¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN CATEQUESIS?

1 enero 2003

Álvaro GINEL
 
 
Álvaro GINEL, Director de la revista CATEQUISTAS
 
Esta sección de “Experiencias” queremos que en los números de 2003 –diez en total– esté consagrada al análisis de la situación de la Pastoral Juvenil hoy en España desde aquello que se está viviendo, las soluciones que se vienen aportando y los caminos que se quieren abrir para hacer frente a los interrogantes e inquietudes de los jóvenes que hoy tenemos entre nosotros. Y todo ello desde “frentes” y “ambientes” distintos: catequesis, pastoral familiar, jóvenes alejados, centros juveniles, alternativas de ocio y tiempo libre, la escuela, el lenguaje religioso, el voluntariado, el mundo sociopolítico… Se trata de analizar procesos que reflejen el cambio “épocal” en el que vivimos.
 
Los años ochenta fueron años de una gran actividad catequética en las comunidades cristianas de nuestra Iglesia en España. Los Obispos españoles escribían: “Durante estos años, la catequesis ha dado pruebas de ser campo realmente privilegiado de la renovación eclesial, en que han destacado con mucho las luces, aunque no hayan estado ausentes las sombras. Por todas partes en España, un gran número de sacerdotes, religiosos y seglares se han consagrado con entusiasmo y constancia a la comunicación y educación de la fe en el ámbito de la catequesis. Y ha sido admirable el número de iniciativas brotadas en este terreno”[1].
Mirando hacia atrás advertimos una progresiva y lenta disminución de grupos de adolescentes y jóvenes en catequesis. Los grupos de adultos siempre fueron menos numerosos, pues la catequesis estaba volcada en las primeras edades. Los niños, sobre todo los que se preparan para la primera comunión, da aún cifras elevadas en catequesis, cifras que descienden bruscamente tras la celebración de la llamada primera comunión.
Habría que recorrer los archivos parroquiales y cuantificar el número de primeras comuniones y de confirmaciones de ayer y de hoy. Una simple comparación con la actualidad arrojaría datos interesantes. El dato más obvio posiblemente sea el descenso de inscritos en la catequesis. Pero no nos podemos quedar en ese dato, para el que hay muchas lecturas; una muy sencilla es la disminución de la población infantil y juvenil. Nuestra pregunta tiene que ir más allá.
¿Qué está pasando hoy en la catequesis? Se trata de una pregunta que se plantean muchos en el momento presente[2]. La formulamos mirando explícitamente a la catequesis en acción, es decir, a las catequesis que funcionan en las parroquias y comunidades cristianas. No partimos de encuestas, sino de observación personal. Ahí está el límite de la reflexión que sigue. El objetivo de estas líneas no es una descripción exhaustiva, sino unas pinceladas para “dar que pensar”.
 
 

  1. Dónde estamos

 

  1. a) Realidad muy plural

Lo primero de todo es confesar que no contamos con encuestas fiables sobre lo que es y hace la catequesis en el seno de la comunidad cristiana. Es difícil hablar de porcentajes. Pero existe un conocimiento de la realidad que se realiza por observación directa, por informaciones que provienen de catequistas y de encargados de la catequesis. Yo me sitúo en esta última fuente de información.
En segundo lugar hay que señalar la realidad plural. Ni todas las iglesias particulares ni todas las comunidades cristianas que convocan a niños, adolescentes, jóvenes y adultos para la catequesis lo hacen con los mismos objetivos, con la misma pedagogía, con la misma organización. Damos por hecho que todos tienen como finalidad última: el anuncio del Evangelio. Pero la forma de realizarlo es muy diversa. Por ejemplo, mientras en unas comunidades cristianas se encomienda la acción catequética a cristianos adultos, en otras comunidades esta acción se pone en manos de los recién confirmados “porque así, teniendo algo que hacer en la comunidad, se quedan, se sienten útiles ya que de lo contrario se van y no les volvemos a ver”. Mientras en unas comunidades se cuida muy mucho la formación de los catequistas y se les exige un mínimo de edad, de cursillos básicos y de profundización, en otras, se anuncia al inicio de curso: “Se necesitan catequistas, ¿quiénes se apuntan?”. A los que se apuntan, se les da un cursillo de tres tardes (6 horas) y ahí se para prácticamente toda la formación de los catequistas. Otra pista que nos habla de la realidad plural que existe se constata en el “consumo” de materiales de catequesis. El método usado señala una orientación, una opción, una manera de concebir el hacer catequético. Hoy encontramos un abanico amplio y diverso de métodos: unos métodos son impuestos desde los Secretariados de Catequesis o desde la parroquia, en otros casos se funciona sin “libro editado”, y son los catequistas y el encargado de la catequesis quienes van confeccionando su propio método, síntesis más o menos bien hecha de otros muchos, hecha a base de cortar y pegar…
La realidad es plural también por la forma de concebir la animación de la comunidad cristiana. Hay veces que la animación observable en comunidades de periferia no tiene nada que ver con la de las comunidades del centro de la ciudad, por poner un ejemplo; o la de las zonas rurales con la capital de provincia.

