[vc_row][vc_column][vc_column_text]Antonio Martínez Riquelme es profesor de Teología Pastoral en el Centro de Estudios Teológico-Pastorales «San Fulgencio» de Murcia.
Síntesis del artículo:
La evaluación de los proyectos suele ser una de las habituales «asignaturas pendientes» de la pastoral juvenil. Esta colaboración propone algunos principios básicos (presencia entre los jóvenes, aceptación del contexto, acompañamiento solidario, «oferta de salvación» y proyecto de existencia), ciertas referencias fundamentales (orientaciones normativas, opciones pastorales) y tres cuestionarios orientativos para evaluar los proyectos de pastoral juvenil.
- Introducción[1]
Proyectar es siempre expresión de dinamismo. Sólo hacen proyectos aquellos que no están conformes con la situación que se les presenta y tienen decidida voluntad de cambiarla. Hacer proyectos y «hacer camino» aparecen como sinónimos.
Tanto el camino como el proyecto están ligados, de momo connatural, al espacio y al tiempo. Es su referente obligado. Máxime si su objeto es dinamizar la mediación salvífica de la Iglesia. Y en un mundo cambiante como el nuestro evaluar los pasos y el resultado del proceso juega siempre un papel primordial.
Lo que importa en cualquier proyecto pastoral no es sólo saber si está bien diseñado sino en qué medida resulta práctico y eficaz para incidir en un determinado campo de la praxis pastoral y hasta qué punto puede transformarla y mejorarla. La cuestión está en verificar si es una herramienta válida para hacer llegar la oferta salvífica de la Iglesia actual a los jóvenes de hoy y de aquí.
Para facilitar la evaluación de los proyectos ofrecemos unas claves centradas en tres aspectos imprescindibles y complementarios: algunos principios básicos, unos referentes necesarios y unos cuestionarios orientativos. Se trata de proponer instrumentos que sirvan para detectar deficiencias y abrir nuevas vías en el enriquecimiento y desarrollo de los proyectos de pastoral con jóvenes.
2. Principios básicos
La evaluación es uno de los elementos básicos de todo proyecto. Es el momento de poner de manifiesto, con realismo y objetividad, los resultados obtenidos, las dificultades que se han presentado, los imponderables surgidos, los correctivos introducidos a lo largo de todo el proceso. La evaluación atiende constantemente la marcha de la acción para saber rectificar a tiempo, no avanzar más de lo conveniente y respetar el ritmo adecuado exigido por la realidad de las personas y las exigencias del Evangelio[2].
La evaluación periódica y global es el elemento de la planificación que tiene como objeto potenciar y verificar la eficacia práctica de los proyectos. Aunque en muchas ocasiones aparece como marginada en relación con los demás elementos constitutivos de la planificación, se va descubriendo con mayor claridad su necesidad e importancia para el desarrollo correcto y efectivo de un proyecto.
Hoy, más que nunca, la evaluación viene impuesta por la dinamicidad de la sociedad en que vivimos y por la urgencia de buscar respuestas nuevas a los cambios profundos y acelerados que se producen, ante todo en el ambiente juvenil. Esto supone tener muy en cuenta los siguientes parámetros:
¾ Presencia entre los jóvenes de aquí y ahora, con sus contradicciones y sus valores, sus capacidades y sus límites. Son la viña donde el Señor nos invita a trabajar.
¾ Conocimiento y aceptación del contexto y ambientes en donde viven con sus angustias y sufrimientos, con sus alegrías y esperanzas, con sus lagunas y provocaciones.
¾ Acompañamiento solidario para ayudarle a cada uno, como el inesperado compañero de Emaús, a descubrirle en la fracción del pan y en la reunión de los hermanos.
Y siempre en camino. Buscando nuevas respuestas que les vayan ayudando a responder con fidelidad a la vocación a la que son llamados. Para ello:
¾ Presentarles, como Iglesia, la oferta de salvación que les hace Jesús para que tengan vida y la tengan abundante.
¾ Proponerles la oportunidad de clarificar su proyecto personal de vida que les unifique y les haga superar la fragmentación en la que muchos viven hoy.
¾ Orientarles en su proceso de maduración para que puedan lograr la síntesis vital entre su fe y su vida para que puedan crecer y seguir a Jesús respondiendo a su llamada.
