NACER DE NUEVO: DAR LUZ A UNA VIDA RESUCITADA

1 abril 2011

Guzmán Pérez Montiel, sdb
Salesianos de Carabanchel
 
Motivación
Una de las mayores alegrías que he tenido en la vida ha sido el nacimiento de mis tres sobrinos. Tres regalos como tres soles. Como se suele decir, cada uno vino “con un pan debajo del brazo”, porque desde que vieron la luz (o desde antes), sus pequeñitas vidas hicieron grandes y nuevas las de aquellos, como su tío, que les esperábamos con los brazos abiertos. Y si estos “peques” han sido (y son) una alegría enorme para su tío, imaginaos cómo lo serán para sus padres… Eso sí, sin olvidar las dificultades del embarazo y, sobre todo, del parto. Sólo las que son madres lo saben, y ese sufrimiento no se lo quita nadie… Pero cuando la madre mira a su recién nacido, se le olvida todo eso, porque tiene delante de sí al hijo de sus entrañas. Ya lo dice el mismo Jesús: “Cuando la mujer está para dar a luz, siente angustia, porque ha llegado su hora; pero cuando da a luz al niño, ya no se acuerda de la angustia, por la alegría de que un niño haya nacido en el mundo” (Jn 16,21).
Estamos en tiempo pascual, tiempo que nos recuerda de modo especial lo que hemos de vivir todo el año: el inmenso amor que Dios nos ha manifestado en su Hijo, ese incomparable don al que estamos llamados a participar. Somos llamados a la vida plena, a nacer de nuevo como hijos amados, a vivir una existencia resucitada. Dios nos llama, en su Hijo muerto y resucitado, a vivir nuestro particular “parto”, en el que dar a luz la vida nueva que ha puesto en nuestros corazones. Si cuando nacieron mis sobrinos, la alegría se desbordó especialmente en el corazón de sus padres, ¡cuánto más se alegrará el corazón de Dios Padre al vernos nacer de nuevo sintiéndonos de verdad sus hijos queridos!
Desde que tuve la suerte de bautizar a mi sobrina, me he fijado de un modo especial en tres importantes signos que el ritual de este sacramento incluye: el agua; el fuego y su luz; y la vestidura blanca. En primer lugar, el baño con agua nos recuerda, entre otras cosas, que —al igual que un niño en el vientre de su madre— hemos sido “sumergidos” en el amor de Dios. Pero no para quedarnos muy “a gustito” para siempre en ese “vientre”, sino para romper aguas y nacer a una vida nueva (no sin dolor y sacrificio, como un parto). “Morir” para renacer…
El fuego quema todo aquello que no sirve, y además da luz y calor. El fuego de la Pascua es el fuego del Espíritu, el fuego que recibimos en nuestro bautismo. En primer lugar, es el fuego del inmenso amor que Dios nos ha mostrado en Jesucristo. También es el fuego de la pasión, la que Jesús sufrió por amarnos hasta el extremo. Es el calor del Espíritu que mueve nuestras vidas; es el fuego que quema aquello que nos aparta de Dios y de su amor; es la vida nueva que se abre paso y que quiere dar a luz…
La vestidura blanca es el signo externo de una nueva vida, toda ella revestida de Cristo. No sólo por fuera, sino sobre todo por dentro. Vivir como personas resucitadas es despojarse de la “ropa vieja”, desnudarse de egoísmo y revestirsede Cristo, de su amor. Y esa ropa no pasa nunca de “moda”…
Con estos signos de fondo, con esta motivación, he tratado de elaborar unos materiales que puedan servir para reflexionar y orar en este tiempo de Pascua. Espero que te ayuden a profundizar en este misterio central de nuestra fe, que es el misterio de toda nuestra vida.
 
Reflexionar en grupo sobre la Pascua
 
“A la moda” con Jesús: desnudos y revestidos de Cristo (Col 3,1-17)
Proponemos aquí un guión para un momento de grupo destinado a adolescentes y jóvenes. En él trataremos de profundizar en la vivencia cristiana de la Pascua: todo aquello de lo que el inmenso amor de Cristo nos llama a despojarnos, todo lo que significa vivir como personas resucitadas, experimentando cómo la Vida con mayúsculas puede transforma la nuestra. Para ello, utilizaremos el simbolismo bíblico de la desnudez y el despojamiento(pasión y muerte en la cruz) y el vestido (revestirse del Señor resucitado). En definitiva, de ir “a la moda” con el estilo de Jesús.
 

