Reequilibrar un mundo desequilibrado

1 enero 2006

Marcedes Más Soler
 

Mercedes Más es animadora social. Trabaja en Milán (Italia)

 
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
El artículo defiende que la educación para la justicia implica, ante todo, una opción clara por la vida. Y se realiza a través de la no-violencia, en la vida cotidiana, estando dispuestos a poner el bien colectivo por encima del bien personal y estando dispuestos a arriesgarse. Pero para trabajar por la justicia no se necesita ser héroes. Es un estilo de vida que lleva a preguntarse por el otro, a dejar la indiferencia, a superar la idea de enemigo.
Como dice el filosofo italiano Fulvio Manara en  un artículo:  “Aprender en la justicia quiere decir entrar en una lógica de transformación. Soñamos con una sociedad en la que hayan desaparecido las injusticias, es decir el sistema desequilibrado de regulación de conflictos asimétricos en el poder. Soñamos una sociedad en la que el espíritu destructivo (la explotación, la violencia, la injusticia…) sea eliminado. Anhelamos una sociedad en la que abolir la violencias de las microestructuras, y con desarrollar una cultura de la paz y justicia, que llegue hasta el cerebro, la conciencia de las personas”.
 
Si una de las dos alternativas, «el ser humano es bueno por naturaleza», o bien «el ser humano es violento por naturaleza», fuese cierta, ya no tendríamos necesidad de actuar, de comprometernos, ya que no valdría la pena mover un dedo, porque la historia tendría su lógica interna. Sin embargo, si lo pensamos bien, la actitud de las personas respecto al futuro de la humanidad no es la de la esperanza racional, ni la de la desesperación, sino la de la indiferencia total. Queremos salir del círculo vicioso del inmovilismo y de la indiferencia en los que estas posturas se imponen. Queremos actuar para el cambio, más allá del pensamiento y de las palabras.  Y actuar significa transformar.
 
Es necesario por lo tanto decidir, cada uno por sí mismo, romper el círculo vicioso de la violencia y de la resignación ante las injusticias y dirigirse hacia el círculo virtuoso de los comportamientos que queremos llamar no-violentos. Para hacer esto se necesita invertir el rumbo. En otras palabras, hay que aprender a ir contracorriente; romper las reglas del juego de modo creativo y no destructivo, aprender las lógicas contrarias y alternativas al sistema de la destructividad. Nuestro peor enemigo es el sentimiento de impotencia frente a la enorme tarea que nos espera. Sentimiento que crece, como es natural, en los momentos en los que parece prevalecer de veras la violencia y la injusticia en el mundo
 
Educar en la justicia quiere decir para empezar,  tomar una clara opción por un  valor: amor por la vida, por todas las formas de vida.   Educar en la justicia significa colocar este valor en el centro. Se trata del viejo imperativo kantiano: actúa de modo que trates a la humanidad en ti y en los otros (el otro, la naturaleza, la vida…) siempre como un fin y jamás como un medio.”

