Maestra televisión

1 diciembre 2004

En las semanas pasadas se reunieron, en Madrid, los directivos de las principales cadenas de televisión para poner freno a la telebasura. Consumidores, profesionales, políticos, educadores… todos están alarmados por la proliferación de este tipo de programas y se intenta proteger, especialmente, el horario infantil (algunos piden un horario protegido de 6 de la mañana a 10 de la noche). También se ha creado un comité de sabios para que estudie el medio televisivo en nuestro país y señale algunas pautas para mejorarlo. Algo está pasando alrededor de la televisión.
Esta preocupación en la sociedad y entre la clase política no se constata sólo en España. La mayor parte de los organismos internacionales concernidos, la Unión Europea y numerosos países, se han embarcado en una cruzada para cambiar la tele que vemos. Estas noticias muestran el interés que nuestra sociedad se está tomando en este medio de comunicación. Interés que nace de la alarma que suscita la proliferación de contenidos de muy bajo nivel y, sobre todo, de la convicción de la fuerte influencia que el medio televisivo tiene como educador de la sociedad.
 
1.- Vemos la televisión… que no nos gusta
 
Y es que la televisión es la reina entre los medios de comunicación. El 99’5 % de los hogares españoles tiene un receptor y, de media, dedicamos 3 horas y media a ver televisión. Aún sigue conservando un puesto central en los salones de nuestras casas y, como polo de atracción, reúne a la familia alrededor suyo. Aunque, también es cierto que ya son numerosos los hogares, más del 60% , que disponen de dos o más aparatos de televisión y que el consumo es, cada vez, más individual.
Confirma esta tendencia el Anuario de la Televisión del Gabinete de Estudios de la Comunicación Audiovisual de 2003, que señala que de esas tres horas y media que pasamos delante del televisor, el 44%, unos 96 minutos, es individual; un consumo solitario.
Por otra parte, es habitual oír invectivas hacia el actual modelo televisivo, a lo que nos ofrecen las distintas cadenas. En los periódicos y tertulias de radio, en las charlas de café entre amigos, oímos con frecuencia fuertes críticas a lo que conocemos como telebasura. Las críticas, sin embargo, coinciden con el alto índice de audiencia de muchos de los programas criticados. Parece que pensamos que ese tipo de contenidos influye negativamente… pero en los demás.
Nos movemos, pues, en la paradoja de estar consumiendo una televisión que no nos gusta. Y los índices de audiencia suben. Esos índices de audiencia son, precisamente, el argumento utilizado por productores y responsables de esos programas para justificar la existencia de dichos programas. La gente ve lo que quiere, se dice, y la televisión ofrece lo que la gente quiere ver. Los consumidores, por su parte, suelen aducir que la oferta es prácticamente igual entre las cadenas, a todas horas lo mismo, se comenta. Pero, ¿quién es capaz de apagar el televisor?
 