  1. El animador comienza motivando la sesión de grupo diciéndoles que hoy, para celebrar la Pascua, van a ponerse las mejores galas y a ir “a la moda” como nunca lo habían hecho…
  2. Para comenzar, presenta al grupo (o las tiene ya repartidas por la sala de reunión) una serie de prendas de ropa. Todas son viejas o gastadas, y de color oscuro, y llevan pegadas (o enganchadas con imperdibles) tarjetas escritas con palabras como “impureza”, “envidia”, “avaricia”, “egoísmo”, “codicia”, “odio”, “mentira”, “soberbia”, “rencor”, “comodidad”, “pereza”, “interés”…
  3. En un primer momento, mientras suena una música tranquila de fondo, el animador invita a que cada miembro del grupo (sin hablar con nadie) elija varias prendas de ropa —al menos dos— cuyas tarjetas reflejen las actitudes que más se dan en su persona. También puede haber prendas sin ninguna tarjeta, y a la vez tarjetas en blanco, bolígrafos e imperdibles para colocar en ellas otras actitudes que no aparecen en ninguna prenda (o aquellas que alguien haya elegido ya). Si para ponerse alguna prenda, hace falta quitarse la que llevaban puesta al llegar, deben hacerlo (cuidando el pudor y la prudencia…).
  4. Una vez elegidas las prendas y ataviado cada uno con ellas, el animadordivide al grupo por parejas, y les pide que comenten —con el compañero que les ha tocado— cuáles son esas actitudes que más “viste” en su “estilo” habitual, en qué momentos o hechos concretos las manifiesta y de qué manera concreta y realista cree que podría “desnudarse” de ellas…
  5. Al terminar este tiempo de diálogo por parejas, vuelven todos al grupo general y se lee el siguiente texto de la Carta de san Pablo a los Colosenses:

 

«Por tanto, si habéis resucitado con el Mesías, buscad lo de arriba, donde el Mesías está sentado a la diestra de Dios, aspirad a lo de arriba, no a lo terreno. Pues habéis muerto y vuestra vida está escondida con el Mesías en Dios. Cuando se manifieste el Mesías, vuestra vida, entonces vosotros apareceréis gloriosos junto a él. Así pues, mortificad todo lo vuestro que pertenece a la tierra: fornicación, impureza, pasión, concupiscencia y avaricia, que es una especie de idolatría. Por todo eso sobrevino la ira de Dios . Así procedíais también vosotros mientras vivíais de ese modo. Pero ahora apartad también vosotros de la boca todo eso: cólera, ira, malicia, maledicencia, obscenidades. No os mintáis unos a otros, pues os habéis despojado de la vieja condición con sus prácticas y habéis revestido la nueva, que por el conocimiento se va renovando a imagen de su Creador. En la cual no se distinguen griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro y escita, esclavo y libre, sino que el Mesías lo es todo para todos. Por tanto, como elegidos de Dios, consagrados y amados,revestíos de compasión entrañable, amabilidad, humildad, modestia, paciencia; soportaos mutuamente; perdonaos si alguien tiene queja de otro; como el Señor los ha perdonado, así también haced vosotros. Y por encima de todo el amor, que es el broche de la perfección. Actúe de árbitro en vuestra mente la paz del Mesías, a la que habéis sido llamados para formar un cuerpo. Sed agradecidos. La Palabra del Mesías habite entre vosotros en toda su riqueza; con toda destreza enseñaos y exhortaos unos a otros. Con corazón agradecido cantad a Dios salmos, himnos y cantos inspirados. Todo lo que hagáis, de palabra o de obra, hacedlo invocando al Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él» (Col 3,1-17)

 

