Los ordenadores invaden las aulas. Nuevos tiempos y nuevos retos

1 junio 2004

Augusto Ibáñez

 
Augusto Ibáñez ha sido profesor de secundaria, investigador y editor. Desde 1998 es Coordinador de Nuevas Tecnologías aplicadas a la educación en Ediciones SM.
 
Internet es ya una realidad en el centro educativo, aunque su integración en el currículo presenta algunas sombras. Para algunos profesores es una más de esas modas que llegan a los colegios periódicamente: las diapositivas, las transparencias, el vídeo… “Pronto pasará y llegará otra cosa”. Pero veremos en este artículo que Internet ha venido para quedarse. ¿Cuál es su impacto en la educación? ¿Cómo lo utilizan los alumnos? ¿Qué nuevos retos plantea a los profesores?
 

  1. Internet es algo más que una moda

 
“¿Para qué sirve esa pequeña corriente eléctrica que aparece al mover el imán?” preguntaba una persona a un Michael Faraday entusiasmado ante sus primeros experimentos sobre electromagnetismo. Y la respuesta, seca y esclarecedora, no se hizo esperar: «¿Y para qué sirve un niño recién nacido?” Faraday presentía que estaba ante algo muy grande, aunque no podía imaginar qué sería de mayor. Unos veinticinco años más tarde se construyó el primer generador industrial de electricidad, y otro cuarto de siglo después empezaron a iluminarse con bombillas eléctricas las fábricas y las calles. Finalmente, la energía eléctrica llegó a todos los puntos y transformó la sociedad: cambió la forma en que trabajamos, en que nos alimentamos, en que nos divertimos…
 
Con Internet es probable que ocurra una transformación de igual calado, que tampoco en este momento somos capaces de imaginar. Naturalmente va mucho más allá de las páginas web, como la electricidad iba mucho más allá de las bombillas. Si la electricidad ha revolucionado nuestra sociedad es, ante todo, porque nos ha proporcionado una forma ágil y sencilla de llevar la energía a cualquier lugar. Pues Internet está revolucionando nuestro mundo por ofrecernos una forma ágil de llevar la información a cualquier punto. La electricidad e Internet comparten la característica de cambiar profundamente nuestra sociedad y de no admitir una vuelta atrás. Lo revolucionario de Internet es la forma en que permite comunicarse y compartir la información, lo que desencadenará aplicaciones inimaginables y consecuencias difíciles de predecir, pero que con toda seguridad provocarán cambios profundos en nuestra forma de vida.
 
En la sociedad actual el recurso principal es la información y el conocimiento, lo que exigirá a los individuos, por pura supervivencia, aprender durante toda su vida. «Si no aprendes, caducas» es el tipo de mensaje que llega machaconamente a nuestros oídos, y detrás está la cultura de Internet. La propia Comisión Europea desarrolla ambiciosas iniciativas para educar en Internet a la próxima generación de la fuerza laboral, que ahora está en la escuela, de cara a la nueva economía del conocimiento. Una iniciativa que inevitablemente acrecentará las desigualdades entre países ricos y pobres, e incluso contribuirá a la aparición de una nueva barrera social, entre los ciudadanos tecnológicamente formados y el resto, los nuevos analfabetos funcionales del tercer milenio.
 

