Mis pokémons

1 septiembre 2004

Ángel Miranda
 

  1. Todo el mundo está hablando…

 
Es la afirmación gratuita de quienes saben de qué habla todo el mundo. Pues no. Iba en el autobús y amenazaba lluvia. Han pasado dos días de la boda del año y la gente tendría que seguir comentando la boda. Dos chavalillos pequeños, me da la sensación que poco preocupados por eso del protocolo o lo de la importancia del sacramento, que podía ser más importante, han ocupado su asiento y van hablando de la posibilidad de comprar una nueva serie para su “geim boy”, que lo pronuncian muy bien, aunque saben que se escribe de otra manera. Discuten el precio y las diferencias de precio. Hablan de caro y de barato sin necesidad de traducir a pesetas. El mas pequeño habla de 10 euros o de “diez con 7 euros”. El otro mas versado en números dice que si fuera a ese precio, “no darían abasto” en la tienda.
 

  • – “¡Serán 107!” . Y viene la explicación con decimales y céntimos.

 
La gran superficie los tiene más baratos. Uno espera que llegue su “cumple” para comprar la serie “oro”. El otro espera comprarla pronto porque “en mi cumple tuve pocos regalos.” Curiosidad la mía. No tiene la “oro” ni la “plata”. Por ahora se conforma con la “rubí”. Y todo ello entre nombres de personajes que repiten una y otra vez referidos al ambiente “agua” o “árboles”.
 
Otra cuestión añadida es si interesa comprar la bicicleta ordinaria o la de equilibrista. Como es natural, una fase más de su tema de conversación. El pequeño tiene la clave de otro y su nombre, pero no lo recuerda. Bueno pues de repente se concluye la conversación:

  • – Adiós!

Y baja a toda pastilla el mayorcillo, sin terminar de saber el último nombre. Ojo que así podían haber seguido hablando durante bastante más tiempo sin que apenas se pudiera enterar del tema nadie a su alrededor.
 
2. Los pokémons
 
Como me han proporcionado distracción en un equivalente superior al precio de mi billete decido ocupar el asiento libre.

  • – ¡Eres bueno en pokèmons!, le digo al único superviviente de la conversación, el más pequeño que difícilmente llega con los pies al suelo.
  • – Pues sí.
  • – ¿Te gustan mucho?
  • – Sí. Pero sólo puedo jugar los sábados y los domingos. ¡Ah! también algunos viernes.
  • – ¿Y los demás días?
  • – Tengo que hacer los deberes antes. Y además, me gusta la tele. Y si no hago los deberes me castigan
  • – ¿A qué clase vas?
  • – A primero. (Primero de primaria. 6-7 años)
  • – Y … ¿estudias mucho?

Evidentemente la pregunta es indiscreta. Hay que cambiar la cosa.

  • – … es que si no estudias…
  • – ¡Me dejan un mes sin jugar! Pero en vacaciones voy a llevar la “game boy” y puedo jugar todos los días.
  • – ¿Qué es lo que más te gusta de lo que haces en el cole?

La respuesta no se hace esperar:

  • – ¡Recortar y pegar!

Ha llegado a su parada y me dice adiós, a la vez que baja a la acera, mientras la lluvia sigue amenazando.
 
3. Y con todo esto ¿qué?
 
Bueno pues yo que voy a una reunión seria donde la preocupación fundamental es la financiación de la enseñanza, ¡pensando en los pokémons!.

  • – Mañana, me digo, investigaré algo más sobre el tema.

Desde luego los benditos pokémons no me han hecho perder el sueño, pero vale la pena entrar en la red y pronto encuentro unos datos significativos:

  • Pokémon es la sexta palabra más buscada en Internet.
  • – Existen más de 1500 productos diferentes basados en Pokémon, desde libros, ropa, comida, muñecos, juegos, incluso tres aviones 747 que realizan la ruta Tokio – Los Ángeles han sido decorados con elementos Pokémon.
  • – Se han estrenado cuatro películas de Pokémon en cine. La quinta ya ha sido estrenada en Japón y llegará próximamente al resto del mundo.
  • – Los cómics de Pokémon tienen más de dos millones de lectores habituales.
  • – De acuerdo con los datos proporcionados por la Asociación Japonesa de Jugueteros, el muñeco más vendido en 1997 fue Pikachu.

