¿Por qué consumen los jóvenes?

1 diciembre 2005

Fabiola Castillejo
 
Fabiola Castillejo es psicóloga-psicoterapeuta
 
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
El artículo aborda especialmente el complejo fenómeno de las relaciones padres-hijos adolescentes como clave para entender y prevenir el consumo de drogas en el marco de la familia. Expone en primer lugar algunos aspectos importantes en el período de transición que marca la adolescencia: construcción de la personalidad, participación de la familia, grupo de amigos. Señala después algunos de los nuevos patrones en el consumo, las disfunciones que producen, las posibles situaciones de riesgo, para terminar señalando algunas pistas educativas para padres y educadores.
 
Desde mis conocimientos, y experiencia de trabajo con adolescentes consumidores de riesgo, desarrollada en el programa de Adolescentes  de Proyecto Hombre Madrid y posteriormente en la práctica clínica privada, voy a tratar de exponer en este artículo mi visión sobre el tema.
Partiendo de la base de que la familia es uno de los lugares más importantes de socialización y control de los mecanismos, que afectan a la probabilidad de consumo de drogas, por parte del adolescente, existen algunas características familiares que van a predecirlo.
Sabemos que en las familias donde los adolescentes no consumen sustancias hay significativamente más afecto, más cariño, más confianza familiar y parental, comunicación, disciplina y puesta de límites dentro de la misma, que en aquellas con adolescentes consumidores.
Desde esta idea se identifica la adolescencia como el momento evolutivo familiar asociado al inicio del consumo de sustancias, y a los procesos que conlleva de separación y autonomía psicológica, como especialmente relevantes para explicar tanto su inicio como su mantenimiento. Durante esta fase todos los adolescentes y sus padres deberán atravesar este proceso y de su éxito o fracaso dependerá, en parte, el consumo de sustancias, entre otros factores.
Por lo que respecta al consumo de drogas en estos años ha cambiado el perfil y del consumidor de sustancias, se ha expandido el mercado de la drogas de síntesis que se concentran en un determinado tramo de edad, de 17 a 24 años, y que configura un complejo referencial único para los jóvenes al que se une el alcohol, el cannabis y la cocaína de fin de semana.
A tenor de este incremento, se ha creado una gran alarma social entorno a los adolescentes y al consumo de estas sustancias, que no provocan dependencia física aunque sí psicológica, en la que influyen cierto tipo de música, la discoteca, la forma de vestir  etc… se han incorporado de forma masiva entre ellos y aún no sabemos si han llegado a su tope máximo. Los usuarios de este tipo de drogas las utilizan fundamentalmente con propósitos lúdicos festivos, para salir de fin de semana, como estimulante y para encontrarse a gusto con personas del mismo grupo de edad con los que comparten formas de diversión.
De esta manera, consuman o no, y de cara a la prevención, los adolescentes están inmersos en contextos de consumo con una presencia dominante. Podíamos preguntarnos ¿existe en la actualidad alguna forma de divertirse realmente atractiva para los jóvenes en la que un momento u otro, no medie algún tipo de uso de drogas para obtener, reforzar o acompañar la satisfacción personal o grupal? Desde una perspectiva terapéutica la situación afecta tanto a los adolescentes como a sus familias:
–          Para muchos las drogas les permiten desvincularse de su núcleo familiar y diferenciarse de los deseos y expectativas de sus padres, de forma que se produce una individuación errónea, no sólo por crear otra dependencia sino porque ponen en peligro su vida.
–          Mientras, los padres se encuentran en una situación de caos y desesperación, porque sienten que el hijo se les va de las manos y no saben cómo retomar su rol  Todo ello unido a la “crisis de la adolescencia”.
En resumen en este articulo voy a reflexionar sobre este complejo fenómeno de las relaciones padres-hijos adolescentes como clave para entender y prevenir el problema del consumo de drogas antes de su inicio y en el marco de la familia.
 

