NUEVOS FORMATOS

1 mayo 2003

A Tony Blair no le gusta cómo sale la guerra en la nueva televi­sión. El otro día se quejó en la rueda de prensa de Camp David, delante de un Bush que sólo en­tiende de cine viejo, al estilo John Wayne, de que el verdadero proble­ma de esta guerra es que parece durar mucho más de la cuenta só­lo porque es retransmitida por las cadenas en formato de informa­ción continua, 24 horas sobre 24, y en tiempo real. Esa nueva cos­tumbre mediática desmoraliza mu­cho al público, amplifica el horror, alarga el timing y siembra el globo de rumores no emitidos por el alto mando. Por lo visto, ese famoso efecto perverso de la sesión conti­nua y de la webcam permanente y panóptica no estaba previsto en los cálculos de la estrategia aliada.
A Tony Blair no le gustan los nuevos formatos de esta guerra. Ni las nuevas cadenas televisivas de información continua ni los vie­jos periódicos de información con­tinua colgados en la Red. Él hubie­ra preferido el tradicional formato del telediario de tres cuartos de hora, en prime time, con un direc­to muy puntual y los titulares de papel del día después.
 
Pero la puntería sobre Bagdad empezó a fallar, y el rally Kuwait-­Bagdad, a ralentizar; ocurrieron los primeros efectos colaterales de sangre y arena, los corresponsales se decidieron a salir a la calle, muy a deshora, con sus videoconferen­cias verdosas, y como siempre, Al Yazira no respetó las reglas del juego; en este caso, los horarios del prime time europeo. Así es co­mo se fue al carajo el antiguo for­mato telediario tan deseado por Blair, y cuando los bombardeos empezaron a ser aleatorios, inclu­so obscenamente diurnos, el público global desertó de los viejos telediarios y se enganchó a las cadenas de información continua, a los pe­riódicos electrónicos de informa­ción continua, a los rumores de información continua de Internet, al boca oreja del ciberespacio y se dedicó a zapear sin orden ni con­cierto ni el menor respeto por la teoría de los medios «específicos y dominantes» con la que nos ma­chacaron los comunicólogos del si­glo pasado.
 
Ocurrió la temida contamina­ción mediática. Pero no sólo saltó por los aires el telediario dominante con su duración de tres cuartos de hora; también falló el famoso formato cine con el que los comentaristas despistados intentan metaforizar esta guerra por aquello del Sépti­mo de Caballería… Aquí, en cuanto a metáfora narrativa, también hay que cambiar rápidamente de for­mato. Porque si la primera del Golfo, como se dijo, fue una guerra de videojuego por aquello de que en pantalla sólo veíamos el punto de vista del misil desde el punto de vista del telediario, videojuego pri­mitivo; la segunda, como su pro­pio nombre indica, tiene como modelo exacto las hazañas bélicas de la P1ay Station 2. Ya no hay una sola mirada, la del que al mismo tiempo apunta, dispara y cuenta, como en la P1ay Station l, ni una sola estrategia determinada de an­temano, con muy poca incerti­dumbre y casi nada de interactivi­dad. Ahora, en la segunda conso­la, son varios jugadores y puedes adoptar a tu antojo uno u otro rol, miradas diferentes, plurales, saltas continuamente de pantalla y de escenario, la estrategia cam­bia según van ocurriendo los acon­tecimientos, también puedes jugar on line, el enemigo reacciona, los muertos y los destrozos se ven mu­cho, con detalle tridimensional, los simuladores de vuelo son exac­tamente los mismos que utilizan los pilotos de los Apache o los F-15, y aunque el resultado final está cantado -entraremos en Bagdad y caerá el malo-, la bata­lla puede durar indefinidamente, con muchas bifurcaciones basa­das en la lógica del efecto perver­so, tal y como teme Blair. Y en cuanto a la célebre interactividad de la P1ay Station 2, también hay muchas analogías con esta segun­da guerra: puede funcionar, y mu­cho, la opinión pública antes de que en pantalla aparezca eso del game over. Lopeor de todo, ay, es que esos juegos de guerra de la Play Station 2 siempre tienen una segunda o tercera parte.
 

Juan Cueto

El País, 01.04.2003

 
 

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