil no ha surgido por generación espontánea. Hunde sus raíces en un entramado cultural y social reciente.
Los adolescentes y jóvenes del inicio del siglo XXI han nacido y crecido en años de “desarrollo” material en España. A pesar de la actual crisis económica, la mayoría de ellos y ellas son hijos de una época con abundantes medios materiales: en la alimentación, en el disfrute del ocio y en la percepción y elaboración de esquemas mentales a partir de un mundo de imágenes (iconoesfera).
Con el uso habitual de Internet se saltan los límites espacio-temporales. Son incapaces de concebir la vida sin un móvil a su disposición. Los centros comerciales han llegado a ser espacio habitual en el que el consumo se convierte en derecho inalienable, e incluso en entretenimiento… El escaso número de hermanos les hace sentirse dueños únicos del bienestar acumulado por sus padres.
Pero los actuales adolescentes son los hijos de una generación que condensó el uso del disfrute del ocio en el fin de semana. La generación precedente (sus padres) acotó espacios exclusivos para uso y disfrute del tiempo libre juvenil y marcó en este país unas nuevas pautas por las que se instauraba el uso del alcohol como elemento de diversión. Aquellas tendencias se han desarrollado y modificado en el presente.
Tras el botellón actual se halla la imperiosa necesidad de comunicarse entre iguales, más allá del hogar familiar, lejos del ruido de las discotecas, ajenos al control del mundo adulto que impone sus límites durante el tiempo de trabajo y producción. En quienes practican el “botellón” subyace el deseo de utilizar el horario nocturno a su gusto, en espacios no controlados por la población adulta[4].
3.3 Un edificio adornado con “máscaras y maquillajes”
En las prácticas nocturnas de adolescentes y adultos subyace un fuerte deseo de cambio y transformación. Se busca salir del desencanto de la realidad diaria.
Nos hallamos sumergidos en una sociedad con una importante carga de decepción[5]. Las promesas de felicidad inmediata, de placer, de encuentros gratificantes, de éxito… son tan desmesuradas que no llegan a cumplirse. Esta situación genera una “sociedad de la decepción” que busca arrancarle a la noche hasta su última gota de placer, la mayoría de las veces sin llegar a conseguirlo.
El deseo de transformación personal y colectiva halla en la noche una excelente aliada. Por este motivo el edificio de la noche muestra entre sus mejores adornos: “la máscara y el maquillaje”.
En las culturas antiguas, las personas, envueltas en el manto oscuro de la noche, abandonan aquello que son a plena luz y, -ayudadas por la complicidad del maquillaje y la máscara-, buscan alcanzar una nueva personalidad más acorde con sus sueños e ideales. Se ingresa en el edificio de la noche para borrar el tiempo monótono del trabajo y para intentar llegar a ser algo nuevo e ideal. Con el maquillaje y el vestido se traspasa el umbral de la noche en un intento de que la propia persona sufra una metamorfosis que nos ayude a ser aquello que deseamos.
El maquillaje, la moda y los hábitos de consumo transforman la imagen exterior de la persona, en un intento por llegar a ser otra persona más en sintonía con los ideales. El cambio de “look” que se produce en muchos adolescentes y jóvenes, durante sus salidas nocturnas, no responde tan sólo a un deseo estético. Junto con el cambio de imagen hay una aspiración de transformación más profunda.
- La noche, un edificio que ofrece posibilidades
El edificio de la noche está ahí con sus inquilinos tradicionales y con los que han llegado recientemente. La noche es una realidad que se impone socialmente y que afecta a educadores, agentes de pastoral y animadores juveniles. En este escenario no caben posturas radicales, sean del signo que sean. Conviene reflexionar acerca del fenómeno, matizar las opciones a las que se llegue y trazar caminos progresivos que conduzcan a una mejora de nuestras acciones educativas, integrando aquellas tendencias propias de la cultura juvenil actual que merezcan ser integradas.
