Padre nuestro del cuidado

1 enero 2005

Padre bueno que estás entre nosotros.
Sentimos tu presencia cuando nos cuidas
por medio de nuestros hermanos y hermanas.
Padre misericordioso, nos invitas a ser cuidadosos
con los que más sufren. Así damos testimonio
de tu infinito amor por todas tus criaturas.
Deseamos que te hagas presente en nuestro mundo,
por medio de personas que se comprometan a vivir
el mensaje de fraternidad, de dignidad y de justicia
hacia todo ser humano y hacia toda tu creación.
Queremos dar nosotros el primer paso para ser así.
Cumplir tu voluntad hacia todos los seres
es nuestra misión en la vida. Desvivirnos por los demás.
Dar gratis lo que gratis recibimos.
Cuidar como tú nos cuidas: acariciando al triste,
levantando al caído, curando al apaleado,
luchando por los más débiles, sembrando la paz de la verdad.
Viviendo con cuidado, sencillamente.
Estamos hambrientos de pan y de ternura.
De justicia y de belleza. De conocimiento y de silencio.
De contemplación y de lucha. De felicidad y de compromiso.
De compartir y de amistad. De serenidad y de esperanza.
De lágrimas y de regocijo.
No seremos plenamente felices hasta que no lo sea
el resto de la humanidad,
hasta que no se alcance la dignidad de todos los seres humanos,
hasta que no tratemos con delicadeza a nuestra madre, la tierra.
Seremos perdonados cuando nuestra vida
sea un testimonio permanente de fraternidad.
No permitas que nos acomodemos, que nos enfriemos,
que nos recostemos en la hamaca del olvido.
Que no apaguemos nunca la llama que arde en nuestro interior,
a chispa que brotó de tu fuego, la ardiente necesidad
de compartir tu amoroso cuidado con todos los demás seres vivos.
Así sea, que se cumpla en nuestras vidas.
Te lo pedimos a ti, buen Dios nuestro, que nos cuidas con tanto cariño.

Miguel Ángel Mesa

 

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