Jesús Miguel Martín
Nuria y Toño; Cristina y Pablo.
- Respuesta a una necesidad.
Son numerosos los lugares, las parroquias, donde los más pequeños están ausentes. Se les considera demasiado pequeños o incapaces de entender y conectar con lo que celebran los mayores. Además, cuando asisten, muchas personas se sienten molestas: “no paran”, “me distraen”… suelen decir.
Hace algunas décadas, “se inventó” el recurso de las peceras, donde los pequeños eran recluidos: se trataba de un espacio, anejo al templo, aislado y acristalado, desde el que podían ver y oír pero no podían ser oídos, con lo cual se evitaba molestar a los mayores en la celebración litúrgica. Con todo, no dejaba de ser una forma velada de exclusión pues recluía a los niños y acompañantes, padres y catequistas, a un lugar cerrado aunque éste fuera visible.
Romper con esta exclusión, con ser significativa, no constituye la causa principal de un nuevo planteamiento en la pastoral litúrgica: la Misa con niños.
Existe otra necesidad más profunda y urgente que requería una nueva apuesta: La Iniciación cristiana. Efectivamente, al tomar conciencia de que la Iniciación cristiana de los niños y adolescentes exige no sólo la acción catequética sino también la celebración de la fe y que el servicio a la Palabra de Dios en la catequesis demanda el encuentro con Jesús en la Misa dominical, nos vimos ante la urgencia de unir, de forma efectiva, ambas acciones pastorales. La catequesis (en la Parroquia de “El Salvador” de León) la teníamos organizada y bien estructurada, pero la celebración dominical debía ser adaptada a los más pequeños, sin provocar ningún tipo de exclusión: La Misa es para todos los bautizados. Por ello desestimamos hacer “Misa de niños”, y sí “Misa conniños”, en la que se tuviera en cuenta, especialmente, la presencia de los más pequeños en compañía de los adultos.
Lo primero insertarla en el horario de las Eucaristías dominicales. Coincidimos en que fuera a las 12 de la mañana (anteriormente había sido a esa hora la “Misa parroquial” por lo que fue necesario explicar el cambio). No fueron pocas las quejas originadas por el cambio: no todos aceptaban que “la mejor hora” se dedicara a la Misa con niños cuando los resultados del cambio eran, cuando menos, inciertos. No había más remedio que realizar una pequeña campaña informativa en la parroquia para dejar bien claro que justamente por ser la mejor horadebíamos ofrecérsela a los pequeños; al fin y al cabo, los mayores disponemos de una amplísima oferta en el horario de Misas. Ponemos énfasis en este detalle de la hora porque hay experiencias similares que no han cuajado por no ser adecuada la hora de la celebración. Nuestra opción por los pequeños debía reflejarse también en el horario. Una vez explicado, la Comunidad parroquial lo asumió sin reservas.
La segunda decisión relevante fue dedicar recursos humanos y económicos a promover esta acción pastoral. Mucho más determinantes, claro está, son los recursos humanos que los económicos. Formamos un grupo de personas que, en reunión semanal, preparamos la celebración dominical, teniendo muy en cuenta la presencia de niños, al menos de los que asistían a la catequesis parroquial. Desde la catequesis, contando con la colaboración de los catequistas, recordamos con frecuencia e insistimos a los niños y a sus padres que la Misa del Domingo completa y culmina la acción catequética. Por otra parte, además del grupo de preparación litúrgica, se formó otro grupo de adultos, algunos padres y madres, en torno a una joven que ya tocaba la guitarra en alguna Eucaristía, formando un coro que, Domingo tras Domingo, iban incorporando niños y niñas, con canciones propias para los pequeños, que aportarían a la liturgia un tono festivo.
La preparación de la Misa tiene algunos presupuestos claros:
1º. Todo cuanto se pueda hacer, en la preparación de la Misa con niños, tiene un único objetivo: favorecer el encuentro con Jesús.
2º. Toda preparación ha de manifestar un respeto escrupuloso a la estructura de la Eucaristía, variando aquellos aspectos que la propia liturgia permita; a fin de cuentas, el grupo de preparación no tiene por cometido “inventar” la liturgia, sino servir a la liturgia que pertenece a la Iglesia.
3º. El Equipo de Liturgia de la Misa con Niños parte de la Palabra de Dios, fundamentalmente de la lectura del Evangelio.
4º. Cada semana, al comenzar la catequesis, se hará una referencia explícita a la Misa dominical, invitando a su asistencia, recordando su evangelio, anticipando una especial festividad, sensibilizando ante una Campaña, etc…
- Una experiencia fructífera.
A la hora de preparar la Eucaristía dominical con niños siempre partimos de la Palabra de Dios, fundamentalmente de la lectura del Evangelio. De las distintas realidades sugeridas por el Evangelio, el grupo de preparación opta por una de ellas, y a partir de ahí giran todos los demás elementos: canciones, moniciones, carteles, ofrendas, etc…
El tema que centraliza todos los demás elementos no oscurece ni soslaya el Misterio de la presencia del Señor; al contrario, ayuda a simplificar el mensaje y a centrar nuestra atención en un aspecto concreto que nos facilite el encuentro con el Señor. No obstante, nunca se ofrecerá como mensaje cerrado sino que se mantiene abierto a otras sugerencias. Esto hará que los niños que van creciendo en el Itinerario cristiano puedan captar otros mensajes sugeridos por la riqueza inagotable de la Palabra de Dios.
