Vosotros, jóvenes, os habéis encontrado con una sociedad muy permisiva ya. En apariencia, al menos. Satisfacéis vuestro apetito; apaciguáis su comezón; el objeto ansiado lo consumís con rapidez y gozo; no son precisos vínculos más rotundos. Pero quizá agotéis en aventuras sucesivas un caudal que debería entregarse del todo cada vez. Y eso os conduce a la misma soledad aquella que la estandarización de la sociedad de consumo provocaba. La libre satisfacción erótica produce una paradójica insatisfacción íntima y un creciente aislamiento. La carencia de amor mueve a apoderarse de los cuerpos ante la imposibilidad de poseer las almas. Se escapa así el espíritu del objeto sexual y el del sujeto no encuentra ni asidero ni reposo…
¿Qué ha sucedido, pues? Vosotros, creyendo usar el erotismo como una bomba contra la moral falsa con la que os tropezasteis al llegar, no percibís que a esa bomba le falta la espoleta, y que es la sociedad misma la que os la vende ya trucada y quien se beneficia de la venta. (Los padres y los hijos solo se diferencian por la cantidad de sigilo y precaución que emplean.) Algo ha de ser puesto en evidencia: el conflicto entre sociedad y sexo es esencial.
El sexo normalizado y no transgresor se convierte en una especie de gimnasia aséptica a medio camino entre el yudo y el baile agarrado. No os dejéis engañar: nada que se anuncie, que se negocie, que admita regateos, puede constituir una fuente de placeres auténticos y no superficiales. El sexo ha de ser antigregario. Si no, deja de ser patrimonio del yo; se pasa al enemigo, y pierde su función liberadora.
Una vez más, los moralistas rígidos -siempre tan inmorales- le hacen el caldo gordo al auténtico peligro: el peligro de que os quedéis, por dar pan a perro ajeno, sin perro y sin pan. Es decir, sin Amor y sin Eros. Os lo repito: no os dejéis engañar.
ANTONIO GALA
PARA HACER
- Recuperamos esta carta de la serie que el autor publicó en «El País» hace ya casi 10 años (19.9.93). Leer el texto. ¿Estamos de acuerdo con lo que dice?
- No hemos reproducido la primera parte de la carta. Señalar los presupuestos de los que creemos que parte. Y aportar datos actuales.
- Contestar con otra carta: reflejar nuestra experiencia, deseos, ideas, planteamientos…