POBREZA Y JUSTICIA SOCIAL

1 abril 2013

“¿No será este el ayuno que yo quiero:

 desatar los lazos de maldad,  deshacer las coyundas del yugo,

dar la libertad a los quebrantados, y arrancar todo yugo?

¿No será partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en casa?         

¿Que cuando veas a un desnudo le cubras, y de tu semejante no te apartes?

          Entonces brotará tu luz como la aurora, y tu herida se curará rápidamente.      Te precederá tu justicia, la gloria de Yahveh te seguirá”.

(Is 58,6-8)

 
Hace dos décadas largas que el politólogo estadounidense Francis Fukuyama anunciaba a bombo y platillo en su obra El fin de la historia y el último hombre (1989) el triunfo final del capitalismo y un futuro económico de abundancia y continuo crecimiento. Aunque pocos le tomaron en serio, casi nadie podía imaginarse entonces hasta qué punto y con qué crudeza iba a ser desmentido por la terrible crisis económica y social que sufrimos desde 2008… y a la que no vemos aún final.
 
Detrás de las cifras del decrecimiento, de la recensión, de las dichosas primas de riesgo y del paro hay rostros de personas que sufren y familias enteras destrozadas. El desempleo afecta de un modo especial a la población juvenil (¡cerca del 60% de jóvenes parados en España!). Toda una generación se está viendo empujada a la cuneta del camino que conduce a lograr una vida digna. Son, como titula con razón el sociólogoZygmunt Bauman en un libro, vidas desperdiciadas.
 
Creemos que la justicia social tiene que volver a ser una preocupación eclesial prioritaria, aunque algunos consideren que es un tema de épocas pasadas. No podemos olvidar la clara doctrina del magisterio social de la Iglesia: “Las normas de justicia deben ser respetadas desde el principio y durante el proceso económico, y no solo después o colateralmente” (Benedicto XVI, CiV 37). Urge volver a hacer nuestra en la acción pastoral aquella afirmación del Sínodo de Obispos de 1971: «La acción en favor de la justicia se nos presenta claramente como una dimensión constitutiva de la predicación del Evangelio». Dicha acción no es una opción más entre otras, sino contenido esencial del núcleo de la fe cristiana.
 
La justicia social fue un tema central en la predicación de todos los profetas bíblicos, que tanto insistían en que la relación con el propio Dios nos la jugamos en el trato que damos a sus hijos preferidos, los pobres. Podemos citar decenas de pasajes como el de Isaías citado en la cabecera de esta página. Y esa es también la convicción del Cristo que proclama (¡y realiza!) las Bienaventuranzas (“de los pobres es el Reino de Dios”) y nos advierte: “Conmigo lo hicisteis…” (Mt 25,31-46).
 
Los textos de los Padres de la Iglesia nos sorprenden hoy por la claridad y radicalidad de su exigencia en este tema. San Juan Crisóstomo, por ejemplo, escribe lo que pensaba cuando veía alguna construcción lujosa: “¿Con cuántas lágrimas se habrá edificado esta casa? ¿Cuántos huérfanos se habrán quedado desnudos? ¿Cuántas viudas se verán afectadas por esta injusticia? ¿Cuántos obreros habrán sido privados de su salario?” (Comentario al salmo 48: PG 55, 517). ¿Qué diría hoy? Quizá lo siguiente: ¿cuántas lágrimas, huérfanos y viudas hay detrás de la crisis provocada por las frivolidades del capitalismo financiero de casino? ¿Cuánto sufrimiento hay detrás de los recortes económicos traumáticos y la deconstrucción del Estado del Bienestar?
 
¿Y qué decir nosotros, cristianos, de este otro texto de San Juan Crisóstomo?: “¿Deseas honrar el cuerpo de Cristo? No lo desprecies, pues, cuando lo contemples desnudo en los pobres, ni lo honres aquí en el templo con lienzos de seda si al salir lo abandonas en su frío y desnudez. Porque el mismo que dijo: Esto es mi cuerpo, y su palabra llevó a realidad lo que decía, afirmó también: Tuve hambre y me disteis de comer, y más adelante:Siempre que dejasteis de hacerlo a uno de estos pequeñuelos, a mí en persona lo dejasteis de hacer. El templo no necesita vestidos y lienzos, sino pureza de alma; los pobres, en cambio, necesitan que con sumo cuidado nos preocupemos de ellos” (Homilía 50 sobre el Evangelio de San Mateo, 3-4: PG 58, 508-509).
 
Justicia social y Pastoral Juvenil
 
La situación actual descrita nos plantea tres importantes tareas en Pastoral Juvenil:
– Atender a los jóvenes que son víctimas de esta situación de extensión de la pobreza y de grave injusticia social.
– Denunciar honrada y claramente lo que está pasando, sin olvidar que, como afirma Joaquin García Roca, laprotesta debe ir acompañada de propuestas.
– Priorizar en nuestras propuestas educativas y formativas la educación para la justicia, la solidaridad y el desarrollo. Una formación que debe ser fundamentada y seria, que supere ciertos modelos de solidaridadindolora y de mero consumo, que se han revelado incapaces de conseguir compromisos sólidos y duraderos, y propios de lo que la socióloga Helena Béjar denominó en una conocida obra El mal samaritano.
 
Los estudios de este número
 
José Luis Segovia Bernabé, profesor de Moral social y política en el Instituto Superior de Pastoral de Madrid, habla del coraje que hoy supone el conocer y dejarnos afectar por la actual situación de aumento de la pobreza, así como disentir de la actual injusticia y atreverse a forjar nuevos modelos justos yhumanizadores.
 
José Ignacio Calleja Sáenz de Navarrete, profesor de Moral Social en la Facultad de Teología de Vitoria-Gasteiz, presenta el tratamiento de la justicia social en la Doctrina Social de la Iglesia, y hace propuestas concretas para profundizarla y aplicarla.
 
– Por su parte, Fco Javier Vitoria Cormenzana, de la Facultad de Teología de Deusto (Bilbao), defiende que existe un vínculo indisoluble entre la fe en el Dios revelado en Jesucristo y la lucha por la justicia interhumana, y el actual Año de la Fe es una gran oportunidad de recuperar y reforzar dicho vínculo.
 

JESÚS ROJANO MARTÍNEZ

misionjoven@pjs.es