  1. b) Crisis o desconfianza

Creo que podemos hablar hoy de una crisis o desconfianza respecto a lo que se hace con los que van a catequesis, o respecto a la catequesis que ofrecen no pocas comunidades parroquiales. “¿Qué le puede enseñar ese niñato a mi hijo en catequesis si yo sé muy bien lo que es?”. “¿Cómo quieres que vaya a la reunión de padres para escuchar las bobadas que nos cuentan?”. Así se expresan, a veces, padres que, conociendo a los catequistas, ya desconfían de la catequesis que hacen.
Otra vertiente de la desconfianza se traduce en estos términos: los niños, adolescentes y jóvenes que en la escuela tienen como profesores a personas “tituladas”, con un expediente académico que avala su preparación para la tarea que realizan, en la catequesis nos encontramos con “personas de buena voluntad”. Ciertamente que muchas de estas personas están dando lo mejor de sí y lo mejor de su fe. Ciertamente que la catequesis tiene una dimensión que escapa a toda posibilidad de evaluación, pues interviene el Espíritu. Ciertamente que los catequistas están haciendo una labor que en muchos casos ni quieren ni pueden hacer los presbíteros que la comunidad tiene. Ciertamente que gracias a la fe de catequistas sencillos muchos hombres y mujeres han entrado en diálogo con el Dios de Jesús. Todo esto es cierto. Y más. Pero también es verdad que el Espíritu nos pide en toda ocasión hacer el esfuerzo de responder con valentía, ciencia y preparación a las necesidades del momento para acoger la realidad del sujeto que demanda iniciarse en el seguimiento de Jesús de Nazaret.
Tanto el tiempo que se dedica a la catequesis, como los métodos, las personas que la realizan, el proyecto catequético comunitario dentro de la acción global de la comunidad, las respuestas que se ponen en marcha, etc. ilusionan poco hoy a los destinatarios y a los progenitores de los destinatarios; aún con riesgo de equivocarme, creo que esta constatación vale para la catequesis de niños, adolescentes, jóvenes y adultos. De ahí la crisis o desconfianza. En ocasiones, la falta de preparación específica puede estancar la catequesis en una rutina o repetición sin abrirla a respuestas pensadas, a apuestas nuevas, a horizontes críticos para avanzar hacia propuestas pastorales más acordes con la realidad de nuestro hoy.
 
 

  1. Algunos elementos que interrogan

 
Elegimos tres elementos de interrogación que para nosotros engloban una amplia variedad de casuística. Quizás éstos sirvan para que el lector complete la enumeración con los interrogantes que él mismo se plantea.
 

