PASTORAL JUVENIL EN UNA SOCIEDAD COMPLEJA

1 octubre 2004

Fernando García
Responsable de Pastoral en el Colegio “El Pilar” de Soto del Real (Madrid)

“La juventud de hoy tiene corrompida el alma, es malvada, vacía, vaga. No podrá ser jamás, aquello que fue la juventud de otro tiempo y no podrá conservar nuestra cultura”. Podríamos jugar un rato a las adivinanzas e intentar averiguar quién fue el «padre» de tal descorazonadora predicción. ¿Tal vez algún pedagogo del siglo pasado? ¿Un sociólogo abatido por el pesimismo? O, quizá, ¿algún filósofo contemporáneo? Lo siento, ninguno de ellos. Creo que compartiréis conmigo una expresión de sorpresa, al descubrir, que la frase en cuestión, pertenece a una tablilla babilónica del año 1000 a.C.
Tres mil años después tenemos que admitir, que los adultos de hoy seguimos manteniendo con nuestros jóvenes una relación problemática. Basta abrir los ojos, para constatar cómo no faltan padres y educadores que adoptan un distanciamiento, una crítica y un rechazo ante los valores de una generación a la que no se comprende y se mira con desconfianza. En el otro extremo, nos encontramos con aquellos que se ciñen los vaqueros y la «chupa», para acoger indiscriminadamente todo aquello que por ser juvenil es «moderno» y válido sin más. La memoria social y personal adquirida en su propio proceso de maduración, en vez de ser un valor, se interpreta como un obstáculo para «conectar» con unos jóvenes de los que se quiere ser más «colega», que «educador». Por cualquiera de estos caminos a la larga acabamos teniendo con los jóvenes una relación problemática…
Frente a este problema milenario, no pretendo ofrecer en unas pocas páginas un catálogo de soluciones. Son muchas las innegables dificultades que la sociedad globalizada plantea a la comunicación del evangelio. No tengo las soluciones y, aunque las tuviera, aquellas que valdrían para un sitio, no servirían para otro. Menos aún pretendo ofrecer seguridades, ideas «claras y distintas», reglas irrefutables… Mi oferta no es más que una apuesta de realismo y de esperanza. Es una invitación a renovar la fuerza comunicativa de un mensaje de vida, que hemos recibido y no podemos callar. Es un esbozo de un planteamiento de Pastoral Juvenil, que en medio del pluralismo de opciones que hoy existe en el anuncio eclesial del evangelio, considero con toda prudencia, como el más ajustado a la sensibilidad de los jóvenes de hoy.
La ineludible brevedad que se impone, me obliga a pasar por alto muchos temas que se encuentran profundizados en las fuentes de las que bebo y que se hallan citados en las notas y en la bibliografía final. Me sentiría satisfecho si los dardos aquí lanzados, espolearan al lector a una búsqueda más profunda y competente, que le ayudase a mejorar la calidad pastoral de su anuncio del evangelio.
 
Un proyecto de pastoral juvenil debe…

  • Partir de una sincera conversión del educador que renueva con optimismo su pasión educativa y acepta el reto de «educarse» mientras educa.
  • Acoger y valorar los intereses de los jóvenes, para acercase a ellos de una forma adulta, valorizando al máximo la distancia intergeneracional.

 

  1. Los retos de una sociedad globalizada

Si un país de la Europa occidental puede abanderar el proceso de transformaciones culturales y sociales más rápido y profundo de la última mitad de siglo, ése es sin duda España. Son muchos los autorizados estudios sociológicos que tenemos a nuestra mano y que nos pueden ayudar a comprender a esos jóvenes con los que hoy compartimos nuestra vida[1].
Un error en el que solemos caer al estudiar y valorar estos informes es colocarnos «desde fuera», como si los rasgos culturales que allí se subrayan pertenecieran sólo a los otros, porque nosotros maduros educadores, estamos ya inmunes ante todas esas cosas. Sin embargo, el primer dato que caracteriza nuestra sociedad globalizada es la desaparición de la «condición juvenil» como un grupo identificable y distinto del resto. Jóvenes y adultos compartimos vida en una sociedad compleja en la que existen múltiples centros de interés y de organización vital, a los que nos adherimos con independencia de nuestra edad. Algunos de los rasgos de esta sociedad pluricéntrica, en la que todos vivimos, son los que subrayo a continuación.
 
1.1. Una nueva configuración del tiempo
Un primer dato que salta a la vista, es la nueva forma de configurar el tiempo. Frente a una visión tradicional en la que el fluir del tiempo discurría según un esquema narrativo, donde los acontecimientos del pasado se leían desde el presente con la vista puesta en el futuro, asistimos hoy a una progresiva configuración visual. La vida se vive curvada sobre el presente, como si de un telediario se tratara, formando una sucesión de imágenes, diversas e inconexas entre sí.
Este cambio de esquema, encierra a muchos jóvenes en una «cárcel del presente» en la que son privados de buena parte de los recursos que tenemos las personas para afrontar con éxito la vida. Viviendo sin «memoria», afrontan los problemas como si la historia de la humanidad comenzase con ellos; la crisis intergeneracional produce graves interferencias en la cadena cultural de transmisión de valores; la falta de «sueños de futuro» y de un proyecto de vida, les conduce tantas veces al desánimo del presente o a la búsqueda desenfrenada de sensaciones fuertes, sin tener demasiado en cuenta las consecuencias que sus acciones pueden desencadenar en un futuro, que se suele ver demasiado lejos.
El tiempo se percibe de una forma «homogénea». Todos los días son iguales y ninguno tiene una cualidad especial. El domingo se vive desde una función instrumental: reponerse del cansancio del trabajo semanal o de los excesos del sábado noche. La sabiduría milenaria de la existencia un orden sagrado en el tiempo que orienta un día al silencio, a recobrar el equilibrio, a la paz, a la serenidad, a la familia, a la sociedad, a Dios… aparece muy debilitada.
Junto a esta homogeneidad del tiempo, se desarrolla una cultura de la noche, de la espontaneidad, de la superación de los propios limites[2]. El día a día cotidiano, se percibe tantas veces, como una nebulosa gris, a la espera del «botellón» del fin de semana. Es el tiempo de la trasgresión, de la superación de las normas, de la absoluta libertad. El «límite» es el enemigo del deseo y de la vida, es una represión a superar o una realidad en la que resulta mejor no pensar. Así, jóvenes de todo nivel cultural, social y religioso, se mueven con tranquilidad en un ambiente en el que resulta lo más natural del mundo superar los limites que marca el propio cuerpo o la organización social: borracheras, accidentes de tráfico, drogas de diseño, o fiestas que acaban en violencia, sin que a la mañana siguiente haya el más mínimo sentido de culpa.
 
