Pablo (Hechos 9,1-9)

12 julio 2017

«¿Quién eres?»

A. SITÚATE:
Pablo lo tenía todo muy claro antes de que Jesús le llamase. Para él, los cristianos desvirtuaban la Ley de Dios, y por eso merecían ser perseguidos. Sin embargo, en el camino de Damasco, en el camino de su vida, Jesús le desmonta todos sus prejuicios y le hace dudar.
El texto de Hechos está lleno de símbolos propios de la Biblia: la luz, la voz del cielo, la ceguera… Intentan expresar la vivencia profunda de un hombre derrotado y transformado por la intervención de Dios. Pablo cae al suelo y, con él, se derrumban sus creencias. La voz divina le llama por su nombre, en su idioma materno, le habla al corazón y le hace la pregunta más importante de su vida: «¿Por qué? ¿Por qué actúas como actúas? ¿Por qué vives como vives?» Pablo se ha quedado sin respuestas, y necesita saber: «¿Quién eres?». Y Jesús le responde identificándose con los suyos: perseguir a los cristianos es perseguir a Jesús.
En seguida, le da tres instrucciones: Levántate, entra en la ciudad, y espera. Pablo obedece sin dudarlo a la primera de ellas, pero ha quedado ciego por el encuentro con el Señor y necesita que le ayuden para cumplir la segunda. Lo llevan de la mano a la ciudad: Pablo, el hombre fuerte y decidido, ahora es como un niño que necesita ser acompañado.

B. UNA LUZ QUE ILUMINA: Hechos 9,1-9

Saulo, respirando todavía amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse encadenados a Jerusalén a los que descubriese que pertenecían al Camino, hombres y mujeres. Mientras caminaba, cuando ya estaba cerca de Damasco, de repente una luz celestial lo envolvió con su resplandor. Cayó a tierra y oyó una voz que le decía:
—Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?
Dijo él:
—¿Quién eres, Señor?
Respondió:
—Soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tienes que hacer.
Sus compañeros de viaje se quedaron mudos de estupor, porque oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo llevaron de la mano hasta Damasco. Allí estuvo tres días ciego, sin comer ni beber.
C. PONTE EN ORACIÓN:
Señor Jesús,
ayúdanos a comprenderte,
desmonta nuestros prejuicios,
nuestras ideas equivocadas,
nuestras falsas seguridades,
y acompáñanos de la mano
con el corazón humilde
hacia lo que tú quieres de nosotros.
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