  1. a) El ambiente religioso ambiental y familiar

Para muchos destinatarios de la catequesis hoy[3], lo que escuchan en la catequesis es como una “isla”. En su “continente”: la calle, la familia, los amigos, la escuela, los medios de comunicación… no viven y no ven ni escuchan lo que la catequesis les propone. La catequesis se convierte en una “isla”. Lo que “pasa en la isla” no tiene nada que ver con lo que el destinatario palpa y vive en el “continente” que habita. Lo que se les propone en la “isla” no tiene relación alguna con lo que se les propone en su “mundo”, en su “continente”.
Probablemente esta realidad la viven los más jóvenes de manera no reflexiva. Pero llegan a percibir que hay dos mundos: el mundo de la catequesis y todo lo de más. En el fondo se trata de dos mundos opuestos. Tan opuestos que experimentan interiormente que comportarse del modo que se les dice en catequesis les lleva a ser “extraños” o “tontos” fuera de la catequesis. La constatación puede ser considerada como un triunfo de la catequesis ya que el Evangelio anunciado denuncia los valores del mundo. El problema está en si lo que es opción libre del Reino para el adulto lo puede asumir el niño y el adolescente.
Los catequistas, a su vez, conocen bien esta realidad entre lo que anuncian y lo que el mundo propone, y se sienten solos en el hacer catequístico. Se lamentan de la poca implicación de los padres en el proceso catequético de los hijos. Saben muy bien que no podrán apoyarse en la familia ni animar a los hijos a que pregunten cosas a sus padres sobre determinados temas tratados en la reunión de catequesis. Lo que no hagan ellos, quedará sin hacer.

  1. b) La concepción que el sujeto tiene de sí mismo

El “continente” en el que los catequizandos viven la mayor parte de su tiempo y vida (el tiempo de la catequesis se reduce a una o dos horas a la semana) modela a la persona y le da una estructura mental, le crea unos deseos y formas de vivir según los principios de la sociedad del bienestar. Hay unos valores y estilo de vivir que penetran casi sin querer en la configuración de la persona. La persona tiene tantos reclamos y solicitudes que acaba fragmentada y dividida. Preguntas como ¿Quién soy yo? ¿Qué quiero ser? ¿Qué deseo hacer con mi vida? son difíciles de plantear y de responder. Muchos acaban concluyendo: es mejor vivir sin preguntas profundas; basta con vivir el momento presente.
 

  1. c) El significado mismo de ser creyente

Responder a la pregunta ¿Qué significa ser creyente? entraña no pocas dificultades. Es posible responder a la pregunta de memoria, con una frase hecha. Pero es más difícil concretar la respuesta diciendo: Ser creyente es vivir como…, es ser como…, es comportarse… La misma organización de la catequesis dentro de la comunidad parroquial no permite una visión global de la comunidad cristiana ni de sus miembros. Salvo los niños y adolescentes cuyos padres estén directamente implicados en actividades parroquiales, los demás tendrán una visión parcial de la comunidad cristiana. Ésta a lo mejor no es más que unos locales, un tiempo de catequesis con un catequista y, para algunos, la reunión semanal de la celebración eucarística. El elemento comunitario del ser creyente no es prácticamente perceptible. De ahí a decir que “yo creo y me las entiendo a solas con Dios” no hay nada más que un pequeño paso.
Hablando con responsables de comunidades cristianas y de catequesis parroquiales salen expresiones como: “Ya no sabemos qué hacer”. “¡Mira que hemos intentado cosas y la gente no responde a nada!”. Existe como un cierto “desconcierto” o desazón porque no se logra dar con la fórmula que atraiga y cree la comunidad cristiana que se desea. A veces hay que mantener un estilo de vida cristiana que es válido para determinadas personas, pero que no es significativo para edades más jóvenes o para determinadas mentalidades. Algunos pastores “viven cierto desconcierto” porque tienen que hacer aquello de lo que no están muy convencidos, y sin embargo no logran cuajar propuestas innovadoras de la acción pastoral. Parece que no ha llegado la hora de conjugar simultáneamente un abanico plural de ofertas en el seno de la misma comunicad cristiana.
Hay que reconocer que hay confusión y preocupación por el modelo de comunidad visible que se ofrece. Otros se sienten ‘escandalizados’ ante algunos modelos de comunidad que parecen muy vivos, cargados de una fuerte clericalización e imposición de formas externas, al menos.
 
