¿QUÉ NOS ENSEÑAN LOS INMIGRANTES?

1 abril 2003

Gerard Gatare

Gerard Gatare es mediador social ruandés, perteneciente al SEMSI (Servicio de mediación social intercultural), que trabaja en colaboración con el ayuntamiento de Madrid y la Universidad Autónoma madrileña.
 
Desde su posición de mediador socio-cultural, el autor describe las posibles aportaciones interculturales mutuas entre población inmigrante y autóctona, y lo enriquecedoras que pueden ser, así como el modo de gestionar y solucionar los conflictos de convivencia que con seguridad van a ir surgiendo. Concluye mostrando que las diferencias culturales también se plasman en el modo de mediar en los conflictos.
 

  1. INMIGRACION Y DIVERSIDAD CULTURAL  

 
La inmigración es cada día más una realidad cotidiana, no sólo en los países desarrollados sino también en paises en vía de desarrollo. El auge de la inmigración durantes las últimas décadas en países desarrollados conlleva una diversidad cultural que enriquece al país receptor, pero también a los propios inmigrantes. En este sentido, pensar en lo que aportan los inmigrantes a la riqueza cultural del país de acogida equivaldría a preguntarse sobre las ventajas y desventajas de la diversidad cultural. HANNERZ (1998: 97 – 109) destaca siete tipos de argumentos para la diversidad cultural, interdependientes y que a veces interfieren unos en otros: (1) la diversidad cultural vale por sí misma, como una especie de monumento a la creatividad de la humanidad; (2) cumple con los principios de equidad y autodeterminación; (3) beneficia la adaptación de la humanidad a los límitados recursos ambientales que hay en el mundo; (4) contrarresta las relaciones de dependencia política y económica; (5) permite adoptar una posición mayormente estética de cara a los places que por ella se ofrecen; (6) es una provocación provechosa para el intelecto; (7) y uno puede servirse de esta diversidad cultural como si fuera un fondo de conocimientos válidos para manejarse mejor con las cosas.
 
La idea de diversidad cultural como monumento a la creatividad de la humanidad remite a la herencia cultural y la identidad cultural como elementos del derecho a la propia cultura. En un contexto más amplio, global, esto llevaría a la metáfora del mosaico cultural global, con sus unidades separadas y delimitadas. De algún modo, este argumento reafirma lo que ha sido el caballo de batalla del multiculturalismo: el derecho a la propia cultura, a la diferencia. La visión de las culturas como fundamentalmente separadas unas de otras encuentra su eco en la dimensión ecológica de la diversidad cultural. Piénsese en la difícil convivencia en muchos países entre pueblos nómadas y sedentarios o en el expansionismo de la cultura industrial del Primer Mundo en países del Tercer Mundo, donde las empresas de minas, de energía o forestales llegan a un lugar y pasan de los cazadores y de los que cultivan la tierra, en medio de expulsiones y marginación. Lo mismo se diría de los múltiples intentos en muchos países del Tercer mundo de sacar a los pigmeos y otros indígenas de su hábitat para realojarlos en aldeas. Cuando el derecho a su propia cultura está íntimamente ligado a una forma concreta de adaptación ecológica, la única forma de garantizar este derecho pasa por preservar el equilibrio ecológico. En este caso, sería interesante ver cómo y de qué maneras podrían relacionarse entre ellos los pueblos que tienen culturas diferentes, a través de las propias ecologías culturalmente asignadas.
 
Asímismo, se podría relacionar este argumento ecológico con el uso y gestión del espacio de una cultura a otra. PEASE(1993: 27 – 28) nota el impacto que tienen sobre los individuos los proyectos de viviendas densamente pobladas. Según los estudios realizados en Estados unidos, “se cometen mucho más delitos y hay más violencia en las zonas de mayor densidad de población”. Ello se explicaría por el estrés causado por la reducción del territorio personal. Si se tiene en cuenta que “la cantidad de espacio personal que necesita un individuo depende de la densidad de población del lugar en que se crió…[porque] los que crecieron en zonas rurales poco pobladas necesitan más espacio que los que crecieron en lugares densamente poblados como las grandes capitales”, se puede entender que el proceso migratorio (interno o externo) conlleva una vertiente ecológica.
 
