Poemas para el camino, oraciones para caminar

1 enero 1999

POEMAS DE CAMINANTES Y CAMINOS

 
Recuperamos aquí algunos poemas que han alimentado nuestro camino durante años y que pueden seguir alimentándolo todavía. Son poemas de caminos y caminantes que llegan más allá del origen que los vieron nacer: sirven para todos los que de alguna forma inicien nuevos caminos.
 
 
Son poemas más o menos conocidos de autores conocidos. Como poemas, usan el lenguaje poético y simbólico para comunicar una experiencia. Por eso, pueden servir también para nosotros hoy: los símbolos y recursos empleados nos ayudarán a despertar en nosotros parecidas experiencias que hayamos vivido.
En ese sentido pueden convertirse en poemas para orar: son textos para remover nuestra memoria y caldear el corazón. Por ello mismo pueden transformarse fácilmente en oraciones para descubrir lo esencial y potenciar la interioridad. Incluso se podrán incluir dentro de alguna celebración o estructurar alguna con ellos.
¿Cómo convertir estos poemas en oraciones? Sugerimos algunos puntos generales.
 

POEMA COMO ORACIÓN

 

  1. Leer los poemas desde dentro: ver qué evocan en nosotros, caer en la cuenta de lo que nos llevan a pensar, dar nombre a los sentimientos que nos provocan, revivir las experiencias que nos recuerdan, etc.
  2. A partir de esa experiencia revivida, centrarse en uno mismo: qué dicen de mí, donde me sitúan, qué descubro, qué me piden.
  3. Concretar algún aspecto en el que tendríamos que cambiar. Buscar la forma de llevarlo a cabo.
  4. Releer el poema transformándolo: Aplicarlo a otra realidad, centrarse en algún verso y desarrollarlo.
  5. Recrear el poema convirtiéndolo en oración: reescribir todo el texto o algún verso en forma de oración.
  6. Proclamar estos textos dentro de un encuentro de oración o incluirlos en una celebración.

 
Aquí reproducimos los poemas sin más, tan sólo agrupados de alguna forma y con breves claves de lectura. Pero mejor es ponerse a caminar por ellos y con ellos.
 

  1. Caminar en grupo, caminar cada uno

 
El camino nos cura. El camino nos cambia. La invitación a caminar, como peregrino, vendrá de quienes han recorrido el camino, de quienes lo han vivido personalmente y a la vez han caminado en grupo. Es una experiencia única, contagiosa y dichosa: es necesario decirla y comunicarla a los demás. Y no la vivirá quien se queda sentado al borde del camino.
         La caravana feliz
Canciones y plegarias atruenan los caminos.
Hecha su romería, tornan los peregrinos
de Compostela. Lucen ricas las esclavinas
de estriadas veneras, blancas y purpurinas.
 
–¡Levantaos, leprosos, tullidos y llagados!
¡Lavacolla es el río que quita los pecados
y la podre y las úlceras y el llanto y el hedor!
¡Hay un beso en sus ondas para cada dolor!
¡Lavacolla es el río de las aguas lustrales,
un Jordán galiciano para todos los males!
¡Id, llagados y ciegos, tullidos y leprosos;
llegaréis desgraciados y volveréis dichosos!
 
Tal, a la luz difusa del crepúsculo vago,
cantan los peregrinos que tornan de Santiago.
Muestran sus compostelas, erigen los bordones;
hay un desbordamiento de gritos y oraciones.
La caravana empolva los eréctiles pinos…
Un aroma de incienso queda por los caminos.
ALEJANDRO CASONA
 
 
 
Ven con nosotros
Cuando me han visto solo y recostado
al borde del camino,
unos hombres
con trazas de mendigos
que cruzaban rebeldes y afanosos
me han dicho;
–Ven con nosotros, peregrino.
Y otros hombres con portes de patricios
 
 
que llevaban sus galas
intranquilos,
me han hablado
lo mismo:
–Ven con nosotros, peregrino.
Yo a todos los he visto
perderse allá a lo lejos del camino…
y me he quedado solo,
sin despegar los labios, en mi sitio.
LEÓN FELIPE
 
 
 
 

  1. Búsqueda personal y colectiva

 
El camino nos impulsa a seguir buscando. Caminamos porque tenemos seguridad en lo que esperamos, aunque a veces no seamos capaces de ver el sentido. Caminamos y en ese camino descubrimos la luz en las tinieblas, la fuerza en medio de la duda, la meta en el mismo caminar. Y descubrimos desde el principio a quien buscamos al final.
 
Te busco desde siempre
Te busco desde siempre. No te he visto
nunca. ¿Voy tras tus huellas? Las rastreo
con ansia, con angustia, y no las veo.
Sé que no sé buscarte, y no desisto.
 