Un proyecto de pastoral juvenil debe…

  • Ayudar a los jóvenes a salir de la cárcel del presente, mediante la recuperación de la memoria histórica y la oferta de un proyecto de sueños de futuro.
  • Capacitar a los jóvenes a vivir la esperanza proyectual, con pasión y audacia, asumiendo el reto de ser dueños y guías de su propia vida.
  • Educar en la necesidad del limite como forma de canalizar la fuerza vital del deseo.
  • Promover una visión cualitativa del tiempo, como puerta de entrada a una rica interioridad, y a un reconocimiento del valor del silencio.

 
1.2. Una nueva forma de lenguaje
Como consecuencia de esta sustitución de la «lógica narrativa» por la «lógica visual», el lenguaje, en la sociedad compleja, va perdiendo fuerza día a día. «Chats», «sms», «e-mails», expresan una nueva forma de comunicación, caracterizada por la pobreza de vocabulario y por la pérdida de la mediación corporal para expresar las propias ideas.
A través del lenguaje las personas expresamos nuestra vida interior, nuestras ideas y sentimientos, nuestras experiencias de vida y nuestros sueños de futuro. Un lenguaje débil y pobre, expresa irremediablemente una identidad débil y pobre.
Aún más grave resulta la pérdida del valor del cuerpo como instrumento comunicativo. La nueva comunicación virtual a través de la red, más que comunicación entre personas, es un intercambio entre las imágenes que las personas respectivamente se crean. La interioridad y el conocimiento interpersonal, se debilitan peligrosamente. Se multiplican los casos de desestabilidad emocional entre adolescentes, -¿y adultos?-, por causa de esta comunicación entre «personas-imagen» a través de internet, y no falta quién afirma que el incremento de violencia entre la población juvenil, se debe a este debilitamiento del valor de la persona: ¡A fin de cuentas, matar la imagen de alguien, siempre es menos gravoso para la conciencia, que matarla a ella misma!
 
Un proyecto de pastoral juvenil debe…

  • Capacitar a los jóvenes a construir su identidad personal, expresando sus experiencias personales, de forma unitaria, con un lenguaje rico y profundo.
  • Profundizar en la fuerza evocativa de los signos y las palabras como vehículo para expresar la experiencia personal y la celebración cristiana.
  • Insertar a los jóvenes en una cultura propia y local, con sus tradiciones, signos y valores.

 
1.3. La herencia de la modernidad
Vivimos a caballo entre los logros de la modernidad y el surgimiento de una nueva época de la que nuestros nietos podrán hacer una caracterización tan detallada, como nosotros podemos hacerla de la Revolución Francesa.
Si queremos resumir los logros de la modernidad en una sola palabra, esa es sin duda: autonomía. La autonomía del sujeto ha calado hasta los huesos entre los hombres de hoy y ha sido uno de los factores decisivos para la creación de esta sociedad pluricéntrica, que denominamos sociedad compleja. Hijos de la ilustración, muchas veces sin saberlo, los jóvenes de hoy no aceptan fácilmente normas que les vengan desde fuera, dogmas acatados a priori, doctrinas que se repiten del pasado. Comparten el consenso actual de que nadie ve las cosas como son «en sí», sino que todos vivimos de interpretaciones. El desarrollo de la autonomía de la razón, ha ejercido una labor purificadora sobre muchas «verdades» de siempre, que ya no pueden ser transmitidas sin un diálogo crítico, hermenéutico y experiencial.
El reverso de la moneda, lo encontramos al comprobar cómo esta autonomía, ha derivado muchas veces en un individualismo y en una indiferencia ante los problemas de los demás. Una autonomía que no es al mismo tiempo preocupación por el otro, acaba encerrando al individuo en una espiral de aislamiento y despersonalización. No hay más que echar un vistazo a la debilidad de las relaciones interpersonales y comunitarias que forman nuestra sociedad, para corroborar esta afirmación[3].
En nuestros países desarrollados, la economía se ha convertido en el gran motor de la historia, en el criterio, muchas veces decisivo, para planificar y realizar proyectos de futuro. Los momentos importantes de la vida: salida de la casa de los padres, matrimonio, tener hijos… se planifican en gran medida según los parámetros económicos que marca una sociedad de consumo. El viejo lema cartesiano, se ha transformado en un «consumo ergo sum»[4]: la educación escolar, el tiempo libre, el deporte… se han convertido en objetos de consumo, en los que empresas especializadas, se encargan de crear y satisfacer las necesidades de los consumidores.
Inmersos en este panorama actual, los educadores cristianos de hoy queremos seguir narrando una experiencia de salvación. Sin imposiciones, ni dogmatismos, sino formulando propuestas y proponiendo experiencias. En esta sociedad globalizada, en la que conviven opciones individualistas y altruistas, vidas construidas desde una sed insaciable de tener y corazones generosos que dan lo mejor de sí mismos a los demás, es en la que ofrecemos a los jóvenes la historia de una persona que puede llenar una vida: la historia de Jesús de Nazaret en quien Dios se ha hecho rostro y palabra, en quien Dios nos ha manifestado la forma más plena, rica y gratificante de ser persona
 