En la medida en que el flujo cultural se relaciona con el poder económico y político, este flujo irá desde las regiones poderosas, influyentes, a las más débiles, contribuyendo a la dependencia y al yugo político y económico. Ha habido en la historia reciente del siglo pasado unos intentos de contrarrestar esta dependencia a través de las campañas políticas de “autenticidad”, como fue el caso en el antiguo ZAIRE (ahora Republica Democrática del Congo) bajo el exdictador MOBUTU en los años setenta. Se recuerda también la famosa “excepción cultural” reclamada por algunos países de Europa frente a la invasión de productos culturales norteamericanos, en el contexto de las negociaciones del GATT (ahora Organización Mundial del Comercio). Sin echar por tierra el derecho a su propia cultura, se podría decir que la resistencia a una cultura como forma de resistencia frente al dominio político y económico tendría sus efectos bajo ciertas condiciones. De allí quizá la pertinencia del argumento de HANNERZ (1998:87), que dice que “para que la gente haga suya una forma de hacer que otra persona muestra, tienen que tener una idea aproximada de cómo se ajustará esa practica en su propia vida; y puede que esto implique un análisis de las diferencias y semejanzas entre las respectivas situaciones, y de las diferencias y semejanzas entre ellos y el otro”.
 
En cuanto a los argumentos que obran a favor de la diversidad cultural como una promesa antes que una amenaza, HANNERZ destaca en primer lugar el hecho de que se valoran las “otras culturas” como experiencias por derecho propio, con independencia de cualquier valor de uso concreto fácilmente identificable. Si bien esta actitud conlleva una predisposición positiva frente a estas experiencias, cabe mencionar el esfuerzo que ello requiere por alcanzar un cierto grado de competencia en el manejo de otras culturas como soluciones de vida. El segundo argumento se funda sobre la idea de que la confluencia de distintos flujos de significados lleva a un proceso cultural generativo. Esta idea suscita ciertas preguntas: ¿Cabe esperar que sean igualmente productivos todos los tipos y grados de contraste o de afinidad que se producen al combinar diferencias culturales?; ¿Hasta qué punto la fertilidad intelectual de un encuentro entre dos culturas comporta necesariamente la utilización de los recursos de ambas( o de todas las culturas que tomen parte) ? Para HANNERZ, lo que puede ocurrir a veces es que el mero hecho de un mayor grado de conciencia generado por los estímulos de una confrontación como esta, nos lleve a una gestión creativa de los recursos disponibles dentro de la propia cultura. El tercer argumento consiste en que la diversidad cultural puede utilizarse como una especie de reserva de las mejoras y alternativas que la propia cultura tiene a su alcance inmediato en un momento dado, y como una especie de fuente de nuevas soluciones a sus problemas. La diversidad cultural es, al fin y al cabo, una reserva compartida a la que todos recurren para sacar provecho del ecumenismo global para una continua construcción cultural.
 

  1. DIVERSIDAD CULTURAL Y MEDIACION

 
Uno de los campos en los que una sensibilidad a favor de la diversidad cultural puede jugar un papel importante es el de la mediación. No cabe ninguna duda de que, dejando aparte los malentendidos, la mala comunicación (o su ausencia) entre individuos y grupos pertenecientes a diferentes culturas, pueden también surgir otros tipos de conflictos debidos a las diferencias culturales. DONOHUE y BRESNAHAN (FOLGER; JONES: 1996: 189 – 217) han analizados los factores culturales que determinan diferencias en la participación del tercero en las disputas y dan indicaciones acerca de cómo la mediación podría sacar provecho de estas diferencias culturales en el manejo o gestión del conflicto. Para saber qué postura de intervención deben adoptar los mediadores para poder abordar las necesidades culturales de los disputantes, DONOHUE y BRESNAHAN recuerdan que es necesario comprender cómo tratan el conflicto las diversas culturas. Ilustran su argumento por la distinción principal entre Oriente y Occidente, tal y cómo lo refleja la literatura sobre la teoría del conflicto cultural. En lo referente a las partes en conflicto, los dos autores revelan que:
 
En las culturas de estilo occidental , los individuos tienden a ver el conflicto como una catarsis sana de la angustia , y también como un mecanismo positivo para vigorizar relaciones moribundas. Las reglas del juego limpio exigen que si uno tiene una querella con alguien es obligatorio explicarse. Resulta más honesto expresar abiertamente el resentimiento y tratar de resolver las disputas. En las culturas de estilo oriental, la norma es la evitación del conflicto. Cuando las partes se acercan a una situación potencial de conflicto, se pasa por alto el desacuerdo o bien se llama a un intermediario para que resuelva la disputa antes de que se intensifique. La bondad de una persona se mide en parte por su capacidad para evitar el conflicto y por la capacidad para no herir los sentimientos de los otros. Además de estas concepciones diferentes sobre la aceptabilidad del conflicto, los estilos de conflictos de Oriente y Occidente difieren por sus modos de organizar y presentar la información, demostrar disposición y capacidad para explicar la conducta discrepante, desplegar solidaridad y amistad, mostrar disposición a reprender, y demostrar corrección y deferencia recíprocas.
 