  1. El día en que la camiseta hablará con la lavadora

 
Internet está provocando alteraciones en la base de las relaciones sociales y cambios culturales, lo que significa que no estamos ante una mera tecnología de comunicación, sino ante una cultura emergente. Es decir, nada será como antes.
No es difícil apreciar algunos síntomas. Se trate de un cine, un teatro o de una sala de conciertos, ya no hay espectáculo que comience sin que antes se recuerde la necesidad de apagar los móviles (antes se recordaba la prohibición de comer pipas; eran otros tiempos). Es consecuencia de la tecnología móvil que nos rodea, que crece sobre los protocolos de Internet. Nuestros adolescentes escuchan en un diminuto reproductor MP3 la música que han descargado, hablan de frente a su teléfono móvil mientras contemplan su rostro en la pantalla, como reproduciendo la escena de la madrastra de Blancanieves consultando a su espejo mágico, o mueven frenéticamente el pulgar mientras escriben mensajes con una jerga abreviada hasta lo incomprensible.
Pero solo es el principio. Hace unos treinta años los códigos de barras revolucionaron el mundo del comercio, y hoy día todos los productos lo llevan, desde un yogur a un libro de texto. El código permite identificar al producto, aunque no es capaz de comunicarnos mucho más. Sin embargo, al acoplar la tecnología de Internet a las etiquetas, una nueva comunicación es posible. Un minúsculo chip con una antena en la etiqueta de un producto nos ahorrará la engorrosa tarea de sacar los productos del carrito para pasar por caja: bastará con acercarse a un escáner y pasar la tarjeta de crédito para hacer el pago. Nuestro jersey de lana, provisto de una de estas etiquetas inteligentes, dará una alarma al ordenador de la lavadora cuando marquemos un programa de lavado inadecuado, y los productos perecederos avisarán a nuestra nevera de la proximidad de la fecha de caducidad; incluso, si somos muy organizados, el propio sistema hará un pedido automático a la tienda cuando determinados productos estén por debajo de un nivel prefijado.
 
En fin, Internet es mucho más que ordenadores y páginas web, y revolucionará probablemente algunos aspectos de nuestra vida, si es que no lo está haciendo ya. No soy capaz de imaginar cómo será Internet dentro de diez años, pero probablemente no tenga nada que ver con lo que conocemos hoy, ni siquiera con lo que imaginamos. Lo seguro es que no se trata de una moda pasajera. Es una nueva forma de mover la información, de llevarla a cualquier punto. Y eso no admite marcha atrás.
 

  1. ¿Trae Internet una nueva forma de aprender?

 
“La generación de los videojuegos está integrada por los hablantes nativos del lenguaje digital de los ordenadores e Internet. Aquellos de nosotros que no hemos nacido en este mundo pero hemos sido, en algún punto tardío de nuestras vidas, fascinados por la tecnología somos, y siempre seremos, inmigrantes digitales”, afirma
Mark Prensky
, un visionario de la nueva cultura digital. Según Prensky, los niños y adolescentes se mueven en el lenguaje de los videojuegos como si se tratara de su lengua materna. Han nacido rodeados del mundo de lo digital, y por eso los denomina “nativos digitales”. Frente a ellos estamos los inmigrantes, que aunque podamos adaptarnos al nuevo entorno, siempre nos quedará algo de nuestro antiguo “acento analógico”. Por mucho que nos empeñemos, lo digital nunca será nuestra lengua materna.
 
Entre nativos e inmigrantes hay una enorme discontinuidad cultural, consecuencia del paso de una cultura impresa a una cultura multimedia. Incluso hay quien aventura que se aprecian cambios cognitivos, como la tendencia al procesamiento de la información en paralelo, el acceso a la información desde diferentes perspectivas, el aprendizaje orientado a resolución de problemas o asociado a sistemas de recompensa inmediata.
Prensky, por ejemplo, afirma que el cerebro de estos nativos se construye de un modo diferente al de los inmigrantes, porque son distintos los inputs que recibe. De la misma opinión es Andy Clark, director del Cognitive Sciences Program de la Universidad de Indiana, quien sostiene que “nuestro cerebro se modifica profundamente para ajustarse a las prácticas y a las tecnologías del entorno”. Es decir, que las diferentes experiencias provocan una forma diferente de pensar. ¿Será realmente así? ¿Son tan distintos los nativos?
 

  1. ¿Cómo son los nativos digitales?

 
Los nativos digitales han nacido con la tecnología y asumen que está a su servicio. Por ello usan el medio digital como una extensión de sí mismos. Se sienten cómodos haciendo varias cosas a la vez (proceso en paralelo) y además lo hacen bien, sin que aparentemente haya una pérdida de atención en una de las tareas. Les gusta acceder a la información desde diferentes fuentes y de un modo menos secuencial que nosotros. Al parecer integran mejor la información visual y manejan cómodamente la lógica no lineal. El hipertexto es algo natural para ellos.
 