  1. La transición adolescente

 
Puesto que la adolescencia marca el inicio del consumo de sustancias es importante destacar algunas ideas sobre este estado del ciclo vital que comienza en la pubertad y concluye cuando el individuo alcanza la edad adulta.
La adolescencia es una fase crítica del desarrollo humano, durante esta etapa procesos internos y externos van a trabajar juntos para iniciar la tarea del desarrollo adolescente. Entre los procesos internosse incluyen cambios psicológicos, cognitivos, sociales e intrapsíquicos; mientras que los externos son sociales, en la escuela y en la comunidad, así como, los cambios en las relaciones familiares de rol y en las responsabilidades. Me gustaría hacer hincapié en alguno de estos cambios:
 
1.1.Construcción de la identidad
 
La construcción de la identidad que surge después del proceso donde el adolescente se plantea distintas posibilidades, duda entre varias alternativas y busca activamente información sobre cada una de ellas.
Es evidente que va a sufrir una cierta inestabilidad hasta llegar a un nivel suficiente de diferenciación y coherencia, integrando la diversidad de papeles que ha desempeñado y va a desempeñar, la dimensión temporal (lo que ha sido en el pasado lo que es en el presente y lo que pretende ser en el futuro), lo que va a percibir como real posible o ideal y la imagen que tiene de sí mismo, así como la impresión que produce en los demás (amigos, compañeros, padres y profesores…).
Alcanzar una identidad diferenciada y coherente es de las  tareas más importantes de la adolescencia, no siempre se consigue y por supuesto el consumo de sustancias es un gran obstáculo para este logro.
 
1.2.Participación de la familia
 
Para alcanzar una sana identidad adolescente la familia participa de un modo muy importante, es en ella donde se van a establecer las condiciones para una sana identidad.
En primer lugar  tiene que pasar a ser un sistema con funciones protectoras y nutricias a ser el lugar de preparación para la entrada en el mundo adulto.
En muchas familias se produce un cierto grado de confusión al principio, pero después son capaces de reorganizarse, cambiar las reglas y los límites para permitir a los adolescentes más autonomía. Esto implica tener que hacer un esfuerzo y un reajuste. La mayoría de los adolescentes no desean la retirada completa de las relaciones con sus padres, ellos quieren tener un gran control sobre sus vidas y sus decisiones, pero también quieren normas y límites claros.
Sin embargo en las familias se producen muchos bloqueos que van a contribuir a la desorganización, y a que aparezcan conductas de riesgo, sobre todo si los cambios adolescentes son vividos como una amenaza, con sentimientos de pérdida y miedo por parte de los padres ante el crecimiento de los hijos. Ante esta dificultad las familias responden controlando arbitrariamente o cediendo el control totalmente.
Conservar el control mientras se es sostenedor, democrático y objetivo no es tarea fácil, especialmente cuando se sienten criticados  y juzgados por sus propios hijos. La familia debe ser fuerte, flexible y capaz de soportar el crecimiento de los hijos. Los adolescentes sanos siguen dependiendo de sus padres y siguen considerándoles influencia sostén  y guía. Y este presupuesto es para mí el más importante como factor de protección y prevención en el uso adolescente de sustancias, que más adelante profundizaré.
 
1.3.Grupo de iguales
 
El peso que para el adolescente tiene el grupo de amigos es muy alto y desempeñan un papel prioritario en la formación de la propia identidad.
Los conflictos, las angustias, y las dificultades experimentadas en su casa, pueden ser compartidaspor otros y también resueltas debido a la simpatía y a la comprensión mutua.
Aparece la idea errónea de que los padres caen de sus pedestales y los hijos no quieren nada de ellos, sólo con sus amigos. Con el grupo se ensayan modos de vivir la adolescencia, pero a la hora de tomar decisiones importantes, de definir valores y mantener actitudes ante cuestiones de envergadura, cuenta en el ánimo del adolescente la opinión de sus padres, los progenitores no pueden olvidarse de esto, ni pensar que dejan de ser importantes. Las opiniones del grupo de amigos tendrá influencia en temas de trascendencia menor: gustos estéticos, ropa, música, actividades para el tiempo de ocio, etc.
 