¿Qué me induce a seguirte? ¿Por qué insisto
en descubrir tu rastro? Mi deseo
no sé si es fe. No sé. No sé si creo
en algo, ¿en qué? No sé. No sé si existo.
 
Pero, Señor de mis andanzas, Cristo
de mis tinieblas, oye mi jadeo.
No sufro ya la vida, ni resisto.
 
la noche. Y amanece, y yo no veo
el alba, no podré decirte: «He visto
tu luz, tus pasos en la tierra, y creo»
JUAN JOSÉ DOMECHINA
 
 
 
Le tienes
Pues busco, debo encontrar.
Pues llamo, débenme abrir.
Pues pido, me deben dar.
Pues amor, débeme amar
aquel que me hizo vivir.
¿Calla? Un día me hablará.
¿Me pone a prueba? Soy fiel.
¿Pasa? No lejos irá?,
pues tiene alas mi alma
y va volando tras de Él.
Es poderoso, mas no
podrá mi amor esquivar.
Invisible se volvió,
mas ojos de lince yo
 
 
tengo y le habré de mirar.
Alma, sigue hasta el final
en pos del bien de los bienes
y consuélate en tu mal
pensando como Pascal:
«¿Lo buscas? ¡Es que ya lo tienes!
AMADO NERVO
 
Todo camino
Todo camino que emprendo
me prende en la soledad,
y allí me encuentro sin ella.
(Antes que yo,
llegó Dios).
GLORIA FUERTES
 
 

  1. Caminos nuevos

 
El camino puede ser nuevo cada día, aunque nos lleve al mismo destino. (También el mismo camino puede llevarnos a destinos distintos: hiel o miel. ¿Cuál es nuestro camino virgen?
 
        
 
Cantar
¿Para qué llamar camino
a los surcos del azar…?
Todo el que camina anda,
como Jesús, sobre el mar.
ANTONIO MACHADO
 
Caminos
Por la hiel
se llega a la miel.
(Y al revés).
GLORIA FUERTES
 
Nadie fue ayer
Nadie fue ayer
ni va hoy,
ni irá mañana
hacia Dios
por este mismo camino
que yo voy.
Para cada hombre guarda
un rayo nuevo de luz el sol…
y un camino virgen
Dios.
LEÓN FELIPE
 

  1. Los peligros y tentaciones del camino

 
Ante los peligros del camino, tenemos la tentación de sentarnos o ausentarnos (Pero esto sería huir por otro camino: y otros nos pasarían y pisarían). Necesitamos caminar, que es lo mismo que vivir. Caminar con otros (toda la humanidad) sin perder el sentido ni caer en la tentación de dejarse vencer por la soledad.
 
Voces me llaman
 
Voces me llaman y piden que ande
dentro de un silencio macizo.
 
Camino por un estrecho camino.
Peligroso de lados peligrosos.
(Hay que estar en lo que estamos).
 
Si no miro donde piso,
puedo poner un pie en el vacío,
y si miro, para poner el pie
adonde debo, me mareo.
Haga lo que haga todo es expuesto.
¡Ah! Puedo hacer otra cosa, sentarme,
montarme en el camino
con las piernas colgando a cada lado…
¡Qué va! Tampoco puedo,
–no está permitido dejar de caminar–,
me pisarían la cabeza los que vienen detrás,
con su botas de fuego.
 
Esto de vivir es tan estrecho
que sólo cabemos uno.
¡Es la fila!
Por eso voy detrás de alguien,
o alguien viene detrás de mí.
¡Firmes!
¡Formen fila!
¡Arrestado el que rompa!
¡Marchen!
 
Toda la humanidad en línea
y a tu lado no hay nadie,
vamos solos.
GLORIA FUERTES
 
 

  1. Cansancios y rutinas

 
A veces nos cansamos de caminar porque todo es lo mismo: los caminos se hacen viejos y el corazón se amustia. Es entonces cuando habrá que recordar que “no hay camino sino que se hace camino al andar”. Y que tenemos la vida por delante.
 
         Qué día tan largo
¡Qué día tan largo
y qué camino tan áspero,
qué largo es todo, qué largo,
qué largo es todo y qué áspero!
En el cielo está clavado
el sol iracundo y alto.
La tierra es toda llanura,
llanura, toda llanura,
 
y en la llanura… ni un árbol.
 
Voy tan cansado
que pienso en una sombra cualquiera.
Quiero descanso, descanso, sólo descanso.
¡Dormir! Y lo mismo me da ya
bajo un ciprés que bajo un álamo.
LEÓN FELIPE
 
 
 
         ¡Qué pena!
¡Qué pena si este camino fuera
de muchísimas lenguas
y siempre se repitieran
los mismos pueblos, las mismas ventanas,
los mismos rebaños, las mismas recuas!
 
