«¡Feliz Navidad!», decimos. Sí, Feliz Navidad para todos y especialmente para algunos: los que siguen pasando muchas noches malas en la espera de una Nochebuena definitiva.
Así lo concretaba hace un año Antonio Gala en «El Mundo» (24.12.99):
Quienes tienen heridas aún no cicratizadas;
quienes miran a su alrededor y perciben el sufrimiento ajeno y lo hacen suyo;
los oprimidos por ese sufrimiento;
aquellos a quienes siempre sostiene el hilo verde de la esperanza;
los desamados y los que descienden por la espinosa cuesta del desamor;
quienes padecen la injusticia con que los hombres suelen administrar la ley;
quienes sus semejantes humillan, pisotean, atropellan y olvidan;
todos los que se les cerró la posada porque no tenían con que pagarla.
Ellos son quienes más se merecen la Nochebuena. Para ellos se creó.
Todos ellos pueden descubrir, desde su propia experiencia, lo que condensa nuestra vida y alimenta nuestra esperanza, según resumen los siguientes versos de J. Folliet:
Al final del camino ya no hay canino
sino meta alcanzada.
Al final de la cuesta ya no hay subida
sino cumbre.
Al final de la noche ya no hay noche
sino aurora.
Al final del invierno ya no hay invierno
sino primavera.
Al final de la muerte ya no hay muerte
sino vida.
Al final de la desesperación ya no hay desesperación
sino esperanza.
Al final de la humanidad ya no está el hombre
sino el hombre-Dios.
Al final del Adviento ya no hay Adviento
sino Navidad.
Por eso, ahora sí y para todos, Feliz Navidad. Y que todas la noches malas se conviertan en Nochebuena que desemboque en un día de fraternidad.
CUADERNO JOVEN