Fui a la clínica del Señor, a hacerme una revisión de rutina,
y constaté que estaba enfermo:
– Cuando Jesús me tomó la presión, vi que estaba baja de ternura.
– Al medirme la temperatura, el termómetro registró 40 grados de egoísmo.
– Hizo un electrocardiograma y el diagnóstico fue que necesitaba
varios by-pass de amor porque mis venas estaban bloqueadas de soledad
y no abastecían mi corazón vacío.
– Pasé a ortopedia, ya que no podía caminar al lado de mi hermano,
y tampoco podía abrazarlo porque me había fracturado un brazo y una pierna
al tropezar con mi vanidad.
– También me encontró miopía: ya no podía ver más allá
de las cosas negativas de mi prójimo.
– Cuando me quejé de sordera, Jesús me diagnosticó
que había dejado de escuchar su voz cada día.
Por esto Jesús me ha dado hoy una consulta gratuita
y, gracias a su gran misericordia, prometo que al salir de esta clínica
tomaré solamente los medicamentos naturales que me recetó a través de su verdad:
– Al levantarme, tomaré un vaso de agradecimiento.
– Al llegar al trabajo, una cucharada sopera de paz.
– Cada hora, un comprimido de paciencia
y una copa de humildad,
– Al llegar a casa, voy a tener diariamente una inyección de amor.
– Al irme a acostar, dos cápsulas de conciencia tranquila.
Gracias, Señor, por hacer de mí una mejor persona cada día.
¡En el bufet del Señor!
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