Su entorno natural es un mundo desordenado, donde las cosas se aprenden a la vez y solo se recibe información si se solicita. Aprenden sobre la marcha, por ensayo y error: están muy orientados a la acción. Cuando los inmigrantes compramos un nuevo aparato tendemos a mirar las instrucciones antes de ponerlo en marcha. Los nativos no lo hacen así. Ponen en marcha el aparato o el nuevo programa, y confían en que por ensayo y error aprenderán a usarlo, sin miedo a que se rompa. Solo si se encuentran con dificultades buscarán ayuda, generalmente entre sus amigos o en foros de Internet antes que en el propio manual.
 
Para entender cómo aprenden los nativos la mejor referencia son los juegos de ordenador, un peculiar entorno que obliga al jugador a aprender como parte del proceso.
Para mejorar en sus juegos los nativos digitales no utilizan manuales, ni instrucciones paso a paso, porque ralentizaría el juego y lo convertiría en no-juego. La base del aprendizaje es el ensayo-error, el reto y la recompensa. El juego engancha porque s
e basa en la acción, no en la teoría; exige una frecuente toma de decisiones, ofrece resultados a corto, medio y largo plazo, se adapta al ritmo de cada jugador y ofrece una retroalimentación inmediata.
 
Frente a la pericia innata de los nativos, los inmigrantes digitales tratamos de aprender el lenguaje tecnológico, pero nuestro fuerte está en la parte tradicional.
Para aprender algo necesitamos ir paso a paso, secuenciando los conceptos, ya que hay que conocer unos antes de abordar otros. Y además hemos adquirido la costumbre de construir los nuevos conocimientos sobre lo ya aprendido. Es decir, somos muy diferentes.
No es difícil reconocer a un inmigrante digital: nunca pone en marcha un nuevo aparato e programa sin haber leído el manual de instrucciones, imprime los correos electrónicos, o incluso llama por teléfono para preguntar si ha llegado un correo que acaba de enviar.
 
Ante estas consideraciones surge una pregunta inmediata: ¿servirán las fórmulas de aprendizaje de los inmigrantes para enseñar a los nativos? De una respuesta negativa se derivarían unas profundas implicaciones para la escuela. Analizaremos esta cuestión en el siguiente apartado.
 
5. Impacto de Internet en la escuela
 
Como hemos visto, Internet está transformando las experiencias de las nuevas generaciones y va abriéndose camino en las escuelas. Como consecuencia de ello, la presión social e institucional está obligando a modificar los entornos educativos y los propios procesos de enseñanza y aprendizaje. Diferentes estudios ponen en evidencia una creciente “brecha digital“entre los alumnos y sus colegios, es decir, un progresivo alejamiento entre la forma en que se enseña y el modo en que las nuevas generaciones se acercan a la información y al conocimiento. Así lo refleja el informe de investigación “
La escuela en la sociedad red: Internet en el ámbito educativo no universitario” [1], elaborado sobre una amplia muestra de centros no universitarios de Cataluña.
 
Según este informe, la proporción de tiempo que los alumnos y los profesores de las escuelas catalanas dedican a Internet en sus actividades académicas es muy baja, teniendo en cuenta, además, que la mayoría de los profesores y más de un tercio de los alumnos nunca lo utilizan. El estudio afirma que aún no tenemos evidencias que nos permitan afirmar que las potencialidades de Internet estén actuando como catalizadores de los cambios y las innovaciones que, seguramente, la escuela necesita para adaptarse a los desafíos de la sociedad de la información. Más bien lo que ocurre es que Internet es un recurso que ayuda a los profesores y a los alumnos a hacer mejor lo que ya venían haciendo antes de incorporarlo a sus actividades. De momento, su uso no ha promovido cambios substanciales en los procesos educativos en curso.
 