  1. Los medios y los fines

Pero educar significa también prepararse específicamente para utilizar medios coherentes  para llegar a ese fin , preguntarse si el modo de actuar, las instituciones, las iniciativas, son violentas o no-violentas en sí mismas, si son eficaces o ineficaces para frenar y modificar la situación de injusticia.Revolucionario fue para el mundo el día en que Gandhi puso en discusión el famoso “el fin justifica los medios”. Desde entonces somos más conscientes de que los medios que utilicemos condicionarán nuestro objetivo. Y si conseguimos una meta con la fuerza, tendremos que defenderla constantemente con ella, como les ocurrió en Nicaragua a los sandinistas, por ejemplo. No se utiliza un medio no-violento sólo por ética, sino también por eficacia. Las mujeres que en Julio 2002 ocuparon los establecimientos de las empresas petroleras en Nigeria, para protestar por el expolio, la contaminación y el desastre que éstas han producido en el delta del Niger, han conseguido más resultados que la guerrilla y los atentados precedentes. La chica que pasó dos años subida a un árbol centenario para proteger el bosque de la tala, consiguió su objetivo.  La didáctica de la Historia no parece muy interesada en los ejemplos eficaces de regulación de conflictos internacionales con medios no-violentos. Ni en la escuela, ni en la universidad nos cuentan los ejemplos de quienes han hecho la otra historia sin violencia y sin embargo sería fundamental conocerla para comprender cómo construir la nueva historia, y creer que hay alternativas a la violencia y a la explotación.
Educar en la justicia exige también un esfuerzo importante de creatividad y comunicación: preparar objetivos concretos y alcanzables (en el tiempo razonable de la vida de una persona), y no saber comunicar es como no haber hecho nada. Y éste es un error frecuente, no sólo entre los movimientos no-violentos y no-global, en general en el mundo del voluntariado. Pero además, un sólo acto violento puede destruir todos los esfuerzos de comunicación por parte de los no-violentos en una acción (recordemos G8 de Génova).
La creatividad es otro aspecto importante en la comunicación de los objetivos y acciones no-violentas:  Es asombroso descubrir la imaginación con la que en miles de ocasiones los no-violentos han respondido a situaciones de opresión y de violencia. Desde  el monje thailandés que ha consagrado los árboles centenarios para protegerlos de la tala y la especulación, envolviéndolos en túnicas sagradas. Hasta la campaña “Otro mundial es posible”, que se ha atrevido a entrar en el mundo del deporte, tan lleno de intereses, para pedir a la Fifa que respete su propio código de conducta.  Pasando por los primeros Objetores de Conciencia españoles, que organizaron el primer Servicio Civil autogestionado para ganar el favor de la opinión pública, conscientes del prejuicio sobre el objetor como “vago escaqueadorde sus deberes para con la Patria”. Sin olvidar las impactantes campañas de los ambientalistas y pacifistas que han impedido con sus cuerpos el tráfico de armas, de residuos tóxicos, de madera ilegal. O las cooperativas de consumidores solidarios y la campaña “Balances de Economía Solidaria” (BESOS, promovida en España por Ecologistas en Acción y el MIR), que proponen una no-cooperación capilar de miles de familias con las multinacionales que no cumplen condiciones mínimas de justicia ysostenibilidad.
 

  1. Las injusticias en los conflictos internacionales

A menudo vivimos los conflictos interpersonales con dolor y preferiríamos poder eliminarlos de nuestras vidas. La sensación frecuente es la de sufrir una injusticia, de no ser comprendidos, de soportar la violencia de los otros. Dando por supuesto que el conflicto, a parte de ser una realidad inevitable, constituye una ocasión que puede ser aprovechada o desaprovechada para madurar o hacer evolucionar una relación, vale la pena reflexionar sobre la respuesta más frecuente que el ser humano ha elegido para resolver los conflictos en la historia: la violencia.
La violencia, como dice la psicóloga  Silvia Bonino, es la respuesta comportamental màs inmediata a una situaciòn conflictiva. Ésta,  sin embargo, no es la respuesta màs eficaz ni la màs evolucionada. De hecho la humanidad ha elaborado capacidades màs evolucionadas para resolver problemas. Es más, justo por su caràcter primitivo, la agresividad destructiva  (damos por supuesto que la agresividad en sì no tiene un carácter negativo) es màs rígida y por ello menos capaz de tener en cuenta la complejidad y los distintos aspectos de la situación conflictiva.
Dice la antropóloga belga Pat Patfoort  que en la raíz de los conflictos encontramos a denudo un desequilibrio de poder. Hay uno que se siente potente y que quiere imponer su voluntad, ideas, intereses, punto de vista, a otro que se siente menos potente. Esto provoca en quien soporta la presión algunas reacciones para intentar reequilibrar el poder perdido: la venganza, una escalada de violencia (el jefe que grita al empleado, el cual grita a la secretaria, que grita a su marido, que pega a su hijo, que da una patada al perro…), o en el caso que la persona no pueda manifestar su frustración, la violencia contra sìmisma (a menudo expresada a través de la enfermedad, depresión , neurosis…). Lo que está claro es que nadie quiere aceptar vivir en condiciones de injusticia soportada. Una afirmación de este tipo nos tendría que ayudar a leer las situaciones cercanas en las que se preparan reacciones violentas, como respuesta a una injusticia acumulada y silenciada.
Dice también Patfoort que uno de los errores frecuentes entre partes enfrentados en una situación desequilibrada de poder es quedarse en nivel de las “razones”: quien tiene más razón, qué razón es más importante, etc. Si no conseguimos bajar a los fundamentos de nuestras razones, que son nuestras necesidades y nuestros miedos, si no conseguimos comunicar a la otra parte las necesidades que nos mueven a desear/pretender algo, el otro se quedará con nuestras razones, sin comprender en profundidad. Descubrir las cartas de nuestras necesidades y miedos nos puede convertir en vulnerables, pero también nos permite reconocer la humanidad de quien tenemos delante, y tal vez, desmontar la imagen del enemigo que enmascara al adversario.
 
