Películas: fin de temporada

1 octubre 1999

El ritmo mensual de la sección obliga a dejar huérfano de comentario bastante material de estreno aprovechable desde el punto de vista pedagógico. Como descargo, intentaré en este número reseñar algunas de esas obras que, en los últimos meses, he podido contemplar y cuyas historias pueden resultar útiles como materiales de trabajo.
Con la guerra como telón de fondo se estrenaron el curso pasado Salvar al soldado Ryan y La delgada línea roja. De la primera se salva (y valga la redundancia) la primera media hora, espeluznante recreación del desembarco de Normandía. En esa escena citada hasta la saciedad, Spielberg consigue transmitir todo el horror y el sinsentido del combate de una forma tan física como dolorosa. Por un momento, el cine se repliega hasta que asoma en sus entrañas la verdad de lo insoportable, el ardor de lo absurdo. Tras estos minutos de cine más allá del cine, cualquier mitificación del belicismo provoca escalofríos. La guerra es barbarie en estado puro.
La delgada línea roja alcanza la dimensión de obra total. En esta película, la trama bélica actúa como bastidor sobre el que se teje un discurso densísimo. La relación del ser humano con la naturaleza, de la que no es más que un pequeño matiz, las raíces de la crueldad y los límites del sufrimiento, la insondable soledad del hombre… las más diversas cuestiones de índole filosófica y ética emergen como trasfondo de la escaramuza bélica contada. Sobre la superficie de unas imágenes imborrables resuena un sugerente debate abierto entre humanismo esperanzador y existencialismo nihilista.
Cambiamos de tercio. La animación por ordenador nos dejó dos piezas pletóricas en cuanto a la frescura creativa que contagian.Bichos y Hormigaz relatan historias de insectos humanizados con una técnica y un ritmo de desarrollo apabullantes. Hormigaz, además, adquiere la condición de cuento adulto: su radiografía sarcástica de una comunidad de hormigas que funciona y se organiza con la uniformidad rigurosa de una sociedad comunista acaba por remitirnos paradójicamente, si rizamos el rizo, al adocenamiento generalizado de nuestro estilo de vida consumista. Uno no sabe, en esta fábula de tintes políticos ambiguos, si se parodia la colectivización o el aborregamiento, si la rebeldía de Antz apunta a la izquierda o a la derecha, al uno y otro sistema de vida.
Solas está dedicada a todas las madres y Todo sobre mi madre homenajea a la mujer en general, aunque la idea de maternidad recorra toda la película. La primera hace de la falta de retórica y de la rabiosa sinceridad de sus planteamiento virtud. La relación entre una madre de origen rural y una hija instalada en la gran ciudad durante unas semanas de tensa convivencia permite a su director hurgar con una sensibilidad a flor de piel en el fondo de estos dos seres de ejemplar densidad. La madre, casada con un «macho ibérico» de rancias ideas y bofetada fácil, consigue, sólo con su benévola presencia, devolver a su hija la esperanza en la vida y la confianza en un futuro quizás mejor. En Todo sobre mi madre Almodovar retrata a una serie de mujeres sometidas a situaciones críticas (la pérdida de un hijo, un embarazo no deseado, la prostitución, el amor destructivo y alienante) quienes, sin aspavientos, demuestran energía suficiente como para superar sus propios dramas engrandeciéndose en el intento. Muchos vaticinan que el siglo XXI será el siglo de la mujer: estas películas apuestan por ello con sendas declaraciones de respetuoso amor a la cara femenina del mundo.
Estación Central de Brasil interesa al menos por dos motivos: por tratarse de un documento de primera mano sobre los más diversos perfiles (urbano y rural, laico y religioso, esperanzador y deprimente…) del Brasil de los noventa y por exponer el encuentro entre una mujer jubilada y un niño durante un viaje a la busca del padre de este último, recorrido que acaba transformándose en una odisea interior.
La trama de D. Mamet es una película de intriga de esas que enganchan a uno por el suspense que segregan. Lo original radica en el hecho de que, simultáneamente a esta «trama», la obra plantea innumerables temas de interés, los cuales acaban por corroborar un inquietante diagnóstico sobre nuestro mundo: el poder del dinero es el único motor del planeta; la imposibilidad de conocer a los otros, parapetados en la falsedad de las apariencias, nos aísla; la ambición se anuncia como el infierno particular del hombre moderno… Hace tiempo que no me divertía tanto con una obra tan demoledora.

JESÚS VILLEGAS

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