Clemente Lobato
Clemente Lobato es profesor de «Orientación en la Escuela Superior» en el Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad del País Vasco.
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
Vivimos dentro de una “cultura del proyecto”. El autor, una vez enmarcado y definido el concepto, identifica la noción de “proyecto personal” como “proyecto de vida” con el que las personas configuran la propia identidad. Sólo a partir de aquí tiene sentido hablar del “proyecto profesional”. El artículo concluye señalando “algunas pistas de actuación” para ayudar a los jóvenes a elaborar su proyecto personal y profesional.
- Introducción
En nuestra realidad social, política, económica, educativa… se habla mucho de proyectos: proyectos de saciedad, proyecto político, proyecto urbanístico, proyecto educativo, proyecto de centro, proyecto profesional, etc. El termino proyecto parece florecer en todos los campos. Tanto en la esfera de lo público como en la de lo privado, el proyecto representa hoy la afirmación de un valor.
Nos encontramos en «la cultura de proyecto» (Boutinet,1993). Un fenómeno cultural ligado fundamentalmente a la individualización de las conductas y a la fragmentación del tiempo en las sociedades modernas.
En un mundo donde lo aleatorio y lo imprevisible se añaden a la complejidad para nublar la acción actual, sólo el enfoque de proyecto permite dar sentido a lo vivido, vinculándolo al futuro que prepara.
En una sociedad en la que los cambios se suceden vertiginosamente; el progreso científico y las innovaciones tecnológicas se imponen; la movilidad social y geográfica se establece; la interdependencia económica se mundializa; se vive una cada vez mayor mufidiversidad cultural donde conviven valores muy distintos y, en consecuencia, se genera en la persona un desafío ineludible: la necesidad urgente de poseer una identidad fuerte y bien definida.
En esta aldea global, en la que se está transformando nuestro mundo, con escasas referencias externas, es necesario crear personas con una sólida identidad personal, capaces de elaborarse un proyecto personal que les configure y construya en el tiempo.
En la última década, desde la perspectiva de la orientación educativa y del asesoramiento vocacional, el proyecto -personal y profesional- aparece como horizonte de la intervención orientadora y de su investigación y reflexión teórica.
- La noción de proyecto
Según Boutinet (1993), el proyecto es una categoría fundamental del pensamiento en el siglo XX.
En la filosofía existencialista aparece este concepto como una noción central, sobre todo en la obra de Heidegger y de Sartre. En el primero, desde un enfoque metafísico, hace referencia a la posibilidad de la comprensión del ser, mientras que en el segundo se enmarca en una filosofía de la acción, en la que todos los proyectos particulares de un individuo se muestran como funciones de un proyecto fundamental: la manera que elige de estar en el mundo.
Etimológicamente, el término proyecto viene del latín pro-iectus, proicere, que designa la acción de lanzar hacia adelante. El proyecto remite primordialmente a la acción que alguien se propone realizar. El futuro es esencial en el proyecto, como brote hacia adelante de uno mismo.
La vida como tal es un inexorable estar lanzado a vivir la propia existencia, como un tener que escoger ser lo que uno quiera llegar a ser. El ser humano es libertad limitada y condicionada, pero libertad de poder escoger y construir lo que quiera ser. La persona se manifiesta, pues, como un permanente tener que ir más allá de lo que es, más allá de donde se está. Por eso, el proyecto no es algo facultativo de unos cuantos privilegiados. El proyecto es constitutivo de todo ser humano: se proyecta siempre en un futuro de esperanza y de inexorable tarea de auto-elección.
El proyecto puede definirse, entonces, como un poner en relación, de modo significativo, el pasado, el presente y el futuro, quedando privilegiada esta última dimensión (Guichard). Es decir, el ser humano puede conocer la representación de lo que es, aquí y ahora, como la de lo que se desea que ocurra.
Al mismo tiempo el proyecto apunta hacia un objeto pendiente de constituirse. Ahora bien, esa representación anticipadora está marcada por la configuración del presente que ella misma constituye y, en consecuencia, permite comprender el proyecto como una elaboración cognitiva delpresente susceptible de evolucionar en el curso de su puesta en práctica. Tanto el proyecto como las representaciones que lo constituyen evolucionan necesariamente en el transcurso de la experiencia y del propio desarrollo.
