“Así dice Yahvéh, tu redentor, el Santo de Israel:
Yo, Yahvéh, tu Dios, te instruyo en lo que es provechoso
y te mando el camino por donde debes ir”
Iasías, 48, 17
¿ La vocación es una realidad misteriosa, pero profundamente enraizada en la personalidad, en su estructura, en sus dinamismos, en sus opciones. Es una realidad germinal que puede madurar y desarrollarse o bien atrofiarse y extinguirse. Más que un futuro previsto con precisión, es la orientación de todo el ser. En la vida cristiana, la vocación es un modo de integrarse y unificarse con Cristo y de seguirle, de manera original y de acuerdo con los propios dones. Todo ello hace necesaria la intervención de la familia desde los primeros momentos de la existencia (Mari Patxi Ayerra), de la acción educativa (Luis Fernando Vilchez), y del acompañamiento pastoral (Luis Rosón), para que, realmente, la persona llegue a vivir la propia vida como vocación.
La vocación personal de cada cristiano es, sin duda, un problema vital para la Iglesia. La comunidad cristiana ha de acoger, respetar, cuidar y potenciar las distintas vocaciones para que todos podamos compartir la misión de Jesús. La vocación cristiana es siempre vocación para el apostolado, porque la misión es elemento esencial del seguimiento de Jesús. Clarificar y seguir la vocación cristiana significa prestar atención al Señor que llama a anunciar y extender el Reino; orientarla es ayudar a la persona a ser capaz de responder a Dios.
Necesariamente la pastoral juvenil tiene que contemplar la dimensión vocacional como un aspecto esencial del quehacer pastoral, porque la cuestión de la vocación cristiana está íntimamente unida y relacionada a la educación en la fe y a la disponibilidad total a Jesucristo. La pastoral de juventud y la animación vocacional no son realidades paralelas. Siempre la pastoral juvenil es pastoral vocacional.
Hoy es sentida en la Iglesia, de manera especial, la crisis de las vocaciones sacerdotales y religiosas. El problema ha suscitado una reflexión cada vez más profunda que ha contribuido a clarificar mejor su verdadera naturaleza e importancia. Nunca ha habido tantos estudios, encuentros y publicaciones sobre la pastoral vocacional como en los últimos años. Han aportado mayor claridad de ideas, mayor sensibilidad, búsqueda creativa, clima de oración, etc. Tienen que ayudarnos también a tomar conciencia de lo esencial, de la necesidad de la propuesta de fe, de la naturaleza misionera y evangelizadora de toda la Iglesia y de todos sus miembros.
Si hay una convicción que se impone actualmente en la acción pastoral entre los jóvenes es ésta: la necesidad de la propuesta de fe. También en la pastoral vocacional específica es necesario un proceso de interiorización y absolutización de la fe. Interiorizar es descubrir que la fe es un valor que responde a las apetencias más profundas de mi ser; que Dios responde a aquello que quiero y busco. Absolutizar significa que el evangelio, la fe, el Reino de Dios se convierten en el elemento determinante y vital que da sentido a todas las realidades interiorizadas.
Pero para interiorizar y absolutizar es necesario acompañar, suscitar, acoger, educar en la experiencia personal del encuentro con Dios. Esta es precisamente la tarea de la pastoral juvenil: acompañar el proceso de interiorización y absolutización de la fe; y éste es también el quicio de la pastoral vocacional cristiana. Es necesario que el animador vocacional llegue a ser cada vez más educador de la fe, y que la animación vocacional llegue también a ser cada vez más comunitaria, más eclesial, promoviendo todas las vocaciones y, de manera particular, la verdadera vocación cristiana en la Iglesia.
EUGENIO ALBURQUERQUE
directormj@misionjoven.org