La historia es muy sencilla. Un niño llamado Ash conoce al profesor Oak, científico especializado en los pokémons. Con esto empiezan todos sus problemas, ya que se propone convertirse en el mejor entrenador de pokémons en el mundo. El primero que consigue se llama Pikachu, y va a ser el principal de la serie. La historia se desarrolla en lugares con ciudades y bosques, etc aunque la cosa es más complicada: Ash no cumplirá su sueño de la noche a la mañana, en el camino se va a encontrar con Misty, una niña que lo acompaña con el pretexto de que Ash le pague su bicicleta y Brock que es otro entrenador de pokémons que se une a la búsqueda.
Y los chavalillos desde su más tierna infancia tratan de “entrenar” a sus pokémons para que sean fuertes en los ejercicios deportivos de lucha contra las dificultades. Tienen una ventaja, si se debilitan, -porque nunca se mueren – habrá que hacer con ellos ejercicios de recuperación, recargándolos en los Centros Pokémon del juego.
La finalidad es coleccionar Pokémon, atrapar cuantos más Pokémon mejor para conseguirlos todos. Para ello es indispensable el intercambio de Pokémon con sus compañeros y amigos, fomentando así la colaboración y relación del niño con los otros jugadores Pokémon de su entorno. Pokémon, nos dicen, es, por tanto, un juego comunicativo en el que los niños se relacionan entre sí, hablan de sus Pokémon, – ¿hablarán “con” sus pokémons? – los intercambian, fomentando así valores como la amistad y cualidades importantes como el afán de superación y mejora personal. La pluralidad de los pokémons ayuda al niño a apreciar la pluralidad del mundo Pokémon y la importancia de cada uno de esos elementos para el perfecto desarrollo de la vida en la comunidad.

  1. Y la pastoral ¿qué?

Al menos compartir algunas preguntas, algunos interrogantes o reflexiones que puede sugerirnos el tema.
 

  • Los lenguajes de nuestros destinatarios.

Pueden estar con nosotros, viajar en el mismo autobús, con destinos comunes… y sin embargo sus lenguajes no son nuestros lenguajes. Y lo que es más grave, si nos empeñamos en seguir con el nuestro… difícilmente habrá conexión, aunque hagamos camino junto a ellos, que no con ellos.
 

  • Sus intereses

Bueno pues los niños venían de clase. Es fácil que esa tarde hayan progresado “adecuadamente” pero eso queda para la escuela. Lo más hasta que les toque volver a los deberes. ¡Cosas de adultos!
Sus intereses, sus triunfos, sus itinerarios de trabajo, su esfuerzo en los tiempos que son “suyos” está en otro sitio y con otros personajes: sus pokémon.
Y ahora mi paranoia o mi reflexión. ¿Dónde crecen nuestros chavales? ¿Cuál es el caldo de cultivo de su crecimiento?
 

  • Sus mundos

Nuestros chavales pasan muchas horas de su vida en un mundo fantástico, donde el pluralismo de los humanos y los pokèmon pueden estar al mismo nivel. ¿Correrán el peligro de convertir a las personas en pokémons que se coleccionan y se guardan para poder hacer con ellas lo que quieran?. ¿Serán nuestras casas más o menos pokebox donde se pueda dejar guardadas las personas coleccionadas?
 

  • Algunos conceptos

Se habla de la necesidad de que nuestros chavales entren en una “cultura del esfuerzo”. Y es necesario. Lo que pasa es que su experiencia es distinta. Los pokémons se esfuerzan, luchan, se cansan, pierden energía, … pero no hay “muerte”, elemento fundamental para nuestro sentido de resurrección. ¿Hace falta un Dios que vence a la muerte cuando desde pequeños saben que sus pokémons son inmortales?
 

