Os daré pastores según mi corazón
(Jr 3, 15)
La exhortación postsinodal de Juan Pablo II sobre la formación de los sacerdotes en la situación actual (año 1992) comienza con estas palabras del profeta Jeremías que ponemos como epígrafe en la presentación de este número de Misión Joven. Con ellas, Dios promete a su pueblo no dejarlo nunca privado de pastores que lo guíen. Quizás lo verdaderamente importante sería que, en las comunidades cristianas, los jóvenes experimentaran esta promesa profética, es decir, que sintieran realmente la presencia, cercanía y acompañamiento de los presbíteros en su camino de maduración humana y cristiana.
Dedicamos este número precisamente a esta cuestión concreta. Nos hemos referido con frecuencia, en números anteriores de nuestra Revista, a los agentes de pastoral en general, a los animadores juveniles. En éste, queremos mirar directa y expresamente a los sacerdotes y a la necesidad de su presencia y acción entre los jóvenes. A pesar de proclamar muchas veces de palabra la importancia de la pastoral de juventud, la realidad es que son muchos los sacerdotes que con facilidad dejan a un lado esta preocupación primordial para la Iglesia. Por una parte, Jesús Rojano ofrece una reflexión en torno a la relación sacerdote-jóvenes, considerando no sólo las dificultades y problemas actuales, sino señalando también pistas posibles para emprender este quehacer pastoral. Por otra, Juan Carlos García Domene quiere motivar y presentar las razones que devuelvan el entusiasmo y el ardor apóstolico, que lleven a renovar en el clero la llamada pastoral a trabajar con los jóvenes, a encontrarse con ellos, a escucharles y a entregarles la vida.
Y hemos querido también en este número presentar, comentar y valorar el renovado Proyecto Marco de Pastoral de Juventud de la Conferencia Episcopal Española (Comisión de Apostolado Seglar), que señala las orientaciones fundamentales para plantear y programar la pastoral de juventud. Precisamente el Proyecto Marco dedica en su última parte un apartado de gran interés sobre el sacerdote en la pastoral juvenil. Reconoce su papel fundamental, traza su verdadero perfil, señala las actitudes que le deben acompañar en su ministerio y destaca especialmente su función y cometido específicos.
Según el documento, al sacerdote en la pastoral juvenil se le pide y confía especialmente una labor de acompañamiento, de ayuda para discernir la voluntad de Dios, de guía en la vida espiritual y de coordinación en los diversos niveles, siendo lazo de unión entre las personas y los grupos. Se trata, pues, de un quehacer propio, que se sitúa en la perspectiva de la formación personal y espiritual, un quehacer que difícilmente puede ser confiado y desarrollado por otros.
Estas funciones propias del sacerdote implican, ante todo, que el sacerdote viva con alegría y entusiasmo la identidad sacerdotal, creyendo en la gracia y la fuerza del propio sacerdocio. Pero implican también conocer, aceptar y amar a los jóvenes; acompañar a los jóvenes, animadores y educadores cuidando su formación personal, espiritual, pedagógica; ser testigo de la fe, el amor, la comunión, contagiando con la Palabra de Dios y no tanto con las propias palabras. Realmente, la figura del sacerdote tiene que recordar la imagen del buen Pastor, de Cristo caminando con los discípulos de Emaús, acompañando con paciencia y comprensión a las personas en el proceso educativo. Y, en cuanto imagen de Cristo, buen Pastor, necesita gran capacidad de escucha y diálogo, paciencia ante las dificultades, ante el ritmo y proceso de crecimiento de cada persona, audacia y coraje para evangelizar en medio de situaciones nada fáciles, verdadera opción y compromiso por los pobres, gratuidad y aceptación de la cruz, del fracaso.
Al dedicar este número de Misión Joven a los sacerdotes en modo alguno queremos decir que toda la pastoral juvenil tiene que depender del clero. No depende simplemente de los obispos, de los sacerdotes, de los religiosos; depende de toda la comunidad cristiana. Ha de siempre compartida. Pero en esta misión compartida en la comunidad, ciertamente al sacerdote le corresponde una labor sumamente importante, que no puede eludir.
EUGENIO ALBURQUERQUE
directormj@misionjoven.org