Piensa, habla… haz bien y acertarás

1 junio 2005

Angel Miranda Regojo
 
Angel Miranda es Secretario General de D.Bosco International, organización para la comunicación e interactividad de las presencias salesianas en Europa.
 
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
La sociedad cambia, los jóvenes cambian, los agentes de pastoral también… ¿los proyectos pastorales? La situación plantea nuevos interrogantes a nuestro quehacer pastoral, pero sobre todo a nuestros enfoques y puntos de vista sobre los jóvenes. No es difícil encontrar en ambientes pastorales y de Iglesia, comentario o juicios negativos sobre nuestros destinatarios. A partir de una descripción de la situación y después de desarrollar algunas reflexiones sobre el influjo que determinados cambios sociales provocan en los mismos jóvenes, el autor intenta señalar algunas claves para plantear nuestros proyectos pastorales desde una lectura positiva de la realidad juvenil. Aprovecha, para ello, una lectura sencilla de la experiencia evangelizadora de Jesús, el Maestro, y algunos de los mensajes del papa Juan Pablo II a los jóvenes.
 
Desde el principio el convencimiento del acierto de D. Bosco cuando al explicar su sistema educativo-pastoral repetía “No basta amar. Es preciso que los jóvenes se den cuenta de que son amados”.
Sin hacer juicios de valor, podemos partir de una constatación: nuestros proyectos y acciones pastorales se realizan desde la clave del gran amor que tenemos a nuestros jóvenes. Cierto. Otra cosa es si los jóvenes pueden percibir que les amamos en nuestra propuesta, en nuestro hacer y en nuestro evaluar. ¿Perciben más el “quien bien te quiere te hará llorar” que “el amor se demuestra con las obras”?
 

  1. Una cultura marcada por los medios de comunicación.

El horizonte de los jóvenes es de ahora en adelante el mundo de las imágenes y de la información. Imágenes variadas, seductoras, fragmentadas. Al captar su mirada y su atención, los medios de comunicación desarrollan en los jóvenes nuevos modos de pensamiento y nuevas vías de acceso al conocimiento. Esta evolución pone a mal el discurso religioso tradicional y las prácticas pedagógicas usuales, aunque es posible que nos anime a renovar los modos de comunicación de la fe por vías no desconocidas para la gran tradición cristiana.
 
1.1. Las noticias que nos llegan habitualmente sobre los jóvenes
No es difícil echar cuentas de la versión que recibimos a diario sobre la vida y actitudes de los jóvenes ni hace falta un gran esfuerzo intelectual para recordar noticias un tipo de noticias donde nunca faltan

  • Agresiones: la discoteca, la mirada de la novia, una palabra, el equipo…
  • El libertinaje sexual: relaciones precoces más o menos noveladas, el preservativo, la píldora del día después, cierta promiscuidad, etc.
  • El consumo de alcohol recordado por los mismos que se quejan del descenso del negocio del vino o los mismos que lo venden.
  • El botellón, el ruido, la charla y el grito, los restos de vidrio en la mañana del sábado, las quejas de los vecinos que no pueden dormir.
  • Los accidentes de tráfico, mezclados con la presunción de mejores reflejos o de que eso les pasa a otros.
  • El fracaso escolar como reflejo de la incapacidad para el esfuerzo, la superprotección, el abandono familiar o la falta de estímulos en una sociedad donde todas las necesidades parecen cubiertas.
  • La increencia de una juventud que apenas necesita nada para sentirse a gusto, aunque carece de sentido en tantos aspectos de su vida.
  • El pasotismo, la indiferencia o la incapacidad para preguntarse sobre la razón de las cosas y el por qué de la vida
  • El consumismo que satisface la necesidad de “tener” en personas vacías de contenidos y de propuestas válidas para vivir o morir.
  • La evasión e irresponsabilidad ante el compromiso político y social empañadas por la participación en campañas, un voluntariado de raíces más o menos superficiales o un diluirse en una masa que despersonaliza y hace evanescente cualquier compromiso serio.
  • Y hablamos de los jóvenes apalancados en casa hasta los 30 y más años con todos sus privilegios y muy pocos compromisos.
  • O del miedo a compromisos definitivos, a un futuro incierto, a una prolongación artificial de los estudios, etc.
  • Unos jóvenes adictos al reality show, a lo virtual, a probar y experimentar sistemas de vida sin excesivos compromisos.
  • Dependientes de los medios de comunicación, del chat anónimo, del MP3, del “móvil”, de los SMS de 150 letras, sin vocales
  • Consumidores de una información a golpe de botón.
  • Nos hablan de unos jóvenes, pesimistas frente al futuro, con un afán de seguridad que ninguno de sus antepasados ha tenido.
  • De una juventud ligth con poco espacio para lo firme, lo decisivo, lo definitivo,… Jóvenes del sí pero no, del ya veremos o del por ahora…
  • Y en lo pastoral, de jóvenes lejanos a la Iglesia en fórmulas tan acuñadas como el sí a Jesús, pero no a la Iglesia, el sí al Papa, al eslogan o a la llamada extraordinaria y no al compromiso en la fe, el sí a una sacramentalización más social que personal y comunitaria.