La fidelidad a la estructura propia de la Eucaristía es otro elemento clave. No pretendemos alterar el orden de las partes de la Misa para justificar la creatividad u originalidad; y no lo hacemos por dos razones:
- Entendemos que la Misa con niños, en la etapa de Iniciación cristiana de los pequeños, debe ayudarles a asimilar de la celebración del Día del Señor. Alterar el orden de los elementos que la constituyen confundiría más que ayudaría a la vivencia de los mismos.
- Por otro lado, dicha fidelidad quiere expresar el respeto a la liturgia de la Iglesia. La Misa “no es nuestra”, es de toda la Iglesia. Este respeto va a permitir que la celebración sea siempre abierta y acogedora. Cualquier persona que asista no se sentirá confundida ni sorprendida con cosas extrañas o alteraciones injustificadas. Al contrario, encontrará con claridad el esquema propio de la celebración, y podrá así participar con total normalidad.
Si por algo se caracteriza la Misa con niños es por abrir cauces de participación, una participación muy activa. Los niños leen las lecturas, ayudan al altar, intervienen en la homilía con tono dialogal, expresan espontáneamente sus peticiones a Dios, realizan la colecta mientras otro niño lee una oración, participan en la presentación de las ofrendas, se usan las plegarias de Misas con niños en las que, a través de la repetición de algunas expresiones, mantienen una participación más activa, participan en el coro o cantan, a veces, con gestos y expresiones corporales.
Buscando la conexión de la Eucaristía con la catequesis semanal y la vida, al final de la Misa se les entrega “algo” físico que recuerde el mensaje de Jesús. Ese pequeño detalle termina siendo “atractivo” hasta para las personas mayores que acuden a la Misa con niños. En ocasiones, hemos podido comprobar que el recorrido del Año litúrgico resulta, para los niños, significativo al recordar esos pequeños detalles que se llevan al terminar la celebración.
No queremos dejar de mencionar un hecho relevante: la asistencia de los más pequeños (niños de 2 a 5 años). Muchos se sienten en desventaja respecto a sus hermanos mayores. Por su afán de imitar, quieren estar donde están sus hermanos. Para no impedírselo, y teniendo en cuenta su situación personal, hemos colocado en un lugar próximo al presbiterio, una gran alfombra donde los más pequeños pueden sentarse o incluso jugar. Su forma de “atender” es “desantendida”, es decir, parece que no prestan atención y, sin embargo, están oyendo y viendo lo que dicen y hacen los mayores. Son muy pequeños; al acogerlos en la asamblea que celebra no pretendemos más que sientan el templo como “lugar familiar”, donde los miembros de su familia, -hermanos, padres, abuelos- se reúnen con otras personas, cantan, dan gracias a Dios, etc. Ellos, aun siendo muy pequeños, reproducirán por imitación muchos de los comportamientos que ven. De esta manera, no quedará nadie excluido de la celebración. Tal como sucede en nuestros hogares, todos tendremos que ser indulgentes con los demás, pero ese mismo esfuerzo es el que manifiesta nuestro compromiso por crear comunidad.
Todos estos elementos que cuidamos en la Misa con niños hacen de ésta una experiencia fructífera. En primer lugar, adentra a los niños, casi de forma imperceptible, en la vivencia de las celebraciones de la fe, sintiéndose muy participativos. Siendo de muy corta edad, aprenden las respuestas u oraciones litúrgicas, las canciones que canta la asamblea, los gestos que mimetizan… En poco tiempo se sienten muy a gusto en la celebración. Y son ellos mismos quienes invitan a otros amigos, a los compañeros de su clase… incluso a sus propios padres, para que participen con ellos de la Eucaristía dominical.
Los frutos no tardaron en llegar: de 12 niños que asistieron en la primera Misa con niños se pasó, en algunos meses, a más de 120; y en unos pocos años, a superar los 200. Sin embargo, no es éste el mayor fruto, sino la intensidad con la que la mayor parte de los niños vive su fe. Se han mejorado las celebraciones dominicales, pero paralelamente se ha mejorado la asistencia y el aprovechamiento de la catequesis parroquial. Todo ello constituye, para la Comunidad parroquial, un motivo de acción de gracias a Dios.
- El reto de nuestro tiempo
Hace algunos años, los obispos españoles nos ayudaron a constatar una realidad determinante en nuestro quehacer pastoral: “Uno de los hechos más graves acontecidos en Europa durante el último medio siglo ha sido la interrupción de la transmisión de la fe cristiana en amplios sectores de la sociedad. Perdidos, olvidados o desgastados los cauces tradicionales (familia, escuela, sociedad, cultura pública), las nuevas generaciones ya no tienen noticia ni reconocen signos del Dios viviente y verdadero o de la encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo por nosotros. Comprobamos que en proporciones altas no estamos logrando transmitir la fe a las jóvenes generaciones. Hay que recomenzar la misión por el principio y por lo más elemental y afrontar una evangelización, con especial atención a la iniciación cristiana”. (Una Iglesia esperanzada. “Mar adentro” Plan Pastoral de la CEE 2002-2005).
Esta afirmación rotunda de nuestros pastores describe el reto de nuestro tiempo. Y se trata de un reto de tal calado que ha movido a muchas parroquias a trabajar de forma seria y entusiasta en la Iniciación cristiana de los pequeños, tomando la opción de reforzar aquellas acciones pastorales que provoquen o susciten el encuentro de los más pequeños con el Señor. Entre estas acciones, ocupa un lugar destacado la Misa con niños.
Jesús Miguel (Párroco), Nuria y Toño, Cristina y Pablo
Parroquia El Salvador. León