Un método dinámico y creativo para presentar los valores de la Navidad desde una visión humano–cristiana (¿se puede ser cristiano sin ser humanista?) es realizar un mini–museo que nos evoque las claves de una Navidad que presentamos como horizonte y utopía, que solamente (¡y ya es muchísimo!) nos hace caminar, aunque nunca llegaremos a alcanzar la meta ideal. Esa es la función de las utopías según E. Galeano, y esa es la función de nuestra Navidad desde la vivencia cristiana: subrayar los valores que debemos de vivir todo el año. Nuestro museo navideño tendría los siguientes objetos:
¡ Las figuras–base del belén (María, José y el niño Jesús) que nos ayudan a entender los símbolos y el origen de la fiesta cristiana de la Navidad.
¡ Un calendario que nos recuerda el «fin de año» y la actitud siempre cotidiana de volver a empezar.
¡ Una postal navideña o «christma» que nos descubre el valor de felicitar a todos y todas como hacía el «televisivo Edu» el año pasado; eso sí, eliminando todo acento consumista del asunto.
¡ Una tableta de turrón que nos anima a potenciar la comida compartida, a «volver a casa por Navidad» aunque sea en verano, a construir familia y contagiar amistad, cercanía, a estar juntos…
¡ Una cajita con papel de regalo que nos convence de la importancia de dar y de darse, de regalar algo más que algo, de descubrir el mejor regalo para cada uno en particular, de crear tu propio regalo.
¡ Hojas de publicidad de revistas que nos incitan a consumir consumiéndonos, publicidad que nos impide descubrir la utopía de la Navidad, que oculta nuestros valores más queridos (se podría colocar de tal manera que las páginas de publicidad ocultasen una postal del misterio navideño).
¡ Un villancico grabado que escuchamos (por ejemplo, el de Rosanna de hace unos años) que nos transporta a nuestra infancia, a la sencillez, a la sonrisa.
¡ Las bombillas para colocar en un «árbol de Navidad» que construyen ese ambiente mágico que es el tiempo de Navidad, que nos ayuda a desentrañar el «espíritu de la Navidad» que siempre está presente en nuestras vidas y que en ciertos momentos es más fácil de descubrir.
¡ Un cartel de la «Operación Kilo» que nos grita el valor del compartir, es nuestra «paga extra» solidaria, es nuestra segunda oportunidad de atención al otro.
¡ Una guirnalda de Navidad, de esas que adornan escaparates, árboles etc., que nos anima a vivir en fiesta y a vivir la fiesta, que nos reconvierte de árbol simplón y monocolor en un árbol de llamativos colores, donde lo ordinario trasmite semillas de extraordinario.
¡ Un gorro de «Papá Noel» que nos inunda de ilusión, de esperanza (eliminando todo el imperialismo cultural que puede aportar).
La dinámica para trabajar este museo, en grupos, puede ser muy variada. Presentamos una posibilidad bien sencilla. El animador–guía del museo va presentando cada objeto, uno a uno, y los va enseñando a todos los «visitantes». Una vez presentado el objeto, lo deja en una mesa a la vista de todos y anima a que cada uno narre lo que le evoca y así entre todos desentrañamos cada objeto. El guía puede subrayar, en la presentación, el valor arriba indicado y, según sea la edad y las características del grupo, puede aderezarlo con cuentos, narraciones, documentos, etc. (que se pueden recoger de Misión Joven, de los materiales que viene publicando durante los últimos años en el mes de diciembre).
Además, se presentan once objetos, pero entre todos tenemos que conseguir el duodécimo objeto, para incorporarlo a nuestro museo navideño. Lógicamente acompañado de un «valor» que creemos interesante resaltar para este tiempo de la Navidad.
XULIO C. IGLESIAS