  1. Tras comentar el texto entre todos (especialmente aquellas frases en negrita), el animador explica que para vestirse de Cristo, para ponerse eltraje de fiesta, para vivir como personas resucitadas, es preciso primerodespojarse de la ropa vieja, morir a las actitudes del hombre viejo, para poder vestir después con las mejores galas… Antes de pedirles que se quiten esas prendas de ropa que llevan, el animador les invita a que piensen personalmente si hay alguna persona en su vida que les conozca en su “desnudez”. Es decir, que piensen si alguien de verdad los conoce por dentro, con sus grandezas y sus miserias, con su ropa sucia y vieja, y si dejan que ese alguien pueda ayudarles a cambiar de look en su corazón…
  2. Una vez que se han despojado de su vieja condición, de la ropa que no vaa la moda con Jesús, se sacan otras prendas que son más nuevas y de colores vivos, y llevan pegadas palabras como “compasión”, “bondad”, “humildad”, “amabilidad”, “perdón”, “gratitud”, “generosidad”, “sacrificio”, “limpieza de corazón”, “amor”… Al igual que al principio, mientras suena una música de fondo, cada uno elige en silencio una o varias prendas, esta vez las que reflejen las actitudes que más necesita, que quisiera vivir más a fondo, o que más le cuesta vivir. También puede haber tarjetas en blanco para escribir otras actitudes que no aparecían. Pueden también moverse por la sala, en silencio, “desfilando” y viendo la moda que sus compañeros de grupo llevan puesta.
  3. Para concluir, cada uno puede comentar en el grupo qué va a hacer —en concreto— para vivir esas actitudes del hombre nuevo que ha escogido. Y para finalizar, se puede hacer entre todos la siguiente oración, pidiendo a Dios su Espíritu para vivir como personas nuevas, revestidos interiormente del amor de Jesús:

 
 
Padre de misericordia, tú enviaste a tu Hijo Jesús
para que nos mostrara el inmenso amor que nos tienes.
 
Él se entregó por entero, hasta su muerte en la cruz,
para llevar a plenitud ese proyecto de amor.
 
Tu Hijo se despojó de su condición divina,
para hacerse uno de nosotros
y amarnos hasta el extremo.
Se desnudó de toda vestidura que no fuese la del amor.
 
Su amor triunfó sobre la muerte y el mal,
sobre la injusticia y el egoísmo,
pues tú lo resucitaste y vive para siempre entre nosotros.
 
Concédenos tu Espíritu, el Espíritu de tu Hijo resucitado,
para que nos despojemos de todos esos “vestidos”
que no vayan “a la moda” con Jesús,
y para que deseemos, toda nuestra vida,
tener un corazón revestido siempre de su Amor.
 
Para orar personalmente…
 
¿Me amas? Apacienta mis ovejas… (Jn 21,14)
El amor de Dios, que nos ha mostrado de modo admirable en su Hijo muerto y resucitado, es lo único que nos salva… lo único que puede cambiar y transformar nuestra vida. Un amor regalado y aceptado, que nos llama a una respuesta. “El que sabe que es amado, ama”, decía Don Bosco. Te propongo que en este rato de oración personal, “saborees” ese amor de Dios en tu propia vida, y a la vez trates de descubrir el modo concreto de responder a él. Es el momento de descubrir cuál es tu lugar en el Reino, cómo ayudar a otros a vivir como hijos queridos, de qué manera concreta quiere Dios que comuniques a los demás ese amor que ya has experimentado… Nunca devolveremos a Dios tanto bien recibido (“el Señor no se deja ganar en generosidad”, solía decir también Don Bosco…), pero sí podemos decir en este caso que “amor con amor se paga”. Aunque parezca un amor exagerado
Esquema y pistas para la oración
a. Preparación previa: busco un tiempo y un lugar tranquilo, tengo a mano los materiales que voy a necesitar, me aparto de posibles distracciones, me pongo cómodo, sereno mi cuerpo y mi espíritu…
b. Petición inicial: pido a Dios luz y sinceridad para ir descubriendo elsueño que tiene sobre mí, disponibilidad para estar abierto a lo que me pida, valentía y fidelidad para responder con generosidad sin desfallecer.
c. Cuerpo de la oración (I): En primer lugar, repaso mi vida, los momentos más importantes, y revivo el paso de Dios —que me ama profundamente— por ella. Lo sé… me ama así, tal como soy y como he sido. Siempre me ha amado… Me puede ayudar la lectura de 1 Jn 4,7-21, también el texto Tú eres amado con un amor sin límites (de un monje de la Iglesia de Oriente), o la canción Nadie te ama como yo, de Martín Valverde.
–         ¿Cómo me ha amado Dios en este tiempo? ¿Realmente me he sentido querido por Él? ¿Me siento valioso para Aquel que me dio la vida?
–         Dejo que el Señor me mire con ternura, me dejo fascinar por un AMOR que es mucho mayor que mis pequeños e inquietos amoríos…
–         Agradezco, doy gracias a Dios por este amor… Antes que amar, dejarse amar…
–         Pido a Dios el don de sentirme siempre querido, de apasionarme por un amor que me desborda y me llena de verdad por dentro… Puedo hacerlo con esta oración de Pedro Arrupe, sj:

