Otros Modelos

1 abril 1999

La moda y la publicidad ofrecen unos modelos que cada vez son más seguidos e imitados por muchos adolescentes y jóvenes. A falta de pan, buenas son tortas. O sea: a falta de unos modelos que ayuden a integrar la realidad compleja y a dar sentido en la vida, hacemos buenos unos mo­delos cada vez más jóvenes y cada vez más escuálidos. Las causas son múltiples; la respuesta, la misma: la bulimia y la anorexia son un fenómeno que ha ido creciendo progresivamente duran­te los últimos 20 años, hasta tal punto que hoy ocupa las tres cuartas partes del trabajo de los mé­dicos con adolescentes.
La situación es especialmente complicada para los miles de adolescentes -sobre todo ellas- que han caído en las redes casi insalvables de la bulimia y de la anorexia. Los padres los sufren en si­lencio, las abuelas no pueden entender cómo sus nietas jovencitas están a punto de morirse por lo mismo que ellas casi se mueren cuando tenían su edad: de hambre. Sólo que a unas les falta­ba todo para comer y, por lo visto, a las de ahora les sobra todo.
Diversas voces se están haciendo eco de la gravedad de este fenómeno. Recogemos aquí dos aparecidas en el diario El Mundo. La primera apareció en el suplemento La luna del siglo XXI(19.2.99) dentro de la sección de opiniones de los lectores; la segunda es de un conocido escritor (5.3.99). Dicen así:

  • Harta de moda
  • Anoréxicas

Estoy harta de tanta moda. De bo­bos con meñique hablando de las próximas tendencias primavera­ verano. De prendas con precios que insultan. De desfiles de ma­marrachadas con marca. De mo­distos que se creen filósofos. De modelos con cerebro de sopa y cuerpos de fideo. ¿Por qué no empiezan mañana unas vacacio­nes de un par de siglos?
 
MANUELA MASEDO (Madrid)
 
Si hay un fenómeno social carente de pies y cabeza es el de la anorexia de las adolescentes. ¿Por qué y cómo se dejan manejar por tallas, pasarelas y modistas? ¿No tie­nen ojos personales para verse depauperadas y asquero­sas? «El esplendor en la hierba y la gloria de las flores», que es lo suyo, ¿ha de subordinarse a normas estúpidas de mercado que sirvan de gancho a las más o menos gor­das? Su liberación real, ¿ha de subordinarse a exigencias asesinas? La imperecedera y efímera belleza frutal en sus mejillas, en sus muslos, en sus nalgas se ha transformado, por una maldita epidemia, en un despojo mendicante. Qué pena de ignorancia. De suicida ignorancia.

ANTONIO GALA

 
de televisión y los pases de modelos han ido metiéndonos por los ojos unos mode­los que cada vez se hacen más creíbles o son más imitados por muchos adolescentes y jóvenes. Así se rinde culto a la apariencia (lo que aparece, cuando más leve mejor) y triunfa entre ellos lo exterior. Hasta que nos destruye por dentro.
Como educadores no podemos estar ajenos a esta realidad. Para empezar, tenemos que tener bien desplegadas las antenas ante fenómenos como estos, ser críticos ante ellos, buscar las cau­sas y aportar soluciones. También tendremos que ayudar a jóvenes y adolescentes a ser críticos ante modelos que se nos ponen como tales y no lo son.Y, sobre todo, tendremos que buscar y pro­poner otros modelos que nos ayuden a aceptarnos como somos, a crecer en autoestima y a pen­sar -siempre-, además de en nosotros mismos, en los demás.

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