Praxis cristiana con jóvenes ante la exclusión y las nuevas pobrezas

1 octubre 1999

Pie autor
Joan Brulles es el Coordinador de la Pastoral Juvenil en la Provincia Salesiana de Barcelona.
Rafael Gasol es Director

 

Síntesis del artículo:

        Los autores relatan, desde la experiencia que viven y animan, algunas señas de identidad fundamentales de la praxis cristiana con jóvenes en los terrenos de la exclusión social, así como los rasgos esenciales y objetivos de dicha praxis tal como vienen desarrollándola. Todo está apuntado de una forma directa y coloquial, a la par que sinténtica.

 
 
 
 

Los estudios precedentes miran a nuevas pobrezas, a la exclusión y a la marginalidad. Nosotros pretendemos relatar, más que nada, una experiencia. Los contextos de marginación nos han llevado, a lo largo de los años, a repensar nuestra teología y nuestra pastoral.

Ya no nos conformamos con una lectura ética de la actuación de Jesús sino que le contemplamos como una manifestación de Dios inseparable de la suerte de los excluidos y machacados: Dios se encarna para que todo hombre y mujer vivan. Y en Jesús mostró su predilección por los pobres.

Hemos captado la mirada compasiva de Jesús sobre la gente cansada y agotada, y nos hemos preguntado qué significa actuar hoy, desarrollar la praxis cristiana o pastoral en ese «Cuarto Mundo» que habita la exclusión en sus múltiples formas.

La anticipación del Reino desde las prácticas liberadoras de Jesús nos ha puesto en proyectos educativos para sanar el dolor de los rotos, para aliviar el sufrimiento de los excluidos, para crear contextos de significado.

Seguir y vivir con el estilo de Jesús nos ha invitado a romper con criterios de fuerza y poder, nos ha llevado a no buscar seguidores, nos ha sugerido respetar con pudor la vida de los sin vida, nos ha puesto en clave de gratuidad… Creemos que Dios está más interesado por la vida de sus hijos que nosotros mismos: Él ha apostado definitivamente por la Vida. Desde esta apuesta mantenemos la esperanza frente a la exclusión y todo tipo de pobreza que parecería desdecirla.

Aunque con dificultad, seguimos luchando contra criterios de eficacia, de prestigio, de adoctrinamiento del otro y vamos optando por principios de protagonismo, de solidaridad, de ternura, de fraternidad.  Y lo hacemos, fundamentalmente en contextos no creyentes, en los que la simbología y la palabra religiosa —ya casi— carecen  de significado.
 
De esto queremos hablar aquí, es decir, contar con una lenguaje casi coloquial cómo estamos viviendo y desarrollando la praxis cristiana con jóvenes que viven en tierra de marginación, de exclusión.
Creemos que la pastoral entre los excluídos pasa por crear espacios de recuperación de sentido, de curación de sufrimientos, de recuperación de la palabra, la autoestima, el hogar y la dignidad social.  Apostamos por una praxis cristiana, a partir de los gestos liberadores más que de las palabras, que favorezca que los rotos se reencuentren como mujeres y hombres que son personas e hijos de Dios.
 
 

  1. Señas de identidad de la praxis cristiana en el mundo de la exclusión

 
El objetivo último de toda acción pastoral es que la vida desborde en plenitud en cada persona. «La gloria de Dios es que los hombres vivan». Sin embargo, la realidad nos confirma cuan mutilada está la vida en la mayor parte de gente del planeta, también entre nosotros.
Una pastoral que quiera llegar a los últimos, a los que quedan al margen del sistema social y eclesial, a los «mutilados-de-vida» de nuestro mundo, necesariamente ha de salir de recorridos elitistas e inventar atajos que la hagan contactar con los jóvenes y pobres ahí donde están y ser instancia dinamizadora de todos los mecanismos interiores que permiten a cada persona crecer en plenitud.
 