¡Qué pena si esta vida tuviera
–esta vida nuestra–
mil años de existencia!
¿Quién la haría hasta el fin llevadera?
¿Quién la soportaría toda sin protesta?
¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierra
al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha?
Los mismos tiranos, las mismas cadenas,
las mismas guerras,
los mismos farsantes, las mismas sectas
¡y los mismos, los mismos poetas!
 
¡Qué pena,
que sea así todo siempre, siempre de la misma manera!
LEÓN FELIPE
 
 
         ¿Por qué me miras?
¿Por qué me miras tan serio,
carretero?
Tienes cuatro mulas tordas,
un caballo delantero,
un carro de ruedas verdes
y la carretera toda
para ti, carretero.
¿Qué más quieres?
RAFAEL ALBERTI
 
 

  1. Caminar con sentido

 
Caminar con sentido nos da fortaleza para llegar a la meta, aunque la meta se nueva cada día, cambiante, distinta¼ Los encuentros profundos nos darán ganas de vivir.
 
 
Ahora de pueblo en pueblo
Ahora de pueblo en pueblo
errando por la vida,
luego de mundo en mundo
errando por el cielo
lo mismo que esa estrella fugitiva.
¿Después? Después…
ya lo dirá esa estrella misma,
esa estrella romera
que es la mía,
esa estrella que corre
por el cielo sin albergue
como yo por la vida.
LEÓN FELIPE
 
 
 
 
 
Me voy
 
Me voy porque la tierra ya no es mía,
porque mis pies están cansados,
mis ojos ciegos,
mi boca seca
y mi cuerpo dócil y ligero,
para entrar en el aire.
Me voy porque ya no hay caminos
para mí en el suelo.
 
Salí del agua, he vivido en la sangre
y ahora me espera el Viento
para llevarme al sol…
Salí del mar… y acabaré en el fuego.
LEÓN FELIPE
 
 
¡Vaya encuentro!
Salgo corriendo atolondrada, loca,
y tropiezo con Dios.
–¿Dónde vas Leocadia? –así suele llamarme–.
Después¼ me convence en silencio
me convierte en paloma,
me nombra caballera andante,
me arma de paz y ciencia
y me quita la gana de matarme.
GLORIA FUERTES
 
 
 

  1. Caminar y recrear el camino

 
Hacer el camino implica caminar como si fuera la primera vez, caminar como si fuera la única, caminar como si fuera la última: ligeros (sin atarnos), sensibles (captando todo y apoderándonos de los que vemos o vivimos), libres (sin endurecernos)¼ Así podremos después recrear el camino sin nostalgias, contagiando el gozo de mirar y de vivir.
 
Romero solo
Ser en la vida romero,
romero solo que cruza siempre por caminos nuevos.
Ser en la vida romero,
sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.
Ser en la vida romero, sólo romero.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez, una vez solo y ligero,
ligero, siempre ligero.
 
Que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo,
ni el tablado de la farsa, ni la losa de los templos
para que nunca recemos
como el sacristán los rezos,
ni como el cómico viejo
digamos los versos.
La mano ociosa es quien tiene más fino el tacto en los dedos
decía el príncipe Hamlet, viendo
cómo cavaba una fosa y cantaba al mismo tiempo
un sepulturero.
No sabiendo los oficios los haremos con respeto.
Para enterrar a los muertos
como debemos
cualquiera sirve, cualquiera… menos un sepulturero.
Un día todos sabemos
hacer justicia. Tan bien como el Rey hebreo
la hizo Sancho el escudero
y el villano Pedro Crespo.
Que no hagan callo las cosas
ni en el alma ni en el cuerpo.
Pasar por todo una vez, una vez solo y ligero,
ligero, siempre ligero.
Sensibles a todo viento
y bajo todos los cielos,
poetas, nunca cantemos
la vida de un mismo pueblo
ni la flor de un solo huerto.
Que sean todos los pueblos
y todos los huertos nuestros.
LEÓN FELIPE
 
         Tierra enamorada
¿Recordáis al viajero, el que nos dijo
que él mismo era su camino interminable?
 
Ha dejado de andar y se ha sentado
con nosotros a hablar de los países
recorridos…
¡Oh, todos eran suyos
pues el amor es el que da la posesión
y nadie puede arrebatarnos
el gozo de mirar lo que sentimos nuestro!
 
Ha enseñado sus manos como mapas
abiertos y ha contado
hombres, ciudades, ríos, cielos, mares.
 
Los tenía en los labios cuando hablaba.
Los tenía en sus ojos transformados en luz.
Los tenía en su pecho como un nido interior.
 
Nunca un hombre tan propio y tan ajeno:
podía ser un árbol, podía ser un ave.
Nuestras eran su cercanía o su distancia,
igual que su palabra o su silencio.
 
Se ha asomado al balcón.
Ha alzado la mirada hacia los astros
y, la mano en el pecho, ha dicho por tres veces:
¡Oh, tierra, tierra, tierra enamorada!
RAFAEL ALFARO