Un proyecto de pastoral juvenil debe…

  • Capacitar al joven a desarrollar una capacidad crítica, que le lleve a interiorizar y personalizar sus diversas opciones de vida.
  • Fomentar la participación activa en la vida social, como lugar del compromiso y preocupación concreta por los problemas y el sufrimiento de los otros.
  • Crear una mentalidad comprometida con un consumo más justo y solidario.

 

  1. Fidelidad al hombre: ayudar a los jóvenes a ser personas

Una de las consecuencias inmediatas de una sociedad pluralista es la coexistencia de una variedad de interpretaciones de la persona humana. La clásica pregunta sobre el hombre, encuentra hoy una amalgama de respuestas.
En esta sociedad compleja donde el discurso sobre el hombre ha dejado de ser un discurso unitario, el educador cristiano se presenta a dialogar con un «sueño de persona» que quiere ayudar a crecer. Cree firmemente que la historia de Jesús de Nazaret es, ante todo, una historia de fidelidad al hombre. Está convencido que la narración de su vida, puede ayudarnos a todos a echar una mirada más profunda a las alegrías y tristezas que constituyen ese vivir de cada día, que lejos de ser de un mortecino color gris, puede ser de un radiante azul celeste.
En este «sueño de persona», pensamos que el hombre no posee una naturaleza definida y cerrada desde su nacimiento. Ser persona es un magnífico proyecto que vamos realizando paso a paso desde el momento de nuestro nacimiento con el ejercicio de nuestra libertad. Ser persona es reconocerse como alguien único e irrepetible, idéntico a lo largo de las diversas etapas de la vida, responsable de la travesía de una vida que se navega en compañía, sujetando con firmeza el timón entre las manos.
La cultura, lejos de ser un añadido a la naturaleza humana, es aquel código de signos, valores, ideales, representaciones de la realidad, que forman el mundo propio del hombre. En el camino educativo por el que un individuo alcanza el máximo de sus posibilidades, la herencia cultural juega un papel fundamental para afrontar con éxito una vida.
La vida de las personas se juega en un «caldo vital» constituido por nuestros deseos y necesidades. Lejos de una visión estoica, deseos y necesidades no son algo a controlar, limitar y restringir, sino que son el verdadero mundo de la vida en el que podemos caminar en búsqueda de un amor y una felicidad cada vez más plena. El deseo es una fuerza vital, una potencia incontrolable capaz de producir vida y muerte. Por ello, para ser dueño de la propia vida, es necesario construir la existencia desde la paradoja del «deseo y el límite». Si un deseo no encuentra un límite que lo canalice puede desembocar en violencia y en destrucción. Frente a la extendida «cultura del exceso», la «cultura del límite», ofrece una sana dosis de realismo ante la vida.
En nuestro «sueño de persona» ésta aparece como un sistema abierto en el que todos los elementos que la forman, se estructuran de forma unitaria. Ser consciente de ello, tiene una importancia radical en la acción educativa y en la transmisión de la fe. La unidad de sentimientos, necesidades, voliciones, representaciones simbólicas, gestos, que constituye las personas del educador y del educando, hace que la comunicación educativa en general, o de la fe en particular, dependa muchas veces de ese «contenido no explícito» que transmitimos con un gesto, una mirada o un testimonio. Las actitudes, a veces inconscientes, de un profesor en una «inocente» clase de matemáticas, pueden arruinar o potenciar los contenidos explícitos que se transmitieron en el momento formativo de la mañana por medio del encargado de pastoral del colegio.
En nuestro «sueño de persona», los que viven a nuestro lado tienen un puesto especialísimo, porque ser persona es ser relación, vivir con los demás, construir una comunidad de sentido en la que se vive la vida social de forma responsable. Nuestras sociedades del bienestar han cedido cada vez más a la organización política y social la responsabilidad de preocuparse por los otros. Pagar los impuestos es para la mayoría de los ciudadanos la única forma de compromiso por una sociedad más justa. El individuo consume los servicios sociales pero no participa en los organismos donde se gestionan los recursos y donde se gesta una ciudadanía activa.
Sin embargo, si Aristóteles sigue teniendo razón, nuestra fidelidad al hombre tiene que capacitar a los jóvenes para ser protagonistas activos de la vida social; tiene que generar cauces de participación en las instituciones educativas para que se preparen a una vida social y política activa y comprometida. El voluntariado, con la especificidad cristiana de la gratuidad del reino, es una forma privilegiada para desarrollar esta dimensión social de la persona, que lejos de ser un acto de generosidad de unos pocos, es expresión del propio «yo».
En nuestro «sueño de persona» no podemos esconder que la muerte aparece al final de la vida personal como la gran derrota, el gran límite al que que tenemos que mirar con prudencia para no caer en la locura. Lejos de destruirnos, la conciencia serena de la muerte, nos ayuda a vivir con pasión, nos ayuda a que nazca una invocación a aquel que es el único capaz de superar esta «definitiva» barrera. De la conciencia de la muerte, nace en el cristiano, la pasión por la vida: por una calidad de vida que se comunica en el día a día, para hacer crecer en los que viven a nuestro lado, un deseo ilimitado de felicidad, que sólo Dios puede saciar.
Por esta razón, del origen al final de la vida, nuestro «sueño de persona» está atravesado por el misterio de Dios. No encontramos en nosotros mismo los elementos suficientes para realizar una explicación satisfactoria que colme nuestra sed de vida. La contingencia, por mucha que sea la evidencia de los sentidos, nos resulta un triste final para una antropología de la libertad[5]. Por esto creemos, vivimos y narramos una historia de salvación que nos han transmitido nuestros antecesores, que ha llegado hasta nuestros oídos como el eco de una voz que se oyó en Jerusalén, un domingo por la mañana: la historia de Jesús, el crucificado resucitado, el único que puede darnos esa salvación que anhela nuestra corazón. Narrar su historia, para poner a los jóvenes en condición de realizar todas sus posibilidades de ser persona, sus sueños de vida y felicidad, es la tarea fundamental de la Pastoral Juvenil.
 