Esta praxis cristiana, para ello, ha de poseer unas características concretas, algunas de las cuales apuntamos a continuación.
Antes de nada, nace de una comunidad cristiana, unida y plural, masculina y femenina, lúdica y reflexiva, que celebra la Eucaristia en el altar y en el servicio a los pobres: por ello contagia pasión por la vida y coherencia al nombrar a Jesús.
Esta comunidad cristiana, rica en edades, servicios y ofertas, se configura con rasgos como los siguientes:
 

  • Reconoce la misión fuera de sus fronteras, conjuga constantemente el verbo acoger y opta por hacer experiencia de evangelio en tierra extraña.

 

  • Asume la causa de los débiles, denuncia su explotación, defiende sus derechos y su dignidad, participa en la creación de la nueva cultura de la solidaridad mundial y anuncia con su praxis austera —personas, tiempo, programación, presupuesto—, que decididamente la vida, las preocupaciones y la acción pastoral de la comunidad es de quienes más lo necesitan.

 

  • Plantea su acción pastoral desde el trabajo en equipo —no es la pastoral cuestión de jinetes solitarios— y desde la globalidad de su intervención —sabe que la salvación ha de llegar a todas las dimensiones de la persona—.

 

  • Tiene capacidad de observación de las carencias de vida de las personas y genera respuestas educativas a las necesidades más básicas: alimentación, techo, acogida, pertenencia, formación, sentido, etc.

 

  • Vive su misión, especialmente con adolescentes y jóvenes, desde la plaza o el patio abierto. Tránsito, reconocimiento, mirada, encuentro, palabra… Su distintivo es el ambiente familiar y acepta ser nueva familia de quien carece de ella.

 

  • Llama a cada joven por su nombre y le hace experimentar que le quiere a él en concreto… Así pone en marcha un proceso: quien es amado es capaz de amar y darse, sale de sí mismo, socializa, sale del margen, se reconoce ciudadano, etc.

 

  • Acepta de entrada la situación de cada cual. Cree en la persona, sin compartir, comulgar, sin más con todo su obrar. Contempla, se expresa, interpela. Se hace mediadora de otro largo proceso: del golpe al grito, del grito a la palabra, de la palabra al símbolo…  —Tantas veces el proceso no es lineal que los retrocesos asustan y hacen insoportable la espera…— Y sigue creyendo en la posibilidad del joven de asumir su propia vida. Opta por no substituir. Acoge incondicionalmente.

 

  • Asume el riesgo de ser referencia de vida para quien carece de límites interiorizados. Actitudes, valores y normas asumidas y vividas en el cotidiano como anuncio de posibilidad ante la «ausencia de padre» en tantos jóvenes. Estilo de vida que se contagia como currículum oculto de la praxis diaria.

 

  • No pretende llegar a multitudes. Según el estilo de Jesús, disponible para todos, se acerca preferencialmente a los doce,a unas pocas personas concretas. Es una praxis cristiana de pequeños grupos, cuidados, creídos, acompañados.

 

  • Cree en el crecimiento «entre iguales», en la fuerza constructora de comunidad de los encuentros frecuentes y estables, semanales quizás, ninguno de los cuales perfecto, pero en su conjunto dinamizadores de los resortes más íntimos de cada joven. Vive con pasión cada encuentro de grupo… pero le apasiona más el proceso iniciado que habrá que valorar con los años.

 

  • En el acompañamiento a los jóvenes parte de la vida concreta. Los hechos, los interrogantes, las preocupaciones concretas de cada día tienen más capacidad de dar sentido a una persona que los contenidos y gestos teóricos de una pastoral de libro

 

  • Está presente, a través de las personas de la comunidad cristiana entre la gente, en medio de ellos. Porque sólo el que capta la realidad concreta y se deja embarrar por ella puede responder a las preguntas sobre el significado de lo cotidiano. Desde ellos, sin dar nada por supuesto, desde las situaciones concretas de incultura personal, social, política y religiosa es posible dar respuestas que generen aprendizajes significativos

 

  • Un pequeño signo y significado se convierte en posibilidad ilimitada, cuando una respuesta despierta el hambre de sentido. El acompañamiento pastoral de la vida concreta amplía horizontes individuales —aparece el significado—, crea opinión personal y colectiva —orienta en la confusa diversidad del presente—, facilita la toma de decisiones —crea identidad—.