Un proyecto de pastoral juvenil, así planteado, es un compromiso encarnado con los jóvenes que viven en una situación determinada y en un tiempo concreto. Se concibe no como un instrumento estático, mimético y establecido de una vez por todas sino como cauce vivo de incidencia entre los jóvenes para animarles a escuchar la llamada de Dios y a responderle con libertad y generosidad.
- Referentes necesarios
Para evaluar un proyecto cualquiera, contamos siempre con un buen elenco de técnicas y medios prácticos, pero desde la pespectiva pastoral necesitamos también, ante todo, situarnos y clarificar las referencias de partida para su planteamiento y realización. Aquí ofrecemos algunas, vistas desde tres pespectivas complementarias: orientaciones normativas, opciones pastorales y cuestiones prácticas de tipo indicativo.
3.1. Orientaciones normativas
La situación de los jóvenes, los problemas que les afectan y la atención pastoral que requieren es una de las constantes en el magisterio de la Iglesia actual. El concilio Vaticano II manifestó su interés por la juventud en varios de sus documentos. Además de la «Declaración sobre la Educación Cristiana de la Juventud» y el mensaje que les envió al concluir sus tareas, los documentos conciliares están plagados de referencias a la importancia de los jóvenes y al cuidado pastoral que necesitan. También, las referencias a los jóvenes y al trabajo pastoral con ellos son muy numerosas y significativas en el magisterio pontificio de Pablo VI y de Juan Pablo II.
Estos aspectos normativos del magisterio eclesial son un referente necesario a la hora de evaluar cualquier proyecto de pastoral juvenil. Para realizar esta relectura, destacamos como referentes normativos los objetivos que propone Juan Pablo II en sus continuas exhortaciones a los jóvenes y a los que ejercen su ministerio con ellos, las orientaciones de la Conferencia Episcopal Española y los proyectos pastorales, de ámbito global, de las distintas Iglesias locales.
o Los objetivos propuestos por Juan Pablo II a los jóvenes de hoy
Los jóvenes están en el punto de mira del magisterio de Juan Pablo II ya desde el comienzo de su pontificado. La Carta que les escribió con motivo del Año Internacional de la Juventud (Roma 1985) y las sucesivas Jornadas Mundiales de la Juventud son una ocasión excepcional para presentar su solicitud por las nuevas generaciones y para anunciarles a Cristo como ideal de vida.
La Carta a los Jóvenes (AdJuv) y la Carta a los sacerdotes[3] (AdSac) podemos denominarlas como la «Carta Magna» de la Pastoral Juvenil en general y de la Pastoral Vocacional en particular. En ellas el Papa habla ante todo del proyecto de «ser y vivir en Cristo» que la Iglesia ofrece a cada hombre y mujer en el periodo más crítico y hermoso de su existencia. Propone la vocación cristiana y el programa de las bienaventuranzas a partir de la conversación del joven rico con Jesús referido por los evangelistas (Mc 10, 17-22). En síntesis, estos documentos los podemos considerar como el proyecto de vida que ofrece Jesús a todo el que quiera seguirlo hoy para configurar en Él toda su existencia.
El objetivo que en esta carta propone el Papa a todos los jóvenes es “realizar una vocación fundamental: ¡Ser hombre! ¡Serlo como cristiano! Ser hombre en la medida del don de Cristo (Ef 4,7)”. Se trata, por tanto, de ayudarles a descubrir su vocación, sostenerlos y afianzarlos en sus deseos de tranformar el mundo y de hacerlo más humano y fraterno. Ya que el Reino de Dios es, al mismo tiempo, el reino del hombre; el mundo nuevo donde se realiza el auténtico ideal del hombre (AdSac n. 7).
Las sucesivas Jornadas Mundiales de la Juventud han ido desarrollando este objetivo plasmándolo en los diferentes mensajes que concretan su contenido, tanto las que se celebran a nivel mundial como las que se van alternando en la Iglesias locales.