Como escriben Pemartin et Legres, la maduración de proyectos es un proceso multivariado y de plurales dimensiones, entre las que destacamos:
– La voluntad de hacerse cargo de su devenir personal.
– Un conocimiento de sí más diversificado y más completo.
– Una perspectiva del mundo social más diversificada y más objetiva.
– La posibilidad de acceder a una mejor comprensión de las razones de sus elecciones.
– El conocimiento de los obstáculos o dificultades que pueden intervenir.
– La elaboración de estrategias que conducen a los objetivos pretendidos.
– La existencia de un proyecto de vida del que el proyecto profesional es un aspecto.
– La toma de conciencia de que ese proyecto no es más que un momento.
Ahora bien el concepto de proyecto personal en el joven no es unívoco. Podemos definir cuatro campos en el mismo:
- En relación a su entorno inmediato y a la situación de formación que vive en la institución educativa, el proyecto personal del joven se define como proyecto de aprender en una situación global de formación.
- En relación a su entorno socio-educativo y a los itinerarios de formación a elegir, este proyecto personal es un proyecto de orientación.
- En relación a su inserción en un empleo, el proyecto personal es un proyecto de inserción socio-profesional.
- En relación a su situación existencial global, el proyecto personal es un proyecto de vida, es decir, de respuesta global a la significación de la existencia.
Sólo una visión global de estas diversas dimensiones permite respetar la naturaleza verdadera del proyecto personal del joven y no reducido a un solo aspecto dominante.
- El proyecto personal como proyecto de vida
La noción de proyecto personal no es, en primer lugar, un proyecto de una profesión concreta, sino un proyecto de vida. Se trata, para el adolescente o joven, de proyectarse en el futuro de una manera dinámica, con la convicción que su éxito está entre sus manos: confianza en la vida, pero también confianza en sí mismo, en su energía, su competencia y habilidad.
Ciertamente que el proyecto personal de un joven llega a ser el punto de partida y el centro de gravedad de una dinámica psicosocial:
- Su elaboración necesita una confrontación con realidades sociales. Esto supone una capacidad de identificar contrariedades y una competencia para evaluar la probabilidad de realizarlo o no.
- Su realización necesita dejar el presente por el futuro donde dominan las conductas de anticipación: el futuro no es algo que se sufre, sino que se provoca.
- Su formulación precisa que el joven pretenda encontrar un sitio y una función en el entorno, buscando, manteniendo y mostrando su identidad.
- La existencia de un proyecto traduce un proceso de individuación que conduce al joven a dar y a reconocer un sentido a lo que hace.
En consecuencia, la emergencia y maduración del proyecto personal en sus diversos campos suponen la movilización de competencias diversas tanto como de recursos personales propios.
El proyecto personal, desde un punto de vista antropológico, supone una persona que tiene el coraje de tomar la vida en sus manos, de sentirse dueño de sí, es decir, querer ser fiel a sí mismo, tener la capacidad de vivir «de dentro a fuera», asumir la vida como vocación. El proyecto de vida es una invitación a retomar la vida en las propias manos y a recubrir la grandeza de decidir sobre la propia existencia de modo autónomo, comprometido y, por ello mismo, plenificante. » El proyecto de vida es el polo magnético que imanta las distintas fuerzas, unifica los distintos componentes de la persona, permite ser y sentirse uno mismo a través de las diversas opciones y situaciones, y realizarse» (Sovemigo,1990).
Un proyecto que, en definitiva, expresa cuál es el valor central que estructura la propia existencia, que orienta y moviliza todas sus energías hacia una determinada forma d plenitud humana.
Todo proyecto de vida se articulará en función de tres fidelidades básicas:
- La fidelidad a sí mismo, a lo que constituye la propia realidad, asumiendo sus limitaciones y sus posibilidades, sus ritmos de crecimiento, sus propias fronteras.