Sorprende, por ejemplo, que aunque una gran mayoría de los alumnos acceda a Internet desde su casa para buscar información relativa a sus trabajos escolares, solo un 15% de sus profesores les proporcione información sobre los sitios de la red en los que pueden encontrar contenidos relevantes para sus asignaturas. También sorprende que más de la mitad de los profesores que usan Internet lo hagan principalmente para la creación de material didáctico propio y, sin embargo, tan solo un tercio de los profesores que utilizan Internet en sus clases lo haga como herramienta para atender a la diversidad de capacidades, necesidades e intereses de los alumnos.
 
Por tanto, es difícil creer que el uso de esta tecnología en la escuela pueda tener una incidencia significativa en la mayor parte de las áreas curriculares. Según el informe, el uso de Internet como herramienta para el aprendizaje autónomo o la atención a la diversidad sigue siendo en estos momentos una práctica de carácter marginal. En todo caso, estas prácticas se realizan fundamentalmente fuera de las aulas y, en el caso de los alumnos, fuera del centro, de forma individual y con escasa orientación por parte de sus profesores.
 
La casi totalidad de los alumnos (más del 90%) de todas las etapas manifiesta un gran interés por Internet, lo que nos hace pensar que esta podría ser una herramienta especialmente apropiada para captar la atención de aquellos alumnos con resultados escolares más pobres. Más aún; si supiéramos emplear el lenguaje y la potencia de los videojuegos para preparar los contenidos digitales, seguramente podríamos alcanzar resultados muy satisfactorios. Pero Marc Prensky anticipa que esto no resultaría tan fácil: “en cuanto se añade un diseño instruccional, desaparece la diversión”.
 
Internet se usa mayoritariamente fuera del centro, especialmente entre los alumnos de mayor edad. Muchos alumnos se conectan fuera del centro para buscar información para sus actividades escolares (en el 71,2% de los casos). También buscan información relacionada con sus intereses personales o para cuestiones de carácter lúdico (descargar música, juegos o películas, encontrar información sobre temas no escolares, comunicarse con sus compañeros, etc.). La principal víctima del tiempo dedicado a Internet es la televisión: un 30 % de alumnos reconoce que le dedica menos tiempo. Otra víctima es la lectura, aunque en menor grado: el 7,4 % reconoce que lee menos. A menor escala, el uso de Internet también roba tiempo al descanso y al estudio.
 

  1. Internet es cosa de chicas 

 
Merece la pena destacar las notables diferencias de comportamiento ante Internet de chicos y chicas y la mayor madurez que ellas demuestran en este medio. Por ejemplo, según el informe citado las chicas utilizan la red significativamente más (76,8%) que los chicos (65,5%) para buscar la información relacionada con sus actividades escolares. Los chicos utilizan más Internet para la descarga de material digital de carácter lúdico (65,9% frente al 47,4%).
 
En mi opinión, el ordenador es para muchos chicos sinónimo de aislamiento, al contrario que para las chicas, para quienes significa comunicación. Las adolescentes disfrutan comunicándose a través del correo instantáneo o de otros sistemas similares que les garantizan el conocimiento de sus interlocutores. Crean una comunidad con criterios cuidadosos, agrupando a las personas que han ido conociendo en diferentes actividades (idiomas, deporte, colegio, viajes al extranjero) y mantienen viva la relación con ese selecto grupo. Para estas adolescentes Internet, los programas de intercambio de archivos y los juegos on line forman parte de una rutina que tiene más de actividad socializadora que de otra cosa.
En este sentido, Internet ofrece ventajas diferenciales a las chicas. Y también se recoge esta misma percepción en un trabajo de Ana Alario y Rocío Anguita [2]. Hablando de situaciones de aprendizaje, estas autoras afirman que “las chicas tienden a desarrollar estrategias de trabajo en grupo y de colaboración, frente a estrategias más individuales de los chicos, y ello tiene como consecuencia el que si hay una chica en un grupo que sabe manejar la máquina el resto del grupo se beneficiará de sus conocimientos y los aprenderá en entornos de trabajo seguros y con poco riesgo frente a la norma del grupo masculino, lo cual es especialmente beneficioso para las chicas.» Recogen además unas opiniones de la antropóloga Ana Valdés, para quien “la red cambia el tipo de pensamiento lineal de corte masculino dominante hasta el momento por un pensamiento de tipo asociativo, con el cual se pueden pensar muchas cosas a la vez y se salta de un sitio a otro a través de los enlaces del hipertexto.” Este tipo de pensamiento es más propio de las mujeres y es por ello que, para esta autora, “Internet ofrece muchas posibilidades a las mujeres, solo hay que hacerles ver que es fácil y útil.»
 