Un proyecto de pastoral juvenil debe…

  • Educar integralmente a la persona, para que sea dueña y responsable de sus actos.
  • Acompañar al joven en el desarrollo de su propio yo, en la formación progresiva de su conciencia.
  • Capacitar al joven para vivir con pasión la vida, integrando la necesidad del límite, tomando conciencia del horizonte último de la muerte.
  • Proponer nuevos horizontes de espiritualidad que desarrollen la dimensión trascendente de la persona en su siempre inacabada búsqueda de sentido.

 

  1. Fidelidad a Dios: una historia que no podemos callar

El educador cristiano es portador de una historia de salvación que no puede callar. Ha descubierto en Jesús de Nazaret, una respuesta a sus interrogantes más profundos y ha experimentado en su evangelio una liberación ante sus miedos y angustias. El educador cristiano vive de fe, y con esta mirada, contempla la realidad de cada día con los pies bien firmes en el suelo. Ha descubierto en la praxis de Jesús, un criterio para orientar la propia praxis. Ha creído en la fuerza de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos y se ha puesto al servicio de la Palabra, para seguir narrando hoy esta bella historia.
 
3.1. Un Dios que se nos revela «asimétrico»
En un mundo dominado por la tiranía de la ciencia y en el que el enunciado Dios parece una contradicción, los cristianos anunciamos y creemos en un Dios que se nos ha dado a conocer, que se ha hecho «empíricamente visible», al adoptar «rostro» y «palabra» en Jesús de Nazaret. En la historia de Jesús, encontramos la revelación definitiva de un Dios, que nunca más será el totalmente otro, incognoscible. En la encarnación, Dios se ha enfangado con las grandezas y miserias de los hombres, y nos ha dado a conocer quién es él. Mirando a Jesús, podemos «comprender» quién es Dios y quién es el hombre (GS 22).
En su decir y, sobre todo en su obrar, Jesús nos ha manifestado un Dios novedoso respecto a la tradición religiosa de su pueblo. Lejos de amar a los fieles y detestar a los enemigos (Dt 7,9-10), es un Dios «asimétrico» que no paga con la misma moneda, que hace salir el sol sobre buenos e injustos, que siempre extiende la mano para acoger al que se ha equivocado (Lc 15,11-32) y que está dispuesto a ayudar al necesitado, aunque sea de las filas del enemigo (Lc 10,25-36). Si Jesús nos ha narrado que su Dios es fundamentalmente amor, no puede ser diverso el Dios que nosotros narremos a los jóvenes.
 
3.2. Un reino de liberación
Si algo nos dejan claro los evangelios es que Jesús fue una persona apasionada. Vivió con radicalidad una convicción profunda que le permitió saltar barreras sociales y religiosas y que le condujo a una muerte prematura y trágica: el anuncio de la soberanía de Dios entre los hombres.
El reino de Dios anunciado por Jesús con sus obras y palabras fue una actitud de denuncia contra las situaciones de injusticia de la sociedad de su época, que impedían la realización del proyecto de salvación de Dios para todos los hombres. Sus apasionados y comprometidos «noes» que le condujeron a una cruz, siguen siendo los criterios fundamentales para un anuncio fiel del evangelio.
No a la distribución desproporcional de las riquezas que producen marginación, injusticia y pobreza. No al poder que excluye a los pobres de las decisiones. No al prestigio que separa, clasifica a las personas y provoca marginación. No, a una solidaridad cerrada en aquellos que pertenecen al propio grupo, a las propias amistades. Jesús de Nazaret con su testimonio de desarraigo familiar y con su acercamiento a los desfavorecidos testimonió que en el reino de Dios no bastaba con hacer el bien a los del propio grupo, sino que era preciso una visión más universal. Si el Dios Abbá era asimétrico en el amor, también los hombres debíamos serlo[6].
Jesús de Nazaret nos ha contado una historia en la que se devolvía a las personas a su dignidad, por desgraciada que hubiera sido su situación anterior (Lc 7,36-50; Jn 8,3-11), en la que la verificación del mensaje no se constituía por elegantes formulaciones teóricas, sino por el hecho de que los «ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y a los pobres se les anuncia la buena noticia» (Mt 11,5).
La historia de Jesús acabó en el sufrimiento de la cruz, como lógica consecuencia de la pasión de su vida. Su mensaje liberador fue incómodo para los poderosos de su época y nos mostró hasta qué punto se había tomado en serio Dios, el hecho de hacerse «rostro» y «palabra» humana. Compartiendo las reglas del juego de ser hombre hasta las últimas consecuencias, nos enseñó un sendero de esperanza para cuantos caminando tras sus huellas, sufrimos del desencanto y de la desesperación, al seguir narrando su historia.
La esperanza de vida del domingo por la mañana, fue la manifestación de Dios en favor de Jesús y sigue siendo la fuerza inagotable para seguir contando una historia de salvación, a los jóvenes de una sociedad muy distinta de aquella que oyó las palabras del nazareno, pero muy parecida en su sed de vida plena, de liberación de las opresiones, de felicidad y esperanza.
 