  1. Nuevos patrones de consumo

 
Se define un nuevo patrón de consumo de sustancias, así como las características individuales del adolescente que consume.
A mitad de los años 80 comienza a extenderse en nuestro país el uso de ciertos derivadosanfetamínicos de sustitución, sobre todo la MDMA (3,4-metilenedioximetanfetamina) y sus congéneres o diversos preparados que se ingieren como tal, que es el fármaco ilícito de más éxito de los aparecidos en Europa Occidental en la última década. Estos preparados que se presentan en forma de comprimidos y, en menor medida, de cápsulas, reciben diversos nombres entre los usuarios, el más común el de «éxtasis», pero también «pastillas», «pastis» y «pirulas», y abren el camino a la popularización de una nueva categoría de drogas, producidas clandestinamente en laboratorios basándose en el inmenso poder creativo de la química moderna: las drogas de «diseño» o de «síntesis». Su popularización  se ha asociado a una «escena» local de «fiestas» y discotecas de música «maquina» o «bakalao».
Todo este proceso ha despertado una enorme atención de los medios de comunicación e influencia en sucesivas campañas desde 1987. La profusión informativa se ha producido en paralelo a la difusión de su consumo, aunque en ocasiones lo haya precedido y estimulado.
Podemos decir que se han popularizado “nuevas” pautas de consumo de drogas:
Tres de ellas se han masificado y han generado una considerable alarma social:
– La extensión entre los jóvenes de formas de uso excesivo de bebidas alcohólicas, caracterizadas por fuertes intoxicaciones y unos cambios notables en las pautas de ingesta de alcohol respecto de anteriores generaciones.
– La expansión del uso de cocaína entre sectores de la población que desconocían previamente esa droga y que no consumían heroína.
– La más reciente popularización de ciertas drogas de síntesis entre las que destacan ciertos derivadosanfetamínicos de sustitución, como la MDMA ó “éxtasis” y sus congéneres que además de efectos estimulantes producen otros que podríamos considerar psicodélicos o de distorsión perceptiva.
En cualquier caso, el consumo de éxtasis ha resultado ser algo más que una moda pasajera asociada a un estilo musical efímero, y su uso se ha extendido entre amplios sectores de la población joven. Tratándose de sustancias que nunca antes habían sido utilizadas frecuentemente por un número tan amplio de personas, y cuyos efectos farmacológicos y clínicos permanecen todavía oscuros, hay muchas cuestiones que todavía se tienen que responder tanto por un interés científico, cuanto por una preocupación de salud publica respecto a los efectos que pueden tener en una población tan joven.
El escenario del consumo de riesgo también  ha experimentado un cambio muy importante, saliendo de los ambientes marginales y contraculturales, para ocupar ambientes mas normalizados, concentrándose en largos fines de semana, por la noche o en lugares específicos para adolescentes. Sirven, así, como ritual de transición y exploración de nuevas identidades y como forma de romper el orden establecido que los adolescentes respetan el resto de la semana.
 

  1. Adolescentes en situación de riesgo

 
Este patrón de uso de drogas produce la disfunción de alguna de las principales áreas de funcionamiento adolescente (social, académica, física o emocional). El abuso de drogas es una salida inadaptada a las demandas de independencia.
Para hablar de prevención de situaciones problemáticas de cualquier tipo, tendremos que hablar de los factores que inciden en que se desarrollen las mismas. El consumo problemático de drogas no deja e ser un síntoma de que algo va mal esto es lo que le hace a un adolescente estar en riesgo para consumir drogas pero también para tener conductas violentas, embarazos no deseados, delincuencia, accidentes de tráfico, fracaso escolar, dependencias de todo tipo, intento de suicidio…, cualquier de conducta que les ponga en peligro.
 