Es decir, que en contra de los estereotipos al uso, Internet es cosa de mujeres, a pesar de las propias expectativas de las chicas, quienes «ante un desafío del ordenador, abandonan porque la máquina no quiere cooperar y trabajar en grupo, de forma no competitiva.” Lástima que las expectativas de las chicas sean tan pobres frente a la tecnología, porque podrían sacarle muchísimo partido. Parte de la responsabilidad de esas pobres expectativas recae en el propio profesorado, que en el ámbito de la informática es mayoritariamente masculino (profesores de informática, de matemáticas o de física y química especialmente) y con un enfoque masculino de intervención.
Por tanto, el entorno digital es un buen caldo de cultivo para la discriminación positiva. Se abre la posibilidad de trabajar con historias con diferentes soluciones, con contextos de enfoque social, sanitario o medioambiental que atraen más a las niñas, con espacios para la comunicación interpersonal basados en la expresividad del lenguaje y no en el aspecto personal. Son situaciones que evitan la brecha debida al género y que ofrecen un escenario muy positivo para que la tecnología contribuya al crecimiento integral de las chicas.
 

  1. Diferencias entre el estudio con ordenador y con libros

 
En principio, los alumnos encuentran que con el ordenador todo es más rápido y motivador que con los libros. En el ordenador es más fácil encontrar una cosa determinada, resulta más divertido, es más agradable, tiene animaciones que explican mejor los conceptos, ofrece más información y más actualizada, tiene audio y vídeo, etc. Ordenador es sinónimo de comodidad, de motivación, de rapidez, de actualidad…pero no de aprendizaje. Según el informe citado, a medida que aumenta el nivel educativo de los alumnos aumenta la ventaja de los libros frente al ordenador como instrumentos para el aprendizaje. Es decir, que una cosa es buscar información y otra cosa es aprender.
 
Estos resultados concuerdan con algunas de las conclusiones de la investigación “Tecnología y aprendizaje. Investigación sobre el impacto del ordenador en el aula” [3], que llevamos a cabo el pasado curso escolar en 16 centros de la Comunidad de Madrid con la intención de comprobar experimentalmente si los ordenadores son útiles en términos de aprendizaje. Para ello se comparó respecto del aprendizaje frente al libro de texto, con más de 1500 alumnos de 3º de ESO.
Finalizada la experiencia, se pidió a los profesores que expresaran su opinión comparando la enseñanza con ordenador y la enseñanza tradicional. Consideraron que la enseñanza con ordenador era superior a la tradicional en aspectos como la flexibilidad metodológica, el interés y la motivación de los alumnos por la materia, la disciplina y el orden en el aula, la adaptación a las necesidades de los alumnos, las relaciones alumno-profesor y alumno-alumno y el ambiente de trabajo en el aula. Pero paradójicamente, los profesores (y los alumnos) opinaban que en el aula tradicional, donde no se dan estas condiciones, se aprende más que en el aula de ordenadores. Más coherentes fueron en este sentido los resultados de los exámenes realizados por los alumnos: las notas obtenidas fueron similares, lo que indica que los alumnos aprenden lo mismo. Incluso se apreció una ligera mejora en resultados obtenidos por los alumnos en el aula de ordenadores, aunque era poco representativa. Fueron más significativos los resultados obtenidos por los alumnos con peor conocimiento inicial y menor motivación tras su paso por el aula de informática: resultaron superiores a los obtenidos por los alumnos de similares características en la clase tradicional. Este hecho sugiere que estos alumnos más necesitados de apoyo se ven beneficiados frente al resto cuando su aprendizaje se realiza por medio de materiales digitales. En el mismo sentido, los profesores señalaron que los alumnos que tradicionalmente no participan, se encuentran más cómodos con esta nueva forma de enseñar.
La experiencia mostró además que aunque el uso del ordenador deba competir con una estructura de la enseñanza muy consolidada, en torno al aula tradicional, la utilización de materiales digitales provoca un cambio importante en la metodología. El tiempo empleado en la exposición del profesor disminuye claramente respecto a la metodología ordinaria y se duplica el trabajo individual y aún más el de los alumnos en pareja. Son cambios notables que se orientan hacia una atención más individualizada de los alumnos. La experiencia sensibilizó a los profesores sobre las posibilidades de los materiales digitales, desmitificó las barreras de la tecnología, les dio confianza y les abrió espacios para la reflexión y la innovación educativa.
 