 
En el fondo, nuestros proyectos, propuestas y comentarios educativo-pastorales parecen jugarse con jóvenes insatisfechos consigo mismos y con los demás, a quienes de ordinario no les basta lo que tienen, pero sumisos al sistema, sin ganas de complicaciones aunque les resulte difícil valorar en positivo el momento que están viviendo.
 
1.2. Los jóvenes en nuestros proyectos pastorales
Sin caer en el pesimismo, esta imagen juvenil de los medios y de muchos estudios nos complica a la hora de perfilar los modelos de vida que ofrecemos de ordinario a nuestros jóvenes.
 
Pocos jóvenes en la Iglesia
La población de nuestras iglesias y actos de culto envejece.
Aunque queda el consuelo de los jóvenes que se reúnen en torno a figuras o situaciones más o menos carismáticas, en general, es mucho más fácil encontrar en nuestros análisis de la realidad la disminución de la práctica religiosa, el desinterés de los jóvenes por las grandes preguntas de la persona o por las importantes respuesta de la fe.
No están, no vienen, se despiden en la confirmación… ¿No será que nuestros proyectos pastorales se han movido y, sobre todo, se mueven, desde la atención a los que vienen y siguen con nosotros más que en salir al encuentro de los demás?
Jugamos con “puertas abiertas”, pero esperando a que lleguen. Y si no llegan nos centramos más en el cambio de contenidos que en el de nuestra capacidad de encuentro.
 
Incapaces de compromisos estables
Porque el ideal lo ponemos ahí. El “para siempre”. Quizás nos falta cierta visión empresarial de la vida que juega con la provisionalidad y con la respuesta a corto plazo, más que con las preguntas eternas.
Pero nosotros valoramos más una respuesta eternamente estable, en el contenido y hasta en las formas. Nuestros jóvenes las cambian pero es nuestra seguridad y nuestra fuerza.
 
Necesitan grupos cálidos
Una vez más ponen en crisis nuestro tinglado pastoral. Se cansan. Valoran el conocer personas, el sentirse a gusto, las nuevas experiencias, el que se sientan queridos, la seguridad que les ofrecemos.
Otra cosa es cuando empezamos a dar pasos y se dan cuenta de que detrás de la propuesta quedan tiempos y motivos para la exigencia, el compromiso, el empeño de “vida y hacienda”. Y entonces…
 
Una cultura marcada por el pluralismo.
Nuestros jóvenes crecen en contacto con la diversidad: diversidad de orígenes étnicos, de lenguas, de religiones, de comportamientos; en el barrio, en sus familias, en la escuela, en los medios de transporte y en el seno de la comunidad católica. Ya no hay ni una palabra única, ni una lengua única, ni una sola opinión posible, sobre lo que sea. Hay varias. El pluralismo social, cultural, idiomático, ético, moral, religioso… está ahí
Un pluralismo que puede conducir a la indiferencia pero, también, abrirnos a la tolerancia y a la libertad.
Y en esto nuestros jóvenes no son diferentes. Cualquier aeropuerto un fin de semana nos recordará ese pluralismo: las líneas de bajo coste permiten ir de acá para allá en los fines de semana, justo cuando ponemos un sinfín de actividades encomiables e interesantes desde el punto de vista pastoral.
 