  • Un modelo social

¿Llegará un momento en que el hábito de jugar con los “game boys” lleve a nuestros muchachos a clasificar a las personas en dependencia del juego en que participan, es decir personas “oro”, “plata”, “rubí”, “zafiro”…?
 

  • ¿Quién lleva el juego de la vida?

La extrapolación es muy sencilla. Como yo entreno y manejo con un botón mis pokémons ¿no será ese Dios el que maneja la vida de los humanos de la misma manera? ¿seremos los pokémons de Dios?
¿El mundo será, más o menos, el “game boy” de Dios donde nos marcan desde fuera el “juego” para cada día de la semana? ¿Hay botones para tantas cosas?
 

  • Las tareas del niño

Ciertamente están en período de “aprendizaje”, de “dejarse guiar”, de “pedir consejo”, etc. Y sin embargo en el juego ellos son “entrenadores”, deciden sus estrategias, manejan su propia contabilidad de puntos, no piden consejo porque difícilmente se lo podrán dar los adultos. Y nosotros tratándoles como niños: haz, no hagas, eso está mal, lo que tienes que hacer, yo sé lo que es importante… o sea, aquello de “soberbio ¿quién eres tú para pensar?”.
5. Pisando en tierra
 
Para concluir, porque esto da mucho más juego, las preguntas o cuestiones para nosotros, los agentes de pastoral:

  • – ¿Hasta qué punto nuestras ofertas educativas y pastorales son capaces de ofrecer “niveles”, posibilidad de elegir, procesos de caminar “poco a poco” (hasta 45 pasos da el pokémon de turno para llegar a la meta), instrucciones claras o intuiciones donde los alumnos o los jóvenes no necesitan grandes discursos para entender nuestra propuesta?
  • – ¿Somos capaces de mantener el interés de nuestros chavales y chavalas en virtud de metas alcanzables para ellos?
  • – ¿Sabemos proponer logros a corto plazo que en su conjunto motiven el afán de pasar a un nivel superior en la ciencia, en la fe, en la experiencia religiosa…?
  • – Hasta qué punto les dejamos realizar “opciones”, incluso en su trabajo de grupo, en las actividades de catequesis, en el ritmo de su crecimiento como cristianos?
  • – ¿No nos pasará, a veces, que preferimos tratar a nuestros destinatarios como si fueran pokémons? Los contamos, contabilizamos los que tenemos en los grupos y medimos el éxito pastoral por el número de vocaciones, etc
  • – Nuestros chavales coleccionan pokémons de nombres complicados? Da igual. Son sus trofeos conseguidos con pequeños éxitos. Con éxitos inmediatos y dentro de su nivel oro, plata, etc. ¿Qué pequeños éxitos les aporta nuestra catequesis y nuestra “pastoral”? Nuestras propuestas y evaluaciones valoran los pequeños éxitos y progresos del día a día? ¡Porque, a menudo, también los agentes de pastoral necesitamos experimentar esos pequeños éxitos como fuente de una evaluación positiva!

 
6. De todas formas…
 
Una vez más podemos volvernos al Maestro que no se dedicó, precisamente, a coleccionar apóstoles o milagros, sino a proponer frescura en medio de una legislación agobiante, libertad frente a las determinaciones de los poderosos, esperanza para quienes el mundo considera más desesperanzados y sin futuro. Y eso desde la clave del “si quieres” o del “ven y verás” que repetimos muchas veces.
¿Será verdad eso de que vale la pena “hacernos como niños”?
Ojalá lo de los pokémons siga siendo un juego y no la clave fundamental de muchas de nuestras pastorales que sentirían una gran satisfacción en entrenar a la gente para después “coleccionarla”.
Como el pequeño Ash tenemos la posibilidad de ser los mejores “entrenadores” del Reino aunque muchos se empeñen en decir que lo hacemos mal y que eran mejores los entrenadores de “antes”.
Al fin y al cabo, también se lo decían a Jesús.