 

  1. Acentuaciones del tiempo presente para un nuevo futuro

 

  1. a) Los catequistas

Partamos de un principio eclesiológico: la tarea catequética es una responsabilidad de toda la comunidad cristiana. “La iniciación cristiana, en efecto, no deben procurarla solamente los catequistas o los sacerdotes, sino toda la comunidad de los fieles. La misma educación permanente de la fe es un asunto que atañe a toda la comunidad” (DGC 220).
La vocación de catequista brota del sacramento del Bautismo, es robustecida por el sacramento de la Confirmación, gracias a los cuales el catequista participa de la “misión sacerdotal, profética y real de Cristo”.
Hecha esta precisión de fondo, tenemos que reconocer que “cualquier actividad pastoral que no cuente para su realización con personas verdaderamente formadas y preparadas, pone en peligro su calidad. Los instrumentos de trabajo no pueden ser verdaderamente eficaces si no son utilizados por catequistas bien formados. Por lo tanto, la adecuada formación de los catequistas no puede ser descuidada a favor de la renovación de los textos y de una mejor organización de la catequesis. En consecuencia, la pastoral catequética diocesana debe dar absoluta prioridad a la formación de los catequistas laicos. Junto a ello, y como elemento realmente decisivo, se deberá cuidar al máximo la formación catequética de los presbíteros, tanto en los planes de estudio de los seminarios como en la formación permanente” (DGC 234).
“Se buscan catequistas que sean, a un tiempo, maestros, educadores y testigos” (DGC 237).
Estas orientaciones son las que tienen que guíar hoy la preparación de los catequistas. No tenerlas en cuenta, por los motivos que sean, es poner en peligro la misma catequesis.
Y cuando se habla de formación de catequistas, tenemos que perfilar bien la finalidad de la formación. No vale cualquier formación. “La formación (de los catequistas) trata de capacitar para transmitir el Evangelio a los que desean seguir a Jesucristo. La finalidad de la formación busca, por tanto, que el catequista sea lo más apto posible para realizar un acto de comunicación: ‘La cima y el centro de la formación de catequistas es la aptitud y habilidad de comunicar el mensaje evangélico’ (DGC 235). “La pedagogía utilizada en esta formación tiene una importancia fundamental. Como criterio general hay que decir que debe existir una coherencia entre la pedagogía global de la formación del catequista y la pedagogía propia de un proceso catequético. Al catequista le sería muy difícil improvisar en su acción catequética un estilo y una sensibilidad en los que no hubiera sido iniciado durante su formación” (DGC 237).
Estas citas del Directorio General para la Catequesis manifiestan claramente la importancia de los catequistas y de su formación. Hoy es uno de los problemas fundamentales de la catequesis que las comunidades cristianas tienen que abordar. Toda inversión en formación de catequistas es poca.
 

  1. b) La catequesis

Siguiendo la reflexión del profesor Flavio Payer, más arriba citado, nos topamos hoy con un destinatario de la catequesis que está “privado de experiencia religiosa”, por lo general. Más aún, hoy la dimensión religiosa tiende a reducirse al silencio; ser o no ser creyente ni inquieta ni preocupa. Se vive bien de manera no religiosa, al menos en el sentido en que lo podemos entender nosotros, persona con valores evangélicos. Como mucho, encontramos personas preocupadas por valores humanos. En esta situación, bastante generalizada, la estrategia o planteamiento general de la catequesis tiene que tomar opciones nuevas pues la realidad es nueva, posiblemente inédita, al menos para un buen número de catequistas.
¿Por dónde puede venir la novedad? “La fe se transmite hoy mejor a través del testigo cristiano que narre lo que le ha sucedido en lugar de decir lo que hay que creer”[4].
La referencia clásica a la que se nos envía hoy para renovar la catequesis es la iniciación cristiana[5]. El RICA[6] es la fuente a la que tenemos que acudir para adaptar la iniciación a nuestro contexto.
El Equipo Europeo de catequesis[7] señalaba algunos aspectos que debe potenciar la catequesis de iniciación: la relación personal, la relativización de la dimensión cognitiva (sin suprimirla) y acentuación del marco personal de significatividad (que el sujeto pueda ir encajando progresivamente en su historia personal los datos del mensaje cristiano), la pluralidad de modelos de pastoral catequética para responder a la pluralidad de realidades de las personas, la creación de lugares y tiempos en los que se haga lo que se dice en lugar de decir lo que hay que hacer, la creación de plataformas en las que puedan participar personas de todas las edades en lugar de dividir por edades a las personas, la prioridad de la catequesis de adultos, la posibilidad real de elección de caminos y de métodos de acuerdo con la realidad de la comunidad, la decidida voluntad de “ensayar” nuevas formas de anuncio sin añorar y restaurar modelos infantiles y que no hacen creyentes adultos.
Entrar en esta dinámica de búsqueda, de recreación de modelos de transmisión o proposición de la fe no es fácil ni es cómodo. En muchas ocasiones no tendremos modelos previos de referencia; no podremos decir: “vi hacer”, “conmigo hicieron”… Estamos, pues, en una situación de “malestar” que será soportable sólo desde la fe y no desde los resultados, desde la pasión por el Reino y no desde los números que reconfortan.
 