Un proyecto de pastoral juvenil debe…

  • Anunciar la salvación que Jesús de Nazaret ofrece a cada hombre que cree en él.
  • Presentar un Dios Abbá que ama, perdona y acoge sin condiciones.
  • Partir de la historia de Jesús de Nazaret, de su pasión por el reino, de su denuncia de las injusticias, de su cruz y su resurrección.
  • Traducir el mensaje del evangelio a las situaciones de injusticias que configuran la sociedad actual y en la que se vive el empeño y la vida cristiana.
  • Ayudar al joven a vivir su fe dentro de la comunidad en la que la ha recibido y en la que puede celebrar y vivir su encuentro con el resucitado.
  • Ocuparse de todos, con la atención puesta en los últimos, en los más necesitados, en aquellos que viven hoy unas situaciones similares a aquellos que ayer, merecieron ser los preferidos de Jesús.

 

  1. Un esbozo de proyecto de Pastoral Juvenil

Hasta ahora hemos hablado de los retos de una sociedad globalizada, de la fidelidad al sueño de persona que queremos educar y de la historia de salvación que nos proponemos narrar a los jóvenes. Con estos elementos podemos proponer una definición de la Pastoral Juvenil como aquel «conjunto de acciones que la comunidad eclesial realiza, bajo la guía del espíritu de Jesús, para dar plenitud de vida y esperanza a todos los jóvenes»[7]. La definición es sin duda bonita, pero… ¿qué queremos decir cuando hablamos de plenitud de vida? ¿Cómo podemos transmitir esa plenitud de vida a los jóvenes de hoy? ¿Cómo podemos encontrarnos con unos jóvenes de los que nos hemos alejado demasiado?
 
4.1. Superando una antigua disyuntiva
Educar es compartir con los jóvenes un patrimonio cultural que les ayude a realizar todas las posibilidades de realización personal que llevan dentro. Evangelizar es realizar la propuesta explícita del evangelio de Jesús para suscitar en el creyente su acogida como único evento de salvación.
Es claro, que educación y evangelización no son sin más posiciones identificables. ¿Basta en la Pastoral Juvenil con realizar itinerarios educativos, o por contra, la educación es sólo un momento que prepara el anuncio explícito del evangelio? ¿Es necesario optar por una de las dos vertientes en la elaboración de nuestros proyectos pastorales o son integrables en un proyecto unitario?
Mi propuesta consiste en superar la disyuntiva entre educación y evangelización. El creyente lleva consigo una visión cristiana de la vida que le hace evangelizar mientras educa y educar mientras evangeliza. La experiencia de fe no es una experiencia más entre otras posibles. La experiencia de fe es radicalmente unificante y unificadora. Por eso mirar la vida con los ojos de la fe supone dar una tonalidad nueva a los acontecimientos de la vida cotidiana. De esta forma, el educador al ayudar al joven a crecer y al abrirlo a la trascendencia está realizando un proceso evangelizador y al proponer un camino explícito de experiencia de fe, está realizando un auténtico itinerario educativo. Educación y evangelización tienen que ir de la mano en un buen proyecto de Pastoral Juvenil.
Es obvio que en una sociedad secularizada, no toda educación es sin más evangelizadora, pero no lo es menos, que toda evangelización tiene indispensablemente que ser educativa. «Educar evangelizando y evangelizar educando» es la perspectiva, en un mundo pluralista, del educador cristiano que cree en la fuerza transformadora de la educación y mira el día con una mirada de fe, anuncia el evangelio de Jesús y cree en la presencia activa del Espíritu de Jesús en medio de la comunidad de creyentes.
Nuestra opción pastoral pretende invitar al joven a ver la vida de cada día con ojos profundos, que le permitan acoger la fe como un don de Dios, y al mismo tiempo, le hagan madurar y crecer en un proceso educativo que le conduzca a una vida cristiana plena.
 