- Fidelidad al valor o valores que dan coherencia, sentido y plenitud a la propia existencia.
- Fidelidad a la situación histórica concreta, sobre todo a las relaciones humanas que ahora mismo toca vivir.
En buena medida, el proyecto personal o de vida consistirá en discernir y posicionarse responsablemente y con coherencia ante estos tres ejes del proyecto. Lo decisivo es la voluntad y la capacidad de mirarse a sí mismo y al entorno para dar nombre a sus luces y a sus sombras y poder así configurar un horizonte que ilumine todo el valle de la existencia.
El proyecto personal se basa en un cuestionamiento del sujeto ante lo que le importa. No puede eludir ni la cuestión del sentido de la existencia ni de la identidad, porque está esencialmente conectado a ellas. El proyecto personal toca la totalidad del individuo. Aparece como una construcción progresiva que se enraíza en el pasado, asume y transciende el presente para dar sentido a un futuro, y permite el desarrollo de la identidad del joven. El proyecto personal es el proyecto de realización social del yo, que va a permitir encontrarse-crearse un lugar en la estructura social y desarrollar un estilo específico de vida.
La identidad, pues, se configura y se explicita a través de un proyecto personal que continuamente se reconfigura a través de una permanente interacción.
- El proyecto como configuración de la propia identidad
La mayor parte de los trabajos teóricos y empíricos sobre la identidad en la adolescencia están basados en la teoría de E. H. Erik son. La adolescencia, para este autor, constituye una moratoria psicosocial, un periodo de no compromiso definitivo en la existencia, que precede el acceso a una vida profesional. Ese periodo, en las sociedades actuales, se alarga cada vez más y se hace cada vez más marcado y más consciente.
En esta fase, el joven debe lograr un sentimiento de identidad que Erikson describe como:
- Un sentimiento de semejanza consigo mismo.
- Un sentimiento consciente de tener una identidad personal fundada en la percepción de ser la misma persona en el tiempo y en el espacio, y en la percepción de que los otros reconocen dicha semejanza y continuidad. Este sentimiento de identidad es el sentimiento de que se es la misma y única persona a pesar de los cambios del tiempo y de las circunstancias, que vive su pasado, presente y futuro como un todo coherente y que es reconocida y valorada como tal por las personas significativas.
- Un sentimiento de identidad que se vive simplemente como una impresión de bienestar psicosocial que se constata en un:
– Sentimiento de estar bien en su cuerpo.
– Sentimiento de saber dónde se va.
– Certeza interior de ser reconocido por personas significativas.
- Un equilibrio entre la individualidad -ser una persona singular y única- y la relación -estar ligada a un contexto social y saberse perteneciente a-.
Para Erikson, la crisis de identidad se termina cuando el adolescente se compromete en los modelos de roles adultos y en las posibilidades de conductas que le propone la sociedad. Llegar a tener relaciones nuevas y maduras con sus iguales de ambos sexos, adquirir una independencia afectiva de sus padres y del resto de los adultos, elegir una profesión y prepararse para ella, llegar a una independencia económica, prepararse para el matrimonio y la vida familiar, adquirir un conjunto de valores y un sistema ético de conducta, son exigencias de las sociedades occidentales industriales. Los compromisos abarcan diversos campos, por ejemplo la educación, la profesión, la religión, la política, las relaciones interpersonales y las relaciones íntimas.
Pero el mundo postmoderno se caracteriza por una tendencia a la individualización, que pone fuertemente el acento en la independencia y la individualidad, marcando así la necesidad de una elección clara de una identidad personal.
Cuando los adolescentes se comprometen en estas dimensiones, han de tomar decisiones en cuanto a sus deseos, sus objetivos, su posición en la sociedad, y la dirección que ellos quieren dar a su vida, es decir, han de elaborar un proyecto personal.
Si no llegan a tales compromisos al final de la adolescencia, por la razón que sea, la crisis de identidad no se ha resuelto y se quedan en un estado de identidad difusa. La alienación de esta fase la define Erikson como la confusión de identidad. La mayor parte de las veces, la incapacidad de establecerse en una identidad profesional está en el origen de esa dificultad.