En referencia a la vocación cristiana en el mensaje de la XII Jornada celebrada en París (1997), Juan Pablo II dice que Jesús es un amigo exigente que indica metas altas, pide salir de uno mismo para ir a su encuentro, entregándole la vida. Propuesta que puede parecer difícil y provocar miedo, pero añade: “¿Es mejor resignarse a una vida sin ideales, a un mundo construido a la propia imagen y semejanza o más bien buscar con generosidad la verdad, el bien, la justicia, trabajar por un mundo que refleje la belleza de Dios, incluso a costa de tener que afrontar las pruebas que ello conlleva?” (Mensaje, n. 3).
o Las orientaciones de la Conferencia Episcopal Española
La Conferencia Episcopal Española, además del magisterio que ejercen personalmete los Obispos[4], ha mostrado su solicitud pastoral por los jóvenes en varios documentos colectivos. Por su importancia, desde la perspectiva pastoral en la que nos situamos, son de especial importancia las Orientaciones sobre Pastoral de Juventud (OPJ, 1991) y el Proyecto marco de Pastoral de Juventud (PMPJ, 1992). En ambos documentos se ofrecen unas líneas concretas como punto de referencia para la realización de los proyectos pastorales orientados a los jóvenes.
Las Orientaciones pretenden servir de instrumento para una mejor organización de la pastoral y una mayor articulación de los grupos. En ellas se proponen los principales elementos de la planificación pastoral: atención al punto de partida, la concrección del punto de llegada, la indicación del itinerario diferenciado en etapas y algunas consideraciones de carácter metodológico y operativo.
En este documento la Pastoral Juvenil se plantea todo a partir de la vida y se orienta igualmente todo a la vida. Se pone de manifiesto la necesidad de un proceso educativo por el cual “la comunidad cristiana conduce y acompaña al joven desde su concreta situación hasta la plena madurez humana y cristiana” (OPJ 33). Se trata de ayudarle a descubrir su vocación en el encuentro con Cristo y con los hombres con quienes convive, especialmente los más necesitados.
El Proyecto marco concreta los elementos reflejados en el documento anterior. Se presenta la situación de los jóvenes como punto de partida y se propone como objetivo la integración fe-vida. El seguimiento de Jesús y el compromiso por la construcción del Reino aglutinan las opciones básicas y son el eje de la acción evangelizadora del mundo juvenil. Para implicar a los jóvenes en su evangelización se propone el itinerario educativo, concretado en tres etapas: misionera o de convocatoria y propuesta, catecumenal o de iniciación y formación y pastoral o de compromiso y misión. Resalta, por último, la necesaria presencia de auténticos animadores que acompañen a los jóvenes desde la base de una pedagogía activa y liberadora.
o Los proyectos pastorales de las Iglesias locales
Los Proyectos Pastorales de las Iglesia locales son otro de los puntos de referencia normativa a tener en cuenta para una relectura de cualquier proyecto pastoral de ámbito juvenil. La inserción en una determinada Iglesia hace necesaria la conjunción unitaria de los diversos y legítimos carismas con los que el Espíritu Santo enriquece a su Iglesia. La unidad de la misión exige la potenciación de un dinamismo integrador que oriente el esfuerzo de todos en un mismo sentido. Esta unidad hace más creíble la propuesta del mensaje, contribuye a unir los esfuerzos de todos y facilita la respuesta de los jóvenes.
- 2. Opciones pastorales subyacentes
Las opciones pastorales que subyacen a todo proyecto vienen a ser una concrección de las orientaciones eclesiales, confrontadas con la realidad asumida y criticada desde la fe. Ningún proyecto pastoral, si quiere ser efectivo para ayudar al descubrimiento del proyecto de Dios sobre la vida de cada joven en el momento histórico y en la sociedad en la que vive, puede renunciar a clarificar las opciones que lo sustentan. Destacamos tres: fundamentación teológica, oferta de sentido e itinerario educativo.
o Fundamentos teológico-pastorales
La reflexión sobre los fundamentos teológico-pastorales la situamos en el marco de una pastoral de orientación misionera. Esta viene avalada por varias razones de carácter teológico y pastoral: por una lado, la misión recibida de Cristo (Mt 28, 19) que incluye a hombres y mujeres de todos los tiempos y de toda cultura y condición y las orientaciones emanadas del Concilio Vaticano II en su afan de conectar con el mundo de hoy para llevarles la Buena Nueva; y por otro, la situación de los jóvenes de los años 90, especialmente en los países de vieja cristiandad entre los que nos encontramos y la opción evangelizadora que la Iglesia ha asumido hoy a todos los niveles y, muy especialmente, en el campo juvenil.
