«Se va otro año», dicen
y parece que se fuera la vida.
Pero la vida se queda…
¿Qué nos llevamos con nosotros
y qué queda atrás?
¿Qué es lo que se queda
y qué lo que se va?
Que queden atrás los fracasos,
los intentos fallidos,
el sabor amargo de la impotencia,
las broncas y los rencores.
Que queden atrás los desencuentros,
las frustraciones, la gran hipocresía
de la vida mal vivida, sin amor, sin alegría.
Renuncia a todo lo que te estorba,
a lo que te impide mirar hacia adelante.
Pero no renuncies nunca a tu libertad.
Que el año nuevo que se anuncia
en este adviento del Jesús de la Vida
nos encuentre libres y dispuestos,
sin lastre y con los zapatos puestos.
Libres de pesadas cadenas,
libres de viejos pecados,
libres de nuestros prejuicios,
libres de nuestras penas,
para buscar la otra libertad:
la de amar y construir,
la de luchar y resistir,
la de hacer la paz y convivir.
Libertad para creer
que no es hueca la esperanza,
y que si existe la fe
también existe ese mañana
que como un regalo se asoma,
para alimentar tus sueños
y afirmar que no tienes dueños
más que el Dios de la historia,
Aquel que renunció a su gloria
para mirarte a los ojos,
para levantarte del suelo
y hacerte libre en tu vuelo.
No te encadenes a tu aire,
olvida el pasado y avanza;
un día nuevo ya amanece,
recíbelo con confianza.
Dios te ha hecho libre,
y te lo recuerda en Navidad.
Quizá, como yo, te preguntes:
«¿Acaso soy libre de verdad?»
La libertad es un instrumento
que debes ejecutar,
con ganas, con sentimiento,
con fuerza, con calidad.
Cuando tocas sus cuerdas,
¿qué melodías logras sacar?
¿Suena el sonido luminoso de la vida
o el ruido gris de la mediocridad?
Uno año nuevo se viene:
¿qué se queda y qué se va?
Que se vaya lo que no sirve
y que se quede tu libertad.
Red Latinoamericana de Liturgia CLAI