Lectura orante del texto bíblico
Una boda en Caná (Jn 2,1-12)
En tu colegio o en tu centro de trabajo,
en tu hogar o en tu barrio,
en tu parroquia o en el bar de la peña…
La fiesta está a punto de comenzar:
¡Jesús y su madre te están esperando! ¿Aceptas su invitación?
Señor, préstame tus ojos
para descubrir tantos lugares, tantos hermanos,
que se han quedado sin vino… sin tu vino.
El vino de la alegría siempre nueva,
el vino del amor siempre recién estrenado.
Señor, préstame tus oídos
para escuchar de labios de tu Madre, nuestra Madre:
“Haz lo que él te diga.”
Para convertir el agua estancada de mi egoísmo
en el vino sabrosísimo de tu voluntad.
Señor, préstame tus manos y tus pies
para llevarte cada día, en cada instante,
las pobres tinajas agrietadas de mi vida,
para reconocer y desechar el agua desaborida
que tantas veces ofrezco a mis hermanos.
Señor, préstame tu paladar
para catar el auténtico vino, el de mejor calidad,
el que tú, cada día, reservas exclusivamente para mí.
Y, juntos, al lado de tus hijos, de mis hermanos,
poder brindar y festejar el gran amor que tú nos tienes.
Jesús, María… prestadme vuestro corazón
para poder hacer de cada día, de cada instante a vuestro lado,
un motivo de celebración, de fiesta, de júbilo.
Sí, Señor, sí, María ¡acepto vuestra invitación!
¡Qué no pare, que corra la alegría!
J. M. de Palazuelo