La conducta de riesgo de consumo tendremos que enmarcarla dentro de las características psicológicas de la adolescencia y se produce por dos condiciones principales:
 
– La sensación de invulnerabilidad derivada del egocentrismo característico de la adolescencia, que le lleva a creer que no sufrirá las consecuencias de los riesgos en los que incurre, porque él es especial. El adolescente ignora la probabilidad de que lo dañino de fuera le puede afectar a él, se ve a sí mismo como invulnerable a las negativas consecuencias potenciales, y sólo se centra en los beneficios de las conductas de riesgo.
– La búsqueda de nuevas sensaciones derivadas de su orientación a la novedad y a la independencia. Según Funes  (1995), hay cuatro variables que definen el acto de usar una droga cuando uno es adolescente:
 

  • Expectativa: En los adolescentes las expectativas de los efectos tendrán más importancia que los propios efectos, es decir lo que imaginan, esperan, les han dicho, han depositado en ellas. Efectos que no tiene por que corresponderse con lo farmacológica mente previsto. Entre las expectativas despertadas por estas drogas de síntesis se destaca que es estimulante, poco peligrosa y erótica. Y aparte de las expectativas e intenciones, los usuarios de éxtasis comparten una serie de justificaciones o racionalizaciones del uso, siendo las más reiteradas las siguientes:

– se puede controlar.
– es limpia, de uso fácil y cómodo.
– su precio es asequible, no es tan cara como otras de efectos parecidos.
– es segura en tanto que no produce adicción como la heroína.
 

  • El uso de una droga suele enmarcarse en una ritualización determinada, en un ambiente ya institucionalizado o, definidor de alguna trasgresión social. En los adolescentes hay que pensar más en la trasgresión que en la institucionalización. Aunque consuman drogas legales van a hacerlo a su manera: fuera de los bares (el famoso botellón), de noche más que de día…

 

  • Posicionamiento de la persona con respecto a los otros: En el caso del adolescente pondremos el énfasis en el grupo más que en el individuo. No hay adolescentes sin grupo, y como ser adolescente es estar en búsqueda continua de la propia identidad, las drogas ejercen de potentes generadores de identidad provisional en el seno de los iguales.

 

  • Diversión del fin de semana: En el caso de los adolescentes este es su contexto vital ya que el uso de las drogas es, como ya hemos apuntado, con propósitos lúdico-festivos.

 
Según el estudio antropológico de Gamella et al. en 1996, los efectos declarados por los usuarios pueden agruparse en cinco categorías:
– Cambios en el estado de ánimo.
– Variaciones en las relaciones interpersonales.
– Alteraciones en la percepción.
– Cambios en el comportamiento sexual.
– Alteraciones en los procesos cognitivos.
 
Por tanto un adolescente se encuentra en situación de riesgo cuando tiene múltiples y graves características de riesgo y escasas condiciones de protección. Sin embargo existen dos tipos de adolescentes en esta situación:
– Los que ya han comenzado a comprometer su desarrollo, al iniciar las conductas que lo ponen en peligro.
– Los que tienen una gran probabilidad de incurrir en dichas conductas pero todavía no se han iniciado.
Como educadores deberíamos reflexionar sobre qué es aquello que favorece estas conductas y cómo prevenirlas.
Para comprender las conductas de riesgo en los adolescentes es necesario tener en cuenta que no se producen de forma gratuita, sino que pueden ser utilizadas para responder a funciones psicológicas y sociales. Entre dichas funciones cabe destacar:

  • la integración en el grupo de compañeros
  • la reducción de estrés y de la incertidumbre sobre la propia identidad
  • obtener experiencias de poder y de protagonismo social
  • establecer la autonomía de los padres
  • rechazar las normas y valores de la autoridad convencional
  • marcar la transición de la infancia al estatus adulto.

