En muchos centros educativos se realizan convivencias cristianas para nuestros destinatarios y destinatarias. En colegios, parroquias, centros juveniles y otras plataformas educativas es una oferta que no suele faltar. Creemos interesante seguir potenciándolas aunque cada vez surgen más dificultades de todo tipo, tanto ambientales como organizativas.
Lógicamente deberemos ir matizando la experiencia desde el plan educativo-pastoral de cada realidad para que sea lo más enriquecedora posible tanto para los que las dinamizan como para los que las reciben, aunque en las convivencias cristianas bien sabemos que esta línea se diluye con cierta facilidad.
Sin profundizar mucho en los porqués, paraqués y los cómos de las convivencias cristianas con adolescentes y jóvenes, presentamos dos sugerencias que creemos interesantes para que perduren en el tiempo (y deseamos también en los corazones) las vivencias allí experimentadas.
El origen de estas propuestas es que nuestra experiencia nos dice que los momentos fuertes, las experiencias que marcan… se diluyen en este ambiente tan líquido que actualmente vivimos, en el que se consumen no solamente cosas sino experiencias. Como no volvamos a retomar, a repensar, a dialogar sobre lo que hemos vivido, hay gran peligro de que quede en nada. Imaginamos que esta experiencia que nos ha marcado positivamente también les influye a ellos, y al final resulta que para ellos fue una experiencia más,… otra vivencia entre las ciento (y pico) que se pueden vivir en una semana.
El objetivo, pues, está claro: tratar de revivir, profundizar y revisar en la distancia lo vivido en unas convivencias cristianas.
Las dos propuestas son muy sencillas y concretas. Son las siguientes.
- Una invitación: La primera es dar al final de las convivencias un vale para una invitación, que consistirá en tomar un café (o un refresco, o una infusión, o un colacao…, que somos muy pluralistas) con cualquiera de los educadores adultos que participan en las convivencias, sea quien las anima o sea un acompañante. Se explica el sentido de la invitación, se motiva a todos para que lo hagan y se reparte solemnemente el vale (ver modelo adjunto).
- Una carta de recuerdo: La segunda propuesta es darles medio folio en blanco y un sobre. En el medio folio se escribirán los compromisos personales de estas convivencias, y en el sobre escribirán su nombre y su dirección postal completa (si la saben, que hoy en día ya es un problema. Pero tranquilos que para eso contamos con el buen servicio de secretaría). Nuestro compromiso es que recibirán esa carta dentro de un mes (o en la fecha que se vea oportuno) en su casa. En una época que lo virtual gana por goleada en las comunicaciones, será inaudito que llegue una carta a tu nombre y con sello, algo para recordar casi toda la vida (Si no se cree, no hay más que hacer la experiencia).
Resultado: ¿Qué se consigue? Pues hay de todo como en botica. Con la carta, desde el simple recuerdo, desde el que asegura que rompió la carta y ni quiso abrirla… hasta el que relee, reflexiona y llega incluso a comentarla. Y la invitación al café tampoco nos va arruinar por el número de invitaciones utilizadas… Eso sí, sorpresas las tenemos en todos los sentidos. Y nuestra experiencia es que merece la pena.
Ya sabemos: a incluir en el presupuesto de nuestras convivencias el gasto de cafés y de sellos… Es que, como sabemos muy bien los cristianos, el Espíritu del Señor Jesús se nos cuela en las cosas más insignificantes. ¡Buen café!
Xulio C. Iglesias