  1. c) Reflexión

Es posible que durante mucho tiempo hayamos vivido de rentas, es decir, de poner en práctica lo que habíamos visto hacer o lo que habían hecho con nosotros. Hoy la catequesis está convocada a reflexionar para poder hacer y ofrecer respuestas. Hemos confiado mucho en los métodos y materiales que teníamos a disposición. Son muchos los que cambian de materiales catequéticos y, al año, tienen las mismas dificultades de antes con los nuevos materiales implantados. Razones económicas y razones de autojustificación les llevan a mantener los materiales y desvían el problema hacia los destinatarios: “No saben nada”. La verdadera pregunta es: ¿Qué nos está ocurriendo? ¿Quiénes son? ¿Qué es lo que les damos y qué es lo que no funciona? ¿Qué tenemos que presentarles y cómo? Quizás muchas veces buscamos respuestas sin haber formulado bien la pregunta, sin haber analizado el problema, sin habernos dejado retar por la situación de los destinatarios de nuestra acción catequética. Nos falta hábito de reflexión para profundizar y para crear; nos falta sentido de observación y escucha de la necesidad del otro para aportarle respuestas cercanas y reales. Lo dejamos todo a “las sindicaciones que nos vengan de arriba”. El problema está abajo y es abajo donde hay que pensar y repensar la respuesta concreta en comunión con el arriba.
Catequistas jóvenes constatan y se alarman (quizás más que otros más veteranos) al experimentar que lo que fue válido para ellos, al cabo de cuatro o cinco años ya no es válido. Son ellos los primeros en decir: “Si es que no les entiendo”. “¡Qué diferentes son a lo que nosotros séramos”! Y se quedan sin respuestas, casi paralizados porque lo único que saben hacer es lo que hicieron con ellos. Pero ya no es válido. Desde aquí se entiende mejor la importancia de la formación de los catequistas para ser autores de un acto de comunicación en la fe.
 

  1. d) Prestar atención a los modelos que ponemos en práctica

En un trabajito[8] reciente para la formación de catequistas abordo el tema del grupo y catequesis. Narro allí un hecho que me ocurrió con unos adolescentes que estaban de convivencia de preparación a la Confirmación. Los catequistas les mandaron a hacer silencio. Unos cuantos (un tercio del grupo general) se juntaron para charlar. Entré en conversación con ellos y me explicaron que el silencio les era difícil. Pero “ya sabían” lo que tenían que decir “para quedar bien” en el momento de compartir en el gran grupo la experiencia de silencio, que ellos no habían hecho. El hecho me interrogó vivamente. Se pueden decir cosas “bonitas” para que las escuchen otros, o los catequistas, para quedar bien y ¡no haber hecho la experiencia! Al cabo de dos años de catequesis de confirmación estaban “bien iniciados” en lo que “había que decir en grupo” sin necesidad de “reflexionar y sin necesidad de hacer silencio”.
Hay unos modelos de hacer que pueden crear una doble vida (parecer si ser), un doble lenguaje: como ya sé lo que hay que decir, me evito la experiencia de vivir y de entrar en el silencio.
Los modelos que no ayuden a personalizar, a ir más allá de lo que se sabe, a enfrentar a cada persona con sus propias preguntas y con su propia palabra no evangelizarán de verdad a la persona. Es cierto que cada uno tiene su hora. Pues habrá que aprender a esperar y a seguir el ritmo de cada persona. Lo que no es sostenible es una catequesis superficial, que no ponga a la persona en disposición de entablar un diálogo progresivo con el Dios que quiere hacer alianza personal. No decimos “creemos”, sino “creo”. Decir creo compromete personalmente.
Cuidar lo que hacemos, los modelos prácticos que visibilizan la acción de la Iglesia es caer en la cuenta de que el hacer, en pastoral, es contenido, es traducción práctica de unos principios. Las parábolas pueden ser hoy un modelo de referencia para “inventar” acciones de pastoral catequética: el grano de mostaza, la levadura, la oveja perdida, etc.
 