Los jóvenes

Y vienen las lamentaciones

  • No tienen sentido de la militancia: ponen fácilmente interrogantes a las grandes causas e ideales.
  • Se puede “ser a ratos”: de una manera en el partido de fútbol, de otra en el grupo de fe o muy diferente en la discoteca, a la hora de buscar dinero o de alcanzar el éxito.
  • El mensaje de la utopía pasa por la necesidad del “para qué sirve”, por el utilitarismo, por la necesidad de seguridad, por la rentabilidad económica, emocional, afectiva e incluso, ¡por qué no!, religiosa
  • La norma y los criterios éticos dependen de los porcentajes, de las encuestas, de las votaciones de los políticos o de lo que “dice la tele”.
  • Probar, experimentar, conocer otras formas de ser, seguir la moda resulta fundamental en la vida y quehacer de los jóvenes, capaces sentirse originales a pesar de los mismos piercing, los mismos gestos o los mismos vaqueros de la mayoría.
  • Lo mismo ocurre en la manera de manifestarnos creyentes, en la vivencia más o menos acrítica del si y del no creyente a diferentes modelos de vida.

 
Nuestros proyectos pastorales
Este pluralismo no ha roto cierta añoranza de una unidad cristiana que se ha terminado. Es el lenguaje de las “raíces comunes”, de las “raíces cristianas” aunque no pocas veces nos “andamos por las ramas”. Y ahí ya tenemos problemas:

  • Citamos el respeto y el pluralismo pero hacemos ofertas pastorales univocas, hablamos de la atención a la diversidad, pero se nos olvida cuando llega el tema religioso.
  • Sabemos que tenemos la solución, que la solución está en el Reino, que es lo que anunciamos y que es de buena calidad. Pero nos resistimos a quedarnos en el “anuncio”. Nos duele el “te escucharemos otro día” de los nuevos areópagos, o quisiéramos que todos, “partos, elamitas y los del Ponto”, con distintas lenguas entiendan y acepten lo que decimos.
  • Y esto en la familia, en la escuela, en los criterios económicos, en las relaciones sociales, en los temas vocacionales, en el compromiso cristiano…
  • Idealizamos “aquel tiempo” del “un solo Señor, una sóla fe…” o del “Juntos como hermanos”… ¡que es verdad!, pero ¿también para estos jóvenes de la fragmentación, de la espontaneidad, del intimismo religioso, del respeto humano o de tantas militancias?

 

  1. Una cultura que valora la autonomía de las personas.

“Ser uno mismo” constituye hoy una reivindicación primordial. Las personas reivindican el derecho a su opinión, a sus convicciones y entre los jóvenes a su propia identidad.
Pueden buscar puntos de referencia pero se indignan contra toda tentativa de reclutamiento o adoctrinamiento, venga de la fe, de la tradición, de sus padres o de la Iglesia. Nos niegan la última palabra y reivindican el derecho a expresarse y a elegir aunque suponga tanteos y vagabundeos.
Eso sí, es probable que lleguen un día a decir “yo creo”.
 
Los jóvenes

  • Valoran la independencia: mi correo electrónico, mi número de móvil, mi password y mi login en el chat, iguales y diferentes en cada uno de ellos.
  • Una independencia visible en la vida familiar: cierta comida a la carta, el frigorífico siempre disponible, el “tomo algo por ahí”, mi cuarto, mi cuarto de baño, mi champú, mi colonia, mi dentífrico, etc. Incluso como aspiración de los más pobres que no lo tienen.
  • La moto, permitida para todos, por motivos comerciales, hasta 125cc., el coche de segunda mano, unos horarios que hasta el viernes, y cada vez más en ambientes universitarios hasta el jueves, respetan el ritmo de la cultura “adulta” reservando el fin de semana para mi y a mi medida.
  • Una autonomía, en parte limitada por otras “militancias”: la cuadrilla de amigos, el deporte practicado, el equipo favorito, el modo de vestir, de peinarse, de manifestarse, la banda urbana, la pertenencia al barrio, etc. vividas como elemento de autonomía y libertad.
  • Es el sentido de autonomía: poder sobre la propia vida y sobre los propios límites. El riesgo, la velocidad, las relaciones… Ser, de alguna manera, “dioses” de si mismos en la perspectiva de un Dios a su medida.