Vemos que las nuevas tecnologías ofrecen alternativas válidas para tratar algunos problemas de la educación, y en ese sentido estamos obligados a evaluar su impacto real en el progreso y en el aprendizaje de los alumnos. Sin embargo, la tecnología no debe liderar el cambio educativo. Debe estar siempre al servicio de la pedagogía, y no al revés. Según esto, l
a escuela no debe cambiar porque cambie la tecnología, sino porque cambien las necesidades de los alumnos. Pero estas necesidades están cambiando. ¿Cambiará con ellas la tarea y la misión docente?
 

  1. ¿Cambia con Internet el papel del profesor?

En un estereotipo del profesor como profesional poco dado a los cambios metodológicos, se apoya una afirmación de Seymour Papert, tan conocida como malévola: «Si hace cien años se hubiese podido hibernar a un cirujano y a un maestro y en la actualidad se les retornase a la vida, resultaría que el cirujano difícilmente reconocería un quirófano moderno, mientras que el maestro identificaría prácticamente todos los elementos del aula y, con un poco de suerte, incluso podría seguir la explicación él mismo.» Sin duda la frase tiene mucho de demagogia, porque puede haber un cambio metodológico muy profundo y seguir usando la tiza, pero es innegable que el mundo educativo es un poco reacio a introducir nuevas herramientas.
De hecho, muchos profesores experimentan inquietud y ansiedad ante las nuevas tecnologías porque se sienten en desventaja ante sus propios alumnos, los nativos digitales. Sin embargo, eso no justifica el rechazo hacia ellas; son simples herramientas y hay que verlas como una auténtica oportunidad para el mundo educativo, un posible aliado que no modifica lo esencial de la misión del docente. Pero, ¿cuál es esa misión?
 
En una antigua película de Tony Leblanc, recuerdo que un mecánico se acercó a un seiscientos averiado, apretó un tornillo y el motor funcionó. “Son cien pesetas” le dijo al dueño, quien contestó indignado: “¡Pero oiga! ¿Me cobra cien pesetas solo por apretar un simple tornillo?” El mecánico, muy en su papel, contestó: “No hombre. Lo del tornillo se lo regalo… Le cobro cien pesetas por saber qué tornillo hay que apretar.”
 
La anécdota es toda una metáfora sobre el valor que un profesional aporta en su trabajo. Es decir, el papel del mecánico no es apretar tornillos, ni el papel del médico es preparar remedios, sino saber cuáles hay que aplicar en cada caso. ¿Y el papel del profesor? ¿Debe dedicarse ahora a preparar materiales, como ponía en evidencia la encuesta que hemos citado? ¿Debe aprender a programar Java o Flash? En mi opinión centrarse en esto sería un error, que lo desviaría de su cometido esencial: diagnosticar la situación de cada alumno, preparar un plan de desarrollo personal, buscar las herramientas más adecuadas para cada caso, acompañarlo en el proceso, adoptar las medidas correctoras precisas y evaluar el resultado.
 