 
Especialmente cuando no se dispone de otros recursos para ello y para favorecer las condiciones de protección habría que hablar de ayudar al desarrollo de ciertas tareas evolutivas que hay que aprender en la adolescencia:
– La capacidad para establecer vínculos seguros y la forma de afrontar el estrés.
– El sentido y la eficacia para orientar la conducta hacia objetivos.
– Interacción con iguales y adquisición de habilidades sociales
– Construcción de una identidad diferenciada y positiva.
 
De este modo y con todo lo dicho creo que podemos tener una idea clara de porque consumen los jóvenes y de que sí podemos hacer algo desde la familia como lugar privilegiado de protección y de prevención. En síntesis:
– Tenemos la posibilidad de proteger a nuestros adolescentes estando atentos a los que puedan necesitar. Pensando, como he dicho a lo largo de este artículo, que somos sus modelos tanto los progenitores, los educadores y todos los adultos que les rodeamos, y tenemos que enseñarles a salir a la vida.
– Las drogas, todas ellas, son muy peligrosas y no podemos dejar de trasmitir este mensaje.
– Los problemas hay que cogerlos a tiempo y si los empezamos a percibir hay que buscar ayuda profesional. Los adolescentes cuando están en riesgo no la piden abiertamente pero sí a su manera; dejando restos de droga, o papelillos de fumar, o fracasando estrepitosamente en el colegio.
– Desde la familia y también desde la escuela podemos hacer muchas cosas, repensar los límites que tenemos con nuestro hijo (a lo mejor son muy laxos o muy rígidos) conocer a sus amigos, hablar con sus profesores, aprovechar los momentos que nos permiten comunicar, y mostrarnos firmes si vemos un problema.
– Todo esto, que son síntomas, hay que escucharlos y pedir ayuda si no sabemos qué hacer. Asusta mucho a los padres pensar en este tipo de situaciones, pero también a los adolescentes, y aunque ellos a veces se creen invulnerables a las consecuencias de lo que hagan hay momentos de mucho miedo en los que sí son conscientes.
– Lo que podemos hacer como padres es formarnos, saber de lo que estamos hablando si hablamos de drogas, sin miedo. Aprendiendo a cuestionarnos y cambiando, si es necesario, el modo en nos manejamos con el afecto y la normas, en definitiva revisando nuestro estilo educativo. Las Escuelas de Padres son un instrumento privilegiado para alcanzar todas estas habilidades.
Desde el principio he dicho que la familia ha de ser flexible y  sostenedora, para ayudar en esto ha de estar preparada ya que los comportamientos parentales van a favorecer o prevenir este problema.
La sobreprotección, tan común en nuestros días, puede potenciar esta situación. En cambio aquellos padres que se manejen de un modo asertivo, supervisando las conductas de sus hijos, proporcionando normas claras y a la vez siendo afectuosos y no intrusivos, van a ayudarles a ser más autónomos y proporcionarles una identidad más clara.
La droga está ahí y contra eso sólo pueden actuar a gran escala gobiernos y políticas. Espero haber dejado claro que hay un lugar donde podemos hacer algo. No les dejemos solos en esto, ayudémosles a salir a la vida sanamente y a que encuentren su lugar en el mundo.
 
Bibliografía
 
Castillejo, F. (1999). Evaluación de los estilos educativos e individuación en adolescentes consumidores de drogas de síntesis y en sus padres. Madrid: Fundación Mapfre Medicina.
Funes, J.(1994). “Los adolescentes y las drogas”. Proyecto nº, 56-67.
Gamella, J. F. y Alvarez Roldán, A. (1997). Drogas de Síntesis en España. Patrones y tendencias de adquisición y consumo. Madrid: Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre drogas.
 

Fabiola Castillejo

fabiolacastillejo@hotmail.com