Deste esta perspectiva evangelizadora destacamos tres ejes desde los cuales podemos replantear una reflexión teológico-pastoral que contribuya a la efectividad de un determinado proyecto pastoral orientado a los jóvenes:
¾ El reconocimiento práctico del cristocentrismo como eje del dinamismo evangelizador. Nuestra tarea no se identifica con la transmisión fría de unas verdades abstractas sino con la presentación viva de la persona de Jesucristo a quien reconocemos como Señor. El misterio de Cristo constituye la base, el centro y la culminación del proceso evangelizador (EN 27; CT 5-9; 19, 40, 42).
¾ La estrecha vinculación entre cristología y antropología puesto que el misterio del hombre nos viene revelado en Cristo, en quien los hombres nos reconciliamos con Dios, con los demás hombres y con el mundo. Desde la antropología teológica constatamos que es en Cristo donde se nos da la posibilidad de llegar a ser nosotros mismos (GS 22, 41).
¾ La necesaria mediación salvífica de la Iglesia como instrumento de redención, como sacramento de comunión y como signo universal de salvación, “germen firmísimo de unidad, de esperanza y de salvación para todo el género humano” (LG 7-9, 48; GS 45; AG 1). Ella, rejuvenecida por el Espíritu, constituye el principal canal de comunicación a través del cual se transmite y actualiza la salvación en el tiempo y el espacio llegando así a las nuevas generaciones.
o Oferta de un estilo de vida cristiana
El ejercicio de la misión universal realizada en nuestro contexto sociocultural y desde una opción evangelizadora nos lleva a una acción pastoral con vocación de servicio, lo cual implica superar cualquier atisbo de indroctrinación, avanzar por los caminos del diálogo y hacer una oferta gratuita de la salvación.
Este nuevo estilo pastoral supone la búsqueda de nuevos procesos que nos lleven a reconocer la gracia que hemos recibido de Dios (Ef 1, 3-23) y nuestra libre respuesta a su designio salvador en la entrega de la vida. Para ello necesitamos superar cualquier tipo de divorcio artificial y lograr una síntesis vital que integre la fe y la vida (GS 42). Todo lo cual ha de orientar nuestra praxis pastoral en un sentido que, ante todo, favorezca:
¾ El anuncio de Jesucristo como oferta de sentido que engloba toda la existencia. Se trata de realizar no un elenco de fórmulas doctrinales abstractas sino una propuesta de vida. Ser hombre y ser mujer a la medida del don de Cristo (LG 40, 48; GS 10; AdJuv 9; AdSac 7). Cristo se presenta, así, como exegeta del hombre y de sus problemas y como modelo y prototipo de un modo determinado de ser y de vivir, descubriendo a cada joven la gradenza de su vocación.
¾ La propuesta de un determinado proyecto de persona y el modo de conducirla hacia su plenitud. Una propuesta que tiene una clara intencionalidad humanizadora y pedagógica ya que trata de clarificar a los jóvenes ayudándoles, desde el Evangelio, a plantear cuestiones, depurar intenciones y asimilar valores. Es en esta propuesta de unificación de la fe y de la vida donde la situación de los jóvenes se articula con los contenidos del mensaje cristiano y con su ritmo de crecimiento dentro de un mismo proyecto pastoral.
¾ La presentación de un proyecto de sociedad nueva, un nuevo modo de relación interpersonal inspirada por los valores del Reino de Dios anunciado por Jesús como presente ya entre nosotros. La madurez de la personalidad humana y cristiana no sólo se consigue en referencia a la propia identidad sino que supone, también, la capacidad de transcenderse a sí mismo y de abrirse a los otros, al mundo y a Dios.
o Diseño de un itinerario educativo
La oferta de este modo de ser hombre y ser mujer al estilo de Cristo implica la necesidad de diseñar un proceso educativo que facilite, lo más eficazmente posible, el que los jóvenes reciban la oferta del plan salvífico de Dios como una propuesta significativa para ellos. Es un proceso que se deriva del contenido mismo de la evangelización y de la libre aceptación que la adhesión personal de la fe comporta.
El carácter intencional de la acción pastoral con los jóvenes conlleva la necesidad de asumir procesos graduales en sintonía con las situaciones de los destinatarios y sus condiciones ambientales. Todo lo cual supone:
¾ La realización de un proyecto de pastoral juvenil que englobe la acción de la comunidad cristiana de referencia y especifique y sitematice los distintos elementos que inciden en el trabajo con los jóvenes. Se trata de elegir y aplicar una metodología adecuada que tienda a capacitar a los jóvenes para que asuman, desde su libertad y con responsabilidad, las necesarias opciones personales desde las cuales van desarrollando su propio proyecto de vida.