 
Nuestros proyectos pastorales
Entre tanto nuestros proyectos siguen hablando de “acompañamiento – dirección” incluso para quienes no sienten tal necesidad. Hablamos de propuestas pastorales que, con frecuencia, quedan para un grupo de selectos capaces de entender y tomarse en serio la verdad de Jesús y a la vez de depender, abandonarse en las manos de alguien.
Nos salen lenguajes de “colaboradores” dentro de la comunidad, de “delegar” bajo control, de ritmos, tiempos horarios, celebraciones, normas muy establecidas, de un protagonismo juvenil a nuestra medida.
 

  1. Una cultura democrática que valora la participación y el debate.

Los niños desde muy jóvenes plantean las preguntas más radicales. ¿Quién es Dios? ¿Cuál es tu Dios? La religión ¿para qué sirve?. Quieren discutir, intercambiar debatir. Tienen “su” opinión, aunque la pregunta y el debate hagan temblar las certezas. Estamos en una cultura que considera la participación y el debate como camino obligado para alcanzar la verdad, apropiársela y recuperar la fe.
 
Los jóvenes
Y ahí, nuestros jóvenes se van acostumbrando cada vez más la libre expresión como valor absoluto en lo que se dice, en lo que se hace, en lo que se comunica.

  • La prudencia, el eufemismo, el miedo a abordar determinadas temáticas, se convierten en tabúes. Hablar, juzgar, decir, pensar, de todo y sobre todo, en público y en privado. Todas las ideas son buenas con tal que se respeten por los demás. Lo más una afirmación muy débilmente crítica: “no pienso como tú, pero lo respeto”.
  • Y viene la tiranía de las opiniones mayoritarias, los dogmas de los grupos de presión, la imposición de los derechos sobre los deberes, los derechos de las minorías siempre que sea mi derecho o el de mi propia minoría.
  • Y cuando todo es opinable y cada uno se atribuye la misma autoridad de los demás para decir, defender y, si llega el caso, imponer lo que piensa ¿qué significa la verdad?
  • A lo mejor volvemos a Pilatos.

 
Nuestros proyectos pastorales
Nosotros entendemos, con razón, que no cabe verdad absoluta fuera de nuestras verdades eternas. Aunque no signifique que sean eternamente admisibles.

  • Resulta difícil ser maestros de “la verdad” en un mundo donde lo pueden ser el deportista, el cantante o el Harry Potter de turno, motivo de interés, de imitación y de opinión.
  • Será difícil llevar adelante proyectos pastorales donde la participación se realiza por delegación de unos pocos o donde la gran mayoría de los jóvenes, conforme a las estadísticas, no han participado ni en su propuesta ni en su realización.
  • Algunos grupos juveniles pueden producirnos el espejismo de contar con “los” jóvenes, aunque contemos sólo con los que vienen a nuestra casa. ¿Nos preocupan los que no vienen? ¿los que no están?
  • Poco espacio queda en nuestros proyectos para el debate, para el cuestionamiento. Los cuestionamientos o las preguntas de nuestros jóvenes en el foro o el chat de turno, ya tienen una respuesta prefabricada “para” los jóvenes. Nos cuesta encontrar respuesta “con” los jóvenes.
  • Añadamos a ello la falta de preparación de muchos agentes de pastoral, muchas veces llenos de buena voluntad: unos como afectados por los mismos “tics” de los jóvenes de su generación, otros como personas formadas en la seguridad de la verdad poseída.
  • Luego vienen los desánimos, el ver que la cosa no va, el caer en la cuenta de que el partido se juega en el centro del campo y no en el gol en cada portería.
  • Porque una cosa es la teología, otra la didáctica y otra la pedagogía. Y solemos asegurar la verdad cuando el diálogo con las nuevas generaciones exige muchas más dosis de pedagogía y didáctica.

