MISIÓN BILBAO-CAYAMBÉ: Una experiencia misionera de verano

1 octubre 2009

Txetxu Villota
Hemos tenido la suerte de vivir un verano distinto, participando en una experiencia de voluntariado misionero: Ecuador ha sido nuestro destino. El grupo lo conformábamos ocho personas con una trayectoria educativa salesiana de bastantes años, por lo que la realidad de niños y adolescentes no nos era desconocida.
La experiencia comenzó varios meses antes del verano. A través de la Delegación inspectorial de PJ y de la Fundación “Juventud y desarrollo”, dedicamos algunas jornadas a compartir nuestras inquietudes, a hacer grupo y a diseñar en lo que fue posible las tareas que nos iban a ser asignadas. Fue un tiempo fructífero en donde volcábamos nuestros sueños de ayudar a niños en situaciones más precarias que las que conocíamos en España, y de intuir las actitudes con las que deberíamos afrontar la realidad.
La partida tuvo lugar el 2 de Julio. Después de un día de viajes llegamos a Quito desde donde nos acompañaron hasta Cayambe, destino de nuestra experiencia.
El espíritu comunitario
Una de las primeras impresiones fue la capacidad de acogida que nos brindaron tanto la comunidad salesiana como las diferentes personas con las que hemos convivido durante el mes y medio. Las prisas aquí se aparcan y siempre hay tiempo para el apretón de manos, el saludo y la charla. Para el recién llegado esto es algo muy importante, porque te ayuda a sentirte parte de un nuevo colectivo humano, perteneciente aunque sea de paso, a una nueva familia.
Este elemento comunitario constituye toda una característica de la “Casa Campesina” que nos acogía. Desde este complejo de promoción llamado así, “Casa Campesina”, se teje el desarrollo de las comunidades indígenas de la zona. Los regadíos, las escuelitas infantiles, el programa de micro-créditos tienen este componente comunitario, puesto que el desarrollo que se impulsa no es a nivel particular, sino que afecta al tejido social de cada comunidad, aunque luego repercuta en el bienestar personal, como no podía ser de otra manera.
Para nosotros el espíritu comunitario ha tenido la novedad de haber estado conviviendo día a día con la comunidad salesiana de acogida. Estos cinco salesianos han sido nuestra otra familia en este tiempo.  Nuestra presencia ha roto, en buena medida, la rutina de la comunidad, al tener día y noche a esta “colonia invasora” que metía algo más de ruido de lo habitual. Les agradecemos el habernos invitado a compartir con ellos la mesa, los espacios y también la oración. Creemos también que les hemos aportado nuestra espontaneidad, risas y este espíritu juvenil, necesario en todas las comunidades salesianas.
Las tareas que nos encomendaron
Los campos de acción que se nos asignaron han sido plurales. En primer lugar, asumimos como grupo la coordinación  de la “Colonia de Verano” para niños, que tendría lugar entre el los días 17 de julio y 7 de agosto. Previamente, tuvimos una semana de formación para los que habrían de ser los animadores de la colonia, junto con nosotros. Han sido cuatro semanas fantásticas al lado de estos niños –más de 200 cada día- a los que se les ha ayudado a convivir, compartir y valorar la vida que tenemos. En este tiempo fuimos detectando algunas situaciones de niños con contextos familiares más preocupantes. Con ellos hemos tomado el compromiso de ayudarles mediante unas pequeñas becas a lo largo del curso entrante.
De esta experiencia oratoriana creemos haber aportado una cualificación práctica en el ámbito de la animación en el tiempo libre, con un banco interesante de recursos y metodologías adecuadas. A cambio hemos descubierto un Oratorio muy vinculado a la experiencia de la fe, en donde no es extraño el momento cotidiano de oración y buenos días, así como otros elementos de expresión creyente. Este elemento es uno de los que hacen del Oratorio una experiencia verdaderamente pastoral. Tal vez, debería ser un elemento de contraste permanente en todos nuestros Oratorios y Centros juveniles.
Por las tardes cada uno de nosotros asumió otra tarea, vinculada a su preparación académica o laboral. Así, hemos colaborado en el departamento de educación de la “Casa campesina”, con la visita a las escuelitas infantiles en las comunidades y con varios programas de cualificación de promotores/as infantiles: “Curso de primeros auxilios”, “Organización en el aula” “Psicomotricidad” “Necesidades educativas especiales”, “Animar en el tiempo libre”.
También, y en la parte técnica, hemos desarrollado diversos trabajos de amejoramiento en diversos sectores de la Casa,  como la renovación del sistema de megafonía en la Iglesia y el teatro, la instalación del nuevo Servidor informático y la puesta a punto del nuevo taller de electricidad.
Compartiendo la fe de la gente sencilla
Una de las vivencias más gratificantes desde el punto de vista de la fe ha sido el compartir las eucaristías de los domingos con las comunidades. Al contacto con estas gentes la fe deja de ser ideología y se convierte en algo vivo y relacional. Nos causaba impresión cómo la gente nos recibía con alegría al ir a animar y compartir nuestra fe común. Los rostros denotaban la dureza de la vida con unas condiciones sociales y económicas nada fáciles. Aquí hemos descubierto la fe sencilla que ve a Dios como algo necesario y muy en conexión con la vida de los suyos, con la salud, y también con los que ya se fueron. La vida y la fe viven entrelazadas, de ahí la continua presencia de lo sagrado: el agua bendita, la necesidad del “padresito” (sacerdote) como amigo y puente con “Diosito”, la solicitud para bendecir personas e imágenes sagradas, entre otros detalles. La fuerza del evangelio se descubre en medio de tanta sencillez y a través de esos “milagros” obrados precisamente desde este espíritu comunitario que se alienta en las comunidades, y a los que nos referíamos más arriba.
Consideraciones finales
Estamos a punto de volver a casa. Cada uno se lleva en su mochila más íntima recuerdos, caras, detalles de este mes y medio: son los afectos de esta misión. Podemos entender a los discípulos de Jesús cuando regresaban contentos de su misión, y le contaban todo lo que habían hecho. Así nos sentimos en parte, contentos y con ganas de contar lo que hemos vivido.
Damos gracias a los que han hecho posible que nosotros viniéramos hasta acá: ojalá que otros tengan la misma suerte de ensanchar la vista y la vida, como nosotros hemos hecho. Queremos dar gracias a Dios que sigue valiéndose de gente “normal” para seguir dando vida y compartir lo que tienen y son con los demás. Eso es lo que hemos intentado porque el Reino de Dios es como un granito de mostaza…que va creciendo sin prisa pero con determinación.

TXETXU VILLOTA

DELEGADO DE PASTORAL JUVENIL DE SALESIANOS BILBAO