4.2. Evangelizar es comunicar
Un tiempo atrás se ha entendido la Pastoral Juvenil como aquel conjunto de acciones, que los agentes de pastoral preparaban para educar en la fe a los «destinatarios». La evangelización se ligaba sobre todo a un conjunto de «contenidos» que se querían transmitir y que el joven recibía fundamentalmente de forma intelectiva.
Nuestra forma de entender la Pastoral Juvenil pretende ser una alternativa a una y otra propuesta. Frente a una visión de los jóvenes como «destinatarios», proponemos realizar proyectos progresivos en los que se persiga la participación activa de los jóvenes en vistas a una inserción madura y comprometida en la comunidad cristiana. Frente a una transmisión de los «contenidos de la fe», proponemos una pastoral comunicativa, que opte por narrar experiencias significativas que permitan suscitar, germinar y madurar la fe de los jóvenes.
La lógica de la comunicación tiene mucho que enseñarnos a cuántos proponemos el evangelio a los jóvenes. Comunicar consiste en lograr un terreno común de significado entre el emisor y el receptor. Este terreno común se adquiere por un intercambio de signos que asemeja a una competición. El universo de significado que se encierra en mis palabras, en mis gestos, entra en confrontación con el universo de significado de quien me escucha, ve e interpreta. Sólo el espacio que es compartido entre el emisor y el receptor, puede considerarse realmente significado y es, por tanto, objeto de comunicación. Lo que yo pensaba, quería decir, evocaba, pero no he conseguido transmitir a quien me escucha, se pierde irremediablemente en el vacío. ¡Cuantos contenidos de la fe se pierden en el vacío por estar codificados en una «longitud de onda» diversa de quien nos escucha!
Las palabras, son sin duda el signo que mejor nos sirve para comunicarnos. Pero la palabra no se limita a su «significado objetivo». Dicen los expertos que ese significado objetivo de las palabras que encontramos en el diccionario, no representa más que la punta del iceberg en el proceso comunicativo. Es preciso sumergirse en aguas gélidas para encontrar ese 80% del intercambio comunicativo, constituido por diversas formas de metalenguaje: gestos, posiciones corporales, premios afectivos, reprimendas… Durante demasiado tiempo hemos prestado atención casi exclusiva en la evangelización, al anuncio «objetivo» de los contenidos de la fe y hemos descuidado la parte oculta del iceberg, responsable, la mayor parte de las veces, del éxito comunicativo.
La comunicación, además, no es una labor exclusivamente individual. En la acción educativo-pastoral es toda una comunidad la que está lanzando un sinfín de signos explícitos e implícitos a los jóvenes con los que comparte vida. Se impone la coordinación y el trabajo en equipo para que todos los mensajes que el joven recibe en una institución educativa vayan en una misma dirección. Si esto parece evidente con los mensajes «explícitos», no lo es menos con aquellos «implícitos» e inconscientes, que fruto de los cansancios, problemas e inmadureces de los educadores, son tantas veces responsables del éxito o fracaso de una labor educativa. Un proyecto de Pastoral Juvenil, debe armonizar los mensajes de la mayor parte de los referentes educativos con los que se comunica el joven: animadores, entrenadores, profesores, catequistas, padres, familiares… Sólo así podrá lograr una comunicación coherente y de calidad.
 
4.3. Nuestra apuesta: una narración para la vida y la esperanza
Al comunicar la fe en Jesús de Nazaret a los jóvenes, manifestamos nuestra convicción de que tenemos una gran historia que contar. Una historia que no nos hemos inventado nosotros, sino que hemos recibido en una cadena de transmisión eclesial y que expresa las vivencias y sentimientos de cuantos experimentaron la salvación que Dios ofreció a los hombres, en la vida, muerte y resurrección de Jesús: «Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto, con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y han tocado nuestras manos acerca de la palabra de la vida os lo anunciamos para que también vosotros estéis en comunión con nosotros» (1 Jn 1,1-4).
Para los primeros testigos, la narración de la fe no fue mera formulación doctrinal, ni fría crónica histórica, sino el relato de cómo la fe en el Señor Jesús, tuvo la fuerza de transformar sus vidas (Ga 1,11-17). Por eso, su experiencia creyente, que es para nosotros norma de fe y guía de nuestra propia experiencia, fue ante todo una narración en la que lo narrado y el narrador se entremezclaban en una experiencia vital de la que surgió un mensaje de esperanza.
Este es el modelo que proponemos hoy en la Pastoral Juvenil: narrar el evangelio para ayudar a vivir a los jóvenes en plenitud, para liberarlos de tantos miedos e inseguridades que les impiden ser persona, para abrirlos a la invocación y a la confianza en un Dios que es misterio y se escapa siempre a nuestras pobres formulaciones. Un Dios verdadero en quien podemos poner nuestra confianza porque es real y fiel. Un Dios vivo que puede saciarnos de vida en un mundo tantas veces marcado por el sufrimiento.
 
4.4. Una vida de calidad
Nuestro objetivo es presentar a los jóvenes la salvación ofrecida por Jesús de Nazaret, que impulsa a vivir la propia vida con la cabeza bien alta, con calidad, desarrollando todas las posibilidades personales de realización. Ahora bien, ¿en qué consiste esta «vida de calidad», que la Pastoral Juvenil quiere provocar en el joven?
a) Una «vida de calidad» exige una construcción de una rica identidad personal. El proceso de adquisición del propio «yo» es un proceso fundamental para la maduración y felicidad del joven. Incardinarse en la cultura que le ha precedido; proyectar sueños de futuro y esperanzas de realización personal; adquirir un equilibrio emocional y una confianza y seguridad en sí mismo, que le capacita para dirigir con responsabilidad la propia vida, son formas concretas para hacer emerger en el joven esta «conciencia personal».
b) Una «vida de calidad» exige una participación solidaria en la vida social. Pasar de un consumo pasivo de servicios a una implicación activa en los lugares donde se configura el entramado social, es una exigencia fundamental de nuestro objetivo de formar ciudadanos responsables. El compromiso práctico por el otro; la implicación en la eliminación del sufrimiento de las personas; el voluntariado como testimonio de una civilización del amor; la coherencia armónica entre los valores personales y una ética pública y la concepción del trabajo como forma cotidiana de realización personal y comunitaria, son sólo algunas formas de plasmar esta vertiente de la calidad de vida.
c) Una «vida de calidad» exige, por último, una apertura a la trascendencia: un desarrollo de aquellas capacidades personales que permiten una lectura más profunda de los acontecimientos de la propia vida. Recuperando la fuerza evocativa de las palabras; abriendo a los jóvenes a la experiencia del silencio; desarrollando su capacidad de invocación y confianza en un Dios al que se puede rezar, intentamos abrir nuevos caminos de espiritualidad que posibilitan a los jóvenes celebrar la vida, descubrir la sacramentalidad de lo cotidiano y participar activamente en la praxis celebrativa sacramental que la iglesia ha vivido de una forma milenaria [8].
Hay que tener muy en cuenta, que estas tres áreas que explicitan en qué consiste una «vida de calidad», no son ni etapas aisladas, ni momentos progresivos. No hay una «formación humana» destinada a consolidar el propio «yo» y al compromiso social, y una «formación cristiana» que viene después cuando el terreno ha sido abonado. Las tres áreas, desarrollan por igual el objetivo de la Pastoral Juvenil. El cristiano ve la vida, con una mirada de fe, que le permite descubrir una forma peculiar de construcción personal, de participación social y de vivencia de la trascendencia, según el modelo de Jesús de Nazaret. Los valores del evangelio, se convierten en criterios fundamentales para adquirir una integración madura de fe y vida.
 
