María y José, Jesús y la patera

1 abril 2001

Amigo Lector te invito a que por unos minutos regreses a un pasado muy lejano, exactamente hace ahora 2000 años; y te conviertas en un vecino de un pueblecito llamado Nazaret….¿Ya está?, pues escucha con atención:
 
Cuenta una leyenda muy antigua que es­tando Jesús al lado de sus padres en Nazaret a la edad de 7 años le ocurrió algo que pasó inadvertido para la gran mayoría, pero que sin embargo tiene su importancia…, ¡y ya creo que la tiene!
Y es que el niño Jesús llevaba un tiempo un tanto triste. María, siempre pendiente de su hijo, averiguó con prontitud el motivo de su melancolía: el pequeño tenía cierto recelo de sus amigos del pueblo que presumían de te­ner uno, dos o incluso más hermanos.
María que no quería preocupar a su mari­do decidió no decirle nada; sin embargo las cosas no mejoraban, por lo que María trans­mitió su preocupación a José. Éste, después de escuchar a su esposa, soltó una risotada que casi hace irritar a la buena de María. José después de calmar a su esposa decidió dedi­car más tiempo a su hijo. Y es que José quería dar la impresión de un hombre fuerte, rudo, valiente…, sin embargo por su hijo era capaz de hacer cualquier cosa.
De esta manera todas las tardes José y su hijo Jesús iban a la carpintería, y allí mientras uno trabajaba, el otro se divertía con los ju­guetes que le hacía su padre.
Un día, y aquí comienza la historia de ver­dad, José le hizo una especie de barco peque­ño muy parecido a una patera, y unos muñe­cos…, todo ello, claro está, de madera.
A Jesús le encantó y se pasaba horas y ho­ras jugando con ellos en una charca al lado de su casa.
Un día de primavera le llevaron al lago Ti­beriades y mientras José cortaba unos tron­cos para que María preparara la comida, el pequeño se puso a jugar en la orilla del lago con su patera y sus muñecos. ¡Qué felicidad, la de María y la de José al ver al pequeño co­rretear de un lado para otro con sus «hom­bretones de madera»! Una felicidad que se vio truncada por un inesperado viento que hizo que la familia se recogiera entre unos pedruscos.
Una vez concluida la comida y cuando ya el sol empezaba a declinarse, María y José empezaron a recoger las cosas mientras que Jesús fue en busca de su juguete…
Al instante, unos gritos del pequeño alerta­ron a sus padres que fueron a ver lo que su­cedía. Y es que la fuerte brisa había echado mar adentro a los muñecos del pequeño Je­sús, que, desalentado, tardó mucho tiempo en olvidarse de sus «hombretones».
Pero hay más, cuentan las leyendas que desde ese día, al contemplar el lago, a Jesús le sobrevienen sentimientos de melancolía e impotencia que se funden rápidamente bro­tando a modo de lágrimas.
Y es que Jesús se resistía a pensar que los había perdido para siempre. El sabía que al­gún día, en algún lugar del mundo, iban a aparecer sus «hombretones». De lo que no es­taba tan seguro es de si iban a ser tan bien tratados y tan queridos como lo había hecho Él…
Ahora amigo lector, stúate en el siglo Xxi: sustituye el lago Tiberiades por el estrecho de Gibraltar  y los muñecos de madera por esa multitud de inmigrantes que nos llegan cada día…..
 
Y ya que estamos por sustituir ¿no crees que ha llegado la hora de cambiar “tu corazón de piedra “por un corazón de carne..?Piénsalo y actúa.
 
 JOSÉ MARÍA ESCUDERO

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