Los profesores no deberían preocuparse por la tecnología, sino por la pedagogía. No necesitan saber mucha informática, ni poseer un gran dominio de programas e instrumentos tecnológicos. Lo que de verdad necesitan es saber integrar los contenidos –también los digitales- dentro del proceso de aprendizaje de los alumnos y de este modo atender las necesidades individuales y potenciar su desarrollo intelectual. En esto consiste la competencia tecnológica del docente. Por tanto, no hay que dejarse deslumbrar por la tecnología. Uno puede ser un experto tecnólogo y un pésimo profesor.
 
En definitiva, muchos de los mitos de las TIC en la educación surgen de un enfoque más centrado en la tecnología que en la educación. Y son alimentados por supuestos expertos que, aun desconociendo la realidad del aula, se atreven a pergeñar nuevos paradigmas educativos y a exigir nuevas competencias al profesor, en una dirección peligrosamente equivocada. Así, en lugar de estimular la investigación educativa, la profesionalización docente y la especialización didáctica, presionan al profesor hacia la tecnología, como si ese fuera su verdadero cometido. Una reflexión de Nicholas Negroponte expresa el problema con agudeza: «La diferencia fundamental entre un perro y un ser humano es muy sencilla; cuando se señala con el dedo, el perro mira hacia la punta del dedo, y el ser humano dirige su vista hacia donde apunta el dedo». Parafraseando a Negroponte, no hay que quedar embelesados mirando el dedo de las tecnologías, sino analizar las posibilidades educativas que ofrecen.
Es comprensible el escepticismo del profesor cuando se le ofrecen tecnologías espectaculares, sí, pero que no apoyan su tarea para atender la diversidad de su aula, no resuelven su necesidad de actualización científica y ni siquiera ayudan a romper su propio aislamiento profesional, más frecuente de lo que podría parecer. Para ser eficaz, la tecnología debería ser capaz de liberar al profesor de tareas rutinarias o de bajo nivel para permitirle concentrarse en lo esencial, y además debe ser transparente para él, de modo que le permita abordar los problemas sin robar su atención.
 
Por último, hay que considerar que la irrupción de Internet plantea un nuevo reto al mundo educativo. Internet nos transforma de espectadores en usuarios, es decir, todos somos potenciales emisores y receptores de información. Este hecho abre exponencialmente el número de fuentes disponibles, pero sobre todo cambia el control tradicional de la información en el aula, que hasta ahora estaba en manos del profesor.
Antes, el poder estaba en la oferta: el profesor, principal fuente de transmisión, controlaba el proceso. Pero ahora la relación se ha invertido: Internet pone el poder en la demanda y, por tanto, quien decide es el usuario –el alumno- que debe elegir entre multitud de informaciones disponibles. ¿Quién formará sus criterios para elegir?
 
Formar criterios: ese es el nuevo papel del profesor. Los alumnos tienen dificultades para distinguir lo relevante de lo irrelevante, lo comercial de lo informativo, lo objetivo de lo sesgado. Los profesores (y los padres) tienen un papel esencial para prepararlos de cara a un mundo saturado de información, de enseñarles a moverse con criterio propio, de estimular su pensamiento crítico; en definitiva, de prepararlos para que sigan aprendiendo autónomamente cuando ya no estén en el colegio.
 
Referencias:
 
[1] Carles Sigalés y Josep Mominó (2004). La escuela en la sociedad red: Internet en el ámbito educativo no universitario. Universitat Oberta de Catalunya. (http://www.uoc.edu/in3/pic)
 
[2] Ana Alario y Rocío Anguita (2001). «Las mujeres, las nuevas tecnologías y la educación. Un camino lleno de obstáculos». Educar en la sociedad de la información. Desclée de Brouwer, Bilbao.
 
[3] Álvaro Marchesi y Elena Martín (compiladores), Enrique Casas, Augusto Ibáñez, Isabel Monguillot, Vicente Rivière y Felipe Romero (2003). “Tecnología y Aprendizaje. Investigación sobre el impacto del ordenador en el aula”. Ediciones SM, Madrid. (El informe completo se puede consultar en la dirección http://www.piloto.librosvivos.net/)
 

Augusto Ibáñez

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