Cuando el venezolano Hugo Chávez, presidente populista de izquierdas, citó repetidamente aJesucristo en su parlamento con motivo de su reciente triunfo electoral, no hacía más que unirse a un creciente número de políticos de América Latina que han abrazado la religión –o que, por lo menos, lo hacen ver–. ¿Son sinceros con ese gesto o, por el contrario, estamos ante una epidemia de populismo religioso? Muchos analistas ven en esto una creciente manipulación política del fervor religioso en la región, junto con una mayor influencia de la Iglesia en los asuntos de Estado. Algunos temen que, como suele ocurrir en otras partes del mundo, la religión se utilice para promover confrontaciones domésticas e incluso regionales.
Antes de examinar si dichos temores están justificados, echemos una ojeada a los hechos.Chávez a menudo ha criticado con dureza a la jerarquía eclesiástica de Venezuela por apoyar a la oligarquía del país. Aunque su biógrafo Agustín Blanco Muñoz cuenta que Chávez dice de sí mismo que él no es «ni cristiano ni católico», lo cierto es que dedicó parte de su parlamento tras las elecciones a hablar de Jesucristo. «El reino de Cristo es el reino del amor, la paz, la justicia, la solidaridad, la hermandad, el reino del socialismo», afirmó Chávez. «Este es el reino del futuro de Venezuela».
Una semanas antes, el 5 de noviembre, el presidente electo de Nicaragua, el izquierdista Daniel Ortega, había ganado las elecciones de su país abandonando su anterior retórica marxista y presentándose como devoto católico. Hace poco se casó por la Iglesia con su compañera de mucho tiempo, apoyó una ley promovida por la Iglesia en la que se prohíbe el aborto terapéutico y programó sesiones fotográficas en distintos emplazamientos religiosos.
En Ecuador, el conservador Álvaro Noboa, el magnate de la industria platanera, a quien las encuestas no daban mucho crédito al principio, acabó ganando la primera vuelta de la elección presidencial presentándose como El mensajero de Dios. Más adelante perdió, el 26 de noviembre, a manos del populista de izquierdas Rafael Correa, quien en los últimos pasos de la campaña electoral se presentó a sí mismo como ferviente católico. En pocos países hace sentir tanto su peso la Iglesia católica como en Nicaragua. El cardenal católico Miguel Obando dio todo su apoyo a su antiguo gran rival Ortega durante la reciente campaña electoral, y Ortega ha correspondido defendiendo la ley del aborto promovida por la Iglesia católica. Además, la Iglesia se ha convertido en un protagonista mucho más activo en Argentina desde el desastre económico de este país en 2001, y en México apenas transcurre un día en el que los titulares de los periódicos no citen alguna declaración del cardenal Norberto Rivera sobre cualquier tema de tipo político o social.
En una encuesta del Latinobarómetro llevada a cabo en 17 países de América Latina el año pasado se constató que la Iglesia es de lejos la institución más respetada de la región: el 71% de latinoamericanos dijeron que confiaban en la Iglesia. Frente a este dato, el 43% dijo fiarse del presidente; el 42%, de las fuerzas armadas; el 38% confía en el sector privado; el 28%, en el Congreso, y solo el 18% tiene confianza en los partidos políticos. Entre los países en que la Iglesia recibe el mayor apoyo están Guatemala, Honduras, Paraguay y Panamá, con más del 80% de niveles de confianza, Venezuela (74%), Colombia (75%) y Ecuador (77%).
Al margen de las actividades de la Iglesia, gran parte del fervor religioso que hay hoy en América Latina puede tener algo que ver con el creciente desencanto con la política. «La gente necesita agarrarse a algún elemento emocional, y este elemento emocional durante mucho tiempo lo aportaron las ideologías», sostiene Marcos Aguinis, uno de los escritores y analistas religiosos de más talento en América Latina.
Esta es mi opinión: la creciente manipulación del fervor religioso en esa región –así como en Estados Unidos– me tiene un poco nervioso. ¿Acabará ahora Chávez empujando en nombre deJesucristo su nuevo plan de reforma de la Constitución que permita su reelección indefinidamente? ¿Intentará el nicaragüense Ortega reabrir viejas disputas fronterizas con sus países vecinos en el nombre de Dios? ¿Habrá otros que empezarán sus campañas como emisarios del Altísimo? Quizá no. Pero el populismo religioso está al alza en todo el mundo, y puede que esté creciendo en América Latina también.
ANDRÉS Oppenheimer, periodista, columnista del Miami Herald.
Traducción de Toni Tobella. El periódico, 28,12.06