«Nada puede importar más que encontrar a Dios.

Es decir, enamorarse de Él de una manera definitiva y absoluta.

Aquello de lo que te enamoras atrapa tu imaginación,

y acaba por ir dejando su huella en todo.

Será lo que decida

qué es lo que te saca de la cama por la mañana,

qué haces con tus atardeceres, en qué empleas tus fines de semana,

lo que lees, lo que conoces, lo que rompe tu corazón,

y lo que te sobrecoge de alegría y gratitud.

¡Enamórate! ¡Permanece en el amor!

Todo será de otra manera»

d. Cuerpo de la oración (II):“¿Me amas? Apacienta mis ovejas”
–         Leo y releo con calma el texto de Jn 21,15-22, una de las apariciones de Jesús resucitado a sus discípulos que narra san Juan. Imagino que estoy en la escena, y como a Pedro, Jesús me pregunta si le amo… ¿Qué le respondo? ¿Qué me pide Él?
–         Miro con fe mi propia persona, mi manantial, y descubro en él aquellas cualidades y dones de los que Dios se quiere servir para mostrar su amor entrañable a los demás.
–         Miro mi historia (pasada y presente) y desvelo también mis reticencias, mis reparos, mis dificultades para seguir a Jesús de corazón, sin miedo… “Te seguiré, Señor, pero déjame primero…” (Lc 9,57-62). Se las expreso con sinceridad a Jesús.
–         Pongo “sobre la mesa”, con sinceridad, mis planes, mis deseos, mis proyectos… Vuelvo a pedir a Dios su luz para descubrir su proyecto sobre mí. ¿Qué creo que me pide Dios aquí y ahora? ¿Se acercan mis planes a los que Dios tiene?
–         Pedro, que ya ha vivido mucho con Jesús, sabe muy bien que seguirle implica dejar el propio querer, la propia comodidad y tomar la cruz… Y, sobre todo, implica renunciar a llevar yo solito las riendas de mi vida:“otro te ceñirá” (Jn 21,18). Incluso Dios me puede estar pidiendo algo humanamente contradictorio… Porque su amor está por encima de lo que yo valgo, y su amor suple y desborda mis limitaciones (como la experiencia de Moisés, que se puede leer en Ex 3,1 – 4,17).

  1. Conclusión de la oración: termino mi oración con un sencillo diálogo con Dios Padre, o con Jesús, expresándole lo que esta oración ha removido dentro de mí. Me despido de Él con calma y gratitud… Le expreso con mis palabras lo que ha significado para mí este encuentro… Le doy gracias por lo que ha hecho surgir en mí, le pido fuerzas si me he encontrado con mis debilidades, le digo que me ayude si ha puesto en mi corazón alguna meta o proyecto por trabajar.

 
 
Puedes ver la escena de la película Fuera del mundo, en la que sor Caterina y Ernesto dialogan sobre el amor “exagerado” a Dios. La puedo encontrar en http://www.youtube.com/watch?v=Hh3wc_8qwXM
Se puede leer en esta página web:http://www.mercaba.org/FICHAS/Providencia/amor_de_dios__textos.htm (texto 2).
Puedes escucharla aquí: http://jovenesoblatos.com.ar/2009/04/nadie-te-ama-como-yo-descarga-gratis.html