Con el título “Una cámara no sirve para conversar”, Josep María Espinàs escribía en El Periódico(29 de mayo de 2004) un artículo que reproducimos por su interés sobre el tema educativo y –ojalá no– por su anticipación de futuro. Decía así:
”Vemos a menudo cómo, en un acto popular, hay chicos y chicas que se acercan a las cámaras de televisión y se dedican a hacer todo tipo de muecas, a sacar la lengua, a empujarse unos a otros… En resumidas cuentas, a hacer el ganso. Esto suele molestar al presentador del acto, que se ve rodeado, y tiene que dar explicaciones gritando y a trompicones. Pero hay unas cámaras que los ciudadanos no suelen ver –en las entidades bancarias, en algunos puntos de la ciudad, en las autopistas y carreteras–. Éstas ya no son cámaras para jugar, porque son una especie de policías electrónicos.
Las autoridades de Manchester han decidido instalar webcams (cámaras conectadas a Internet) en las aulas de las escuelas. El objetivo es luchar contra la violencia, dicen. Gracias a estas cámaras, los padres y madres podrán observar cómo se portan sus hijitos. Seguro que no les gusta ver cómo se insultan, cómo escupen a un compañero y cómo practican otras diversiones que no son precisamente educativas.
No sé qué piensan al respecto los maestros. Yo espero que la innovación no les guste, no sólo porque la cámara también les puede vigilar a ellos, sino porque los acusicas y delatores siempre han sido mal vistos en una escuela decente. Y no creo que para los padres una videodenuncia sea el instrumento ideal para formar a los hijos.
Creo que una de las normas básicas de la educación es no engañar. Si las cámaras se instalan en la escuela sin advertencia previa a los alumnos, las consecuencias pueden ser nefastas. Y si se les comunica que hay cámaras que les vigilan, creo que aún es peor. Padres y maestros saben que la educación se basa en la relatividad, en la flexibilidad. Que se hace cara a cara, para establecer un margen de franqueza y de disimulo compartido.
Utilizar como argumento inapelable «lo he visto en el vídeo» puede ser válido en el mundo penal. Pero en la escuela, la intrusión de una grabación es peligrosa: desmonta la importancia que tiene educar en el diálogo y la confianza.”
¿Qué nos parece a los educadores? La verdadera lástima es que las aulas o los patios se estén convirtiendo en un lugar peligroso en vez de ser un lugar educativo. Y en esa cuestión todos estamos implicados.
Cuaderno Joven