NO TENGAS MIEDO A DECIR “SI”

1 marzo 2011

Monseñor Raúl Berzosa
Obispo Auxiliar de Oviedo
 
Querido amigo/a:
En el año 2003, miles de jóvenes de toda España tuvimos la gran suerte de poder escuchar en Cuatro Vientos al Papa Juan Pablo II. Aquel anciano, con alma joven, se atrevió a decir, sin dudarlo un solo momento, que había merecido dedicar toda su vida al servicio de Jesucristo y al de los demás. Que había merecido la pena, en definitiva, decir un “Sí” a la vocación sacerdotal.
Desde mi propia experiencia puedo confesarte con sinceridad que lo más importante en nuestra vida se va entretejiendo con los “sís” que vamos dando a todo aquello que merece la pena de verdad. Sí al amor sincero, sí a la solidaridad y fraternidad, sí al esfuerzo aunque implique sacrificio, sí a descubrir aquello que aún no sabemos o necesitamos saber… Decir “sí” implica ejercer la libertad auténtica. Una libertad que tiene estas características: libres “de” ataduras, “para” encarnar valores auténticos y, siempre, “con” los demás. No se puede ser libre en solitario.
Algo te puede llamar la atención: tú eres capaz de decir “sí” porque antes otras personas te dijeron “sí” a ti y apostaron por ti. No sé si eres consciente de que todo en tu vida es un don, un regalo. Dice magistralmente San Agustín, “¿qué tienes en ti que sea tuyo y no regalado?”…Tan sólo una cosa: el “sí” de tu libertad, única y muy personal”.
Sin duda, la pregunta en el campo vocacional, es decir, cuando sientes que puedes estar llamado por Jesús, se puede traducir de esta doble manera: “¿Para qué se me llama?…  y ¿me hará feliz?”.
La respuesta a la primera pregunta no puede ser otra: Jesús te llama a lo mismo que llamó a sus primeros discípulos hace más de dos mil años: a ser su amigo. Y esto comporta tres cosas: estar muy cerca de Él, hacer comunidad fraterna con los demás hermanos llamados por Él, y ser enviado a anunciar la Buena Noticia. ¿No te parece apasionante esta misión y este estilo de vida?…
Y la respuesta a la segunda pregunta te la facilita el Papa Benedicto XVI cuando te dice: “Quien se encuentra con Jesucristo no sólo no pierde nada, sino que gana todo”. Y, me atrevo a añadir: Jesucristo es la Verdad que llena tu cabeza; es la Belleza que llena tu corazón; y es la Bondad que hace buenas las obras de tus manos. No tengas miedo a decir “sí”; te sentirás plenamente feliz y realizado.
No te hablo por hablar o por decirte cosas bonitas. Conozco muchos jóvenes que han dado este paso. Sin ir más lejos, la comunidad de monjas de mi hermana de sangre. Cerca de 200 jóvenes que han respondido con un “sí” total, y que les ha cambiado su vida. Recuerdo que, cuando mi hermana estaba en la duda de dar o no dar el “sí”, alguien le contó esta sugerente parábola que ahora te regalo: en una noche, tres mariposas amigas divisaron en el interior de una casa una bombilla. “¿Qué es eso que parece el sol pero no lo es?”, se preguntaron. Una, atrevida, se lanzó a averiguarlo. Quedó cegada por la luz y regresó con miedo. Una segunda, se acercó a la bombilla y cerró sus ojitos. Sintió que se quemaba e inmediatamente regresó. La tercera, más valiente, se acercó más ay más a la bombilla con sus ojos cerrados y acabó pegándose a la bombilla y ardiendo con dicha bombilla. Sólo esta última supo en verdad qué era la bombilla. ¿Por qué te cuento todo esto? – Porque en el dar un “sí” a Jesús nos sucede como a las mariposas amigas: algunos, enseguida dan el paso, pero al ver que el Señor “los ciega” porque tienen que cambiar de vida, se echan para atrás. Otros, dan un primer paso, pero al experimentar que seguir radicalmente a Jesús implica la propia “expropiación” de vida, es decir, entregar la vida totalmente, se echan para atrás. Sólo los que se “pegan y unen” a Jesús son capaces de experimentarle, de arder con su fuego de Amor y de iluminar a los demás. Es entonces cuando la vida no se pierde; tiene un sentido total.
A los jóvenes os suelo preguntar: “¿Para quién estáis haciendo vuestra vida?”… Si la estáis haciendo sólo para los hombres, pisad, subid, enriqueceros, sed importantes…Y tal vez aparecerá vuestro nombre en los periódicos, en las revistas de corazón y hasta en los libros de historia; tal vez os dediquen hasta una calle u os hagan un monumento. Pero si queréis hacer historia para Dios, y que vuestro nombre se escriba en el libro de Dios, tenéis que ver la vida con sus ojos, sentir con su corazón y hacer con sus manos. Esto implica que deberéis “dejar a Dios ser Dios en vuestro vida”,  ser hombres y mujeres de paz y de reconciliación, saber perder muchas veces para ganar a los demás, dar una y otra vez nuevas oportunidades a los demás y perdonar… Aunque os llamen “desfasados o payasos”… Porque seréis “signo de contradicción” e iréis contra-corriente muchas veces… ¡Sin miedo!
Como sé que te gustan las parábolas, te diré que quien no tiene miedo a decir “sí” a Cristo recuerda lo acontecido en aquel pueblo a donde llegó un circo. La carpa era tan grande que no cabía en la plaza; tuvieron que desplazarla a un escampado de las afueras. ¡Qué mala suerte! Después de las actuaciones de la tarde-noche, la carpa comenzó a arder. El primero en darse cuenta fue el director que tenía aparcada su “rulotte” muy cerca porque servía como taquilla para las entradas. Salió de su  habitación y llamó a la “rulotte” más cercana gritando a su habitante que fuera al pueblo a decir a la gente que vinieran con agua porque el circo se quemaba. ¡Qué mala suerte de nuevo! El enviado era el payaso, quien no había podido ni siquiera limpiarse la pintura de su cara. Cuando llegó en la noche gritando las gentes se despertaron malhumoradas. Al ver al payaso creyeron que era propaganda del circo para llamar la atención y que fueran al mismo. No creyeron lo que el payaso les decía. Así nos pasa a quienes vamos anunciando no cosas tristes y dramáticas como que el mundo se quema, sino la Buena Noticia: “!Dios existe y nos quiere felices. Jesús nos llama para ser sus amigos y hermanos. Podemos vivir, gracias al Espíritu, una Vida que no termina!”… Nos llaman payasos, ¡y lo somos!, pero payasos de Jesús y con orgullo.
He comenzado con unas palabras del Papa Juan Pablo II. Él me ordenó de sacerdote en Valencia en el año 1982. Y le estoy muy agradecido. Concluyo asegurándote, desde mi propia experiencia, que merece la pena haber dicho “sí”. Pero también te confieso que, cada día, le pido al Señor de la llamada que me ayude a serle fiel, que no me deje de su mano, porque soy débil. En definitiva, y esto es lo más hermoso, cuando dices “sí” a Jesús Él mismo te sigue conduciendo, apoyando y sigue  apostando por ti hasta el final, hasta vivir con Él para siempre. Esta es la maravillosa aventura y el gran secreto de nuestra vocación. Gracias, amigo/a, por atreverte a decir “Sí”. Fíate de Él, de Jesucristo, y de la Iglesia que siempre te acompaña.
 

          + Raúl Berzosa, Obispo Auxiliar de Oviedo.