 

  1. Una cultura pragmática, crítica y marcada por la ciencia y la técnica.

Uno de los objetivos de cualquier plataforma formativa es ayudar a los jóvenes a desarrollar un enfoque científico de las cosas, un pensamiento crítico y la observación sistemática de la realidad. Todo debe ser observado, demostrado. La verdad se mide por la eficacia.
Si ese enfoque científico contrasta evidentemente con el enfoque de la fe, ha llegado la ocasión de repasar, con los jóvenes, las vías de acceso a la verdad y de redescubrir el pragmatismo de una fe que “sin obras es una fe muerta” (St 2,17)
 
Los jóvenes
También en este terreno nuestros jóvenes se sienten a la vez protagonistas y víctimas.

  • La sensación de vivir en un paraíso tecnológico, donde cualquier innovación pronto se queda vieja, la sensación de que nos ganan por muchos cuerpos en eso de apretar botones y entender los iconos del “cacharreo” electrónico o informático, les llevan a poner en crisis muchas de nuestras propuestas. Las cosas deben funcionar de manera automática. Basta un icono inteligible o regular tal botón o temporizador para que las cosas, también las de la fe, funcionen, sea en la familia, en los estudios, en la amistad, en la asimilación de las verdades o en la relación con Dios.
  • Nuestro avance tecnológico hace de la vida algo sempiterno. La muerte está oculta, la limitación también. Existe una especie de inmortalidad inscrita en el cerebro que no proviene de Jesús resucitado, sino de las cotas de dominio que el hombre y la ciencia van consiguiendo. Porque aunque las dificultades crecen en proporción aritmética, por proceso de suma, los avances tecnológicos crecen por procesos factoriales en proporción geométrica.
  • No digamos nada en cuanto al sentido del “usar y tirar”, del cambio permanente, del consumo, de la necesidad de renovar el vestuario, el teléfono, los amigos, la esposa o el esposo, la religión, la fe o Dios. ¿Por qué no? Lo importante es el cambio por el cambio, aunque lleguemos al mismo punto de partida.
  • Tecnológicamente, tambien, vemos que muchos de nuestros jóvenes viven una realidad virtual, adecuada a sus posibilidades, a sus deseos, haciendo posible un lenguaje propio, unas expresiones nuevas y eliminando cualquier separación entre lo real y lo imaginario.

 
Nuestros proyectos pastorales
Mientras tanto nuestros proyectos, normalmente se preocupan más de los contenidos que de la técnica: la pedagogía o la metodología. También en cuanto a las nuevas tecnologías de comunicación y de información.

  • La economía o el afán de considerar que sólo educa lo presencial, hacen sospechosos muchos de los recursos y posibilidades que nos ofrece una pastoral en diálogo con tecnologías donde muchos jóvenes se encuentran como pez en el agua.
  • Algo parecido ocurre con la iconografía de nuestras acciones pastorales: expresiones, gestos, baja calidad musical, escasa variedad iconográfica, monotonía en los tonos, en los textos. Lenguajes complicado para jóvenes que todos reconocemos pobres en el uso del lenguaje ordinario.
  • No digamos si, confundiendo las cosas, ponemos el acento en la escenografía sin aportar apenas ningún otro contenido de interés para la vida y quehacer de nuestros jóvenes.
  1. Buscando pistas

Este paisaje nuevo e inestable esbozado a grandes rasgos plantea desafíos considerables: repasar y renovar en profundidad nuestras maneras de concebir y llevar a cabo nuestra animación pastoral y nuestra educación de la fe.
Pero los desafíos no deben desanimarnos. Existen múltiples experiencias pastorales y educativas que abren camino a nuevas maneras de hacer resonar el Evangelio de Jesús, como en aquel Pentecostés, en una lengua comprensible para jóvenes de tantas procedencias.
Por eso es importante buscar nuevas referencias para abordar con confianza esta nueva etapa de evangelización.
 