5. Del proyecto de vida al proyecto profesional
El conjunto del sistema educativo debe preparar a la persona para realizar su proyecto de vida y, como parte importante del mismo, su proyecto profesional. Así debe entenderse la orientación profesional como un proceso cronológicamente posterior de solución a la pregunta: ¿qué quiero hacer con mi vida?
Tal cuestión resulta fundamental, cabe iniciar la elaboración de un proyecto profesional, en coherencia con su proyecto personal, y desde el que el joven podrá elegir un sector profesional determinado, y quizá una profesión concreta, hacia la que vertebrará su itinerario formativo. La elección, además de verse condicionada por las necesidades y demandas del mercado laboral, deberá enfrentarse a los estereotipos implantados en la sociedad.
Por este motivo es necesario enfrentarse a una concepción puramente economicista de la orientación profesional que no se preocupa del crecimiento personal y, menos todavía, de la felicidad del joven.
El problema radica en preparar a los adolescentes y jóvenes, en el sistema educativo actual, a elaborar su propio proyecto personal o de vida, que alumbre un proyecto profesional a desarrollar en su itinerario laboral. Un proyecto profesional no se identifica necesariamente con una profesión. Puede implicar diversas profesiones que una misma persona puede desempeñar a lo largo de su existencia en un mundo en permanente cambio, como el que nos ha tocado vivir. Pero todas ellas guardan una relación, en la que se plasma y se realiza el proyecto personal del joven.
Sólo así cabe «vivirse» a través de los cambios y acontecimientos, sólo así cabe «construirse» en y a través de distintas elecciones. La propia identidad se construye y se consolida a través del proyecto personal en sintonía con ese proyecto profesional ejercido en distintas profesiones y ocupaciones.
- Algunas pistas de actuación
Pero, ¿cómo puede acceder el adolescente y el joven a elaborar y gestarse un proyecto personal y un proyecto profesional? Qué duda cabe que es necesaria una función de acompañamiento para dominar la complejidad en su conjunto.
El adolescente y el joven no pueden realizarse a través de su proyecto si los adultos no aceptan tomarlo en cuenta. Si ser sujeto es poder enunciarse en su proyecto, los rituales educativos pueden dar la ilusión de favorecer la asunción de lo individual en las lógicas institucionales. Esta ilusión se convierte en un riesgo cuando la institución educativa desea regular y ordenar lo imprevisible e improgramable.
Armonizar la intencionalidad y el deseo, favorecer el desarrollo de un proyecto personal, es para la institución educativa, aceptar que un alumno es, ante todo, un adolescente o un joven y aceptar que es propio de la identidad adolescente acceder a una identidad adulta. Armonizar los programas escolares con las exigencias de un proyecto personal es un desafío necesario y estimulante para la institución educativa.
En consecuencia, es preciso crear un entorno educativo que propicie el desarrollo de actitudes, es decir, un entorno que plantee cuestiones, que ayude a explorar y a anticipar, que provoque reformulaciones, que anime a verificar, que favorezca la interacción y que dé permanentemente unfeed-back positivo.
Ciertamente ha de existir un proceso dinámico que realice el paso de una intencionalidad (ser en proyecto) a una configuración (tener un proyecto). Y no olvidemos que todo proyecto, técnicamente hablando, es consciente, concreta la formulación de una intención, plantea un fin, prevé un cierto número de medios para alcanzarlo e integra un plan de evaluación y un proceso de regulación en su consecución. Todo un reto para los educadores y educadoras de hoy. Para toda la institución educativa y para toda la sociedad.
BIBLIOGRAFÍA
- ADAPT (1995), Les projets des jeunes. Une question d’identité, Press des Impdmeurs Réunis, Paris 1995.
- J. P BouTNET (1993), Psychologie des conduites á projet, Puf, Paris 1993.
- Roes (1994), La projet. Un défi nécessaire face á una société sans projet, UHarmattan, Paris 1994.
- J. SOVÉRNIGO (1990), Proyecto de vida, Ed. Atenas, Madrid 1990.
Clemente Lobato