En cuanto al mediador, se precisa que en un contexto tan occidental como el norteamericano, lo típico sería que los mediadores se vieran a sí mismos como manejadores del proceso, como personas que ayudan a los disputantes a identificar varias opciones de acuerdo, para luego escoger una de ellas , y que el acuerdo al que se llega sea formal y escrito. El mediador, en su profesionalismo, prefiere permanecer distanciado y tener una relación discontinua con las personas en conflicto. Por lo contrario, para los chinos y los coreanos, la mediación está integrada en su sociedad, y forma parte de una relación continua. Además, suelen elegir como intermediario a un miembro respetado de la comunidad, que propondrá una solución y dará tiempo a los disputantes para que encuentren modos de zanjar sus diferencias y de ofrecer disculpas indicando que se ha llegado a un acuerdo.
 

  1. COMPARACION DE MEDIACIÓN EN CULTURAS MODERNAS Y TRADICIONALES

 

CULTURAS MODERNAS   CULTURAS TRADICIONALES
Individualismo: egocéntrica, autodependiente, autodirigente, y autónomo IDENTIDAD PERSONAL
—————————–
1         2       3       4           5
Identidad colectiva: dependencia familia-céntrica o socio céntrica basada en la autonomía comprometida con los demás
Estatus a través de logros: logro individual y estatus ganado/ merecido RANGO Y ESTATUS SOCIAL
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1     2       3         4       5
Estatus atribuido: estatus personal concedido por puesto, vinculos sociales, redes sociales
El proceso preferido es el racional y formal: las transacciones y acuerdos de negocios u otros asuntos son sellados por contratos lineales. La estructura es crucial.  
PROCESO DE MEDIACIÓN PREFERIDO
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1       2       3       4       5
El proceso preferido es el afectivo e informal: entendimientos y acuerdos son resultados de confianza social. Los vínculos sociales son primordiales
Los roles de liderazgo son especializados: la pericia técnica se valora como criterio de confianza ROLES SOCIALES
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1   2     3   4   5
Los roles de liderazgo son globales: la experiencia de la vida y la posición en la sociedad son criterios de confianza
El negociador es impersonal, profesional, no pertenece a la comunidad FUNCION DEL MEDIADOR
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1   2     3   4   5
El negociador es personal, relacional, y miembro de la comunidad
El tiempo es lineal; tiempo burocrático. “El tiempo es dinero”. El tiempo es un recurso del que hay que sacar provecho. “Cada cosa en su momento” (monocrónico)  
USO/CUADRO DEL TIEMPO
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1   2     3   4   5
El tiempo es cíclico; las tareas y horarios son secundarios.
“El tiempo es la gente”. El tiempo son las relaciones, las experiencias que se ha de explorar y vivir. “Las agendas son multi-relacionales” (policrónico)

 
Fig. 1 AUGSBURGER (1992:202) ; traducción propia

  1. CONTRASTE DE OPCIONES DE MEDIACION EN CULTURAS TRADICIONALES Y URBANIZADAS  

 
 
CULTURA TRADICIONAL                         CULTURA URBANA, INDIVIDUALIZADA
 
– Mediación familiar
 
– resolucion en clan
 
– adjudicación en casta
 
– mediadores como tercera parte
 
– mediacion comunitaria
 
– asamblea de tribu o de pueblo                                       ley, policía y sistema jurídico
 
– negociadores políticos
 
– jefes locales o regionales
 
– líderes religiosos
 
– policía (ley)
 
– sistema jurídico
 
Fig. 2   AUGSBURGER (1992: 192); traducción propia
La ley varía de modo inversamente proporcional a la importancia de otros controles sociales. Donde los otros controles sociales son débiles, la ley es fuerte. Donde los controles familiares, tribales y comunitarios son fuertes, la ley es débil.
 
Según refleja esta figura, la amplia gama de opciones de mediación en sociedades tradicionales contrasta con la reducción de opciones para ciudadanos de centros urbanos en todo el mundo, tal y como es el caso en occidente. La implicacion de la comunidad y la intervención de líderes comunitarios dan significado y sentido al dolor de las partes (individuos, grupos, colectivos) implicados en el conflicto. En muchas sociedades tradicionales, la función de mediador siempre ha sido considerada como una necesidad comunitaria, mientras este papel ha sido cada vez más escaso en las sociedades occidentales. A medida que muchas sociedades se vuelven más urbanas, más occidentales y menos comunales, el número de alternativas a la ley formal disminuye.
 
En vista de estas diferencias culturales, tal y como se refleja en ambas figuras arriba mencionadas, es preciso que los mediadores estén dispuestos a realizar ciertos ajustes en sus ideas sobre la mediación y en sus procedimientos. Hace falta tener en consideración la identidad cultural y étnica de las partes en conflicto. Teniendo en cuenta que el conflicto en su acepción interaccional se refiere a tensiones, la mala comunicación entre personas, entre grupos pequeños, entre grupos grandes, entre naciones, entre razas etcétera.., la tarea primordial del mediador (o quien tenga que jugar este papel) será de mejorar la relación entre las partes implicadas, e incluso crear la relación donde se hayha roto o aún no exista. Esta acción mediadora pasa por la legitimación de las partes, el reconocimiento mutuo entre ambas partes. Si el conflicto sucede en contexto de multiculturalidad significativa, como la que genera la inmigración en algunos casos, el mediador o quien juegue el papel, necesitará tener claves socio-culturales que le permitan gestionar el conflicto adecuadamente. Asimismo, la partes en conflicto (tensión, disputa…) necesitarán un acercamiento a la idiosincrasia de cada uno para poder llegar a un acuerdo o una buena convivencia.
 