Recurrir a la experiencia del Evangelio
Aunque pueda resultar contradictorio ¿por qué no recurrir al evangelio? Al fin y al cabo, en él nos aparece el “Maestro” y posiblemente desde él podamos entender algunas claves para leer a los jóvenes y su entorno desde una perspectiva positiva.

  • María, puede abrir nuestra reflexión. Dios se fía de ella, aunque sabe que lo lógico es que plantee problemas. Es Dios quien cree en ella. Porque Él hace todo: la llama, la bendice, la alaba, le pide… y viene sobre ella. Para Dios nada es imposible.
  • Creer en nuestros jóvenes, no supone que la cosa va a ser fácil. Nos repetirán una y otra vez el “pero… ¿cómo va a ser esto?” Se trata de creer en ellos, dándoles seguridad, considerándoles capaces y muy capaces para la tarea.
  • Como el ángel del texto somos enviados “a” los jóvenes. Y el enviado elogia a la joven, le dice que Dios la quiere, que es capaz. Y “la joven” dice que sí.
  • Le podía haber obligado, le podía haber dado una lección teológica sobre ¡tantas cosas! Lenguaje sencillo, “vendrá sobre ti,” “te cubrirá con su sombra” Te cree capaz.
  • Y María cree en Jesús. “Haced lo que él os diga”. Sin más. Hasta ahora no ha hecho milagros ni cosas extraordinarias. Pero María cree en Jesús. Eso aunque a él le extrañe… “Mujer ¡Que nos importa todo esto!” Pero es capaz. Lo hace y comienza el anuncio del Reino.
  • A lo mejor Jesús ha aprendido de ella la clave: “Si no os hacéis como niños”. Es decir, si no somos capaces, como los niños de
  • depender, es decir dejar de lado la seguridad, la autosuficiencia, el afán de tener respuesta para todo. Depender en nuestros proyectos de los destinatarios, de sus ritmos, de sus intereses, de sus necesidades, de sus dudas, de sus debilidades…
  • preguntar los porqués de las cosas, de los acontecimientos, de las personas. Es decir, arrancar en nuestros proyectos pastorales de las preguntas que nos hacemos sobre ellos, más que de las respuestas que tenemos que darles. Preguntar y escuchar sin juzgar las razones de su alejamiento, su fragmentación, su sentido de la provisionalidad, su consumismo. Aprovechar sus intuiciones, más jóvenes y actuales que las nuestras, para empezar a redactar nuestros proyectos
  • contemplar, admirar como niños el dinamismo, la capacidad de experiencia, las posibilidades que ofrecen los jóvenes, convencidos de que todo eso apoya nuestra sabiduría pastoral.
  • llorar cuando nos sentimos débiles. Llorar nuestra debilidad, nuestra pobreza en el encuentro, en el diálogo, en la pedagogía más que echar las culpas a supuestas o reales razones como la comodidad, el compromiso…
  • caernos, darnos golpes hasta aprender a caminar. Aprender y saber aprender, construir comunidades pastorales que aprenden de los jóvenes a arriesgar, a probar, a cambiar, a atreverse. Saber leer sus lecciones de futuro, más que mirr con persistencia al pasado.
  • Hacernos como niños, como Jesús que se pasó salvando a la gente muchos años como niño, como adolescente, como joven, hasta llegar su hora. Es decir capacidad de sembrar, de esperar, de aprender a interpretar la hora de cada chaval, de cada joven, respetando su ritmo.
  • El niño cree en los otros: sus padres, la gente que le rodea, hasta que la vida le enseña a retorcer un poco el colmillo. Creer en los jóvenes, en sus posibilidades, en la seguridad de que el Padre Dios les ama como son a diferencia de cómo decimos amarles nosotros.
  • Otro elemento de referencia pueden ser las bienaventuranzas
  • Creer, nosotros “ricos”, que todas esas pobrezas que vemos en ellos los convierte en bienaventurados…
  • Creer en “sus” mansedumbres, parciales y a ratos,
  • Creerles sujetos de la misericordia de un Dios Padre que les quiere.
  • Creer que, con limitaciones, buscan verdad, la justicia. Bienaventurados.
  • Y podemos continuar.
  • Se trata de salir al encuentro de la oveja extraviada, más que de estar tranquilos por ver si crece o no nuestro rebaño seguro. Y esto porque la “descarriada” vale la pena.
  • Reconocer que para Jesús, la adúltera o el paralítico, necesitaban, ante todo el perdón y ningún discurso. Lo más un buen consejo: “¡vete y no peques más!”
  • Creer en los jóvenes como Jesús cree en Pedro cuando le dice que le ama, como Felipe que reconoce en el eunuco la presencia del Espíritu o como Pablo que se abre totalmente a los paganos que “ni siquiera han oído hablar del Espíritu Santo”- Incluso, hacerlo como Jesús, que en el momento de la entrega llama de verdad “amigo” a Judas.

