[vc_row][vc_column][vc_column_text]La Inspectoría salesiana Santiago el Mayor vivió con júbilo las ordenaciones de dos salesianos el viernes 1 de junio. En una ceremonia solemne a la par que sencilla, Ramón Ariza fue ordenado diácono y Rubén Escribano recibió el orden sacerdotal. En el Santuario de María Auxiliadora de Atocha se dieron cita familiares, miembros de la Familia Salesiana, Salesianos, Salesianas y muchos jóvenes.
Presidió la celebración Monseñor José Cobo, obispo auxiliar de la Archidiócesis de Madrid, quien en su homilía destacó dos puntos importantes. Primero, en referencia a los ordenandos: “Rubén y Ramón, hoy nos decís con vuestra vida, a todo los que estamos aquí, que vosotros sois testigos de la felicidad“. Y después, dirigiéndose a toda la Asamblea, pero sobre todo a los más jóvenes: “Queridos hermanos, ser felices es posible; no hay más que mirarse en ellos dos (el nuevo presbítero y el nuevo diácono). Ver que Cristo actúa es posible, es posible si aceptamos los regalos de Dios como lo han hecho Rubén y Ramón”.
Toda la propuesta giró alrededor de la felicidad, no ya solo del sabor sino de la felicidad plena: “Hoy nos lo explicáis vosotros mismos, que una vida feliz es una vida que se entrega”. Y para eso es necesario “preguntar a Jesús qué quiere de nosotros. La felicidad nos va en hacer o no esa pregunta”.
Cuando llegó el momento de los signos de cada ministerio, monseñor José Cobo había explicado el significado de cada uno: postrados en la tierra, convertidos en tierra de Dios para todos; con la imposición de manos, “os dejáis regalar por el alma de Dios”. A Rubén Escribano, ungido en sus manos como servidor para siempre ungir a los demás, los signos de la cena le recordaban que siempre estará con Jesucristo. Y eso es ser feliz.
El Santuario se había llenado de vida. Muchos jóvenes y no tan jóvenes procedentes de las diferentes casas donde Rubén y Ramón han vivido (Fuenlabrada, Salamanca-Pizarrales, Domingo Savio de Madrid, Pinardi, Salesianos Atocha…) y de toda la Inspectoría. En el altar y en algunos de los primeros bancos, un número importante de sacerdotes de las distintas presencias inspectoriales, el vicario diocesano, el inspector de Salesianos María Auxiliadora… En el signo de imposición de manos y en el gesto de paz, se acercaban y compartían “su felicidad” con los protagonistas.
No hubo pausas durante la celebración, pero tampoco prisas. Un momento muy bien preparado por todos los miembros de la Comunidad del Teologado, a la que Ramón y Rubén pertenecen. El coro acompañaba con música la oración que era seguida por la asamblea.
Antes de finalizar, Juan Carlos Pérez Godoy, inspector de Salesianos Santiago el Mayor, se dirigía a los presentes, sobre todo a los más jóvenes. “Poneos en manos del Señor y hacedle esta pregunta”, exhortó haciendo referencia a la cuestión de la que había hablado anteriormente el obispo auxiliar: “Y tú, Señor, ¿qué me pides?”.
Rubén Escribano, nuevo sacerdote, y Ramón Ariza, como diácono, se encargaban de la acción de gracias. En sus palabras, un recuerdo agradecido por tantos dones, por tantas personas cuyos nombres están inscritos en sus corazones salesianos.
Al final de la Eucaristía, Monseñor José Cobo, antiguo alumno de Salesianos Atocha, daba la enhorabuena a la Familia Salesiana: “Dios sigue viviendo a través de vosotros, gente que quiere ser feliz. Recibid el abrazo de toda la Iglesia y rezad por vuestros sacerdotes y diáconos”.
Cómo diácono recién ordenado, Ramón Ariza desempeñaba la función de despedir a los presentes y finalizar la Eucaristía: “Que la fuerza del Espíritu os acompañe”. La fiesta continuó en el patio, allí donde se entrelazan las vidas de los salesianos y los jóvenes en busca del sabor de la felicidad.
COBERTURA EN DIRECTO: IVÁN HERNÁNDEZ Y MANUEL SERRANO
FOTOS Y VÍDEOS: DANIEL DÍAZ-JIMÉNEZ
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_gallery type=»image_grid» images=»14201,14202,14203,14204,14205″ title=»Ordenaciones de los salesianos Rubén y Ramón»][/vc_column][/vc_row]