  1. e) Epílogo

La educación en la fe, en la forma que sea, aquí hablamos de catequesis, es encarnación (vivir la vida en profundidad y descubrir a Dios en la profundidad silenciosa), reflexión, oración y acción.
No transmitimos nada, no damos la fe a nadie, no implantamos a Dios en el corazón de los demás. Dios está allí donde vamos antes que nosotros. Dios nos espera. Dios nos precede siempre también cuando “decimos” que “llevamos a Dios a los otros”. Nuestra gran misión como catequistas y anunciadores es ayudar a los destinatarios a tomar conciencia, a consentir y a aceptar una presencia con la que el sujeto ha sido ya agraciado[9].
El éxodo del catequista hacia los destinatarios no es tanto físico cuanto de sintonía, de comunicación, de aceptación positiva de lo que el otro posee. Muchas veces queremos que el otro “posea” lo que nosotros le “llevamos o damos” como Bien Supremo. Somos nosotros los que tenemos que aceptar primero el don que el otro es, y la Presencia que en el otro hay para que se establezca comunicación, pregunta y propuesta de una vida según la perspectiva de Jesús.
Sí, hay mucho que cambiar en la catequesis, pero no sólo cambiar para los destinatarios. El primer cambio comienza en el cambio de los llamados a catequizar.
 
Álvaro GINEL
 
[1] COMISIÓN EPISCOPAL DE ENSEÑANZA Y CATEQUESIS, La Catequesis de la Comunidad, Introducción, V, Edice, Madrid 1983.
[2] Flavio PAYER, La transmissión religieuse interrompue, en “Lumen Vitae”, vol. LVI, n. 1(2001)5-14. Alain ROY, 50 ans d’histoire ou les vents dominants en catéchèse, en “Catéchèse” 165(2001)109-137. Álvaro GINEL, ¿Dónde está hoy la catequesis? Aproximación a los aspectos más sensibles de la catequesis actual, en “Teología y Catequesis” 74(2000)93-116. Idem, Hasta cuándo tendré que soportaros?, en “Misión Joven” 282-283(2000)59-63. Idem, A las puertas del 2000: retos para la catequesis desde mi balcón, en “Sinite”, vol. XXXVIII, n. 114(1997)159-176.
[3] Esto vale también para los adultos. En los grupos de adultos que re reúnen para reflexionar en perspectiva evangélica, sin que sean directamente grupos de catequesis, escucho con mucha frecuencia: “Venimos al grupo para poder hablar de ‘cosas’ que no es posible hablar fuera del grupo”. “Si se te ocurre hablar de religión o algo así en los círculos de amigos que frecuentamos te tachan de ‘raro’. Está poco bien visto la preocupación por la dimensión religiosa. No podemos hablar de esto fuera de aquí”.
[4] Flavio PAYER, art. cit., pág. 13.
[5] CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Orientaciones pastorales para el catecumenado, Edice, Madrid 2002.
[6] Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos. Ordo Initiationis Christianae Adultorum, Typis Polyglotis Vaticanis, 1972. Es la referencia normativa de toda iniciación cristiana postconciliar
[7] Cfr. Flavio PAYER, art. cit. pág. 13-14.
[8] Grupo y catequesis. Aparecerá en la Editorial CCS.
[9] Juan MARTIN VELASCO, La transmisión de la fe en la sociedad contemporánea, Sal Terrae