4.5. Una palabra sobre el proyecto
Seguimos avanzando en nuestro camino y llega el momento de decir una palabra sobre el proyecto. Un proyecto es un plan general de intervenciones que traduce de forma concreta un ideario. La situación de partida, los objetivos, el método y la evaluación son las cuadro columnas sobre las que se edifica un buen proyecto de Pastoral Juvenil.
De acuerdo con esta definición, un buen proyecto no puede más que ser operativo. No es posible realizar un proyecto abstracto de Pastoral Juvenil de carácter universal. Cada comunidad concreta, conociendo su situación, sus problemas, sus recursos, sus metas, deber ser quien se ponga manos a la obra en el diseño, ejecución y evaluación de un proyecto.
La necesidad de un proyecto escrito de Pastoral Juvenil, está fuera de toda duda. ¡No vale con la buena voluntad! En su elaboración es necesario tener en cuenta cuanto hemos dicho hasta ahora: la realidad de partida, el ideal de persona que queremos promover, la implicación activa de los jóvenes, los criterios que llevamos en el corazón, la delimitación de objetivos, las fases necesarias para conseguirlos, los recursos disponibles, la evaluación de los resultados…
En estas pocas páginas no podemos pretender más que señalar algunos rasgos que pueden ser de ayuda, para la elaboración concreta de proyectos, y que responden a la categoria interdisciplinar de la Pastoral Juvenil.
Como acto comunicativo, la Pastoral Juvenil debe estar muy atenta a las diversas propuestas metodológicas de las diversas ciencias de la educación: didáctica, pedagogogía, psicología[9].
Como teología práctica, la Pastoral Juvenil debe estar en un contacto permanente con la realidad, que es al mismo tiempo, punto de partida y criterio de evaluación para el lanzamiento de un nuevo proceso. La metodología, por tanto, lejos de inductivismos o deductivismos, debe encaminarse por una vía empírico-crítica, que permita una lectura hermenéutica de la realidad a la luz de la fe.
Como acto eclesial, la Pastoral Juvenil es una acción de la comunidad que persigue a su vez, la inserción activa en la comunidad. Superando todo tipo de individualismos y clericalismos, un proyecto de pastoral, debe ser una labor de equipo que coimplica al mayor número de agentes educativos posibles. La experiencia creyente expresada en la Palabra de Dios y la tradición interpretada por el magisterio, son elementos normativos que ayudan a nacer en el joven una experiencia verdaderamente cristiana.
No podemos olvidar que anunciamos un mensaje que no nos hemos inventado nosotros. Somos testigos de la resurrección y nuestras pobres palabras y gestos, nunca abarcarán la grandeza del misterio. La lógica de la fe no es una ecuación matemática en la que manejando hábilmente las variables, se llega indefectiblemente a la solución. Los fracasos que al inicio señalábamos y que llevaban a tantos educadores a considerar a los jóvenes como un «problema», vuelven al final de nuestro artículo, para reclamar una visión de fe del mismo desencanto. Por grande que sea la historia que queremos contar a los jóvenes, no llevamos sobre nuestros hombros la responsabilidad de la oferta de salvación que Jesús les hace. La lógica de la fe, incluye la posibilidad del rechazo y la indiferencia, aún cuando la propuesta se realiza dentro del mejor de los proyectos posibles. La lógica de la fe, invita a descubrir la presencia viva y misteriosa del Espíritu, que presente en nuestros cansancios y esfuerzos, suscita, nace y hace germinar una vida de fe.
 