Algunas pistas para orientar el trabajo de educadores y animadores:
a) Equilibrar tiempo libre y trabajo
El fenómeno de la noche no debe ser analizado aisladamente: Hay que relacionarlo con el tipo de vivencias que se dan a lo largo del día o de la semana. A mayor presión diurna suele darse mayor necesidad de elementos festivos y comunicativos.
Es inquietante la “esquizofrenia” social que está produciendo una semana de trabajo sin alicientes y unas noches de fin de semana con una diversión que salta los límites de lo razonable. Una intervención educativa sobre la noche, debe comenzar por ofrecer jornadas de trabajo equilibradas, en las que jóvenes y adolescentes desarrollen aspectos que fomenten el equilibrio y la asimilación de valores sólidos y profundos.
b) Los «personal media»
La noche se está convirtiendo en tiempo privilegiado para las relaciones virtuales mediante el uso de Internet. Internet es uno de los mejores medios de comunicación, información, trabajo, ocio… La Web 2.0 ofrece muchas ventajas y facilita grandemente la comunicación personal. Pero existe un riesgo: algunos jóvenes y adolescentes quedan atrapados en su telaraña mediática, sustituyendo las relaciones personales directas por relaciones virtuales en las que no existe presencia física.
Quienes actúan de esta forma pierden de vista la comunicación real. Acostumbrados a la realidad virtual, pueden sentirse incómodos ante las personas de carne y hueso y abandonar el esfuerzo por crecer en relación.
c) La era de las marcas y el maquillaje
Durante la noche se da una excesiva profusión de “máscaras”, tanto físicas como psicológicas. Quienes actúan de esta manera viven varios engaños simultáneos. Creen que por transformar su aspecto físico ya están mejorando las dimensiones profundas de su persona. Y entienden, falsamente, que ganan en hondura existencial por vestir prendas de marca o por exhibir productos de diseño.
El ser humano, disfrazado con prendas caras, pavoneándose de poseer objetos de última generación y acostumbrado a la comodidad, al lujo y a la satisfacción inmediata, se torna más vulnerable. Por este motivo, muchos adolescentes y jóvenes pierden capacidad de hacer frente a las dificultades de la vida.
La ética de la austeridad y la sinceridad es dura de soportar, pero otorga un «plus de resistencia» a la persona y le capacita para defenderse de la frustración y aceptarse tal como es.
El alcohol, según afirman algunos jóvenes que practican “el botellón”, cumple también la función de “máscara”: desinhibe y hace olvidar las barreras que pudieran dificultar la relación personal. De esta forma, a los problemas de salud que puede generar el consumo abusivo de alcohol, hay que añadir la alienación psicológica y existencial.
b) Mirar con simpatía a los jóvenes y abrir sus ojos
El educador debe procurar ser un adulto que comparte el proceso de crecimiento de adolescentes y jóvenes. Sabe conjugar exigencia y comprensión y procura estudiar los aspectos que emergen de la nueva cultura juvenil, aprendiendo a distinguir aquellos que pueden facilitar el crecimiento positivo.
La constelación simbólica de la noche posee elementos aprovechables en lo educativo. Recuperar la noche, y los elementos beneficiosos que en ella se dan, debe ser tarea de los educadores.
También es misión del educador abrir los ojos de los jóvenes para informar de las “zonas oscuras” de la noche: elementos negativos que manejan en la noche quienes comercian y se enriquecen a costa de los deseos de adolescentes y jóvenes.
JOSÉ JOAQUÍN GÓMEZ PALACIOS
[1] Desmond Morris, “El Mono Desnudo”, Ed. DeBolsillo, Barcelona, 2003
[2] Harris, Marvin, ”Vacas, cerdos, guerras y brujas”, Alianza, Madrid, 1998.
[3] Eliade, Mircea, “Lo sagrado y lo profano”, Ed. Paidós, Barcelona, 1998.
[4] Elzo, Javier, “La voz de los adolescentes”, Ed. PPC, Madrid, 2008
[5] Lipovetsky, Gilles, “La sociedad de la decepción”, Ed Anagrama, Barcelona, 2006