2.- Audiencia infantil y juvenil y consumo televisivo
 
Y si los adultos, más maduros y, se supone, con criterio más formado consumimos tanta (mala) televisión, ¿qué pasa en el mundo infantil y juvenil? Señalemos algunos datos que deben hacernos pensar.
Un estudio realizado por el Consejo Audiovisual de Cataluña señalaba que los niños entre 4 y 12 años pasan 990 horas delante de pantallas electrónicas -fundamentalmente televisión, pero también videoconsolas y ordenador- y 960 en la escuela (La Vanguardia 25-01-2004). Aunque los datos se refieren al ámbito de la Comunidad Catalana, no dejan de ser significativos: 19 horas semanales ante el televisor; 30 si se añaden otros dispositivos electrónicos. Y esto teniendo en cuenta, además, que sólo un 25 % de ese tiempo corresponde a programas infantiles.
En el citado estudio se señala, también, que la franja horaria en la que más pequeños se concentran ante el televisor es de la que va desde las 9 de la noche a las 24’00 horas. Es decir, fuera del horario que, normalmente, se considera como horario protegido.
En una respuesta a Coalición Canaria, por otra parte, el Ministerio de Industria, Turismo y Comercio señalaba que los niños de entre cuatro y doce años están una media diaria de dos horas y 48 minutos delante del televisor (El Mundo, 2-06-2004). 750.000 niños ven televisión después de las 10 de la noche y, unos 20.000, después de las 24 horas. También entre los más jóvenes de la audiencia está aumentando el consumo individual, pues el 31’3 % de los niños españoles dispone de televisor en su cuarto. Según las encuestas, el 30 % de los padres ve siempre o casi siempre la televisión con sus hijos.
También hay que señalar que el consumo televisivo desciende entre los jóvenes. En esos sectores de edad se da una mayor diversificación en el consumo de medios de comunicación y en las formas de ocupar el tiempo libre. De todas maneras, la televisión se ha convertido en la niñera del hogar, la otra maestra que educa y modela las conductas de la audiencia, especialmente de niños y jóvenes.
En muchos hogares, y para muchos niños y jóvenes, la televisión se ha convertido en un fondo, siempre encendida que se consume aunque no se esté mirando. Suele ser un gesto bastante frecuente llegar a casa y encender el televisor, y ponerse a realizar otras actividades. Se trata de un consumo casi ‘radiofónico’ que refuerza el carácter omnipresente de este medio. Con la comodidad añadida del mando a distancia, que permite pasar de un canal a otro, se produce un consumo compulsivo buscando aquellos programas, aquellos estímulos, que satisfagan la curiosidad, la necesidad de entretenimiento o diversión en ese momento.
 
3.- La Tele nuestra de cada día
 
Este es el ecosistema televisivo en el que estamos inmersos. Obviamente no todo en televisión puede ser catalogado como telebasura, sería injusto. Hay buenos programas, incluso entre los destinados a los niños, y buenos profesionales que realizan su trabajo con competencia y hacen que la televisión siga informando, entreteniendo y educando. Aunque más raro en nuestro país, existen programas educativos de calidad. Y no hay que pensar que la buena televisión sólo son los sesudos debates o películas en versión original. Buena televisión no es sólo televisión para minorías. Dentro de cada género, puede haber buenos programas informativos, de variedades y espectáculo, series televisivas y telefilmes, concursos o programas de cocina, por citar algunos.
Pero en los últimos tiempos se está produciendo una carrera por conseguir más audiencia. No olvidemos que la televisión es una industria, una empresa que se rige por la cuenta de resultados. Tener más audiencia significa tener más ingresos por publicidad y aumentar, así, los beneficios. Y para conseguir la audiencia se hace todo lo que sea preciso: programas a bajos costes, donde escasea la imaginación, abunda el mal gusto y sobra violencia gratuita.
Una televisión donde el espectador, parece, es el protagonista, pues compite en los concursos, manda los vídeos que llenan horas de programación, participa en los debates y cuenta su propia historia en los numerosos programas testimonio. En programas que buscan las experiencias más fuertes, más raras, más impactantes, más espectaculares. Porque de eso se trata: convertir todo en espectáculo, en entretenimiento, fuegos artificiales para atraer a la audiencia, no vaya a ser que cambie de cadena. Y todo ello aderezado con una pléyade de famosos que, sin ningún pudor, pululan por las emisoras contando los aspectos más escabrosos de sus relaciones.
Esta es la televisión que vemos, que ven nuestros hijos o nuestros alumnos. Y si hay un medio de comunicación que, a la vez, sea un potente medio de educación, es la televisión. La pequeña pantalla se ha convertido en la maestra televisión.
 
3.1.- ¿Para qué vemos la tele?
 