Lo que caracteriza al ser humano y lo diferencia de los animales es la capacidad simbólica y representativa. Esta ùltima es la capacidad de desvincularse del presente para representar situaciones reales. Las respuestas màs creativas y no agresivas a una situaciòn conflictiva derivan de esta capacidad representativa y simbólica, como son las soluciones cooperativas: cooperar no es otra cosa que encontrar un camino que tenga en cuenta las exigencias de todas la partes en la soluciòn de una situaciònenfrentada. El lenguaje (la capacidad de verbalizar, de expresar las emociones, las necesidades, los puntos de vista…), la ficción (el juego de rol, la simulación, el teatro…) son instrumentos que ayudan a reestructurar el campo cognitivo. O sea, a reconsiderar todos los elementos y los puntos de vista de la situación en un cuadro mas global, que permita comprender la complejidad del problema e imaginar soluciones alternativas, sin miedo.  Aquí reside el gran valor de la verbalización: de los grupos de ayuda mutua, de las terapias, de la charla con las amigas, del diario que recoge un dolor y una frustración. Son instrumentos que ayudan a quien soporta a tomar conciencia de su situación y a buscar salidas y soluciones, refuerzo de su autoestima o ayuda externa para reequilibrar la injusticia (son pocas las mujeres/niños maltratadas/os que se atreven a denunciar a sus maltratadores, pedir ayuda es ya un gran paso adelante).
 
Estas propuestas pedagógicas indirectas, simbólicas, de canalizar la agresividad, chocan con cierta praxis educativa escolar del desfogue directo y sensorial como modo de afrontar los problemas. El desfogue físico no lleva a comportamientos constructivos, cooperativos, sino que promueve una mayor aceptación de comportamientos agresivos.
 
Entre los contenidos fundamentales pues de la educación para la justicia encontramos la promoción de la capacidad de comunicar, cooperar, valorizar (autoestima), ser asertivos, tomar decisiones colectivamente, pensar de modo creativo (divergente), actuar la crítica constructiva, mediar.
 
El desafío con el que nos topamos es conseguir pasar de un modo de pensar y actuar que no admite más que dos posiciones (la de los vencedores y los vencidos), a otro diferente, pluralista, en el que lo importante es la relación de comprensión, de colaboración recíproca y la resolución positiva de los conflictos para las partes.
3. Las injusticias en los conflictos sociales
Hélder Camara habla de la espiral de la violencia donde la primera violencia es la violencia estructural, la de quien oprime aparentemente con derecho y a menudo sin aparente violencia directa. La segunda violencia es la respuesta a tal situaciòn injusta (guerrilla, algunas formas de manifestaciones violentas o de terrorismo…). La tercera es la represiòn de la respuesta que confirma al potente en la conveniencia de no dar voz a los violentos. Esto es un ejemplo de como empieza la espiral de la violencia.
Ante situaciones sociales conflictivas donde el poder se reconoce desequilibrado, la no-violencia se propone como un elemento que aspira a reequilibrar la situación, frenar la espiral, proponiendo acciones que promuevan el empowerment, la adquisición de poder por parte de la parte más débil. Esto lo hace a través de varios recursos: la denuncia de la opresión, la no-colaboración con el potente, la desobediencia civil, la acción directa no-violenta… Pero también a través de la mediación, le negociación, la propuesta de alternativas. La declaración de los derechos humanos ha sido un gran avance en para nuestras civilizaciones. Se encuadra en esa voluntad de reequilibrar, a través de una autorregulación, la jungla de nuestras relaciones de poder.
Educar en la justicia lleva implícito como contenido y como método: la educación del pensamiento crítico, de la capacidad de escandalizarse ante las injusticias, de empatizar con los débiles, la promoción de una obediencia/desobediencia responsable,la conciencia del poder personal que permite salir de la impotencia a través de la colaboración con otros, la promoción de la responsabilidad ante las consecuencias de las propias acciones/opciones, la capacidad de actuar la crítica y la autocrítica, la creatividad para frenar la escalada de la violencia, la promoción de ideales que pongan el bien colectivo por encima del bien personal.
  