¾ La transmisión viva del núcleo esencial de la fe dentro de una ordenación jerárquica de las verdades (UR 11; DGC 43) que responda a los principios de una acción catequética diferenciada, en relación directa con la problemática que suscita la edad y el contexto en el que viven (DGC 82-91). Lo que se intenta no es favorecer un sentimiento esporádico de pertenencia eclesial o de una colaboración intermitente con la gracia sino de formar una personalidad auténticamente cristiana en su misma estructura interna y en sus actitudes y comportamientos externos.
¾ El diseño de un itinerario educativo coherente tanto con la gradualidad en la presentación del mensaje como con el concepto dinámico de la personalidad que todo proceso educativo supone. La formación de la personalidad cristiana tiene en su centro un problema esencialmente metodológico ya que requiere una gran atención tanto al ritmo de la maduración humana y cristiana de cada uno como a los procedimientos empleados para guiar hasta la consecución de esa madurez.
4. Cuestionarios orientativos
La conjunción de las opciones pastorales, asumidas como irrenunciables, y la necesaria referencia a las orientaciones eclesiales que orientan e impulsan la acción pastoral, sugieren unas cuestiones prácticas para revisar la efectividad de nuestros proyectos. Siguiendo el esquema de la reflexión realizada en los apartados anteriores, agrupamos las preguntas en tres cuestionarios orientados a evaluar nuestros proyectos desde los referentes expuestos.
o Cuestionario I: claves normativas
- Hombres y mujeres a la medida del don de Cristo
¾ ¿Cómo refleja nuestro proyecto este objetivo propuesto por Juan Pablo II?
¾ ¿Qué aspectos pueden enriquecer nuestro proyecto desde esta llamada?
¾ ¿Cuáles son las dimensiones del proyecto que pueden potenciarse?
- Elementos básicos de un proyecto pastoral
¾ ¿Qué coincidencias tiene nuestro proyecto con la Orientaciones de la CEE?
¾ ¿Cuales son los posibles desfases que hemos de evitar?
¾ ¿Cómo lo podemos enriquecer desde ellas?
- Jóvnes en la Iglesia y cristianos en el mundo
¾ ¿Cuáles son las convergencias y divergencias más notables entre nuestro proyecto y el Proyecto marco de la CEAS?
¾ ¿Cómo camina hacia el perfil de joven y de cristiano propuesto?
¾ ¿Qué compromiso privilegia al interior de la Iglesia y en el mundo?
o Cuestionario II: claves teológico-pastorales
- Perfil del joven a quien se destina el proyecto
¾ Entre los jóvenes que tratamos, ¿qué tipología prevalece?
¾ ¿Cuáles son los problemas que detectamos en ellos y en sus ambientes?
¾ ¿Qué expectativas les provoca nuestra presencia y nuestra palabra?
- Oferta de salvación que hace el proyecto
¾ ¿Qué objetivos les ofrece como eje integrador de su vida
¾ ¿Cuáles son las dimensiones que destaca para desarrollar su vocación?
¾ ¿Qué etapas establece para realizar el itinerario educativo que ofrece?
- Imagen de Iglesia que privilegia el proyecto
¾ ¿Cómo se expresa en concreto la experiencia de comunión fraterna?
¾ ¿Cuáles son los cauces que establece para dinamizar el servicio?
¾ ¿Qué valores fomenta para ayudar al crecimiento del Reino de Dios?
o Cuestionario III: claves prospectivas
- Coordinación con la Iglesia local
¾ ¿Cuál es el Proyecto de Pastoral Juvenil de nuestra Iglesia local?
¾ ¿Cómo expresa nuestro proyecto la vinculación operativa con él?
¾ ¿Qué aspectos enriquecen y cuáles estimulan el proyecto diocesano?
- Etapas de un proceso evangelizador
¾ ¿Qué etapa de nuestro proyecto refleja más su dimensión misionera?
¾ ¿Cuáles son los aspectos que facilitan o dificultan el proceso educativo?
¾ ¿Cómo integrar las distintas etapas con los ritmos personales?