  1. DIVERSIDAD CULTURAL E INTERCULTURALIDAD

 
Si hemos escogido el campo de la mediación para ilustrar lo que la inmigración y la diversidad cultural pueden aportar a la sociedad de acogida, es porque consideramos que no puede haber relación, una interacción, sin conflicto. Si se reconoce la capacidad transformativa del conflicto y , por ende, que el conflicto permite en algunos casos crear cambios positivos, cabe entonces la necesidad de un acercamiento para entender las diferencias socio-culturales que puedan aparecer en un conflicto, para poder acompañar el proceso transformativo de manera eficiente. Hace falta tener una sensibilidad a la diversidad cultural.
 
Es precisamente esta sensibilidad a la diversidad cultural en la gestión de conflictos (entendiendo “conflicto” en su acepción general), la que caracteriza al Mediador intercultural. GIMENEZ (2002) recuerda algunas de las principales actitudes que deben estar presentes y bien arraigadas en cualquier persona que trata de favorecer la creación de espacios de interculturalidad:
 
a.- Respeto e interés por las culturas ajenas;
b.- Estar presto a reconocer al otro o diferente tal y como es, y aceptarlo como interlocutor válido;
c.- Apertura al aprendizaje de otras formas de pensar, sentir, hacer y ser;
d.- Cierto distanciamiento crítico respecto a la propia cultura, sin por ello debilitar la identidad propia y el sentimiento de pertenencia;
e.- Autovigilancia con respecto a los propios prejuicios, estereotipos y posiciones etnocéntricas;
f.- Superación del relativismo cultural extremo, no confundiendo el respeto con la no implicación y evasión del necesario debate;
g.- Asertividad ante los problemas: no ocultar sino abordar en forma positiva, pacífica y negociada los conflictos que puedan surgir;
h.- La tolerancia bien entendida, teniendo claros por lo tanto sus límites.
 
Según el mismo autor, la interculturalidad se entendería, en relación con y en contraposición al multiculturalismo, como “una relación de armonía entre las culturas (…) una relación de intercambio positivo y convivencia social entre actores culturalmente diferenciados….. Lo distintivo de la interculturalidad respecto del multiculturalismo es el poner el acento, no tanto (o no sólo) en la diferencia entre los grupos, pueblos y culturas, sino en la interacción que se da entre ellas, contactos que se va haciendo más y más intensos, complejos y frecuentes según avanza la globalización económica, politica y comunicacional. A partir de ahí, la interculturalidad, sin dejar de tener en cuenta como punto de partida el derecho y respeto a la diferencia, pone el acento en los espacios de interacción, vinculación, conflicto, influencia, etc…entre culturas”(GIMENEZ,2000:31-32)
 
Son concretamente estos espacios de convivencia intercultural, los que permiten tejer las relaciones entre nuevos vecinos (inmigrantes en nuestro contexto) y “viejos” vecinos (autóctonos, o ciudadanos del país de acogida), haciendo posible el acercamiento. El conocimiento y reconocimiento mutuo crecerán a medida que los nuevos y “viejos” vecinos vayan intercambiando elementos de sus propias experiencias, sus propias culturas, y paulatinamente enriqueciéndose mutuamente.
 
BIBLIOGRAFÍA
 
(1) AUGSBURGER,D:W (1992) Conflict Mediation Across Cultures. Pathways and Patterns, Louisville: Westminster/John Knox Press
 
(2) FOLGER, J & JONES,T, comp. (1996) Nuevas Direcciones en Mediación: Investigación y Perspectivas Comunicacionales, Barcelona: Paidós.
 
(3) GIMENEZ ROMERO, Carlos (2000) Guía sobre Interculturalidad: Primera parte.                                                               Fundamentos Conceptuales. Colección Cuaderno Q’anil/ nº 2
 
(4) AA.VV. (2002) El Planteamiento Intercultural y Relación con la Ciudadania y las Políticas Publicas, Seminario sobre Inmigración, Zaragoza: Centro Pignatelli.
 
(5) HANNERZ, Ulf ( 1998) Conexiones Transnacionales, Madrid: Ediciones Cátedra.
 
(6) PEASE, Allan (1993) El Lenguaje del Cuerpo, Barcelona: Paidós.