 

  • Implica a las personas en el dinamismo de su propio crecimiento: hace del destinatario un sujeto dispuesto a asumir sus decisiones y su futuro, gracias a la asunción de responsabilidades y compromisos en el hoy.

 
 
 

  1. Itinerarios educativos y objetivos

    de una pastoral juvenil entre los excluidos
 
Planteamos a continuación el itinerario a seguir y los objetivos que nos proponemos a partir de nuestro encuentro con el/la joven hasta llegar a plantearse el sentido de su vida y abrirse a la pregunta religiosa. Todo ello supone un ambiente de acogida, de acompañamiento, de amistad y sinceridad, y un proceso que pasa por analizar y asumir su problemática vital e irse abriendo a nuevos interrogantes.
Señalamos seguidamente los pasos que intentamos recorrer con los jóvenes.
 
 
Acogida incondicional del joven
    tal como es y tal como se encuentra
 
Es fundamental que el joven encuentre en el educador una persona que confía en él, espera en él, que cree en él, en muchas ocasiones, incluso más que él mismo. Muchas historias de rechazo, de fracaso, de nula o escasa valoración personal llevan al joven a no quererse adecuadamente, a pensar que no sirve para nada. Necesita a su lado al adulto que le ayuda a confiar en sí mismo y a creer en sus propias posibilidades. Este adulto puede irse convirtiendo en una persona de referencia en el proceso de maduración personal del joven.
 
Iniciar un adecuado proceso de educación-maduración
 
Se trata de ayudar a mirar su propia realidad, sin miedo, e intentar llamar por su nombre a todo cuanto ha vivido, a lo que sucede tanto en él como a su alrededor. Poder verbalizar los conflictos es necesario para madurar. Todo ello supone también un proceso que, muchas veces, pasa de/por las agresiones a los gritos, antes de poder llegar a la palabra. De aquí que sea muy importante facilitar herramientas para expresarse y comunicarse correctamente, ayudar a superar el miedo a hablar, …recuperar aprendizajes imprescindibles para poder desarrollarse en sociedad.
Este proceso requiere un acompañamiento socializador: la mejora de su valoración, el aprendizaje de habilidades comunicativas y técnico-profesionales, la participación en un contexto educativo más amplio, la orientación personalizada, la presencia de adultos positivos cercanos a ellos, …ha de llevarles a un reconocimiento social y a facilitar su acceso al mundo del trabajo.
 
Profundizar en las experiencias vitales más significativas para ellos
 
Provocar que las experiencias que van realizando les impacten, les toquen en lo más íntimo, las puedan expresar, que no sólo pasen por ellas, sino que las puedan llegar a vivir con intensidad. En esta misma línea, que puedan ir evocando, elaborando y asumiendo su pasado. Todo ello es camino de liberación y de visión de nuevas perspectivas para su vida que van conduciendo a la definición de un proyecto de vida, sencillo, bastante delimitado, pero en el cual puede ya ir situando cada experiencia y vivirla como una expresión de lo que quiere ser.
Contribuye positivamente a ello el poderse identificar con personas adultas y con la comunidad que éstas forman.
 
Abrirse consciente y activamente a la realidad que les rodea
 
Ahora ya no sólo tenemos en cuenta lo que el joven está viviendo en primera persona. Vamos abriendo los ojos a la realidad de sus colegas, de su familia más amplia, del barrio en el que vive, de la ciudad, …para fijarnos en lo que llama más la atención, en lo que va sucediendo  y buscar sus porqués, sus interrelaciones, su significado. Todo ello motiva a emprender pequeñas acciones transformadoras de la propia realidad que, a su vez, serán analizadas y darán pie a una nueva toma de conciencia de su proceso.
 