 

  1. ¿Una conversión?

Esto nos obliga a una conversión: pasar de la mentalidad de conquistador, al enfoque del explorador. Se trata, no tanto, de ganar a los jóvenes, de conquistarlos o “llevarlos a la Iglesia”, como se oye decir a veces, sino de explorar con ellos aprovechando sus tiempos, sus culturas, la sabiduría y los signos de Dios recordando cómo, desde el principio, Dios, en el paraíso se complace en pasear junto a los hombres. (Gn.3, 8).
Una conversión que implica abandono, no como gesto de rendición, ni como lanzarse al vacío o huir hacia delante sino como un acto de fe y de esperanza en quien se ha comprometido en la historia humana hasta el final de los tiempos, de las culturas y de las fronteras (Mt. 28 , 20).
 
5.1. Creer en los jóvenes con signos concretos
Antes de terminar vale la pena comentar algunos signos que permitan a los jóvenes comprender a su manera, desde sus claves y con sus condicionantes que tienen un lugar en nuestra comunidad.
Parafraseando algunas citas de Juan Pablo II presentado como el Papa de los Jóvenes, podemos extrapolar algunos de sus mensajes a los jóvenes como mensajes para quienes queremos ser sus evangelizadores, para la Iglesia, institución, organización y comunidad.
Y siempre teniendo en cuenta a “los jóvenes”, no sólo a los que vienen o a los que ya están, sino también a los que buscan, a quienes pasan de todo o ni siquiera llegan a plantearse lo religioso. ¡También son jóvenes, hijos de Dios y, deben ser, preocupación de nuestra Iglesia!
 

  • “Vosotros sois la esperanza de la Iglesia y del mundo, vosotros sois mi esperanza”. ¿Nos atrevemos a decírselo de verdad a nuestros jóvenes? ¿nos creerán si les decimos que en nuestros proyectos y en nuestra acción son nuestra esperanza y la esperanza del mundo? ,
  • “El más joven puede ponerse al lado del mayor y entablar un dialogo dando y recibiendo con enriquecimiento recíproco y alegría siempre nueva”. ¡Pero diálogo de igual a igual, en los tiempos, horarios, ritmos, esquemas! Si no ¿cómo entenderán que propiciamos un verdadero “diálogo”?.
  • “Identificado con vuestras expectativas y vuestras esperanzas”. Asumir, gustar, entender lo igual y lo distinto, lo fundamental y lo secundario, que late dentro de todps Y esto sin juzgar. Haciendo nuestra y buscando con ellos su esperanza de futuro.
  • “Esa esperanza que son los jóvenes, hay que cultivarla y acompañarla. Estamos hablando del futuro de la Iglesia y del futuro del mundo”. Cultivar y acompañar lo que son, donde están, lo que viven con un acompañamiento en la cercanía, en el mismo camino, en el encuentro.
  • “Creo en la juventud con todo mi corazón y con toda la fuerza de mi convencimiento”. “Vivir de fe” y “vivir la fe” en los propios jóvenes. Leer lo bueno que tienen. Leer en positivo, tantas cosas que nosotros no vemos bien o vemos como malas.
  • “La juventud es un bien especial de todos”. “La juventud”, no sólo los que vienen o los que nos siguen. “Todos” no sólo para nuestras finalidades educativas, pastorales… ¡todos! Y un bien “especial”.
  • “Pertenecéis al futuro y el futuro os pertenece”. Construir una pastoral hacia el futuro: leer, escuchar, creer a quienes, dice el Papa, son los “dueños” del futuro. Abandonar afanes de pasado.