Los estudios sobre el medio televisivo, especialmente los referidos a los consumidores más jóvenes, ponen de manifiesto algunas motivaciones que impulsan a ver televisión. Se subraya, especialmente, el entretenimiento, la obtención de información y la utilidad social. Siguiendo a García Galera (2000: 64 ss.) podemos señalar algunas razones por las que los niños ven la televisión:
 

  • – Pasar el tiempo, entretenerse. La televisión divierte, ofrece un mundo de fantasía, divertido
  • – Es fuente de información, vehículo para el conocimiento de nuevas ideas, formas de ver el mundo, cómo comportarse y cómo actuar en determinadas situaciones.
  • – La televisión actúa como acompañante pues, señalábamos más arriba, en muchas ocasiones el consumo es individual y los niños ven la televisión solos. La tele es la niñera que entretiene y mantiene tranquilos a los más pequeños.
  • – Vía de escape de la vida ordinaria. Por la pequeña pantalla se suceden aventuras fantásticas, personajes maravillosos, sobre los que construir los propios sueños. Especialmente los niños con problemas familiares o en el colegio, o con dificultades para relacionare con los amigos, encuentran en la televisión una aliada para tener ocupada sus mentes y no pensar en las situaciones difíciles que viven.



3.2.- Organiza nuestro tiempo
La tele nos acompaña a lo largo del día, y va marcando los ritmos de nuestra jornada. Es bastante frecuente que los ritos de cada día, estén marcados por las pautas que la televisión nos marca. Bastaría pensar si, en ocasiones, no hemos alterado la marcha de nuestra jornada para llegar a tiempo a ver tal o cual programa. La programación televisiva está pensada para conseguir la fidelidad de la audiencia y lograr que nos sentemos, a determinadas horas, para ver nuestros programas favoritos. Y que no sintamos la tentación de cambiar de emisora, claro.
Para conseguir esto se elaboran precisas estrategias de programación en la que se repiten los programas y se sitúan de forma que la audiencia que un programa consigue pase al siguiente.
 
3.3.- Organiza nuestra agenda
Pero no sólo el tiempo, también la pequeña pantalla nos marca los asuntos sobre los que discutimos, opinamos. Los estudiosos de los medios de comunicación hablan de una teoría, denominada la agenda temática, para explicar la influencia de los mass media en general, y de la televisión claro, en la formación de la opinión pública. Los informativos, programas de debates, los denominados talk shows, van centrando los temas sobre los que nos preocupamos.
Hace poco tiempo, por citar un ejemplo, apareció la película Mar adentro. El estreno de este film puso en la arena del debate público la cuestión de la eutanasia. No era un asunto previsto ni siquiera en la agenda política, pero los medios lograron colocarlo como uno de los temas importantes al que se dedicaron tertulias, reportajes, informaciones. Comenzaron a aparecer testimonios de personas en la misma situación que el protagonista de la película de Amenábar y los expertos y famosos, siempre hay algún famoso cerca al que preguntar, se pronunciaron sobre el asunto. Hasta el gobierno tuvo que señalar su posición en este debate.
La televisión señala las prioridades, selecciona los aspectos de la realidad sobre los que focalizamos nuestra atención. En este sentido, entonces, podemos decir que construye la realidad. Y sería un error confundir la realidad con la realidad mediática que aparece en las pantallas.
 
3.4.-Propone modelos de vida
La televisión es una escuela donde es posible aprender modelos de comportamientos, valores, ideas, actitudes. A través de los dibujos animados, los documentales, una serie de ficción, una película… es posible aprender valores como la tolerancia, la solidaridad o el respeto. Cuando vemos televisión tendemos a identificarnos con los modelos que allí aparecen. Si estos son positivos, pueden ayudar a adquirir actitudes positivas, formas de relación auténticas y enriquecedoras, y promover conductas válidas para integrarnos en la sociedad.
La cruz de esta realidad es que, también, se proponen modelos que no representan los valores antes indicados. A veces abundan más los modelos de personajes que buscan el éxito fácil, que recurren a la violencia o al engaño para conseguir sus objetivos. Se exaltan modas y comportamientos que hacen que se resalte el tener, el placer, el poseer, la satisfacción en primer lugar de los propios deseos. Por desgracia, estos mensajes suelen estar más presentes en los contenidos televisivos.
No hay que pensar, sin embargo, que la exposición a este tipo de mensajes y de modelos propuestos moldee automáticamente la conducta y el carácter de la audiencia, sobre todo de los más jóvenes. También influyen otro tipo de factores, como el entorno familiar, la educación recibida o las características propias de la persona. Pero sí que influyen en la configuración de la persona, en mayor o menor medida, especialmente cuando no existen otros modelos. A través de lo que ve en la pantalla, el espectador puede realizar un aprendizaje vicario de cómo comportarse en determinadas situaciones, cómo resolver conflictos, cómo relacionarse con los demás y con el entorno.
 