  1. La zona gris

Ya, “poner el bien colectivo por encima del bien personal”, y estar dispuestos a incomodarnos, a arriesgarnos por él, a morir por él. En fondo es lo mismo que hacen los ejércitos, los kamikaces, ¿no? No me gusta cuando el mensaje que pasa es el de que para trabajar por la justicia hay que ser héroes, o hay que estar dispuesto a ser encarcelado, a dejarse pegar, matar. Hace de ella algo inaccesible para los comunes mortales, que tienen miedo y aman la propia vida, la familia y el propio equilibrio, tanto cuanto la justicia.
La lucha por la justicia a través de la no-violencia, es un estilo de vida cotidiano, que pasa por ser consciente de mi poder como consumidor. Dice el padre Alex Zanotelli, comboniano, desde los basureros de Nairobi: “recordad que cada vez que entráis en un supermercado o en un banco (los templos modernos) estáis eligiendo un modelo de sociedad”. Es un estilo cotidiano que te ayuda a preguntarte en cada ocasión “¿Dónde está mi hermano?”, incluso cuando entro en las tiendas de todoacien. Tal vez para no volver a entrar.  Es algo que se puede vivir cada día, también cuando uso los trasportes públicos para no promover las guerras del petróleo o cuando comparto mi dinero, mis bienes con otros (el car-sharing, las cooperativas,  la comunidad de vida, son profundamente no-violentas). Lo vivimos tanto cuando denunciamos injusticias cotidianas como cuando pagamos los impuestos con orgullo, cuando usamos la bicicleta o  plantamos un árbol . La búsqueda de la justicia nos educa a no ser neutrales, cuando detrás de ésta palabra lo que hay es complicidad inconsciente o cómoda.  Decía Martin Luther King: Más que la violencia de los malvados temo el silencio de los buenos”. Es lo que Primo Levi, un judío italiano superviviente a la Shoa, llamaba la Zona Gris, o sea, todas las personas que sabían, vieron y no quisieron saber ni ver, no hicieron nada, por miedo o para no complicarse la vida. O como aquel cuento que narraba que no quedaba sitio en el infierno y aun había una fila de personas esperando para entrar. Sale el demonio y dice: “Queda un solo sitio. ¿Quién es el peor de vosotros? ¿Hay algún plurihomicida? ¿Usted qué ha hecho?”. El hombre responde: “Yo no he hecho nada, debe haber un error”. “¿Cómo nada?”. “Sí, nada. La verdad es que he asistido a muchísimas barbaridades, injusticias,  violencia, guerras y otras cosas peores, pero yo nunca hice nada”, responde el hombre asustado. El demonio vuelve a preguntar: “¿Pero de verdad usted vio todo lo que cuenta y no hizo nada? Pues el puesto es suyo!”
Dice Hildegard Goss-Meyr que la injusticia es como una pirámide invertida, que no se sostiene sola y necesita de quien la sujete. Hay muchos ladrillos que sostienen  a las injusticias: los de las personas, grupos e instituciones que se benefician del perpetuarse de las situación, pero también los de quienes, sin darse cuenta (o dándose, pero con miedo o sentido de impotencia) son complices de ellas. Por comodidad, porque siempre ha sido así, porque otros me convencen de que no es posible cambiar, porque tengo miedo, por desinformación… (¿cómo se me va a ocurrir a mí que por usar el móvil soy cómplice con las guerras por el Coltan en Congo? ¿O por regalar un anillo de oro, un diamante, soy cómplice de los desastres ambientales y de la explotación en las minas africanas? Si nadie me lo dice…)
A menudo me/nos descubro en plena zona gris de muchas injusticias grandes y pequeñas, de conflictos que estamos viendo que van  a explotar,… Todos pasamos por las zonas grises del mundo. En la zona gris reside un gran poder: A veces tenemos la valentía de sostener a las víctimas, de colaborar económicamente con la causa, de protestar por la opresión, de organizarnos con otros para mandar una carta, para ir a manifestarnos, para perder un verano y promover proyectos de autodesarrollo, de reconciliación, de reconstrucción. Otras veces nos sentimos impotentes, lejanos, cómodos, creemos ser neutrales, o tenemos miedo, nos sentimos solos.  Muchos dictadores, muchos terrorismos, mucha violencia cuenta con el silencio de los que tienen miedo, de los que no quieren complicarse la vida. El conformismo, la complicidad inconsciente es a veces tan peligrosa como la misma violencia. La hace posible con nuestra complicidad.  En todo lo que pueden tener de frágiles, parciales y mejorables, los colectivos de ciudadanos que en Euzkadi se organizan para buscar una solución al conflicto tienen como gran virtud el haber perdido el miedo de decir lo que piensan y de salir a la calle a decirlo. Aun a costa de su tranquilidad y de su vida (no quisiera que sonase como un juicio hacia quienes se sienten bloqueados bajo el terror de las amenazas). Es una ocasión para aprender. Y para preguntarnos: ¿cómo podemos (yo y los colectivos donde participo) colaborar en un proceso de reconciliación nacional? ¿o es que ya nos hemos resignado a que otros decidan que no va a ser posible?
 