  1. Un modo adulto de estar entre los jóvenes

Nuestra opción pastoral quiere conseguir jóvenes maduros, que viven una fe adulta y que participan activamente en la comunidad eclesial que se reúne para celebrar su fe, para anunciar el evangelio, para servir y ayudar a las personas de su entorno.
Para ello, el educador cristiano tiene que «estar» presente entre los jóvenes[10]. La presencia se convierte en animación, cuando se acogen los intereses juveniles, por pequeños e insignificantes que puedan parecer (deporte, música, tiempo libre) y se ofrece desde ellos una propuesta global de sentido. La presencia adulta exige del animador una gran dosis de madurez y equilibrio. No es ni madre (acogida incondicional), ni padre (acogida en función del cumplimiento de los deberes), sino que representa una figura que podemos llamar de «tercero educativo». Menos aún es «colega», sino que es portador de unos valores y una cultura propia que ofrece a los jóvenes como uno de los principales regalos que tiene para ellos.
La confianza en el joven, por muchos que sean los motivos para perderla, lo lanza a un protagonismo educativo y a una progresiva asunción de responsabilidades. Compartiendo con los jóvenes aquello que les gusta: deporte, juego, cine, diversión, el animador consigue una «autoridad» para poder decir una palabra en otras realidades que les resultan más desagradables o indiferentes. Sus palabras, ya no les suenan a los jóvenes como una imposición desde fuera, sino como una palabra de alguien que merece la pena. ¡Todos hemos vivido la experiencia de que el mismo argumento en boca de alguien que nos resulta «intragable», resulta mucho menos convincente que en boca de un amigo!
Consciente de que la educación no es una tarea de francotiradores, el animador cristiano, propone el grupo como lugar idóneo para crear una interacción entre las personas que ayude a su maduración. Con inventiva y creatividad promueve en su entorno grupos de animadores, grupos de educación en la fe, grupos de voluntariado, grupos de organización de las fiestas escolares, grupos bíblicos, grupos culturales… en los que ni se centra exclusivamente en la labor concreta que vio nacer al grupo, ni la ignora por completo. Armoniza un crecimiento de la interacción entre los miembros del grupo, con un cumplimiento de las tareas concretas propuestas, de forma que al tiempo que las personas se implican en un proyecto común, crece la profundidad de sus relaciones.
No pocas son las dificultades para llevar este sueño a realidad, pero no por ello debemos decir que sea imposible. Muchas veces la preocupación excesiva sobre problemas que no son esenciales, nos ha conducido a desánimos innecesarios. Otras, esfuerzos desproporcionados en aspectos secundarios, nos ha llevado a gastar demasiadas energías en cosas que no eran lo esencial y «descuidando lo menos hemos perdido lo más».
Para terminar, quiero señalar que esta modesta propuesta de Pastoral Juvenil, intenta revitalizar una presencia significativa en el día a día de los jóvenes, que suscite una lectura cristiana de la vida. Quiere hacerse presente en sus vidas cotidianas, para ofrecer una educación preventiva, ante tantas formas de despersonalización que se cruzan en sus caminos. Propone un sueño de persona que mira hacia el futuro y se implica explícitamente en momentos significativos, como son el inicio de la Universidad, la búsqueda de un puesto de trabajo o los primeros pasos en la construcción de una familia. Narra la experiencia de salvación de Jesús de Nazaret, para suscitar la invocación a un Dios cercano y misterioso; para encontrar un sentido a los acontecimientos cotidianos; para recuperar la fuerza evocativa de la celebración de la vida. Sé que el reto es grande, la ilusión no debe ser menos.
 
BIBLIOGRAFÍA
CORTINA, A. (1997). Por una ética del consumo. Madrid: Taurus; GALLO, L. A. (1991). Gesù di Nazaret. Torino:LDC; FUNDACIÓN SANTA MARÍA (2004). Jóvenes 2000 y Religión. Madrid: SM; GALLO, L. A. (1991). Il Dio di Gesù. Torino:LDC; ITP. (2003). Pastorale Giovanile. Sfide, prospettive ed esperienze. Torino:Elledici; POLLO, M. (2002) Animazione Culturale. Roma: Las; SAVATER, F. (2003). El valor de elegir. Barcelona: Ariel; STERNBERG, R. J.-PEAR-SWERLING, L. (1997). Le tre intelligenze. Trento:Erickson.; TONELLI, R. (1996). Per la vita e la speranza. Roma:LAS; TONELLI, R. (2002). Per una pastorale giovanile al servizio della vita e della speranza. Torino:LDC.
[1] FUNDACIÓN SANTA MARÍA (1999). Jóvenes españoles 99. Madrid:SM; ID. (2004). Jóvenes 2000 y Religión. Madrid:SM.
[2] «La noche es el espacio de tiempo de las actividades compartidas con el grupo de pares, de la complicidad festiva, de reciprocidad clandestina. Se buscan espacios propiamente juveniles, huyendo de lo establecido. Por ello, la noche adquiere un carácter mítico y mimético. Es el espacio joven propiamente, donde los adultos no pueden ni deben controlar o introducirse para establecer las pautas de funcionamiento. Es el espacio que ellos mismos crean y donde desarrollan actividades que consideran exclusivas de los jóvenes…» Cfr. GONZÁLEZ BLASCO, P. Relaciones sociales y espacios vivenciales, en Jóvenes españoles 99. pp.223-228.
[3] «Pues bien, en este contexto de «buenas relaciones» de los jóvenes con sus familias, se detecta que hay poco intercambio de contenidos temáticos en el seno familiar. No parece que los padres tengan la pretensión de legar tal o cual planteamiento, tal o cual cosmovisión a sus hijos. Más bien cabe hipotizar que lo que se defiende es una especie de neutralidad axiológica bajo el principio de que «mis hijos escogerán lo que mejor les parezca cuando sean mayores». Por aquí discurre el más ambiguo resultado de las complejidades que rodean el tema de la familia y los jóvenes hoy»[3]. Cfr. J.ELZO. (2000). Los jóvenes ante el futuro. Misión Joven, 286, pp. 5-14.
[4] Cfr. A.CORTINA (2004). Quién, qué, por qué consumir, en Cuadernos Cristianisme i Justícia (123). pp. 4-15.
[5] F. SAVATER (2003). El valor de elegir. Barcelona:Ariel.
[6] L.A. GALLO (1991). Gesù di Nazaret. Torino:Elledici. pp.37-54.
[7] R.TONELLI (2002). Per una pastorale giovanile al servizio della vita e della esperanza. Torino:Leuman. pp.16-17.
[8] Cfr. M.POLLO (2002). Animazione culturale. Roma:LAS. pp. 135-249.
[9] Por concretar una propuesta entre las muchas posibles, ofrezco la del psicólogo estadounidense R.J.Stendberg, que propone siete habilidades fundamentales para estimular en los educandos un proceso que los ayude a pensar con eficacia para la vida y que son interesantes para la metodología de la educación de la fe: Identificación del problema; elección del método; representación de la información; formulación de las estrategias; evaluación de los resursos; control de las soluciones; evaluación de las soluciones. Cfr. R.J. STERNBERG. Le tre intelligenze. Trento:Erikson. p.146.
[10] Cfr.M. POLLO, Modello di relazione pastorale, en ITP (2003). Pastorale Giovanile. Torino:Elledici. pp.335-350.