4.- Aprender a ver televisión
 
Ante el panorama que venimos describiendo se hace evidente la necesidad de una alfabetización televisiva. Comenzando por la audiencia más joven, hay que enseñarles a recibir de forma crítica los mensajes televisivos. Lo mismo que necesitamos saber leer para comprender el contenido de un libro, también hay que saber leer los textos audiovisuales. Las familias y la escuela, especialmente, deben empeñarse en esta tarea.
 
4.1.- En la escuela…
En medios pedagógicos se habla de la educomunicación como una respuesta a los retos que plantea una sociedad en la que los medios tienen un papel tan importante e influyen de una forma tan decisiva en la formación de la cultura y en la construcción de las personas. Entendemos que la enseñanza de los medios no debe limitarse a la televisión; el cine, la prensa, la radio, deben entrar dentro de la escuela y no sólo como herramientas para enseñar otras asignaturas.
Ya en algunas asignaturas aparecen unidades temáticas que abordan el estudio de los medios de comunicación en general y de la televisión en particular. Se analiza el medio desde la historia o la lengua. Pero habría que dar algunos pasos más. Es preciso una educación sistemática “en” los medios de comunicación y sería interesante que en la escuela se programara tiempo e itinerarios para hacerlo.
Al menos, siguiendo a Masterman, habría que trabajar en algunos núcleos importantes:
a.- Por un lado analizar las instituciones de los medios, las empresas y la estructura productiva, quiénes son los creadores de los mensajes y los contenidos.
 
b.- También, la retórica del medio, el lenguaje audiovisual, sus características, qué técnicas se utilizan, los distintos formatos y géneros de los programas, cómo se compone la parrilla de la programación…
 
c.- Sobre todo con alumnos más mayores, analizar la ideología que está detrás de los distintos emisores, las ideas fundamentales que se transmiten, incluso en los programas más frívolos, los valores que se hacen pasar en los contenidos que recibimos y que pueden estar representados en los personajes que aparecen en las series o películas, en las informaciones que se seleccionan, etc.
 
d.- Otro núcleo habría que centrarlo en la audiencia, cómo se reciben los mensajes producidos por los medios, qué influencia pueden tener en los individuos y en la sociedad, qué efectos, qué tipo de realidad construimos por los contenidos que se reciben.
 
Para desarrollar estos núcleos hay que analizar textos televisivos, llevar al aula fragmentos de los distintos programas para desmenuzarlos con los alumnos, teniendo en cuenta la edad y el momento evolutivo de los chicos y chicas con los que se trabaja. Grabar y ver con ellos los programas de moda y de mayor audiencia, estudiar los personajes que en ese momento se proponen como modelos, convirtiendo lo que ven en casa en objeto de estudio y análisis. Lo mismo que se educa el oído para escuchar la música o la vista para contemplar la pintura, haciendo este tipo de actividades en el aula, los jóvenes se irán habituando a un consumo menos pasivo de la televisión y estaremos formando audiencias más críticas.
No todo tiene que ser análisis y reflexión sobre los contenidos televisivos. También se puede iniciar a los alumnos a preparar sus propios productos. Seguramente es más sencillo preparar revistas, carteles, elaborar publicidad o producir incluso programas de radio. A pesar de las dificultades técnicas, también sería interesante que en la escuela se aprenda a realizar vídeos, sencillos montajes. Cuanto más se conozca el medio, y no sólo de forma teórica sino también a nivel práctico, mejor preparado estará el niño o el joven para convertirse en un espectador más responsable.
 
