Una año más nos llega la Navidad. Si se repasan los números de Cuaderno Joven correspondientes a los meses de diciembre, nos encontraremos con un conjunto riquísimo de materiales que podremos usar por esta época. Y así lo hacemos también en este número.
Y comenzamos trayendo a estas páginas un precioso comentario que José Antonio Marina hacía en el Magazine de El Mundo hace un año (24.12.06). Nos servirá para recordar el sentido de la Navidad desde un planteamiento lleno de sentido común:
“Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad” (Noticia de prensa)
La Navidad se ha vuelto contradictoria e híspida. Los laicistas se muestran tan pacatos y provincianos como los integristas confesionales.
La Navidad es una fiesta paradójica en tres niveles.
- Es una festividad religiosa en un mundo poco religioso.
- Es una fiesta familiar en un mundo donde las familias están en crisis.
- Es una fiesta de la infancia en un mundo donde los adultos diluyen la infancia en beneficio de un feroz consumismo.
Defiendo esta festividad como quien defiende un fortín.
- En primer lugar, porque recordar una figura tan conmovedora y magnífica como Jesús de Nazaret, un humilde judío que ha determinado (para bien) toda nuestra cultura, me parece un deber de justicia.
- En segundo lugar, porque es la fiesta del Nacimiento. Con demasiada frecuencia consideramos que un embarazo es el “efecto colateral” de un buen rato, y un recién nacido un problema. Es difícil hacer compatible esta pesimista idea con la afirmación de la dignidad (es decir, del valor intrínseco) de toda vida humana. Que nazca un animalito es un hecho trivial, aunque sea humano; pero que nazca una personita es un hecho trascendental y sagrado. Por ello, deberíamos celebrar la misteriosa y cálida imagen de una madre con su bebé, como hizo el áspero Picasso en la parte más tierna de su obra.
- Por último, la Navidad podría ser la ocasión de que todos, aunque sea por unas horas, nos liberáramos de nuestros resabios y resentimientos de adultos.
Esto dice José Antonio Marina. Magistral. Ahora nos queda liberarnos de rutinas o prejuicios y vivir desde estas claves, un año más, la Navidad. Y responder a lo que, según Javier Garzón, nos escribirían los Reyes Mayos en una carta (ver el texto completo –menos estos dos párrafos– en la página 10):
“Los cristianos de hoy habéis perdido la luz: ¡No sois luminosos ni brilláis! ¡Os habéis vuelto opacos y oscuros! La Luz es Cristo, el mismo que a diario os visita de modos insospechados, que os transmite su brillo y calor, que os enciende el alma. ¡Volved a él continuamente para llenaros de su fuerza! Permitidle que cure vuestras cegueras y os haga ver. Y después, cuando os inunde su claridad, convertíos vosotros en estrella para los demás. Sed puntos de luz en vuestras familias, en vuestros pueblos. Reflejad esa luz que habéis recibido y que os ha llenado.
Ya lo veis: mirar a las estrellas no es cosa de niños. Es cosa de sabios. Soñar, sorprenderse, buscar, esperar, imaginar con ingenuidad y expectación. Es principio para ponerse en camino y encontrarse con el Dios que nos sale al encuentro constantemente, en lo más pequeño y escondido. No somos tan raros como nos pintan: encontramos la luz y quisimos regalarla a raudales. Porque la luz que no se saca, se pierde y se apaga. Esa es nuestra razón de ser, y esa debe de ser la vuestra, siempre: regalar la luz a los otros.”
Hágase. Que es tiempo de vivir y de soñar.
Cuaderno joven