- Medios y recursos disponibles
¾ ¿Cómo se integra nuestro proyecto en la vida diocesana y parroquial?
¾ ¿De qué medios y recursos disponemos para hacerlo efectivo?
¾ ¿Qué animadores realizan el acompañamiento personal de cada joven?
- Conclusión
Para responder al dinamismo que nos marca la vida, para ser fieles a la realidad, para lelerla críticamente y, sobre todo, para mirarla con los ojos del Evangelio hay que estar abiertos al misterio del encuentro del hombre con Dios en el marco sagrado de la conciencia y la libertad de cada uno. Y en este terreno no se puede entrar por caminos prefabricados ni con actitudes preconcebidas, sino con la humildad del quien se sabe mero instrumento de la gracia y reconoce la callada acción del Espíritu, que obra en todos y en cada uno según su misterioso designio.
La llamada, como atestigua de tantas formas y modos la Sagrada Escritura, es siempre iniciativa divina. Viene de lo alto y sólo se escucha desde actitudes profundamente humanas. La vocación cristiana, unificada y expresada en la vida, ha de ser alimentada continuamente por la la palabra que suscita la fe, impulsa por la esperanza y madura el amor a los hermanos. Y esto no se improvisa ni se realiza de una vez por todas. Necesita de proyectos realistas y de evaluaciones contínuas para reformularlos y enriquecerlos.
Vocación cristiana y entrega en el amor van siempre unidos. “No me elegisteis vosotros; yo os elegí y os destiné a ir y dar fruto, un fruto que permanezca; así lo que pidais al Padre alegando mi nombre yo os lo concederé. Esto es lo que os mando, que os améis unos a otros” (Jn 15, 16-17). Apertura a Dios, escucha de la Palabra, oración, entrega, compromiso, son claves insoslayable para evaluar cualquier Proyecto de Pastoral Juvenil que tenga como principal objetivo suscitar, alimentar y madurar la vocación cristiana en cualquiera de sus manifestaciones y carismas.
En la perspectiva de la preparación al Jubileo del Año 2000, las propuestas que ofrecemos para evaluar un Proyecto de Pastoral Juvenil y las cuestiones que suscitan puede servir de pistas para su relectura y replanteamiento. Una evaluación abierta a nuevas perspectivas puede ser una buena respuesta al reto que nos plantea el comienzo de milenio. Estos años de preparación puede ser la ocasión y la llamada. Nuestra propuesta sólo dibuja los contornos. Queda, ahora, el trabajo de dar color desde la necesaria creatividad para hacer cada proyecto más atrayente y más efectivo. ¾
Antonio Martínez Riquelme
[1] Estas claves tienen su origen en la ponencia «Proyecto de Pastoral Juvenil Vocacional. Propuestas para una Relectura» presentada en el Encuentro de Responsables Provinciales de Pastoral Juvenil Vocacional de las Carmelitas Misioneras celebrado en Zaratán (Valladolid) del 2 al 5 de Enero del presente año.
[2] Cf. F.J. VEGA – V.J. VENTOSA, Programar, acompañar, evaluar, CCS, Madrid 1993, 139-190; M. MIDALI, «Progettazione pastorale» – R. TONELLI, «Progetto educativo-pastorale», ambos en: ISTITUTO DI TEOLOGIA PASTORALE (UPS), Elle Di Ci, Torino 21992, respectivamente pp. 895-902 y 903-906; S. SARTI, «Evaluación», en: J. VECCHI-J.M. PRELLEZO (Ed.), Proyecto educativo pastoral, Ed. CCS, Madrid 1986, 308-319; P. Rossi, Evaluación. Un enfoque sistemático para programas sociales, Trillas, Méjico 1989; M.E. MEDINA, Organizar, planificar, evaluar en las entidades asociativas, Murcia 1995.
[3] Cf. JUAN PABLO II, Carta a los jóvenes y a las jóvenes del mundo con ocasión del Año Internacional de la Juventud, Roma 3 de Marzo de 1985 en: AAS 77 (1985) 7, 579-628 [AdJuv]. ID., Carta a los sacerdotes del mundo con ocasión del Jueves Santo de 1985, en AAS 77 (1985) 8, 672-680 [AdSac].
[4] Cf. A. MARTÍNEZ R., Pastoral juvenil diocesana, Ed. CCS, Madrid 1993, 93-101.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]