Facilitar que vayan surgiendo
    las preguntas por el sentido de la vida
 
A partir de la observación de la realidad, dejamos que aparezcan las preguntas que ponen en actitud de auténtica búsqueda. Preguntas sobre la vida tan jo… que a muchos les está tocando vivir, sobre el mal vivir y el mal morir de mucha de su gente, sobre los contrastes entre la abundancia de unos y las estrecheces de otros… Así vamos llegando a las preguntas fundamentales sobre uno mismo, a las auténticas preguntas religiosas: ¿qué sentido tiene mi vida?, ¿qué tipo de persona quiero ser?, ¿por qué me encuentro en esta situación?, ¿soy realmente feliz?, ¿cómo puedo serlo de verdad?
Colaboran, en este momento, el hecho de entrar en relación con personas, experiencias, acontecimientos, valores, etc., que les abren a otras dimensiones de la vida más allá de lo que hasta ahora han sido sus experiencias cotidianas: salidas a la naturaleza, contactos con diferentes grupos, participación en movidas de barrio o ciudadanas, entrar en contacto con diferentes estilos de comunidad, implicarse en acciones de voluntariado o en algún campo de trabajo, etc.
 
En todo este recorrido, éstos son los objetivos que nos proponemos para acompañar al joven en el desarrollo de su personalidad, tanto desde la perspectiva más personal como comunitaria y social:
 
Potenciar el desarrollo de la imagen de sí mismo
   de forma positiva y en todos sus aspectos
 
Hay que asegurar que tenga resueltas sus necesidades básicas y un clima afectivo que le dé seguridad y le estimule a afrontar su propio trabajo personal. A partir de aquí, podemos ayudar a ver su situación vital y aceptarla, a conocer y desarrollar al máximo sus cualidades y capacidades, a mejorar la imagen de sí mismo valorando sus progresos y conquistas, a forjarse una adecuada escala de valores, a ser capaz de describirse a sí mismo.
 
Animar la integración en grupos de jóvenes y adultos
 
Pasar de la participación en actividades de un grupo en el que se encuentra bien o que le parece interesante su actividad, a sentirse cada vez más implicado en su marcha y en la responsabilidad en su gestión. Estos pasos favorecen que tome, progresivamente, en sus manos las riendas de sus propias acciones, de las del grupo y también se sienta responsable del medio en el que se desenvuelve.
 
q  Potenciar el aprendizaje de contenidos básicos sociales y culturales
 
Se trata de ayudar a conseguir los hábitos y técnicas de estudio y de trabajo para que se pueda desarrollar correctamente en el ámbito laboral, en la sociedad. De ahí que se busque desarrollar su capacidad de observación, de comprensión, de expresión; que se ayude a adquirir un tipo de información y comprensión crítica del mundo en el que vive; que se inicie en la adquisición de autocontrol en cuanto a horarios, permanencia en el trabajo, etc.
 
Constatar y estimular posibilidades de futuro en la vida del joven
 
Fomentar aquellas actividades y habilidades que le ayuden a encontrar su orientación vocacional, a la vez que le ayudamos a vencer una cierta visión fatalista de la vida y le estimulamos en su proceso de autonomía. Esto supone proyectar el futuro a partir de una actitud responsable en el presente hecha de capacidad de espera, de orden, de ahorro,etc.
 
Crear «vínculos» con el joven y ofrecerle modelos de referencia
 
Esto pasa por la experiencia positiva de relación con los adultos, hecha de acogida incondicional y de oferta de modelos positivos de identificación que pueden ser referencia en su proceso de desarrollo personal. Esta relación puede proporcionar al joven experiencias de gratuidad, servicio, silencio, renuncia, …en compañía de otros jóvenes y adultos que lo viven habitualmente.
 
Todo este camino es un proceso educativo largo que lleva a desarrollar en estos jóvenes lo mejor de ellos mismos. En este camino acompañamos en el crecimiento humano, en la inserción social y el encuentro con Jesús de Nazaret.
Los valores que proponemos son los del Reino de Dios. Ellos son los que nos llevan a esta propuesta transformadora de la persona y de la realidad social.
 
En este contexto, tenemos al joven dispuesto a hacer un camino de encuentro y conocimiento de Jesús a partir de los interrogantes más profundos de su vida. Ojalá este encuentro con Jesús le lleve al seguimiento y a la comunión con Él.
El educador vive todo este proceso en clave de fe y de misión puesto que ayuda al joven a poner los cimientos de su construcción personal; este proceso lo vive como una experiencia de Reino de Dios. Al fin y al cabo, es el camino seguido por Jesús con su gente. n
 

Joan Brulles-Rafael Gasol