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Vida y aires de libertad
Permítasenos, en esta ocasión, una escritura de recuerdos y tonos personales que quisieran incluir a cuantos vivieron aquellas «movidas Pascuas» de los ´70; a los ´80. ¡Qué tiempos aquellos…!
No se trata, sin embargo, de añoranzas al socaire de ese «cualquier tiempo basado, siempre mejor»: Queremos recordar para refrescar la memoria, incluso, hasta en sus más recónditos y subversivos datos. Porque aquellas “Pascuas con Jóvenes» -nacidas al calor de los rescoldos vives del `68, del concilio Vaticano II y de Taizé- rebosaban el aire liberador del Resucitado, que siempre provoca alguna que otra ventolera subversiva (¡corno Dios manda!).
A los cristianos, no obstante y paradójicamente, nos complica la existencia, más de la cuenta (¡y siempre echamos Cuentas!), esa vida y libertad del Cristo pascual. Ni nos han educado para ello, ni está el horno de los tiempos para esos bollos.
Sofoquina y aletargamiento
Un complejo entramado de razones (la propia dinámica de los encuentros pascuales, el cambio de los aires culturales, la carencia de proyectos pastorales, etc.), junto a esa incapacidad para mantenernos en “actitud pascual” y algún que otro reclamo acerca de la dudosa ortodoxia por el cómo asumían los jóvenes la energía y el dinamismo del paso de Jesús, provocaron el progresivo aletargamiento de las “Pascuas con Jóvenes”.
La sofocación –tras agitaciones de todo tipo-, el miedo de las parroquias, el “estado de vacación” que se apodera de la Semana Santa, entre otros muchos síntomas de alarmas no demasiado fundadas, fueron entretejiendo la maraña de los «mecanismos de defensa» para amparar una especie de consigna implícita de enfriamiento y normalización.
Tornó la calma o, mejor, una calma chicha que evitaba sobresaltos. Nos habituamos a llenar los vacíos. Empezaron a hacer fortuna (¡volvemos a cuentas con saldo positivo!) otras alternativas (‘?) bajo formas de «Pascuas Urbanas» o «Pascuas Rurales». Las aguas volvieron a su cauce, aunque también evidenciaban más y más estancamientos en las relaciones de los jóvenes con la experiencia cristiana.
Recuperar experiencias de vida y esperanza
Los nuevos jóvenes de la «era de información» -que no tanto de la comunicación-, la realidad actual de las parroquias y las comunidades, la identidad pascual de la espiritualidad cristiana y la profunda dimensión experiencial de la pastoral juvenil, exigen o, cuanto me nos, sugieren la necesidad de educar en la fe a través de «experiencias fuertes» que impacten en todos los sentidos.
De ahí que las «Pascuas con Jóvenes» puedan ser un “núcleo generador” esencial en los proyectos pastorales de cara a los jóvenes. Fuera dé duda queda, por otro lado, que la Pascua es la “experiencia fundante” del cristianismo.
Los jóvenes cambian constantemente. Los de hoy parecen querer sobre todo, espacios y experiencias donde sentirse bien. Por una razón bien sencilla, padecen dolorosamente la situación de emergencia en la que se encuentra su vida y esperanza.
Miedos y sustos aparte, por los caminos nuevos y la creatividad que se nos reclama, no resulta difícil entender cuanto nos piden los jóvenes. Partiendo de experiencias que logren satisfacer educativamente sus deseos, habrá que apostar imaginativamente por restituirles vida y esperanza a toda costa.
Utopía y profecía
Vida y esperanza, para no andar con remiendos, deben tejerse a base de utopía y profecía. No otras eran las agujas de las «Pascuas con Jóvenes» de las que estamos haciendo memoria: utopía como horizonte y profecía como método.
La opción pastoral por la que apostamos decididamente en este número de Misión joven estaría coja de no colocarse dentro de un proyecto, por una parte, cargado de utopía, es decir, situado en el horizonte del Reino, y, por otra, sostenido por la profecía como método o “guía de ruta”.
Opción pastoral de las «Pascuas con Jóvenes», por tanto, para soñar “cielos y tierra nuevos” con los jóvenes, para que cada agente pastoral se arranque con la profecía de la “acogida incondicional” y cada joven grite sus deseos de vida y esperanza, en donde también se esconden profecías que no siempre queremos escuchar.
José Luis Moral
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