4.2.- … y en casa
Las familias no pueden abdicar de su deber de educar a los hijos, también, en este campo. No se puede ignorar la televisión puesto que sus mensajes forman parte del universo de sentido de los niños desde muy temprana edad. Donde primero se aprenden los hábitos y pautas de comportamiento, en relación con la televisión, es en la familia. La intervención de los padres no tienen por que ser únicamente prohibitiva sino, más bien, interactuando con los hijos, convirtiendo la televisión en una ocasión para dialogar con ellos. Así pues sugerimos algunas ideas para los padres:
 

  •  Cuando los niños son pequeños, elegir los programas que pueden ver; nosotros somos los dueños del tiempo de la televisión. Es necesario señalar qué se ve en casa y qué no. Obviamente esto hay que hacerlo dialogando con los propios hijos, señalando las normas de convivencia con la televisión que nos damos todos en la casa. Y en esto, los padres tienen la primera responsabilidad.
  •  Según la edad, conviene establecer una dieta televisiva estableciendo límites de tiempo que los niños y jóvenes pueden dedicar a ver televisión. Hablar con ellos la distribución del tiempo entre las distintas tareas que tienen que realizar, teniendo en cuenta el tiempo libre, fines de semana, vacaciones, etc.
  •  No es conveniente que los niños más pequeños, menos de tres o dos años, vean la televisión. Para niños más mayores, algunos especialistas señalan que no es conveniente ver más de dos, a lo largo del día, de televisión. Y, por supuesto, hay horas en las que los niños deben estar en la cama y no delante del televisor.
  •  No dejar que la programación televisiva condicione la participación en otras actividades, o cambie el ritmo de la vida de la familia. Elegir los programas que se quieren ver, mirar antes la programación y enterarse de qué tratan esos programas o películas.
  •  No dejar a los niños solos frente al televisor. Aunque cueste a los adultos, hay que ver la televisión con ellos. Así se podrá dialogar con ellos sobre lo que ven. Comentar escenas, actitudes, comportamientos que aparecen, explicar porqué y ayudarles a comprender lo que están viendo: tanto cuando ven ficción televisiva (películas, dibujos animados, series) como cuando ven informativos. Ayudarles a entender qué está pasando. Esto es especialmente necesario cuando se trate de escenas violentas o de fuerte contenido sexual.
  •  Siempre que sea posible, evitar tener encendida la televisión durante las comidas. Ese puede ser un buen momento para dialogar en familia. Otro tanto cabe decir del momento en el que los chicos están haciendo los deberes o estudiando. La televisión encendida sólo puede favorecer la distracción de los muchachos.
  •  El ejemplo es la mejor forma de educación. De nada sirve decirle a los niños que no pueden ver determinado programa, mandar a los hijos a otra habitación y quedarse, los padres, viéndolo. Se crea, así, un mayor deseo en los hijos de ver ese programa.
  •  No todo es televisión. Hay otras alternativas para entretenerse y divertirse. El juego, la lectura, la música, el consumo de otros medios de comunicación (periódicos, cine, radio…), etc., y si además acompañamos a los chicos y chicas en esas actividades, mucho mejor.

 
Estamos un momento interesante de relación entre la televisión y la sociedad. Cada vez somos más conscientes del papel que este medio debe jugar en una sociedad democrática y la importancia que tiene en la formación de los ciudadanos. Tampoco hay que dramatizar sobre los efectos en la audiencia, pero sí ser conscientes de la influencia en las personas, especialmente en los niños y jóvenes. Con ellos tenemos la obligación de ofrecerles las herramientas necesarias para que aprendan a entender lo que les llega a través de la pequeña pantalla. Así crearemos una ciudadanía más preparada mediáticamente, críticos ante lo que reciben y más autónomos ante posibles deseos de manipulación.
 
Para saber más
 
CORTÉS, J. A. (1999), La estrategia de la seducción. La programación en la neotelevisión. Pamplona: Eunsa.
GARCÍA, Mª C. (2000), Televisión, violencia e infancia. Barcelona: Gedisa.
LACALLE, C. (2001), El espectador televisivo. Barcelona: Gedisa.
MORCELLINI, M. (1999), La TV fa bene ai bambini. Roma: Meltemi.
PÉREZ, Mª A.(2004), Los nuevos lenguajes de la comunicación. Enseñar y aprender con los medios, , Barcelona: Paidós.
SARTORI ,G. (1998), Homo videns: la sociedad teledirigida. Madrid: Taurus.