 
5.2. Algunas actitudes necesarias
Siguiendo la paráfrasis de Juan Pablo II, hablando a los jóvenes, es fácil entender algunas actitudes que deben traslucir nuestros proyectos pastorales.

  • “Cruzando el umbral de la esperanza”. “Creer y crear” una pastoral de esperanza, no de “cierre y derribo por final de negocio”. Una pastoral “con” los jóvenes y no sólo “para” los jóvenes como fuente de esperanza para “todos”.
  • “¡Abrid las puertas a Cristo”! Una pastoral de transparencia, de puertas abiertas, desprovista de demasiadas condiciones, de posturas y decisiones preestablecidas que “si quieres las aceptas y si no…” Puertas abiertas a ese Jesús que está “en todos” aunque muchos no lo sepan. Y sobre todo en los más pobres ¿no?
  • “Cristo nos enseñará mediante su Espíritu lo que tenemos que hacer, cómo debemos comportarnos, cómo llevar adelante el denominado diálogo de salvación”. Incluso con aquel del “déjame en paz, que no me quiero salvar”. Y aquí el Espíritu tiene mucho más que decir que otras perspectivas. ¿No será que nos resulta más fácil consultar otras instancias?
  • “Compartir su misma vida”. Más allá de la moda en el vestir, de los ritmos musicales o del manejo de los SMS. Una pastoral desde la vida, con la vida y para la vida de los jóvenes. Amar y defender la vida. Es decir, asumir la vida diaria como lugar de encuentro y diálogo con el Dios actual de cada día.
  • “Seguir el camino de Cristo para cambiar la sociedad en la justicia, la solidaridad, el compromiso por una sociedad y un futuro digno para el hombre”. Una llamada más a realizar una pastoral que, más allá del fundamento doctrinal, arranca y termina en el compromiso social superando el límite de “nuestras” estructuras.
  • “Descubriréis en Él el gozo de la verdadera libertad… y una existencia basada sobre la realidad indestructible del amor”. Nuestros jóvenes lo entenderán cuando nuestros esquemas y realizaciones les permitan sentirse más libres (normativa, criterios, seguridades, definitividades…) y puedan amar y sentirse amados (como son, sin condiciones).
  • “Este joven de 83 años…” ¿No será una llamada a dejar de mirar continuamente la media de edad de nuestros curas, de nuestros catequistas, agentes de pastoral y fieles? Rejuvenecer nuestras estructuras y nuestra propuesta pastoral no es cuestión cronológica, sino mental: tomar en serio la vida que comienza cada día.
  • “Sed santos con la santidad que consiste en hacer la voluntad del Padre en cada circunstancia de la vida”. Una llamada concreta a la búsqueda de lo que Dios quiere de nuestra pastoral. ¡Será más interesante que lo queremos nosotros!
  • Abolid las barreras de la superficialidad y del miedo, reconociéndoos hombres y mujeres nuevos, conversad con Jesús en la oración y en la escucha de la palabra, buscad la alegría de la reconciliación, recibid el cuerpo y la sangre de Cristo en la eucaristía, acogedlo y servirle en los hermanos. Puede ser un esquema metodológico interesante. Sentarnos a planificar nuestros esquemas pastorales, compartiendo una experiencia de “santidad”, de búsqueda de la voluntad de Dios. Ahí comienza nuestro Plan de mejora continua.

A modo de conclusión
En la misma línea, dejamos para el final algunas propuestas de Juan Pablo II que sintetizarían las claves de una pastoral juvenil apoyada en una lectura positiva de la realidad juvenil:
Acogiendo a María como la “estrella de la nueva evangelización” debemos atrevernos a planificar y desarrollar una pastoral que refleje nuestra fe en los jóvenes como
o “los centinelas del futuro”,
o “los primeros evangelizadores de los jóvenes”
o “ la esperanza de la Iglesia y del mundo”
o “nuestra esperanza”.
 
Sólo nos queda “remar mar adentro”. “No tengáis miedo”.

Angel Miranda

estudios@misionjoven.org