El lenguaje de la oración tiene mucho que ver con los elementos simbólicos y poéticos, de tal forma que sin éstos no existe aquél y, por lo tanto, no es posible la oración. Por eso es imporante aprender a ver (ver lo que está y no vemos, fijarse en lo que no se ve, contemplar…) y aprender a concretar de forma simbólica y poética lo que se ve. Los objetos nos pueden ayudar a ello sobremanera. He aquí un ejemplo que se puede aplicar a otras realidades a partir de cualquier objeto.
CUADERNO JOVEN
El perchero
Nunca había contemplado un perchero,
y éste ni siquiera lo había visto;
pero, al descubrirlo,
me detuve ante él y lo observé detenidamente.
Es de madera, coronado por seis brazos,
sin apoyos,
en equilibrio sobre tres patas, delgaducho.
Se adapta a la esquina, donde pasa desapercibido,
y se ofrece a cualquiera que pasa por allí.
Hoy está solo, sin nada de nadie,
semiolvidado,
pero tiene su encanto.
Señor, hoy el perchero me recuerda
lo importante de tener los brazos dispuestos,
abiertos a cualquiera,
aunque no siempre hagan falta,
aunque a veces se olviden de uno.
Estar ahí, dispuesto al que llega;
sin un gran apoyo,
sólo en tres finas patitas.
Estar siempre ahí, en tu sitio,
firme, tal como eres.
Estar, ser…
Hoy, Señor,
deseo pedirte que, de vez en cuando,
me recuerdes el modelo de mi amigo el perchero:
que aprenda a dar lo que soy, poco o mucho,
que aprenda a estar siempre ahí,
dispuesto par quien lo necesite,
que ame mi rincón.
Y, Señor, que sepa aceptar con paz
mi propia soledad,
el hecho de que, a veces,
la gente que quiero,
en vez de colgar el abrigo en el perchero,
prefieran dejarlo encima de una silla.
MARÍA TERESA ENRÍQUEZ
Grupo «Mambré». Diócesis de Astorga