Nadie fue ayer,
ni va hoy,
ni irá mañana
hacia Dios
por este mismo camino
que yo voy.
Para cada hombre guarda
un rayo nuevo de luz el sol…
y un camino virgen
Dios.
(León Felipe)
Juan Pablo II expresó en Catechesi tradendae la honda y constante preocupación de la Iglesia por la catequesis de adultos. Ésta es, aseguraba, “la forma principal de la catequesis”. Pero si los adultos de cualquier edad son destinatarios directos de la catequesis, el mismo Papa manifestaba la necesidad de adaptar y diversificar sus contenidos y métodos, y hacía votos a fin de que se multiplicaran las iniciativas encaminadas a su formación cristiana con los instrumentos apropiados.
Esta preocupación eclesial cobra hoy una importancia particular de manera especial ante la reciente situación que plantean quienes, creyentes en su adolescencia y juventud, se alejaron un día de la comunidad cristiana y, por motivaciones y circunstancias diferentes, vuelven a la fe y a la Iglesia. Quizás en nuestro contexto no es todavía un fenómeno amplio, pero ciertamente necesita una reflexión que nos ayude a situarnos pastoralmente ante el problema. En este sentido queremos ofrecer en este número de Misión Joven una primera aproximación, al mundo de los reiniciados, de los que vuelven a recomenzar el camino de iniciación en la fe.
Quizás, como sucede en toda acción pastoral, sea necesario ante todo llegar a una lectura evangélica de la situación, precisar el problema, calar en sus implicaciones; sólo así será posible la búsqueda de respuestas y orientaciones pastorales. En vistas a conocer la realidad, Álvaro Ginel ha realizado un pequeño muestreo, que puede resultar significativo. A través de él apunta y sugiere algunos elementos imprescindibles. Es necesario, ciertamente delimitar bien el sentido y los confines de “los que vuelven”, porque en cuanto creyente o grupo de creyentes hay que proporcionarles un lugar y un acompañamiento en el que su búsqueda sea verdaderamente acogida y puedan “recomenzar” un itinerario de iniciación cristiana. A partir de aquí se impone, sobre todo, la escucha; pero no la simple escucha cortés, sino el dejar hablar y escuchar la palabra pronunciada por el otro como escucha de la obra de Dios en la vida del otro. Así comienza la construcción de un camino abierto desde la misma realidad de los que vuelven, porque acompañar no es imponer caminos y pistas, sino ayudar a descubrir a cada persona el camino que Dios le abre.
Continuando esta reflexión, Emilio Alberich, desde la atención a los documentos y modelos de reiniciación de “los que vuelven” por parte de algunas Iglesias locales, destaca especialmente una exigencia: la necesidad de utilizar una verdadera pedagogía de iniciación, que puede ser aplicada de formas y en lugares diferentes, pero que en todo caso debe respetar algunos aspectos básicos, como son: el respeto de la libertad personal, el carácter procesual de lo que debe constituir un verdadero itinerario, la lectura y meditación de la Palabra de Dios como fuente principal del camino de fe, la mediación de la tradición viva de la historia de la vivencia cristiana, el respeto de los procesos de tipo catecumenal, la introducción en un dinamismo de opción moral, la aceptación de la diversidad cultural, es decir, una pedagogía de inmersión, de contagio, deósmosis.
Y, desde la atención a esta pedagogía de iniciación, Jesús Rojano aborda una cuestión crucial en la acción pastoral: la necesidad de repensar los itinerarios de educación a la fe. Se extiende por todas partes, entre los agentes de pastoral juvenil, la sensación de que actualmente los itinerarios catecumenales no funcionan. ¿Hay que prescindir de ellos? ¿Han caducado definitivamente? Más que mirar al pasado, ¿no será necesario mirar hacia el futuro? Es el intento de la reflexión que ofrecemos, sugiriendo algunas pistas que parecen adecuadas a la hora de pensar y elaborar los itinerarios de educación en la fe. Necesariamente han de ser abiertos, diversificados, con capacidad de adaptación a ritmos y situaciones personales; han de cuidar la iniciación integral a la vivencia de la fe y la mistagogia, y tienen que estar imbuidos por la dimensión misionera y por abrir caminos nuevos.
Repensar itinerarios, cuidar los procesos de la iniciación cristiana, promocionar una verdadera catequesis de adultos, son retos pastorales que nos orientan hacia actitudes de búsqueda, de escucha, de acompañamiento para ayudar a descubrir y discernir el “camino virgen” que Dios abre en la vida de tantos creyentes.
EUGENIO ALBURQUERQUE
directormj@misionjoven.org