  1. El proceso de deshumanización: la idea de enemigo

Tanto cuando las partes de un conflicto tienen un poder equilibrado como cuando no lo son, el proceso de deshumanización sostiene la violencia,  la pena de muerte, la discriminación. La idea de enemigo fomenta, justifica y está en la base de  muchas injusticias (directas o estructurales) de las que a veces participamos también nosotros.
El primer grado del proceso de deshumanización es el prejuicio, que comporta la caracterización de un grupo de otros distinto de nosotros, con el que no es posible una identificación: ese grupo se inscribe en la categoría de seres no humanos. La tendencia a demonizar al enemigo, subrayar -como a menudo hacen culpablemente los medios de comunicación- el comportamiento bestial, no hace sino agrandar el espacio que separa nosotros de los otros, haciendo más probable que aumente la respuesta agresiva y el instinto de destrucción, debido a que ya no ponemos límites a la manifestación de la agresividad, en una espiral sin fin. Está claro que la tendencia a demonizar al enemigo  produce un bloqueo en la relación empática que se podría definir como “congelación afectiva”.
Por culpa de este proceso de deshumanización los individuos y grupos sociales, extremadamente solidarios dentro de su grupo de pertenencia, pueden hacerse fuertemente destructivos con los extranjeros/extraños, con los que juzgan diferentes por cultura, ideología, capacidad, tendencia, religión, sexo, sin sentir ningún sentimiento de culpa. Es un mecanismo primitivo y perverso, que hace crecer una espiral de deshumanizaciòn y destrucciòn.
Quien comenzó a leer este artículo podría pensar que le íbamos a dar claves de lectura y de acción para trabajar contra las injusticias del mundo. En este capítulo estamos diciendo que también nosotros participamos activa e inconscientemente de uno de los mecanismos psicológicos y antropológicos que soportan la discriminación y la injusticia. Tal vez no sintamos como enemigos los que son enemigos “socialmente estereotipados” como los negros, los extranjeros, los gitanos, etc. Pero si nos preguntamos por cual categoría social no sentiríamos dolor si uno de sus componentes fuera condenado a muerte (mirémonos dentro y la encontraremos: porque en cierto modo se lo merece), nos será más fácil reconocer lo que ocurre en la mente de quien discrimina, explota, viola, maltrata: no reconoce en esa persona la humanidad que yace escondida.
El antídoto para este proceso, es favorecer la identificación/empatía con el otro, el reconocimiento de los otros como iguales a uno, tanto más necesario cuanto los otros se oponen a nosotros. Cada vez que manifestamos la idéntica humanidad del otro se da un paso hacia la paz. Para ello es necesario trabajar sobre nuestros prejuìcios ideològicos, culturales, econòmicos, ètnicos y esto sólo ocurre en el encuentro cara a cara con el verdadero otro, non con la idea que tenemos de la persona.
Se sabe que durante la guerra de Bosnia los soldados tuvieron que ser drogados para que fueran capaces de violar, robar, matar a los propios amigos, hermanos, vecinos. Por la misma razón, después de la Segunda Gran Guerra nace la asociación Servicio Civil Internacional, con el objetivo de promover el contacto, el conocimiento y la amistad entre franceses y alemanes, para evitar futuras guerras.
 

  1. El poder de transformar

 
Vosotros y yo somos conscientes de lo difícil que resulta, en una sociedad compleja y globalizada como la nuestra, soñar con futuros distintos del  que parece obvio y ante el que a menudo tendemos a resignarnos. Y si soñar no es fácil, menos lo es tener conciencia de poseer un poder para influir en los cambios sociales. El sentido de insignificancia es una de las causas de la resignación y pasividad de los jóvenes y adultos. Creemos que ello si nos sentimos insignificantes es, entre otras cosas, porque desconocemos la eficacia de muchas revoluciones noviolentas, hechas por miles y miles de personasinsignificantes como nosotros, las cuales han aportado cambios positivos importantes en la historia de la humanidad, resistiendo creativamente a las injusticias. Esto y la distancia cada vez mayor entre los jóvenes y las instituciones, provocan una siempre menor participación crítica en la vida social y política de nuestros barrios, pueblos, ciudades y países. El pesimismo, la impotencia y la ignorancia son aspectos que quisiéramos modificar con vuestra colaboración. Pero también nos urge aumentar el sentido de pertenencia de jóvenes y adultos a la «res publica», a la colectividad. Pasar juntos del me conviene al me interesa («I care», que decía Don Milani).
 
Digo a menudo que me encanta una estupenda provocación de Enrique de Castro cuando escribe (en el libro “Dios es ateo”) que “Jesús no es Dios, y que el hecho de que lo consideremos tal es la razón por la cual nosotros no nos sentimos capaces de hacer lo que él hizo, de crear, de transformar, de denunciar como él lo hizo, de hacer posible la utopía … Los santos pueden mucho, la Virgen muchísimo, pero nosotros somos impotentes y nos resignamos ante el mal o, lo más que hacemos es rezar para queintercedan y así cesen la guerras, el hambre, el paro, la pobreza…. Jesús no es superman, Jesús es hijo de un indio nacido en una de las favelas, pero es a la vez el signo de lo que todos los seres humanos podemos realizar en comunión con Dios, y por eso la carta de Pedro dice: vosotros sois dioses”.
 
Ya sé que suena un poco herético pero eso mismo es otros llaman en inglés empowerment, o sea, recuperar el propio poder de actuar,  salir de la resignación, descubrir los recursos, los talentos que poseemos y, junto a otros mortales, hacerlos fructificar, darles fuerza y poder. Es lo que Jesucristo llamaser audaces  ante el mal. Porque construir la justicia con medios no-violentos no es ser pasivos, dejarse pegar, renunciar a defender a los débiles, aceptar la ley de la selva y las injusticias. Ser no-violentos es ser eficaces, creativos, organizados, cooperativos (salvarse juntos!), decididos, asertivos…. tener un proyecto bien concreto de sociedad, conocedores de los propios recursos y talentos, capaces de ponerse en relación con los de otros y de utilizar la fuerza del número. Estos son los primeros pasos para superar el “complejo de impotencia adquirida” (como lo llama Lennart Parknas, formador sueco). Algunos dicen que el mal, la injusticia se organiza muy bien y de modo eficaz, con dinero, empleados, programas y estrategias. En cambio, el bien se organiza muy mal, contando con algunos restos de horas del voluntariado improvisado, con algunas donaciones, con un local y un ordenador prestados.
Más arriba decía que trabajar por la justicia no es cosa para héroes y termino diciendo que hay no hay que conformarse con lo poco que hacemos, que hay que arriesgar la vida. ¿En qué quedamos? Pues en ambas cosas. En que todos los días nos debemos preguntar cual es mi posición, mi posibilidad, mi poder ante la realidad que me rodea, y dejar de quejarme para pasar a la acción aunque sea pequeña.  Y que a la vez,  como dice Gandhi, no podemos esperar que se haga realidad el mundo justo y en paz que soñamos, si no estamos dispuestos a invertir en ese proyecto tantas energías, dineros, esfuerzos, recursos, como otros invierten en preparar las guerras, la explotación, la mafia, el tráfico de armas y de personas, las injusticias de las que se benefician.

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